José Prieto Marugán
Consejo a seguir.
«Siempre que en arte se piensa complicar una forma o un sentimiento, es que no se sabe lo que se quiere decir». (Maurice Ravel, compositor francés).
Y cuando no se sabe lo que se quiere decir, lo más prudente es no decir nada. Claro que no siempre es fácil darse cuenta de cuándo se encuentra uno en esta circunstancia.
No todo es inspiración.
Lo hemos dicho en otras ocasiones, no basta con la inspiración. La técnica, lo dice también el compositor británico, es imprescindible; hay que dominarla para poder utilizarla con habilidad y permitirse el lujo de no ser esclavizado por la misma técnica. Si un compositor no consigue esto, no será capaz de crear obras más allá de lo que conocemos como «ejercicios de conservatorio».
La honrilla patria.
Es una pena que Fernández-Cid, de quien tomamos esta anécdota, no ofrezca detalles concretos sobre esta curiosidad del célebre “Canto a la espada” de El huésped del Sevillano, de Jacinto Guerrero. Citamos textualmente: “El ritmo incisivo, marcial, directo de “Fiel espada triunfadora”, incluso, en ocasiones ha sido utilizado como himno de circunstancias. Pienso en aquella oportunidad en la que un grupo deportivo fuera de España se encontró en situación de inferioridad porque todos los competidores, llegado el momento de recibir los galardones, cantaban el himno de su respectivo país y ellos desconocían qué texto aplicar, carentes incluso, de la música grabada que solucionase el problema. Corrió la consigna de urgencia entre ellos: “¿Recordáis “Fiel espada triunfadora”? Pues poneos firmes, serios… y vamos a cantarlo. ¡Quedará muy bien!”.
Guerrero solía ser consciente del tirón que tenían muchos de los números musicales de sus zarzuelas, pero nunca pudo pasar por su imaginación que su vistosa marcha sirviera para salvar la honrilla patria en un evento deportivo.
¿De qué murieron?
Seguramente si hubieran podido, algunos de estos músicos hubieran elegido morir de la forma en que ocurrió. Otros músicos no dejaron este mundo rodeados de la música, la parca se los llevó de manera mucho más prosaica. Johann Schobert, clavecinista y compositor alemán, murió en 1767 envenenado por comer setas. Ernest Chausson, falleció, en 1899, a consecuencia de un accidente de bicicleta y Joaquín Gaztambide, famoso compositor español, murió por causa de una afección hepática que hizo que su hígado creciera desmesuradamente. Cuando falleció, el 18 de marzo de 1870, su hígado pesaba cerca de 3 kilos, y por lo insólito del caso, se hizo una reproducción de la víscera en escayola con destino al Museo Antropológico
Escribir para el futuro.
Cuando se estrenó la Sinfonía Doméstica, de Ricardo Strauss, los trompistas se dirigieron al compositor diciéndole que era imposible ejecutar un determinado pasaje de su obra. Strauss, sin inmutarse, dijo: “¡Tranquilos, déjenlo, si ustedes no pueden tocarlo ya lo harán sus sucesores!”.
Lo que no sabemos es si Strauss se refería a los trompistas del futuro, o a que a la vista de su incapacidad pensaba buscar otros inmediatamente
¿Comodidad, pereza, vagancia…?
Otra prueba de comodidad del italiano es esta autoconfesión: “Escribí la obertura de La gazza ladra el mismo día del estreno, en el desván del Teatro de La Scala, donde el director de escena me había encerrado siendo vigilado por cuatro ayudantes de escena quienes tenían instrucciones de ir arrojando mi obertura, página a página, por la ventana a un patio interior, donde las recogían los copistas para proceder a copiar rápidamente las partes.”
¿Comodidad, pereza, vagancia…? Quizá alguna de estas cosas o puede que sólo una extraordinaria y envidiable: habilidad para poner una nota detrás de la otra. Y puede que además, un motivo de especulación para musicólogos, porque los hay que, de estar encerrados entre legajos y papeles, buscan donde no hay. Rossini era Rossini. Y ya está.
La ópera más corta.
Posiblemente sea El rapto de Europa, escrita por Hindemith en 1927 con texto de Henri Hoppenot, que dura nueve minutos. Esta obra forma, junto a El abandono de Ariadna y La liberación de Teseo, una trilogía que en total dura unos 27 minutos.