Por José Prieto Marugán
Bombo – I
El bombo es un instrumento cuya presencia en la música resulta bastante “monótona” y, desde luego, previsible. El refranero lo relaciona con su tamaño, “tener la tripa como un bombo”, equivale a tenerla abultada, sea cual fuere la causa; estas otras, “darse bombo”, o “mucho bombo”, significan presumir, alabarse, darse importancia, todo en grado superlativo. Su sonido denso, pastoso e incluso pesado, lo llevamos al entorno refranesco con la frase “poner la cabeza como un bombo”, que viene a significar aburrir. Cercana a esta es “¡y dale Perico al bombo!”, que destaca la insistente pesadez de cualquier individuo. Desconocemos quién pudo ser el Perico originario de esta sentencia. “Hacerla a una (nunca a uno) un bombo” supone a preñarla, y se relaciona con la forma y el volumen del instrumento.
El bombo, en compañía de los platillos, registra en el refranero al menos tres frases: “a bombo y platillo, “acompañar a bombo y platillo”, “con bombo y platillos”. Siempre significa anunciar algo de manera notoriamente exagerada, ruidosa en exceso, con intención de que sea conocida de todos. Hay quien apunta como origen el hecho de que, como las bandas cuando desfilan suelen ir encabezadas por estos ruidosos instrumentos, son los primeros que se ven y se escuchan.
Un paréntesis
Las obras de Chueca tenían tanto tirón que, según cuenta el cronista Chispero, el público que acudía a las funciones del Teatro Real al dar las once y media de la noche abandonaba la sala del Teatro de la Plaza de Oriente y acudía al Teatro Apolo para escuchar y divertirse con La canción de la Lola y El chaleco blanco.
Y de paso se daban un buen paseíto, desde la Plaza de la Ópera y hasta la calle de Alcalá en su entronque con la Gran Vía, que siempre es bueno para desengrasar. Conste que hablamos de comidas, no de músicas indigeribles.
Duende con hambre
En la biografía de Amadeo Vives escrita por Josep M. Lladó se cita una zarzuela que se estrenó en 1889, en el Teatro Apolo, con texto de Ricardo de la Vega y música de Chueca y Valverde. Eran sus intérpretes Leocadia Alba y Julio Ruiz, que cantaban un magnífico “Dúo de los paraguas”; junto a ellos Irene Alba, Emilio Mesejo y otros. Se titulaba, según este libro, El huevo pasado por agua.
El famoso duende de la imprenta esta vez debía tener hambre, y fue traicionado por su subconsciente, porque el título de la obra es “El año pasado por agua”.
Enemigos de la Iglesia
“Llevo muchos años advirtiendo que, Mefistófeles aparte, los dos grandes enemigos de la Iglesia son los sermones y los conjuntos parroquiales acompañados de guitarras. Dios está en Mozart, en Haendel, en Schubert; y no es necesario volar tan alto. La música sacra española es formidable, y el órgano ayuda a la devoción. Se cree mucho más en Dios con un órgano que con un coro de voces beatas y guitarras machacadas” (Alfonso Ussía, escritor y periodista).
No le falta razón al escritor, pero quizá olvidó decir que la propia música es también víctima inocente de estas “innovaciones”.
Interés por la música española
Es una carta escrita desde España, decía Glinka: “la música nacional de las provincias españolas antiguamente bajo dominación musulmana es el objeto principal de mi estudio, una tarea, sin embargo, muy difícil. Ni los maestros españoles ni los extranjeros residentes en España saben nada sobre el tema, y si alguna vez tocan esas melodías nacionales, inmediatamente las desfiguran dándoles un carácter europeo, aun cuando sean melodías árabes puras. Para lograr mi propósito tengo que acudir a arrieros, obreros y gente del pueblo, y escuchar su canto con mucha atención. Los giros melódicos, la colocación de las palabras y la ornamentación son tan originales que aún ahora no he podido capturar todas las melodías que he oído. Me refiero aquí exclusivamente a la música española folclórica y pura”.
La influencia española en la obra del compositor ruso ha quedado reflejada en sus obras “Obertura española”, “Jota aragonesa” y “Recuerdo de una noche de verano en Madrid”.
Heroínas tuberculosas
Al menos en tres conocidas óperas sus protagonistas femeninas mueren a causa de esta enfermedad tan grave en tiempos pasados. Se trata de Antonia, Mimí y Violeta, personajes principales de Los cuentos de Hoffman (1881), de Jacques Offenbach; La bohème (1896), de Giacomo Puccini, y La Traviata (1853), de Giuseppe Verdi. Las dos últimas saben que se mueren y, ante el resurgimiento de un amor pasado, luchan desesperadamente por recobrar la salud. Será inútil.
No multiplicar
“Muchos creen aportar algo enormemente bello al adornar abundantemente las notas de un adagio cantabile, haciendo de una nota al menos una docena. Estos asesinos de notas muestran así su mal juicio y tiemblan cuando deben mantener una nota larga o solo tocar algunas notas cantabiles sin insertar su habitual, burda y ridícula ostentación”. Es frase de Leopoldo Mozart, con la que expresaba su claro concepto de la interpretación.