Por Andrés Moreno Mengíbar
Su agenda está cuajada de los nombres de los más importantes teatros europeos, en los que es reclamada para sus dos grandes especialidades: el verismo y Verdi. Su afinidad espiritual con las heroínas puccinianas, desde Angelica a Butterfly, da como resultado uno de los cantos más emotivos que puedan escucharse. Y, por otra parte, las especiales condiciones de esta voz potente, ancha y a la vez delicada, la hacen ideal para los más recios papeles verdianos, como Abigaille, Lady Macbeth u Odabella, en los que se ha convertido en una referencia inexcusable. En España destacó tanto en el Teatro de la Maestranza como en el Teatro Liceo con el que se convirtió en su papel fetiche, esa delicada y a la vez fuerte Cio-Cio-San.
Su debut profesional, en 1992, fue precisamente con Madama Butterfly. Tras estos más de veinte años, ¿cómo ha cambiado su percepción del personaje?
La principal diferencia es que en este tiempo he tenido un hijo. La experiencia de la maternidad me ha aportado una mayor dramaticidad, sobre todo en las escenas finales, ese momento tremendo en el que el personaje elige suicidarse para salvar a su hijo. Desde que soy madre me resulta casi insoportable, me siento destruida. La música de esos
momentos, además, se va haciendo cada vez más intensa. Hace veinte años ya lloraba al cantar esta ópera, pero lo hacía al final; ahora lo hago ya desde el segundo acto. No consigo establecer el distanciamiento respecto al personaje que me recomendaba, por ejemplo, Raina Kabaivanska; por el contrario, con la edad ha aumentado mi implicación afectiva con el personaje, no puedo evitar llorar. Pero no sólo en esta ópera, también en Suor Angelica, en Manon Lescaut e incluso en La Bohème. No es sólo la música de Puccini, que ya es suficientemente intensa, es que el texto dice cosas tan fuertes, son cosas tan fuertes las que les pasan a estas mujeres, siempre víctimas de los hombres. No son cosas del pasado, sino que son situaciones actuales que me afectan muy directamente.
En estos personajes tan tremendos, tan fuertes, ¿qué resulta más difícil, entrar o salir?
Es dificilísimo salir del personaje. Yo necesito por lo menos dos días después de cada función para volver a la normalidad, me siento tan deprimida que mi marido debe recordarme que el espectáculo ya ha terminado. Ésta es una ópera tan real. Es uno de las primeras denuncias de pedofilia. Ella tiene quince años y mi hijo tiene casi esa misma edad y eso me toca muy directamente. Y lo que se cuenta en la ópera sucede hoy en Tailandia o en Sudamérica, donde los occidentales compran el sexo con niños a diario.
¿Hay una evolución psicológica y musical del personaje de Cio-Cio-San a lo largo de esta ópera?
Veo una evolución más en lo musical, porque en el primer acto resulta una música más romántica que luego se convierte en trágica. El personaje en sí no cambia mucho, porque a lo largo de los tres años que transcurren ella no hace sino reforzar sus convicciones, su confianza en que él regresará. Ella se hace fuerte al enfrentarse a todo el mundo que le rodea, todos aquellos que le dicen que Pinkerton no volverá. Y no porque sea estúpida, sino porque está realmente convencida de todo lo que Pinkerton le ha dicho, porque ella es pura, ha ejercido de geisha sólo una noche, no es una prostituta, es una niña de quince años que se enfrenta a la dureza y el cinismo del mundo. Frente a esto, está dispuesta morir antes que reconocer que todo ha sido mentira. En el aspecto musical, el segundo acto es mucho más dramático que el primero. Incluso “Un bel dì vedremo” es un aria muy dramática; conforme ella se obstina en demostrar a los demás y a ella misma que tiene razón, la música se hace cada vez más dramática. En ese momento podemos ver una rebelión enorme frente a toda la sociedad.
¿Con qué otras heroínas puccinianas se identifica más?
Con todas, pero seguramente me resulte más cercana Tosca junto a Butterfly, aunque también Angelica y Giorgetta. Manon me resulta más lejana de mi forma de ser, en nada interesada por el lujo y los bienes materiales, pero siente que ella es también una víctima de la sociedad por que es vendida por su hermano y cuando se da cuenta de todos los errores que ha cometido ya es demasiado tarde. Todos los personajes femeninos de Puccini comparten las características de todas las mujeres, son reales, frágiles, no como las heroínas de Verdi. Son mujeres atadas a sus hijos y a sus hombres. Hoy ya las mujeres no se suicidan por los hombres, pero en cierto modo lo hacen cuando renuncian a sí mismas por los hijos o por el marido. Hoy, en muchas sociedades, las mujeres renuncian a sí mismas, asesinan su propia alma en contra de su voluntad, por la presión de una educación que las coloca en situación de desigualdad respecto a los hombres.
¿Con qué otros personajes operísticos, al margen de los puccinianos, se siente más cercana en la actualidad?
Hoy día el personaje que más me divierte, aunque me resulte muy lejano, es Lady Macbeth. Fue para mí un gran descubrimiento, me parece la ópera de Verdi más comparable con Puccini, porque hay escenas de una gran intensidad. Hay que declamar cada palabra, porque se trata de un personaje de tan gran sutilidad y variedad expresiva que ofrece una gran satisfacción a la intérprete. Al principio de la ópera es una mujer pérfida y calculadora, que luego va enloqueciendo progresivamente y eso ofrece una gran posibilidad de colores. Otro personaje que quiero mucho es el de Aida, aunque ella es mucho más clara, es siempre la misma a lo largo de la ópera.
¿No le resulta difícil, desde el punto de vista vocal, pasar de la Butterfly a la Lady Macbeth?
Para mi voz la Lady Macbeth es muy fácil, no es ningún problema. Sí, hay que estar más atenta a la línea de canto, a la coloratura, al control de la voz. Durante años he rechazado cantar esta ópera, pero cuando acepté hacerlo en Hamburgo fue una gran sorpresa, no podía imaginar que me resultase tan fácil. Mi voz es un poco extraña, con una gran extensión hacia el registro grave y con facilidad en el ascenso hacia el agudo. Además, la voz cambia con la maternidad y con la edad. Aún así, mi evolución vocal ha sido un poco rara, porque a los diecisiete años, cuando gané mi primer concurso, cantaba de mezzosoprano, con notas graves de gran peso y muy naturales; después he trabajado para encontrar el camino hacia el agudo. Es decir, que por naturaleza mi voz tiende a los graves y mediante al técnica se ha desarrollado hacia el agudo. Por eso, a mí resulta fácil, por ejemplo en la Butterfly, aligerar la voz, cantar de una forma más leve. Por eso me resulta sencillo cantar la Lady Macbeth, porque es muy central. Abigaille (que también he cantado) es más aguda y más difícil.
En las últimas décadas se ha hecho habitual el que canten el personaje de Butterfly sopranos orientales. ¿Cree que existe una italianidad esencial en esta música?
Yo vengo de una familia algo especial, porque mi tatarabuela (Medea Mei-Figner) fue una gran cantante, con una carrera internacional increíble, que empezó de mezzosoprano y luego siguió como soprano y que llegó a ser la musa de Chaikovski, quien compuso para ella La dama de picas, Iolanta y Oprichnik. Fue también muy amiga de Puccini y preparó con él mismo sus óperas. Según ella, Puccini decía que todo lo que había escrito era siempre italiano. La ambientación externa puede situarse en el Far West, en China o en Japón, pero en la música no hay casi nada de esas culturas. Al fin y al cabo, Madama Butterfly es el drama de una mujer ingenua traicionada por un hombre y esto no tiene nacionalidad. No es en absoluto oriental. Yo he trabajado mucho en Japón y allí las relaciones personales son mucho más frías y distantes, no hay contacto físico, no se mira a los ojos, se saluda mediante una inclinación. Es todo lo opuesto a la pasionalidad de Puccini. Incluso veo esta ópera más cercana al Sur de Italia, a Nápoles o a Sicilia, donde los sentimientos son más intensos.
Pasando al terreno de las puestas en escena, ¿qué piensa de las modernas reggie que transportan las óperas de su espacio y su tiempo?
He tenido la fortuna de trabajar con registas muy inteligentes, interesantes y estimulantes. No me gustan las puestas en escena que carecen de sentido y que sólo buscan la provocación. Pero cuando tienen tras de sí una profunda investigación y un gran trabajo, me gustan muchísimo las puestas en escena modernas. En el caso de Madama Butterfly no creo que se pueda jugar mucho con los cambios de localización, si bien podría imaginarme una Butterfly en Nápoles, con los barcos y los soldados americanos en la Segunda Guerra Mundial. Creo que resulta más fácil jugar a los cambios de época con Verdi, cuyos argumentos son más simbólicos, que con Puccini, que es siempre más realista, más atado a la realidad inmediata.
En los últimos años se han comenzado a notar los efectos de la crisis económica sobre los teatros líricos españoles, una situación que en Italia se viene produciendo desde antes que en España. ¿Cómo la situación de los teatros de ópera en Italia y en Europa?
La situación en Italia hoy día es realmente dramática. Hay muchísimos teatros en la ruina, teatros muy importantes en la Historia de la Música. Pero el problema es mucho más grave a nivel de todo el país, con un desempleo enorme, con miles de familias que no pueden llegar a fin de mes. Cada día hay suicidios de personas que no alcanzan a pagar sus impuestos, que en Italia son muy elevados. Yo, como cantante, pago casi el 70 por 100 y la media está en un 47 por 100. Es excesivo, trabajamos sólo para pagar impuestos sin obtener nada a cambio: no funciona la sanidad, ni la educación, ni los servicios sociales. Nada funciona, salvo unos políticos cada vez más ricos y la sensación de la sociedad es que sólo les interesa robar y llevarse el dinero de nuestros impuestos. Yo canto mucho en Alemania y fuera de Italia, pero no quiero renunciar a cantar en mi país, es una cuestión moral; es mi tierra y quiero trabajar en ella, aunque tenga de rebajar mi caché y esperar, como me ha ocurrido ya, dos años para cobrar. En esta situación puede parecer que la ópera es un lujo y en realidad lo es, pero Italia debería plantearse una economía basada en su patrimonio natural, en su cocina, en su patrimonio cultural. No podemos competir en la industria con otros países, pero sí podemos hacerlo como destino del turismo y en la industria cultural. Y ahí la ópera debe jugar un papel fundamental. Creo que merece la pena luchar por salvar la ópera.