Por Benjamín Núñez
El próximo 31 de marzo vas a interpretar como solista el Concierto para violonchelo en Do menor de Nikolái Myaskovsky, un compositor poco conocido por el gran público a pesar de tener obras importantes.
Su éxito se concentró más en Rusia, llegó con timidez a Europa occidental y tuvo la mala suerte de ser coetáneo de Prokófiev y Shostakóvich quienes, de algún modo, eclipsaron su expansión más allá de la antigua Unión Soviética. Sin embargo, es un compositor que tuvo un rotundo reconocimiento en vida y fue condecorado varias veces con el Premio Stalin en la categoría de artes, que posteriormente se llamaría Premio del Estado.
Este concierto para violonchelo, compuesto en el año 1944, atesora dicho reconocimiento debido a su calidad y al éxito que cosechó tras su estreno, que fue debido a su dedicatario, Sviatoslav Knushevitsky, destacado violonchelista ruso. Al igual que Myaskovsky, Knushevitsky no alcanzó la fama mundial que sí tuvieron Rostropóvich o Piatigorsky, pero nos legó unas cuantas grabaciones en las que podemos apreciar su extraordinario sonido, fraseo y musicalidad. Además del concierto de Myaskovsky, Aram Jachaturián le dedicó su Concierto en Mi menor y Reinhold Glière su Concierto en Re menor.
¿Qué se va a encontrar el público que asista al Teatro Monumental para escuchar este concierto?
He estado haciendo pesquisas de interpretaciones anteriores y parece ser que es la primera vez que se ejecuta en Madrid y seguramente en España, ya que no hay constancia de que se hubiera hecho antes. Pero no solo es que no se haya tocado el concierto, sino que es probable que ninguna obra sinfónica de Myaskovsky se haya escuchado en España antes, lo que sí es de notable interés y de justicia para un genio raro que en mi opinión, y en la de nuestro director titular, Pablo González, debe estar mucho más presente en las programaciones de temporada de las orquestas sinfónicas de cualquier lugar.
En este Concierto para violonchelo en Do menor opus 66 nos encontraremos una obra de la madurez del autor, de su llamada tercera época, en la que vuelve a impregnarse de la esencia de los grandes autores rusos del grupo de los cinco, de Chaikovski y, por qué no decirlo, de Rajmáninov. Está compuesta de dos movimientos de cierta extensión, sobre todo el segundo. El primero es un Lento ma non troppo de corte elegíaco y va encadenado a un segundo movimiento, Allegro vivace.
¿Cómo describirías el concierto? Desde el punto de vista técnico, ¿es muy complicado de interpretar?
Es un concierto de gran dificultad técnica, aunque no reviste la vistosidad que sus coetáneosde Shostakóvich o Prokófiev, que seguro que el público del Monumental conoce bien ya que son interpretados más a menudo. Pero, aunque no acaba en un tutti orquestal masivo, deja al oyente en un estado de paz y en una atmósfera de comunión con la humanidad bastante notables.
El primer movimiento es un bello fresco escrito en compás de 6/8, utilizado a veces a modo de barcarola o vals elegíaco y otras veces como cantilena amable. La orquesta y el solista se recrean en una suerte de recorrido paisajístico que oscila entre dos ambientes: uno más pesimista y estático y otro más optimista y dinámico. El fagot introduce el tema en modo menor al cual responde el violonchelo desarrollando la idea en un tono sombrío, pero a la vez muy seductor. Este primer episodio desemboca en la tonalidad de Mi bemol mayor que, mediante un pequeño solo de oboe, deja paso a la exposición del segundo tema por el chelo solista que nos transporta a un tema más nostálgico y con más raigambre nacionalista que nos recuerda a Borodin, Glazunov o incluso a Rimski-Kórsakov. Todo ello se precipita hacia un episodio cadencioso del solista que nos hace despertar del sueño embriagador que por un momento hemos tenido y nos devuelve a la atmósfera exasperante y desgarradora que predomina en este movimiento. No hemos de olvidar que se compone durante la Segunda Guerra Mundial y se estrena ya una vez acabada la guerra, con lo cual el espíritu es mayormente pesimista, corre el año 1944. El chelo reexpone el tema principal sin muchas novedades y el movimiento acaba con una pequeña coda final encomendada al solista, que asciende con un arpegio de Do mayor a un agudo en el que se establece mientras la orquesta culmina un religioso ‘Amén’, que corrobora esa constante referencia a la espiritualidad por parte de Myaskovsky.
El segundo movimiento, Allegro vivace, se inicia inmediatamente y sin pausa cuando se extingue el acorde final del primer movimiento. Esa espiritual coda inspira y se convierte magistralmente en un tema épico y heroico que es expuesto por el chelo tras el agitado y nervioso tutti orquestal que lo preludia. Dicho bloque culmina en el segundo material temático en la lejana tonalidad de Sol sostenido menor. Esto me trae a la cabeza algo que aparentemente no tiene nada que ver y es que si bien Myaskovsky nace en una pequeña población de la Rusia zarista cercana a Varsovia (que actualmente ya pertenece a Polonia), el compositor de niño se instala con sus padres a los 9 años en la lejanísima Kazán, como al otro lado del país, ya que su padre, funcionario del ejército zarista, es enviado a dicha ciudad. El segundo movimiento continúa con la vuelta al tema épico y, tras pasar por otro episodio cadencioso, nos sumerge en una especie de minueto expresivo con más contenido melódico que de danza pero que dibuja un paisaje típico popular ruso. Más adelante nos encontramos con una cadencia de cierta extensión y de gran dificultad técnica que acaba con una serie de octavas que nos llevan otra vez al tema elegíaco del primer movimiento.
Myaskovsky en su primera etapa estuvo muy influenciado por Chaikovski. ¿Es posible que en este concierto detectemos esta influencia, o más bien la de otros compositores posteriores?
Sí que hay una impronta de Chaikovski, pero Myaskovsky tiene un lenguaje tan genuino y personal que es difícil sacar posibles influencias o parecidos en el contenido melódico del concierto. Es cierto que el uso del fagot en su faceta solista, tan destacado en la Sexta sinfonía ‘Patética’ de Chaikovski, es predominante en el primer movimiento. También el oboe solista tiene su protagonismo y eso deja en evidencia el gran calado que tuvo la audición por parte del compositor de esta obra de Chaikovski, aparte del contenido tremendamente dramático en muchas partes del concierto.
Sin embargo, hay Rimski-Kórsakov, hay Borodin, y también hay compositores de Europa Occidental que contribuyen al ideario del concierto. Por ejemplo, hay un pasaje prácticamente calcado del Concierto en La menor opus 33 de Camille Saint-Saëns. Es bien sabida la amistad que le unía con Shostakóvich, y este mantenía que el mejor concierto para violonchelo escrito nunca era el opus 33 de Saint-Saëns. Ahora que lo pienso no le falta razón, aunque hay otros que le sobrepasan en fama, como es natural.
¿Puedes describirnos tu proceso de preparación del concierto? ¿Tienes muchos ensayos con la orquesta?
Hay varias sesiones de ensayo con la orquesta y varios encuentros con el director, en este caso, Pablo González. La gestación de este concierto ha sido épica ya que estaba programado para marzo de 2020 y, como todos sabemos, en esas fechas medio mundo estaba confinado. Se volvió a plantear y yo no dudé en aceptarlo ya que sigue siendo un reto fascinante para mí y una ocasión de demostrar que no solo existen los conciertos para violonchelo de Schumann, Dvorák o Haydn, sino que hay otras músicas muy valiosas que se deben escuchar y programar.
El estudio de este concierto en mi día a día ha sido un duro caballo de batalla y he empleado muchas horas de estudio personal y de profundización en el autor, de lo cual me alegro mucho, pues espero que esto sirva también para que el gran público lo pueda disfrutar tanto como la orquesta, Pablo o yo.
El programa de los conciertos del 31 de marzo y 1 de abril está conformado por repertorio ‘soviético’, al incluir también la Sinfonía núm. 7 de Shostakóvich. ¿Qué puedes contarnos de la Sinfonía ‘Leningrado’?
La Séptima de Shostakóvich es una obra colosal que tiene un significado universal y un efecto sobre el público realmente épico. Es todo un símbolo, también nos debe de alegrar que después, o más bien saliendo de una pandemia, se vuelva a hacer una obra de tal envergadura en nuestro teatro. Por ponerte varios ejemplos, la duración es de 80 minutos, en sus efectivos orquestales están dos arpas, un piano, gran percusión, xilófono y una banda interna añadida al metal habitual de la plantilla.
Es un programa redondo: por un lado, el trasfondo espiritual y balsámico del Concierto de Myaskovsky y, por otro, la sublimación heroica y física de la Sinfonía núm. 7 de Shostakóvich.
El director será Pablo González, un músico al que le gustan los compositores rusos. En un concierto como este, ¿has de estar muy conectado con él y hacer muchas correcciones en la fase de preparación?
Él está tan ilusionado con la idea como yo, tanto es así que el origen de todo radica en una propuesta que realicé a la Gerencia de la Orquesta en tiempos de Carlos Kalmar, en la que incluía conciertos de violonchelo que en aquel momento me apetecía realizar como Schelomo de Bloch, Camille Saint-Saëns, Milhaud, Honegger o este de Myaskovsky. La suerte y el destino nos trajo a Pablo como titular y gracias a eso y la actual Gerencia esta propuesta se ha podido llevar a cabo con buen fin.
Estamos en contacto permanente, hemos tenido ya conversaciones en torno a este concierto y tenemos y tendremos oportunidad de cambiar impresiones y llegar a un punto común de entendimiento que sea satisfactorio para ambos.
Para los violonchelistas como tú, ¿cuáles son los compositores que más juego os dan?
Obviamente cualquier obra del gran repertorio como las suites de Bach, las sonatas de Beethoven, Brahms o Mendelssohn son de obligado cumplimiento y siempre serán una fuente a la que volver, ya que son pura energía que se comparte con el público. Yo particularmente disfruto mucho este repertorio menos convencional, y siempre recomiendo a todo el mundo la escucha de la Sonata para violonchelo de Poulenc o las dos de Myaskovsky, que son verdaderas obras de arte. En cuanto al repertorio orquestal, soy muy adepto de Bruckner o Mahler, ya que generan una conexión con el público que a mi entender no se produce tan fácilmente con otros autores.
Deja una respuesta