Por Benjamín Núñez
En febrero y marzo vais a interpretar con la Orquesta Sinfónica RTVE algunas de las sinfonías de Brahms. ¿Cuáles son? ¿Qué particularidad tiene cada una de ellas desde el punto de vista del oboe?
En esta ocasión vamos a hacer una integral de las sinfonías de Johannes Brahms con cuatro maestros: Pablo González con la Primera sinfonía, Jaime Martín y la deliciosa Segunda sinfonía, con Josep Caballé Doménech gestamos la evocadora Tercera sinfonía, y para finalizar, el maestro Nuno Coelho dirigirá la Cuarta y última sinfonía. Cada una es diferente, sobre todo porque se encierra un mensaje muy distinto en ellas.
La primera obra sinfónica empieza con la llamada del destino y un Do menor amenazante y obstinado, hasta que un dudoso y asustado oboe hace la pregunta. Ahí empieza el oboe a brillar y a destacar con su potencial expresivo y bello sonido. Esta Primera sinfonía tiene grandes solos que, si nos paramos a pensar y a extender la importancia de los solos que aparecen en las cuatro sinfonías, en el Concierto para violín y orquesta opus 77 con su maravilloso segundo movimiento, donde el oboe expande sus alas expresivas, en sus Variaciones sobre un tema de Haydn, en sus conciertos de piano o en su Doble concierto para violín y violonchelo opus 102, nos dan a entender la importancia que el compositor de Hamburgo le da al oboe.
La Segunda sinfonía tiene en segundo movimiento maravilloso en el que dos oboes a octava empiezan una fuga con los vientos madera, continuando con su tercer movimiento, Andante quasi allegretto, juguetón, y terminando con el cuarto movimiento, vibrante y victorioso, con sus motivos folclóricos con Re mayor.
Me atrevería a decir que la Tercera sinfonía es la menos vistosa para el oboe, aunque tiene una pequeña intervención que completa con la trompa en el tercer movimiento que es de una auténtica belleza.
En la Cuarta sinfonía el oboe tiene grandes momentos camerísticos con los vientos madera y la trompa, destacando el precioso diálogo con el clarinete en el cuarto movimiento antes de poner la guinda la maravillosa flauta.
Como oboe solista, tú preparas la sección para estas obras, ¿cómo es este proceso?
Para preparar una obra de orquesta de esta magnitud es necesario meterse de lleno para, sobre todo, conseguir transmitir al espectador toda la belleza posible que el compositor plasmó en la partitura. El período romántico supuso un cambio importante en la manera de interpretar, así como de exigir al músico algo que en el Clasicismo no era tan común, y eso era flexibilidad en muchos aspectos, así como el aumento de ‘colores’ tímbricos. Para ello, el instrumentista debe conseguir un sonido flexible que le permita ser denso pero ligero, riguroso en el tempo pero flexible, extremadamente flexible, como totalmente plano. Es decir, es una época donde se empieza a ‘mover’ la música con más fluidez.
Hay que introducir al ejecutante los aspectos expuestos anteriormente, y darle una objetividad palpable, es decir, tocar con una caña que suene con mucha densidad sonora pero que también sea ligera y flexible; que pueda ser precisa con los ataques pero que a su vez pueda atacar suavemente, como una caricia; que el ejecutante pueda vibrar con intensidad pero que también pueda conseguir unos planos extremadamente planos y pianísimo.
Además, es de vital importancia tener claro cuál es el lugar que le corresponde a cada componente de la orquesta, porque es así como se consigue un equilibrio perfecto y armonioso. De lo contrario, el frágil monumento musical se desequilibra y pierde todo el interés. En los ensayos compartimos el mismo criterio, y es el director el que pone el orden final de la obra que se vaya a ejecutar: ataques, ajustes de la afinación, fraseo, trabajo de conjunto, etc.
Brahms fue el primer compositor romántico capaz de seguir la estela de Beethoven en el campo del sinfonismo. ¿Crees que esta lógica evolución se nota especialmente en el empleo del oboe?
Como oboísta he de decir que es una suerte que existan compositores que nos den la oportunidad de disfrutar de una manera tan extensa. Beethoven ya supo extraer de manera muy intensa las posibilidades técnicas del oboe en todas sus sinfonías, en la música de cámara, en los conciertos para solista, como el de violín o los de piano. También lo hizo Brahms con sus cuatro sinfonías, su Concierto para violín opus 77, las Variaciones sobre un tema de Haydn, sus conciertos de piano o el Doble concierto para violín y violonchelo… Hubo una evolución acorde a la corriente general en ascenso.
Las sinfonías núm. 3 y 4 de Brahms, ¿son técnicamente muy complicadas para un oboísta?
Bajo mi punto de vista, Brahms es complejo y complicado. Complejo porque es muy exigente en la manera plástica de ejecutar, es decir, juega mucho con las dinámicas (forte, piano, mezzo forte, pianissimo, fortissimo, forte súbito…),y complicado porque físicamente debes controlar al máximo la emisión del aire, que es el que produce esos sonidos maravilloso y diversos. La Tercera sinfonía, dentro de lo que supone tocar una obra de tal magnitud, es más sencilla porque tiene menos solos, a veces es un alivio (risas). La Cuarta sinfonía es más laboriosa porque tiene muchos más juegos dinámicos y sorpresas tímbricas.
¿Cómo sabes cuándo está preparada la sección?
Cuando todo el conjunto sinfónico, junto con el director, tiene claro cómo tiene que interpretar la obra y de qué manera. Cuando la música fluye es cuando se nota que la obra está preparada.
En los ensayos, ¿haces correcciones al margen de las del director?
Por supuesto que sí, a veces hay que hacer ajustes internos con el fin de asegurar más si cabe la ejecución de la obra.
Hablando de nuevo de las sinfonías de Brahms, ¿qué diferencias encuentras entre estas últimas sinfonías y las dos primeras que interpretaste en enero, tanto desde el punto de vista de toda la orquesta como del oboe en particular?
Bajo mi punto de vista, las dos primeras sinfonías son más complejas que la tercera y cuarta. La Primera es muy densa, expresiva, al oboe le da mucho juego. La Segunda juega con más colores y frescura, que no significa que el oboe no aparezca, todo lo contrario. Aun así, las cuatro sinfonías son auténticas obras de arte musicales completamente distintas.
¿Hay alguna obra de los programas B/12 y B/14, aparte de las sinfonías de Brahms, que te llame la atención o te guste especialmente?
Viendo las programaciones generales de nuestra Orquesta y Coro, creo que se intenta transmitir una música ecléctica y diversa como servicio público que es. Por ello, me gusta ver que aparte de la Tercera sinfonía de Brahms tenemos la maravillosa obra Cuatro interludios sinfónicos de la ópera Intermezzo de Richard Strauss en el B/12, la obra de Leos Janácek Taras Bulba en el B/14.
En el concierto de los días 17 y 18 de febrero será el maestro Josep Caballé Domenech quien esté al frente de la Orquesta. ¿Has trabajado con él anteriormente?
Sí, todavía recuerdo el maravilloso concierto realizado con el maestro Caballé Doménech en el que tuve la suerte de tocar la Sinfonía núm. 35 ‘Haffner’ de Mozart y el precioso Concierto para violín y orquesta en Re mayor de Beethoven con la inigualable violinista María Dueñas.
Y con el director del concierto de los días 3 y 4 de marzo, Nuno Coelho, ¿crees que conseguirá una Cuarta de Brahms memorable?
El maestro Nuno Coelho tiene mucha energía, muy buen gusto y muy buen gesto dirigiendo, además de ser muy empático.
¿Qué es lo que más te gusta de estas sinfonías de Brahms?
Nunca me cansaré de tocar cualquiera de sus cuatro sinfonías. Es un lujo poder tocar habitualmente estas obras en las que se aprende tanto cada momento que se toca.
Para un oboísta como tú, ¿cuáles son los compositores que más juego te dan en un concierto?
Afortunadamente, no caben todos los compositores en los que nos da juego al oboe, pero voy a intentar nombrar algunos: Beethoven, Bach, Brahms, Haendel, Telemann, Haydn, Manuel de Falla, Enrique Granados, Isaac Albéniz, Maurice Ravel, Claude Debussy, Vivaldi, Albinoni, Samuel Barber, Aaron Copland, Alberto Ginastera, y un larguísimo etcétera.
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