El Puccini amante de los temas exóticos que inspiran Madame Butterfly y Turandot indagó con anterioridad a estas dos obras magnas una temática no muy alejada: los misterios de la vida libertina del París bohemio de 1830. Pintores, artistas, filósofos, enfermos… todas estas clases, a menudo desterradas de la ópera romántica de las décadas anteriores, constituirán durante los últimos años del siglo XIX una temática predilecta y, sin duda, La Bohème es un magnífico ejemplo de ello.
La pareja de Mimi y Rodolphe nos sumergen desde los primeros compases en un universo natural de veracidad que aún hoy nos resulta enormemente cercano. Ese aspecto, unido al de una orquestación magistral, convierten La Bohème en una obra maestra del genio de Lucca: Giacomo Puccini.
Libreto y contexto histórico de La Bohème de Puccini
La Bohème es una ópera de cuatro actos basada en un libreto de los italianos Giuseppe Giacosa y Luigi Illicia, a su vez inspirado en la novela del literato francés Henri Murger La vie de Bohème. Scènes de la bohème, y de su correspondiente adaptación teatral La vie de Bohème. La ópera se estrenó en el Teatro Regio de Milán el 1 de febrero de 1896, bajo la batuta de Arturo Toscanini. La colaboración con los libretistas Giacosa e Illicia define la gran trayectoria de éxitos de Puccini, iniciada en 1893 con Manon Lescaut, el primero de ellos. Tras este, vendrían La Bohème en 1896, Tosca en 1900 y Madame Butterfly en 1904.
Al igual que la novela en la que se basa, La Bohème relata un corto pasaje de la vida de cuatro jóvenes artistas en el París de 1830. Naturalmente, la ópera se centra en torno a la historia de amor de Mimi y Rodolphe, pero esta constituye solo una excusa para plasmar una imagen naturalista de la atmósfera que impregnaba el París bohemio de las primeras décadas del siglo XIX.
Los últimos años de ese siglo, en los que Puccini concibió La Bohème, fueron claramente eclécticos en lo que concierne a las distintas escuelas estilísticas existentes: el Verismo, el Romanticismo, el Simbolismo, el Naturalismo, etc. Al margen de las diferencias sustanciales entre ellas, un importante avance se extendió en la obra de prácticamente todos los compositores del género lírico: el drama continuo había llegado, en detrimento de la ópera concebida en números cerrados, que ya había caído en el olvido.
El leitmotiv aparece entonces como la gran alternativa formal al número cerrado, cuya función reside en recrear una atmósfera musical determinada en varios puntos de la ópera, contribuyendo a la cohesión de la misma. Esta es la técnica compositiva empleada por Puccini en La Bohème, así como en todas sus óperas de madurez.
El argumento de La Bohème de Puccini
Acto 1
Es Nochebuena y amanece en el frío París. Tres artistas intentan calentarse en torno a una modesta fogata: el pintor Marcel, el escritor Rodolphe y el filósofo Colline. El músico Schaunard irrumpe, aportando vino, cigarros y leña, consiguiendo animar el ambiente. El propietario del piso llega para exigir la renta, pero todos le persuaden consiguiendo que beba. Entre todos deciden ir a tomar unas copas al célebre bar Momus del Quartier Latin parisino, pero Rodolphe recuerda que ha de terminar un artículo.
Una vecina del edificio llama a la puerta de Rodolphe: Mimi, la joven bordadora, ha perdido la llave de su casa y solicita ayuda para encontrarla. Rodolphe la encuentra pronto, pero lo disimula para hablar con ella más tiempo. Ambos mantienen una interesante conversación sobre sus respectivas vidas, y Mimi propone a Rodolphe ir al encuentro de sus amigos en el café Momus.
Acto 2
El Quartier Latin rebosa de vida en el contexto navideño, a pesar del frío. Rodolphe presenta a Mimi a sus camaradas, uniéndose a la atmósfera jovial del encuentro. Entonces entra en escena Musette, la examante de Marcel. Lo hace acompañada del viejo burgués Alcindor, y dispuesta a recuperar el amor de Marcel. Su maquiavélico plan surte efecto: Musette finge un intenso dolor en el pie para enviar a Alcindor a comprarle unos zapatos nuevos. Aprovechando su ausencia, seduce de nuevo a Marcel y ambos se reconcilian. Todos los allí presentes abandonan el bar, dejando las consumiciones a cuenta del rico Alcindor.
Acto 3
Una mañana glacial, el gentío se agrupa en torno al mercado. Se escucha la voz de Musette entonar su vals preferido, que ha escuchado en el cabaret de su barrio, donde ahora vive con Marcel. Este se haya ocupado pintando la fachada de un edificio cuando Mimi llega hundida: le confiesa que vive torturada por los celos hacia su amante Rodolphe. Al poco llega este, y le explica su postura: Mimi padece la tisis y tiene muy pocas posibilidades de salir con vida si continúa aferrada a su vida bohemia. Mimi ha escuchado toda la conversación y ya intuye la inevitable separación entre ambos. Sin embargo, decide esperar hasta la primavera y actúa como si nada hubiera pasado.
Acto 4
Al igual que en el primer acto, los cuatro bohemios intentan trabajar resistiendo el frío: Marcel piensa en Musette, Rodolphe en Mimi. Colline y Schaunard intentan caldear su abatimiento con ironía. Todos se sorprenden por la llegada de Musette completamente consternada: Mimi se halla en el umbral de la puerta, desmayada. Inmediatamente, todos hacen planes para poder contratar el servicio médico: Musette va a vender sus pendientes, Collines su abrigo… Sin embargo, ya es demasiado tarde: Mimi se desvanece lentamente rodeada de sus cinco amigos.
La pasión por el París bohemio
La novela La vie de Bohème. Scènes de la bohéme fue publicada por Henry Murger en forma de folletín entre 1845 y 1848, en el periódico parisino Le Corsarie. Su creciente popularidad se debió a su connotación eminentemente realista: los personajes del París de 1830 suscitaban un interés creciente, con su alegrías, sus miserias, sus amoríos y sus formas de vida atípicas.
La novela conoció un éxito abrumador en Francia y en Italia, donde una traducción apareció en 1872 en la editorial Sonzogno. Esta edición inspiraría al compositor verista Ruggero Leoncavallo a componer su propia ópera, La Bohème, que sorprendentemente tuvo una acogida sensiblemente superior a la de Puccini en Italia, aunque hoy ya no forme parte del repertorio habitual.
Un movimiento artístico y literario claramente asociado a esta temática tendrá en lugar en Italia entre 1860 y 1880: la Scapigliatura, que tomaba la vida bohemia como tema fundamental. Así, los artistas de clases bajas, los pintores, los anticonformistas, los rebeldes y la vida libertina ajena a las convenciones sociales empezaron a inspirar otros muchos ejemplos literarios en esta época.
Probablemente, Puccini quedó seducido por el tema de la vida bohemia por motivos autobiográficos, ya que la primera etapa de su vida estuvo marcada por una acuciante escasez de medios económicos. Incluso llegó a rechazar un puesto de profesor de conservatorio para volcarse en la composición de óperas, prueba de cuán desapegado estaba de la vida acomodada.
Hay que tener en cuenta que en La Bohème, la ciudad de París aparece por primera vez representada de manera moderna: el barrio latino, Montmartre, el café Momus, los colectivos de pintores, etc. Es precisamente este aspecto novedoso uno de los principales ingredientes del éxito de esta ópera.
La bohème, ¿una opera verista?
El Naturalismo es un movimiento literario que surge en las últimas décadas del siglo XIX, poco después del Realismo y que, a la postre, podría abrazar a la perfección la temática de esta ópera. Emilé Zola, el gran maestro de esta escuela, centrará su interés en describir la naturaleza exacta de cada personaje con una exactitud casi científica. Es este aspecto eminentemente realista y descriptivo el que impregna La Bohème y el resto de óperas de madurez de Puccini.
Podríamos formularnos la clásica pregunta que a menudo aparece al analizar las óperas puccinianas: ¿se tratan de óperas veristas? En efecto, no cabe duda de que el Verismo italiano de finales del siglo XIX se inspira directamente del Naturalismo francés. Sin embargo, el Verismo viene de la mano de tres exigencias temáticas. Por un lado, las temáticas legendarias y míticas y los héroes o personajes monumentalizados quedan de lado, en pro de un universo muchísimo más familiar, llano y accesible. Por otro, las clases modestas se convierten en el centro de interés temático. Por último, el propósito principal del tema debe ser el de suscitar la polémica y la crítica de las injusticias sociales.
Evidentemente, el libreto de La Bohème de Giacosa y de Illica responde perfectamente a los dos primeros requisitos, pero no lo hace al tercero, o por lo menos no de una manera tan clara. En esta ópera, podría decirse que la denuncia de la condición humana queda de lado, es una simple plasmación descriptiva de una clase social en un contexto histórico determinado. Prueba de ello es que numerosos pasajes humorísticos tienen cabida para endulzar el tono trágico de la ópera. Es por eso que La Bohème no se adscribe en el Verismo de un modo tan claro como las óperas de Mascagni y Leoncavallo.
Los personajes y sus perfiles vocales en La Bohème
Mimi podría considerarse como el arquetipo clásico de soprano lírica pucciniana, con timbre profundo para una heroína que se mueve entre el amor vibrante y el dolor. Como es clásico en sus obras de madurez, Puccini renuncia a las voces ligeras y a la coloratura en las prime donne. En lugar de ello, concibe melodías sin pasajes acrobáticos para Mimi, restringidas en una tesitura de dos octavas, que expresan la condición modesta del personaje.
La celebérrima aria Mi chiamano Mimi pinta magistralmente a través de un canto sencillo y profundo la personalidad de esta alma bohemia y frágil. Como sucede a menudo con las protagonistas de Puccini, deben ser interpretadas por sopranos particularmente versátiles, ya que los pasajes de angustia requieren un timbre incisivo con tintes de spinto. Por su parte, Rodolphe se interpreta clásicamente por un tenor lírico, a caballo entre el tenor lírico ligero del repertorio francés y el de tenor romántico de la ópera italiana de finales de siglo. Un tenor ligero restaría credibilidad al personaje, mientras que un tenor con tintes heroicos iría en contra de la figura joven de Rodolphe.
Susanna Phillips como Museta.
Musette representa a todas luces la antítesis de Mimi: una mujer excéntrica, vigorosa y desinhibida. Por ello, el compositor potencia su registro agudo a través de brillantes escalas ascendentes y perfiles melódicos exuberantes que refuerzan su histrionismo. Solo el vals lento del segundo acto constituye la excepción a su carácter general. Por otro lado, Marcello es la segunda voz masculina más importante. Se trata de un barítono polifacético, con muchos registros vocales: cercano a la escritura de Rodolfo en el primer acto, a la de Musette en el segundo y al patetismo de Mimi en el tercero.
Hay que tener en cuenta que la pareja de Mimi y Roldolphe es, sin la menor duda, una de las más famosas de toda la ópera decimonónica. Y sin embargo, en esta historia no hay terceras personas implicadas, no hay malvados… solo la enfermedad se interpone en su camino. Quizás sea eso lo que la convierta en una historia enormemente humana y cercana a nuestra realidad contemporánea.
Grabación recomendada de La Bohème
Grabación EMI de 1956: Orquesta y Coro de RCA – Sir Thomas Beecham (director) – Victoria de los Ángeles (Mimi) – Jussi Björling (Rodolphe) – Lucine Amara (Musette) – Robert Merrill (Marcello) – John Reardon (Schaunard) – Gieorgio Tozzi (Colline).
La desventaja de la versión histórica por excelencia es obvia: se trata de una grabación mono que desvirtúa en consecuencia la sensación del espacio. Las dinámicas están comprimidas y muchas de las sutilezas orquestales de Puccini quedan desvirtuadas. Sin embargo, una persona convierte esta grabación en un tesoro para el coleccionista: se trata, naturalmente, de la gran soprano Victoria de los Ángeles, que interpretaba el rol de Mimi como seguramente nunca se ha vuelto a abordar.
Es difícil imaginar una voz más adecuada para este papel: una vocalidad nítida y pura, absolutamente cristalina. La tragedia de Maria Callas, de la que hablabamos en este reportaje con motivo de la vida de Mario del Monaco, y la opulencia vocal de Renata Tebaldi o Mirella Freni quedan de lado, en pro de una expresión interior profunda sencillamente conmovedora. La atención a la pronunciación del texto y al valor poético es como siempre llamativa en el caso de Victoria. Por su parte, Jussi Jörling, uno de los tenores preferidos en el Metropolitan durante el siglo pasado, constituye un muy digno Rodolphe, a la vez creíble como amante y como poeta.
Thomas Beecham, probablemente el director inglés más relevante del siglo XX, se enfrentó a esta partitura en más de trescientas ocasiones. En esta grabación nos lega una versión absolutamente fiel al texto original, sin miedo a crear ambientes camerísticos en las numerosas ocasiones en las que Puccini escribió indicaciones como pianissimo y sotto voce.
Félix Ardanaz