José Prieto Marugán
Consejo a seguir.
«Siempre que en arte se piensa complicar una forma o un sentimiento, es que no se sabe lo que se quiere decir». (Maurice Ravel, compositor francés).
Y cuando no se sabe lo que se quiere decir, lo más prudente es no decir nada. Claro que no siempre es fácil darse cuenta de cuándo se encuentra uno en esta circunstancia.
No todo es inspiración.
«No insistiré nunca bastante sobre la importancia de la técnica. Lo he comprobado en todos los aspectos de la vida: no basta tener ideas, hay que saberlas realizar. Evidentemente, es inútil poseer una buena técnica si no se tienen ideas; pero lo lamentable está en que hoy un buen número de personas pretenden que la perfección técnica representa más un peligro que una ayuda. ¡Qué estupidez! No ha existido jamás un solo compositor valioso que no haya tenido una excelente técnica. Más aún: en la obra de un artista, la técnica y la inspiración son inseparables». (Benjamin Britten, compositor inglés).
Lo hemos dicho en otras ocasiones, no basta con la inspiración. La técnica, lo dice también el compositor británico, es imprescindible; hay que dominarla para poder utilizarla con habilidad y permitirse el lujo de no ser esclavizado por la misma técnica. Si un compositor no consigue esto, no será capaz de crear obras más allá de lo que conocemos como «ejercicios de conservatorio».
La honrilla patria.
Es una pena que Fernández-Cid, de quien tomamos esta anécdota, no ofrezca detalles concretos sobre esta curiosidad del célebre “Canto a la espada” de El huésped del Sevillano, de Jacinto Guerrero. Citamos textualmente: “El ritmo incisivo, marcial, directo de “Fiel espada triunfadora”, incluso, en ocasiones ha sido utilizado como himno de circunstancias. Pienso en aquella oportunidad en la que un grupo deportivo fuera de España se encontró en situación de inferioridad porque todos los competidores, llegado el momento de recibir los galardones, cantaban el himno de su respectivo país y ellos desconocían qué texto aplicar, carentes incluso, de la música grabada que solucionase el problema. Corrió la consigna de urgencia entre ellos: “¿Recordáis “Fiel espada triunfadora”? Pues poneos firmes, serios… y vamos a cantarlo. ¡Quedará muy bien!”.
Guerrero solía ser consciente del tirón que tenían muchos de los números musicales de sus zarzuelas, pero nunca pudo pasar por su imaginación que su vistosa marcha sirviera para salvar la honrilla patria en un evento deportivo.
¿De qué murieron?
Algunos músicos dejaron este mundo mientras se dedicaban al ejercicio de la música; dicho de manera vulgar y aprovechando la frase hecha: “murieron con las botas puestas”. Por ejemplo, Giuseppe Sinopoli, director de orquesta italiano murió mientras dirigía Aida en la Deutsche Oper de Berlín el 20 de abril de 2001. Durante el descanso declaró sentirse mal pero decidió continuar; se desplomó en el foso de la orquesta nada más terminar el tercer acto. Jesús Arámbarri, compositor y director español, falleció en el quiosco del Retiro el 10 de julio de 1960, cuando dirigía la obertura de Fra Diabolo, de Auber. a la Banda Municipal de Madrid. Eduard van Beinum pereció haciendo música con la formación instrumental a la que dirigió durante catorce años: la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam. El hecho ocurrió el 13 de abril de 1959, durante un ensayo de la Primera sinfonía de Brahms. Su hijo Bart, entonces segundo violín, se encontraba junto a él. Apenas interpretados los primeros compases, se detuvo: «Gracias, señoras y señores», comenzó a decir y luego, súbitamente gritó: «Bart, Bart» y se desplomó sin vida sobre el atril.
Seguramente si hubieran podido, algunos de estos músicos hubieran elegido morir de la forma en que ocurrió. Otros músicos no dejaron este mundo rodeados de la música, la parca se los llevó de manera mucho más prosaica. Johann Schobert, clavecinista y compositor alemán, murió en 1767 envenenado por comer setas. Ernest Chausson, falleció, en 1899, a consecuencia de un accidente de bicicleta y Joaquín Gaztambide, famoso compositor español, murió por causa de una afección hepática que hizo que su hígado creciera desmesuradamente. Cuando falleció, el 18 de marzo de 1870, su hígado pesaba cerca de 3 kilos, y por lo insólito del caso, se hizo una reproducción de la víscera en escayola con destino al Museo Antropológico
Escribir para el futuro.
Cuando se estrenó la Sinfonía Doméstica, de Ricardo Strauss, los trompistas se dirigieron al compositor diciéndole que era imposible ejecutar un determinado pasaje de su obra. Strauss, sin inmutarse, dijo: “¡Tranquilos, déjenlo, si ustedes no pueden tocarlo ya lo harán sus sucesores!”.
Lo que no sabemos es si Strauss se refería a los trompistas del futuro, o a que a la vista de su incapacidad pensaba buscar otros inmediatamente
¿Comodidad, pereza, vagancia…?
Parece que Rossini, además de un sibarita, era un comodón. El escritor Augusto Martínez Olmedilla escribe: “Se cuenta de él que componía tumbado; cierta vez acababa de escribir un aria; se le vuela el papel pautado y para no molestarse en cogerlo, opta por escribir otra”.
Otra prueba de comodidad del italiano es esta autoconfesión: “Escribí la obertura de La gazza ladra el mismo día del estreno, en el desván del Teatro de La Scala, donde el director de escena me había encerrado siendo vigilado por cuatro ayudantes de escena quienes tenían instrucciones de ir arrojando mi obertura, página a página, por la ventana a un patio interior, donde las recogían los copistas para proceder a copiar rápidamente las partes.”
¿Comodidad, pereza, vagancia…? Quizá alguna de estas cosas o puede que sólo una extraordinaria y envidiable: habilidad para poner una nota detrás de la otra. Y puede que además, un motivo de especulación para musicólogos, porque los hay que, de estar encerrados entre legajos y papeles, buscan donde no hay. Rossini era Rossini. Y ya está.
La ópera más corta.
Posiblemente sea El rapto de Europa, escrita por Hindemith en 1927 con texto de Henri Hoppenot, que dura nueve minutos. Esta obra forma, junto a El abandono de Ariadna y La liberación de Teseo, una trilogía que en total dura unos 27 minutos.