Por Susana Castro
¿Cómo surge la idea de lanzar este disco dedicado a la versión italiana del Orfeo y Eurídice de Gluck?
Es un proyecto en dos partes. La primera parte vio la luz el año pasado con La Storia di Orfeo, que incluía el Orfeo de Monteverdi, el primero de la historia, bajo la dirección de Diego Fasolis. Todo surge a partir de la idea de que Orfeo es responsable de dos revoluciones en el mundo de la música en solo dos siglos. Por un lado, Monteverdi escogió este personaje para crear un nuevo estilo, naturalmente porque Orfeo es músico y poeta. En este nuevo estilo la música tiene la misma importancia que la palabra, ese recitar cantando de Monteverdi supuso toda una revolución. La segunda revolución se produce con Gluck, 150 años después, con los castrati en pleno auge, una música llena de virtuosismo, quizá olvidando un poco la conexión entre la música y las palabras. En ese momento, Gluck, al igual que lo había hecho Monteverdi, tuvo la idea de utilizar el mito de Orfeo para decir: quiero escribir así, no con muchas notas, sino algo más simple, cargado de honestidad y con más conexión con el texto. El mito de Orfeo es el tema perfecto para hacer esto. De ahí viene mi interés por grabar estas dos revoluciones (al menos parte de ellas).
Para esta grabación escogí la versión italiana porque es poco conocida y la tesitura es más aguda en comparación con la versión vienesa. En mi época de estudiante, la primera vez que escuché esta ópera no me gustó mucho… Me parecía una música muy simple, el estilo no me convenía demasiado. La primera vez que lo canté en un escenario, hace once años, me encantó, entendí profundamente qué quería hacer Gluck con esta ópera. No he vuelto a cantarlo hasta ahora.
Orfeo es responsable de dos revoluciones en el mundo de la música en solo dos siglos.
Este disco contiene una de las arias más conocidas del repertorio operístico, “Chè faró senza Eurídice”, en la que podemos disfrutar de su canto más conmovedor, ¿puede que esta sea una de sus piezas favoritas?
La primera vez que escuché este aria no me tocó mucho. Fue al llevarla al escenario cuando me cautivó. Después de una hora de ópera, con Eurídice muerta, soy capaz de narrar toda la emoción contenida en este momento. Creo que este aria no funciona muy bien en un recital, necesitamos toda la ópera para entender realmente su significado. Esta melodía tan simple es la felicidad perdida de los dos amantes. Es la forma en que Gluck dice al cantante: “tienes que olvidar la técnica y el virtuosismo y decir las cosas de la forma más simple posible”. Nunca he cantado este aria en un recital, solo con la ópera completa. Si la canto separada del resto se convierte en un aria bonita, con una melodía muy agradable, pero el impacto con el conjunto es totalmente diferente. Es llamativo que en este momento tan dramático —es la segunda vez que Orfeo pierde a Eurídice, para siempre— cante este aria tan simple, que podría hasta parecer feliz. Se puede interpretar de varias formas.
¿Cómo ha sido repetir experiencia con el maestro Diego Fasolis (al frente de I Barocchisti), con quien ya trabajó en La Storia di Orfeo o el Stabat Mater de Pergolesi?
El maestro Fasolis es uno de los cinco directores que más me gustan. Tiene una personalidad muy fuerte, y tiene una forma de entender la música que me encanta. Su energía es muy positiva, algo muy importante, sobre todo cuando realizamos grabaciones porque hay momentos muy difíciles. Siempre me dice: “antes de interpretar tienes que hacer las notas al ritmo de las palabras, debes tener la humildad de volver a la partitura y no sobre interpretar”. El maestro y yo hemos ido en esta dirección en este trabajo y creo que se escucha también en la orquesta, esta forma pura de sonar sin efectos gratuitos. Estoy seguro de que este no será nuestro último proyecto juntos.
Creo que canto mejor desde que empecé a enseñar.
En este disco encontramos a Amanda Forsythe en el papel de Eurídice y a Emöke Baráth como el dios Amor, ¿se ha sentido cómodo trabajando con ellas?
A Amanda la conocí en Boston, hicimos juntos una ópera hace cinco o seis años. Es una soprano coloratura y en esta versión la parte de Eurídice es bastante aguda, por eso pensé en ella. Con Emöke trabajé ya en el primer disco sobre Orfeo y para mí es una de las cinco sopranos barrocas más importantes del momento. Tiene voz, técnica, trabaja mucho, y tiene una fuerza expresiva enorme. Me siento feliz de tener una artista como ella para interpretar el papel de Amor, que tan solo tiene un aria, pero es un aria muy delicada. Ella la canta fantásticamente, te cautiva… En definitiva, me ha encantado tener a las dos en esta grabación.
¿Tiene previsto realizar alguna gira de presentación de este trabajo?
En el caso de España, únicamente ofreceremos un concierto. Será en Barcelona el 5 de junio, en el Palau de la Música.
¿Qué otros proyectos discográficos suyos vamos a poder disfrutar en un futuro inmediato?
La mayoría de mis proyectos futuros son “secretos”, pero puedo adelantar que acabo de grabar un disco con un grupo que conozco muy bien, L’Arpeggiata de Christina Pluhar. Por otro lado, en noviembre grabaré un disco con pianoforte, con pero no puedo precisar el repertorio. Lo grabaré con Jerôme Ducros, con quien ya grabé un disco con canciones francesas. Además, estoy muy involucrado en mi Academia de Música, y en los próximos años tendré mi primer contrato como director, voy a tener una nueva carrera.
En los próximos años tendré mi primer contrato como director, voy a tener una nueva carrera.
En cuanto a su vida en los escenarios, ¿podremos verle próximamente en España?
Estaré en octubre y noviembre en el Teatro Real en la producción Only the Sound Remains, de Kaija Saariaho, una ópera estrenada en Ámsterdam que ya he cantando en París también. Es un proyecto especial muy especial porque mi voz es tratada por ordenador, con efectos, es muy interesante. A partir de 2019 volveré, porque España es, junto con Alemania, el país en el que más canto.
En Melómano nos llamó mucho la atención la puesta en marcha de su Academia de Música, en la que acoge a jóvenes talentos y les entrega una profunda educación musical, siempre desde un punto de vista social, ¿podría hablarnos sobre este proyecto?
Es un proyecto enfocado a los niños que surge de mi experiencia personal. Empecé a tocar el violín a los 11 años, aunque no me crié en una familia de músicos. Creo que después de veinte años de carrera era el momento de dar a otros esa oportunidad que yo sí tuve cuando era un niño. En el mundo de la música clásica a veces sucede que hay familias que creen que ese no es su terreno, porque es muy caro, pero esta Academia es totalmente gratuita. Arrancamos este año con veinticinco niños y el próximo año admitiremos a veinte más. Es un proyecto que conjuga la exigencia y el placer, naturalmente. Tienen dos horas a la semana de clase, es muy intenso, pueden progresar muy rápidamente. De momento estamos muy contentos con la evolución de los niños. Incluimos violín, violonchelo, piano y canto, y yo imparto tres semanas de masterclasses al año. Estoy muy feliz porque ellos me aportan mucho a mí, creo que canto mejor desde que empecé a enseñar, ya que lo que funciona con ellos funciona conmigo, tengo que seguir mis propios consejos. Aunque de momento lo estamos desarrollando en Francia, pensamos hacerlo más internacional en los próximos años. Quiero que este proyecto me sobreviva a mí. Me parece importante que un artista desarrolle proyectos más allá de su propia carrera, que participe en la creación de una sociedad mejor. Cada persona tiene un talento y necesitamos encontrar cuál es.
Deja una respuesta