Por Carlos Tarín
Si orquestar una partitura pianística supone colorear usualmente el mundo bicromático del piano, el trabajo realizado por Ravel sobre el original de Mussorgsky entraña algo más, aunque de consecuencias diversas: por un lado, representa un gran trabajo de este maestro de orquestadores sobre una obra que poseía ya todo el mágico colorismo ruso; pero también, supuso la «edulcoración» de una obra emblemática de un Mussorgsky rompedor, auténticamente nacionalista, de una dureza con pocos precedentes.
Tras terminar la ópera «Boris Godunov», a principios de 1874, el compositor se siente inclinado a componer para el piano lo que sería un reflejo de lo visto -o imaginado- en la exposición que su admirado Vladimir Stassov ideó para recordar la obra de un amigo de ambos, Viktor Hartmann, en la Academia de Bellas artes de San Petersburgo (primavera de1874). En pocas semanas, Mussorgsky había completado la idea. Publicada en 1886 (cinco años después de la muerte del autor, y dedicada a Stassov), no tardaría en conocer las primeras orquestaciones -que tal era su carácter sinfónico-, a cargo de algunas plumas ilustres, como Rimsky, Tchumaloz, Liadov, Howarth, Wood, Leonardi, Cailliet, Stokowsky, Goehr o más recientemente, Vladimir Ashkenazy. Pero sin duda, la preferida es la mencionada de Ravel (1922), un encargo de Serguei Koussevitzky.
Paseo
Gnomus
Paseo
El nuevo camino hacia el siguiente cuadro, en La bemol, más breve, es casi un coral religioso -una constante que reaparecerá al final-, y que Ravel asigna a la madera, con un papel solista del fagot.
El viejo castillo
El cuadro es otra de las constantes rusas: la Edad Media, sus castillos, la canción del trovador bajo la ventana…, siempre desde esa visión lejana, ensoñadora, acaso fatídica del alma rusa. En sol sostenido menor, sobre el basamento de un monótono pedal, un característico ritmo introduce (?) el tema (A), expuesto por el saxo, idea que a continuación se repetirá y desarrollará, cuyo protagonismo supone una puesta de largo del instrumento en la orquesta moderna. Más que un segundo tema (b), hablamos de un motivo que completa al anterior, encargado a unos violines con sordina, que terminará la madera (repetido). Nueva exposición del tema ahora en corno/flauta, que desarrollan el tema, y luego clarinete/flauta y violines; y aún un último recuerdo de «b». El saxo terminará recordando el tema principal, acabando bruscamente en su célula inicial.
Paseo
La trompeta vuelve a recuperar protagonismo en este nuevo paseo triunfal, caracterizado por un contracanto de la orquesta más grave, invirtiéndose a continuación los papeles. Cuando están a punto de entrar en un movimiento continuo (otra vez la trompeta toma el mando), pizzicatos de violas, violonchelos y arpa dejan paso al siguiente cuadro.
Tullerías
Bydlo («ganado»)
Algo de este balanceo se lentifica en la pintura de una carreta polaca de bueyes con sus ruedas enormes. Lo entonan la cuerda y la madera grave en un ritmo obsesivamente regular, sobre el que la tuba entona un «pesante» tema (A) de claras referencias folklóricas rusas. Una reflexión descendente sobre este tema inicial (B) cobra vida con un carácter marcadamente acórdico, en el que destacamos la relación de tritono de esta tonalidad con la principal. Poco a poco la tensión va creciendo, hasta terminar en la vuelta al tema principal (A), bien señalizada por una caja tremolante, unos violines de fuerza exultante, timbales y finalmente por la tuba. En la breve coda, las texturas se van aligerando -aún resuena a lo lejos el tema en una trompa con sordina-, hasta quedar arpa y contrabajo solos marcando, por última vez, el ritmo.
Paseo
Aún más, este paseo adopta la manera de un delicado coral, con una expresiva madera aguda, recogimiento acentuado por la presentación del mismo en una tonalidad menor (re) implícita, aunque progresivamente va pasando a los instrumentos más graves, que enlazan directamente con la cuerda baja, creando un cierto contraste acentuado por un evidente ascenso de la dinámica y un carácter más misterioso. De pronto, Mussorgsky nos sorprende anticipando el motivo principal del cuadro siguiente.
Ballet de los polluelos en sus cascarones
Se trata de un dibujo de Hartmann para el decorado del ballet «Trilbi». Una madera muy ligera, que picotea animada los cascarones mediante gráciles mordentes, expresivos contratiempos o la certera elección tímbrica de instrumentos como el fagot, para traducir el ambiente «familiar» en que se encuentran los polluelos. No sabemos si la clásica tonalidad de Fa mayor influye en este entorno campestre, aunque desde luego el carácter de scherzo («scherzino») es absolutamente atinado. En el Trío, también en Fa mayor con una armonía de pedal (sobre la que se intensifican trinos y mordentes para testificar la agitación percusiva de los recién nacidos), Ravel elude la repetición exacta de Mussorgsky, haciendo colaborar en ésta a la trompa, la celesta, el arpa y el aro del tambor, para acentuar la jovialidad de la escena. Lo mismo ocurre en los ocho compases siguientes. Para concluir, se vuelve al «scherzino».
Goldenberg y Schmuyle
Mercado de Limoges
Una de las más ostensibles diferencias de la versión de Ravel es la supresión del «Paseo» que media entre este cuadro y el anterior, casi un calco del primero, aunque con una rítmica algo más variada, y cuyo final -en Si bemol- actuaba como dominante de la tonalidad de este cuadro. Ravel entiende rápidamente el carácter introductorio del primer compás, y lo asigna a las trompas, que nos situarán directamente en el concurrido mercado, para el que Mussorgsky aclara en su manuscrito como el de «los mejores chismes de Limoges». Será chismorreado por la cuerda, con excelente trabajo de ambientación de la madera y la percusión. El breve pasaje tiene a su vez tres secciones (a-b-a), la segunda de las cuales es reconocible por un corto dibujo ascendente de cuatro notas secuenciado, mientras que la vuelta al tema principal cierra el pasaje y enlaza con el siguiente casi imperceptiblemente; los bemoles de la armadura desaparecen porque la algarabía de la plaza no admite disciplinas, lo que supone para la versión de piano una de las más altas cotas de dificultad de la obra. Un toque fanfárrico de la trompeta y una escala cromática descendente anuncia la vuelta al más estable tema inicial. La coda acelerada nos llevará directamente al siguiente cuadro.
Catacumbas
Tan sólo una treintena de compases conforma un cuadro sepulcral, construido sobre largos acordes tenidos dotados de un marcado carácter cadencial, rasgo acentuado por la enfatización de las tríadas de naturaleza dominante frente a las que implican reposo, de dinámica manifiestamente más suave. A pesar de que la tonalidad que preside este lienzo es la de Si menor, funciona como un continuum tonal, que finalmente desemboca en el acorde de tónica. Ravel asigna a esta enorme carga espectral toda la potencia del metal y la madera con la cuerda grave, sobre la idea del cuadro inicial en la que aparecía el pintor autorretratándose en el interior de las catacumbas de París alumbrado por una linterna, a la búsqueda de los osarios que Víctor Hugo retrata en «Los Miserables». Una trompeta «a solo» irrumpe en escena, dibujando la única melodía como tal del pasaje, llenando de incertidumbre y misterio la escena. Luego, el metal ataca por última vez, antes que un espasmo final y un nuevo silencio rematen el cuadro.
Cum mortuis in lingua mortua
No está basado en un cuadro real de Hartmann, sino en la reacción que a Mussorgsky le produjeron las catacumbas. Escribió en el manuscrito: «El espíritu creativo del Hartmann muerto me lleva a los cráneos y me llama hacia ellos, que empiezan a brillar con una luz suave». Trémolos agudos de los violines primeros preludian la exposición del tema del «Paseo» (a), entonado por oboes y corno en cautos y sigilosos acordes. Ante este lenguaje de muerte, se amparan en la seguridad regular de figuras de negra y una métrica única. La madera y cuerda graves lo repiten al unísono (a’), a la vez que los violines segundos y las violas descienden cromáticamente para terminar de crear la atmósfera necesaria. De nuevo se oyen los trémolos agudos, antes de continuar exponiendo la segunda parte del tema, muy desvirtuado por los cambios armónicos, siendo variado como un procedimiento idéntico al de la primera parte (b b’). Pronto un nuevo clima se abrirá ante el canto tranquillo y expresivo construido por la madera en torno a la tonalidad triunfante de Si mayor. Seguramente es la «luz suave que nace desde dentro de los cráneos». Tan beatífica visión es subrayada por el arpa, tanto como una construcción métrica absolutamente regular y una tríada final en posición fundamental.
La choza sobre las patas de gallina
La figura de la bruja Baba-Yaga asustó a generaciones enteras de niños rusos, con su tétrica cabaña en forma de reloj construida sobre las patas de una gallina. Esta idea de elevación, acaso de abismo, su vuelo a través de la noche… todo parece estar implícito en una novena descendente que gravita sobre Sol, y que en estos primeros compases adopta diferentes maneras: hay mucho de ancestral y telúrico en esta música, la que consagrará a Stravinsky o maravillará a Bartók. En la versión orquestal, Ravel enfatiza esta idea mediante el uso de la percusión. La aparición de un tema de cierta entidad en las trompetas, diríamos que de naturaleza fanfárrica, da un tono épico y triunfal a este episodio fantasmagórico. Tras él, los saltos característicos se transforman en cascadas que se hunden en sonidos cada vez más profundos (por descenso cromático en el metal), hasta que una distinguible transición (que recuerda la introducción) nos conduce al segundo tema («Andante mosso»), nigromante, que Ravel no duda asignar al fagot, con contrabajos en pizzicato y sobre el dibujo fluctuante y envolvente de la flauta, al que se le irán sumando clarinetes y otros instrumentos (xilófono, celesta o arpa), para recrear el «tribalismo mágico» stravinskiano. Un fortísimo en Sol nos devuelve directamente a la exposición, que se repite reducida (y partiendo aún más claramente de un desarrollo de Sol), enlazando mediante escalas finalmente cromáticas el último cuadro.
La gran puerta de Kiev
GLOSARIO
- Bemolización: Rebajar un semitono la altura de la nota. Se relaciona con un oscurecimiento del color tonal.
- Cromático: A través de semitonos.
- Diátonico: A través de los grados de la escala (tonos y semitonos)
- Dominante: Quinto grado con respecto a la tónica, de sentido inconcluso.
- Homófono: En bloques de idénticas figuras rítmicas.
- Mordente: Ornamentación melódica que hace preceder a la nota principal una o más notas secundarias, que se ejecutan del modo más rápido posible.
- Retrogadable: Igual en sentido directo e inverso.
- Secuenciar: Repetir un motivo o tema a distintas alturas.
- Tritono: Intervalo a distancia de tres tonos, tradicionalmente de carácter siniestro o ambiguo, según el contexto.
- Tríada: Acorde de tres notas. Posición fundamental: Cuando la nota principal del acorde está en el bajo.