José Prieto Marugán
Bien pagado.
Se dice que España, y más concretamente Madrid, es especialmente espléndida con los cachés que se pagan a ciertos intérpretes, casi siempre cantantes, para que actúen en nuestros teatros, aunque se trate de viejas glorias y no estén ya en la mejor forma. No sabemos si es cierto o no, porque no hemos visto los datos correspondientes, pero sí hemos tenido conocimiento de la existencia de precedentes.
Tomás Bretón en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes, leído el 14 de mayo de 1896, dijo:
“No puedo resistir la tentación de publicar una de las condiciones especiales en que alguna vez ha estado contratado, en dicho Teatro [el Real] un artista italiano. Debía cobrar cada noche que cantara, no un sueldo grande o pequeño, sino una modesta fortuna: 24.000 reales; además se le había de facilitar cuatro butacas, algunos asientos de platea y veinte de paraíso, pero si el artista no necesitaba o utilizaba dichas localidades, la Empresa contaría la obligación de abonarle su importe a precio de Contaduría. Y no pedía más, excepto que la Empresa tenía también que pagar un sueldo de corista al criado que le acompañaba”.
Lo que no queda claro es si además del “principal” y del “secundario”, se pagaban comisiones ¿Ustedes, qué creen?
Conmoción social.
En esta villa del oso
no hay quien tome la palabra,
que no haga un discurso honroso
para el autor muy famoso
de la gran danza macabra.
Hay que recordar que esta obra, ese pequeño poema sinfónico en el que la muerte toca el violín mientras los esqueletos danzan, causó una gran impresión entre los melómanos madrileños desde que la estrenó Tomás Bretón dirigiendo a la Unión Artístico Musical, conjunto que sería luego conocido por “los macabros”.
Les pierde la incultura.
Un Conselleiro de Cultura de la Xunta de Galicia va a comprar una entrada [eso escribe el cronista, aunque parece más propio que fuera a “retirarla”, ustedes me entienden] para un concierto y un reportero de una emisora de radio le pregunta el programa para el que está comprando la entrada.
– Para Carmina Burana.
Hasta aquí nada especial. Lo bueno viene con la explicación del Conselleiro, que añadió: “Una das boas cantantes de este país”.
Sin duda el hombre, en cuanto vio lo de Carmina, se dijo: gallega, sin duda. Y aprovechó. ¡En esto de hacer patria los hay que no conocen fronteras!
Otro músico sordo.
Es sabido que Beethoven sufrió de sordera, enfermedad dramática para cualquiera y especialmente para un músico. No fue el único. El compositor bohemio Bedrich Smetana también padeció este mal. En la época en que compuso su famoso ciclo sinfónico Mi patria (1782-1879), al que pertenece el célebre El moldava, ya tenía graves problemas auditivos que derivaron en una sordera total y le provocaban frecuentes crisis nerviosas.
Orden de los quelonios.
El origen de este cariño por el lento animalito quizá esté en el suceso que recuerda Serafín Adame: “De niña, jugaba una tarde en el jardín de su torre catalana. Al golpear, con la tenacidad que siempre tuvo, una piedra con otra, notó que manaba agua. Lloró, aterrada, hasta que el padre la advirtió que la supuesta piedra era el caparazón de una tortuga, herida. Impresionadísima, Conchita la curó, la cuidó con afecto extremado. Desde entonces la consideró su amuleto. Tenía un gran broche de plata, con grueso brillante engastado quizás en el sitio apropiado donde horadó la auténtica, sin el que no salía nunca a cantar, integrado en la toaleta que lucía. Incluso al no permitir el personaje llevarlo visible, lo escondía entre las ropas, para sentir su presencia, recibir la seguridad que le confería”.
Una estupidez como otra cualquiera.
“Al escuchar mi antiquísima Procesión del Rocío, recordé a aquel concejal republicano que, en el Patio de Cristales del Ayuntamiento, se levantó de su silla y, volviéndose de espaldas, presentó su fachada posterior a los profesores de la Banda Municipal. El hombre esperaba [oír] la Marcha real, pero ¿cómo iba a sonar si la habían arrancado de la partitura? Lo más curioso es que durante los años de guerra hubo casos en que no se conformaron con dicha supresión, ya que en su lugar, y de un modo totalmente arbitrario encajaron, o intentaron encajar, el himno de Riego”.
Hay gente que con tal de destacar son capaces de airear y lucir su propia estupidez como una condecoración. En esto, todavía, “necesitamos mejorar”.
Zarzuela y gastronomía.
Quienes conozcan con cierto detalle la historia de la zarzuela, habrán advertido la existencia de repartos raros, curiosos, extravagantes. Una de ellas, titulada La perfecta casada fue escrita por Aurelio Varela y Francisco de Torres, compuso la música Francisco Alonso y se estrenó el 11 de febrero de 1920 en el Teatro Martín de Madrid. Algunos de los personajes son los siguientes: Vinagreta, Pote gallego, Cocido madrileño, Paella valenciana, Huevos cubana, Fruta del Cairo, y Ensalada.
Con estos nombres puede uno hacerse una idea de la temática que trata, pero si les ofrecemos la definición que dieron los autores a su obra, la idea quedará mucho más clara: “Institución de libre enseñanza para la mujer, dividida en un año de preparatorio, tres cursos y una reválida, en prosa y verso”.