por José Prieto Marugán
Leopoldo Mozart… un sandio
Sandio, en nuestro idioma, equivale a simple, torpe, bobo. Podemos aplicarle este adjetivo al ilustre violinista, compositor y padre de Mozart (con todo respeto), basándonos en un párrafo de la carta que escribió a su esposa desde Bolonia, el 21 de agosto de 1770:
“Estamos muy bien, gracias a Dios, comemos higos, melones y otras frutas con gran moderación. Al atardecer, unas dos horas antes de la cena, comemos una fruta que yo había visto solo en los cuadros y que sabe a pepino. Es una gran fruta redonda con una cáscara verde. Cuando se la abre y se corta en dos es muy bonita, porque el interior es rojo pálido. Se llama anguria, Se come con azúcar y canela”. (Barría Aguiló, Juana. Historias curiosas de la música y la gastronomía. Cenando con Mozart. Barcelona: Ma non troppo, 2006, p. 165.)
Está claro que la “anguria” es la “sandía”. Quizá no debamos escandalizarnos: una sandía de color “rojo pálido” ¡no está madura! ¡Claro que puede saber a pepino! ¿Qué hubiera escrito don Leopoldo si le hubieran dado una “anguria” de color rojo brillante?
¿Qué es la música? – Varios I
(Definiciones procedentes del antiguo Boletín de Programación de Radio Clásica)
En cuantas clasificaciones se hacen, siempre aparece el grupo de “Varios”, especie de cajón de sastre donde hemos de guardar aquellos elementos que, por su rareza o exclusividad, no hemos podido asimilar a otros. En estas definiciones de la música nos ocurre lo mismo, pero no queremos que, por no ser asemejables a otras ya publicadas, queden sin ver la luz, porque son muy interesantes. Alguna, incluso, nos puede hacer pensar.
– “Una forma de entender la vida” (Javier Perianes, pianista español).
– “La enigmática forma del tiempo” (Justo Romero, crítico musical).
– “La ordenación de lo audio-perceptible” (Agustín González Acilu, compositor).
– “Personaliza la sensación como realidad esencial” (Francisco Escudero, compositor).
– “Armonía, sensualidad, equilibrio, lo tiene todo para vivir mejor la vida” (Lluis Claret, violonchelista).
¡Cuidado con las combinaciones!
El compositor granadino Francisco Alonso era un personaje muy popular; no resulta extraño que las marcas comerciales recurrieran a él para promocionar sus productos. Un anuncio, de la conocida empresa Domecq, presenta una fotografía del maestro y este texto manuscrito:
El “Río Viejo” es DO… rado y fino.
El “Jarandilla”, me lo RE… ceta el médico.
El “Fundador” es el que me gusta a MI.
El “Tres cepas” lo prefiere mi FA… milia.
El “Carlos I” tiene SOL… era.
El “Raza” es de un fino pa… LA… dar.
El “Champán Domecq” es de SI… baritas.
Y estando la escala musical en las cualidades de los vinos Domecq, ¿cómo no han de ser los preferidos de un músico? F. Alonso.
La música es una combinación de estas siete notas pero con los vinos dicen que no son aconsejables las mezclas.
De la escena al juzgado
Cuando se estrenó La diosa del placer, revista en un acto escrita por Luis de Larra y Manuel Fernández de la Puente, con música de Rafael Calleja, en febrero de 1907, fue prohibida por el Marqués de Vadillo, entonces gobernador de Madrid, al ser considerada escandalosa.
Las tiples protagonistas, Pepita Sevilla, Elvira Lafont, Ascensión Méndez y Antonia de Cachavera, que cantaban una machicha (o un garrotín) subida de tono, fueron llevadas al juzgado y, junto con los autores y empresario, procesadas. De momento quedaron libres, aunque empresario y autores tuvieron que depositar una fianza de dos mil pesetas y las tiples un billete verde cada una.
En junio de 1910 salió el juicio -la justicia nunca participará en unas olimpiadas- en el que dos “peritos” declararon a favor de la obra: Benito Pérez Galdós y Francos Rodríguez, entonces alcalde de Madrid. La expectación de la vista oral fue excepcional en el Madrid de entonces.
En tres años la moral había evolucionado y lo que antes era malo, malísimo… y la causa fue sobreseída.
No sabemos hasta dónde se plantearon las pruebas “periciales”, pero una de las conclusiones es esta: Desde hace años andamos a vueltas con la educación, y no siempre se ha considerado adecuado “enseñar” demasiado.
Como él
Wanda Landowska, la gran intérprete polaca de la música de Bach, siempre reivindicó el uso del clave en lugar del piano. Defendió sus convicciones con fuerza y se enfrentó a quienes eran partidarios del moderno instrumento de teclado. Parece que a Rosalyn Tureck, partidaria del piano le llegó a decir: “Tú tocas Bach a tu manera y yo lo hago a su manera”.
Cantar en la cárcel
En 1901 el bajo valenciano Andrés Perelló, paseando por Nueva York, quedó impresionado por una bella joven a la que llevó a la habitación de un hotel. Apenas habían entrado en ella, fueron sorprendidos por la policía que les llevó detenidos a la comisaría. Fue el juez, al día siguiente, quien informó al cantante de que la prostitución callejera estaba prohibida en Nueva York pero, al verle forastero e ignorante, le puso en libertad. Perelló pasó la noche en la comisaría cantando para los borrachos, prostitutas y policías de servicio para entretener el tiempo. Además, como era Nochebuena, mandó llevar, pagándolo de su bolsillo, comida y champagne para todos, tanto policías como detenidos.
No era la Nochebuena que esperaba, pero no puede negarse que fue especial.
Concierto para el Führer
En la primavera de 1942 el General Invierno ruso ha detenido el avance de las tropas alemanas, lo cual significa un gran revés para el orgullo patrio y, sin duda, un descrédito de la confianza del pueblo germano en sus dirigentes. Se hace necesario recuperar la confianza y el poderoso Ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, organiza una campaña de imagen con todos los medios de que dispone. Entre ellos, la Orquesta Filarmónica de Berlín, a la que se da tanta importancia que sus músicos estaban exentos del servicio militar.
La campaña de Goebbels incluye un concierto de la orquest, como regalo de cumpleaños para Adolf Hitler, el 19 de abril (aunque Hitler había nacido el 20) ofreciendo la Novena de Beethoven.
El director elegido fue Wilhelm Furtwangler, que trató por todos los medios de evitar su participación, alegando que su presencia en Viena le impedían estar en Berlín el 19. Parece que los compromisos vieneses le vinieron muy bien. Más oportunas fueron sus enfermedades, incluidos justificantes de médicos amigos para no participar en los conciertos de 1943 y 1944, pero el del 42 no pudo evitarlo. Al final de su interpretación, Goebbels subió al estrado y estrechó su mano. Dicen que, en cuanto pudo, Furtwangler sacó un pañuelo del bolsillo del pantalón y se limpió la mano. Con toda discreción, como es natural.