José Prieto Marugán
¡FILOSOFÍA BARATA!
(Dichos, proverbios, refranes … musicales)
VIHUELA
La vihuela, o vigüela en su grafía antigua, instrumento antecesor de la guitarra, se ha hecho un hueco en el refranero en ámbitos diversificados.
Con ella se pueden aliviar necesidades elementales: “El escudero cuando viene a comer, toma la vihuela y empieza a
tañer”, frase que Correas explica así: “Dícese de propósito de no tener qué comer y se procuran alegrar y disimular su mala ventura”; dicho de otro modo “a mal tiempo, buena cara”.
Siempre es conveniente adquirir habilidad en el manejo de los instrumentos músicos, de lo contrario, podría decirnos esto: “Tanto entiende de eso como el asno de la vihuela”, sentencia que se usa cuando a alguien se le explican cosas que, por demasiado sutiles, no están a su alcance, o también que es inútil pretender enseñar algo a quien no tiene el menor interés por aprenderlo.
“Mal se tañe la vigüela sin tercera”, es frase de claro entendimiento que, en sentido figurado, se aplica a la ausencia de algo fundamental.
Es sabido que la música puede curar, o aliviar al menos, ciertas enfermedades, aunque su actuación no es tan directa como nos gustaría; bien lo dice esta frase: “El dolor de muela no lo sana la vigüela”.
A la vihuela, el refranero le adjudica una clara peligrosidad para la moral femenina: “A la que quiere ser buena, no se lo quita mi vihuela”, o esta otra variante de más clásico sabor: “La que quiere ser buena, no se lo quita la mi vigüela”. No parecen necesarias aclaraciones, aunque si alguien tiene duda de la fuerza de la vihuela, y por extensión de la música, para conseguir favores de una dama, el refranero nos dice: “Con cantores y vihuela se conquista a la mozuela”. Claro que pudiera ser que la muchacha no consintiera de ninguna manera y nos espetara en las narices: “No me toques que no soy vigüela”.
Algunos compositores tenían aficiones ajenas al mundo de la música. Federico Chueca era un gran aficionado al billar; Manuel Nieto al mus y Tomás Bretón al ajedrez. Los tres se consideraban maestros invencibles en su especialidad.
Nada tiene de extraño. ¿Conocen ustedes a algún jugador que no crea, afirme y jure ser el mejor? ¿O algún cazador o pescador que no presuma de haber capturado la pieza más grande?.
PREMIO GORDO.
El famoso actor Enrique Chicote se encuentra representando El señorito de Rafael Gómez Calleja. En un lateral del escenario, Carlos Arniches y Enrique García Álvarez le hacen señas y como, naturalmente, el actor no les hace caso, García Álvarez se pone una gorra y simulando ser un personaje entra en escena diciendo:
– Señorito, lleve este décimo que le traigo el premio gordo.
El “premio gordo” anunciado era el libreto de Alma de Dios, comedia lírica a la que puso música José Serrano, estrenada el 17 de diciembre de 1907, en el Teatro Cómico madrileño.
Le preguntan a Manuel Penella sobre otros compositores españoles y contesta con frases elogiosas sobre Luna, Vives, Tomás Borrás, Serrano… Para él, Falla, Conrado del Campo, Turina, Guridi, son “astros de primera magnitud”; todos, en conjunto “constituyen un innegable y positivo valor en el ciclo del Arte”.
Hasta aquí nada inesperado. Lo sorprendente y curioso es que añadió: “Mucho tenemos que aprender de ellos los que más cobramos y mucho más han de aprender ellos, para cobrar lo que nosotros”.
Muchos de los más de quinientos conciertos escritos por Vivaldi tienen sobrenombre, que en la mayoría de los casos no fue puesto por el compositor. Ahí van algunos: Conciertos para flauta: “Il gardelino” y “La notte”, Concierto para cuerda “Alla rustica”, varios conciertos para violín: “La tempestá di mare”; “Il piacere”, “La caccia”, “Per la solenittá di San Lorenzo” y los cuatro más famosos de toda su producción, los que forman “Las cuatro estaciones”, es decir “La primavera”, “El verano”, “El otoño” y “El invierno”.
AMIGO DE LA MUERTE.
Se ha escrito mucho sobre las circunstancias en que Mozart comenzó a componer su Réquiem. Se dice que pensaba estar escribiéndolo para su propia muerte, aunque una de sus cartas, escrita en 1878, cuatro años antes de su fallecimiento, desmienta un poco esas tensiones y esos miedos: “Dado que la muerte es el verdadero objetivo de nuestra existencia, he establecido unas relaciones tan estrechas con el mejor y más verdadero amigo de la humanidad, que su imagen no sólo no me aterroriza, sino que ciertamente me calma y me consuela”.
DEMOSTRACIÓN GRÁFICA.
Con motivo del fallecimiento de la gran Alicia de Larrocha, Paloma O’Shea recordaba una anécdota que daba idea de su magisterio: “En una ocasión estaba dando clases a nuestros chicos [los alumnos de la Escuela Reina Sofía] en el Museo del Prado, y trataba de explicarle a una alumna israelí cómo debía sonar El pelele, de Granados: “¡Tiene que ser hacia arriba!”, y acabó citando a todos los alumnos a la mañana siguiente, delante de El pelele de Goya para hacerles entender cómo había que tocar aquello”.
Suponemos que los futuros intérpretes de Granados entendieron esto de tocar “hacia arriba” al ver el muñeco goyesco por los aires.
Así podríamos llamar a una conocida romanza titulada Salut d’amour, escrita por el compositor inglés Sir Edward Elgar. Fue originalmente compuesta para piano, en julio de 1888, con el título de Liebesgruss (Saludo de amor) y dedicada a Alice Robert.
La pieza tuvo el éxito esperado, pues el 22 de septiembre siguiente anota Elgar en su diario: “Prometido con la amadísima A”. La tal “A” era Alice Robert, que terminaría convirtiéndose en su esposa. Más tarde, la pieza fue rebautizada como Salut d’amour y se popularizó gracias al arreglo para violín y piano.