Por Roberto Montes
Como hace unos días se anunció y saltó a la palestra como noticia única y sorpendente, la joven directora canaria Gloria Isabel Ramos Triano sucederá al maestro cubano Leo Brouwer como titular de la Orquesta de Córdoba el próximo mes de septiembre. Se convierte así en la primera directora titular de la agrupación cordobesa, así como en la primera mujer en acceder a tal cargo en nuestro país.
«Las directoras»
Ramos encarna el largo y arduo camino que las mujeres directoras de orquesta han tenido que recorrer hasta ver en un puesto de esta envergadura a una de sus correligionarias. Diversos nombres femeninos, aunque en ínfimas ocasiones, desde Nadia Boulanger hasta Sian Edwards, han subido al podio de la orquesta. Son muchas menos de las que estamos acostumbrados a presenciar en concierto en el papel de solista instrumental (y no digamos ya cantantes). Una especie de oculto tabú o recelo hacia desbancar a la figura masculina de ese rol, tan particularmente tirano, de la dirección ha provocado durante casi toda la historia de la música la imposibilidad de la práctica con la batuta de las féminas que han osado desempeñar tal oficio.
No por ausencia de facultades, sino más bien por un cierto apego (bastante rancio e inmovilista) a lo tradicional, las directoras de orquesta han visto minimizada su brillante labor en todos los campos, relegándolas muchas veces a papeles «segundones», de igual mérito pero menos «lucidos», como maestras repetidoras, concertinos, directoras de cámara, etc.
Honrosas excepciones encontramos en nuestro país, si las consideramos como directoras de primer rango, como Andrea Sestakova (directora de la Orquesta de Cámara Ciudad de Málaga) o a su compañera Mercedes Padilla en la Orquesta Villa de Madrid. Pero parece que el salto hacia la cumbre del sinfonismo a gran escala (incluida la ópera) se muestra todavía, en toda la música occidental, vetado a la figura femenina. Mucho sabrían decir las mujeres en lo que respecta a la organización de una orquesta, esa gran familia musical tan similar a veces a la convencional, hacerla trabajar al unísono y con unas ideas claras y ecuménicas ante la obra a interpretar.
Una «Gloria» musical
La tinerfeña Gloria Isabel se ha convertido en España (sino ya casi a nivel europeo o mundial) en la primera mujer que accede al puesto de directora musical y titular de una de nuestras numerosas orquestas sinfónicas nacionales. Y no son sus meritorios logros respuesta la aplicación de una discriminación positiva (tan polémica en ocasiones) o a la sustancial mejora de imagen que representa el encumbrar a una dama en la compleja tarea de encabezar una formación sinfónica, sino (como sería menester en tantos otros ámbitos) la decidida vocación, la firmeza en los conceptos, el éxito reconocido y la profesionalidad ascendente e indiscutible en la fructífera carrera de toda una «señora» de la música.
Repetidamente suenan muchos nombres de directores nacionales (titulares o no de diferentes agrupaciones) en quinielas, paneles y carteles de auditorios, auténticas revelaciones del presente y promesas (muchas de ellas ampliamente cumplidas) para el futuro de la dirección: Víctor Pablo Pérez, Juanjo Mena, Miguel Ángel Gómez Martínez, José Ramón Encinar, Ernest Martínez-Izquierdo, Josep Pons, etc., se asientan meteóricamente en las programaciones y en las retinas auditivas de los aficionados españoles, sin lugar a dudas, a tenor de los resultados que ofrecen y las responsabilidades (salvadas con reservadas diferencias, todo sea dicho) que ostentan frente a las variadas orquestas de nuestro territorio. Pero, ¿no se olvidan en demasiadas oportunidades de otros talentos nacionales que realizan una extraordinaria labor en el extranjero y no son buenamente reconocidos en el corpus musical español?
Quizás sea Gloria Isabel Ramos una desconocida para el gran público, pues a sus escasas (pero muy meritorias) apariciones en los circuitos nacionales se le añade una efectiva y voluminosa carrera en Suiza, donde reside y desde donde proyecta todo su saber, sus ilusiones y su radiante profesionalidad por este mundo de la música clásica, y en concreto, el de la dirección orquestal, su máxima y alcanzada aspiración.
Una carrera «bien dirigida»
Ramos, nacida en 1964, inició sus estudios de piano y chelo en el Conservatorio Superior de Música de Santa Cruz de Tenerife y, más tarde, en Barcelona.
Becada por el Gobierno de Suiza (país alpino en el que reside actualmente) se gradúa en 1995 en Dirección de Orquesta con Ewald Körner en el Conservatorio de Berna, perfeccionando estudios en la Ópera de Zurich. Pocas semanas después de su graduación, Gloria Isabel gana el prestigioso Premio Internacional para Jóvenes Directores de Orquesta de Besançon en la modalidad de Ópera. Poco después fue galardonada en el Concurso Internacional «Dinu Niculescu» (Rumanía).
Debutó en España en 1996 con formaciones como la Orquesta Sinfónica de Tenerife o la Orquesta Sinfónica de Galicia. En 1998 ganó el Primer Premio en el Concurso Nacional de Jóvenes Directores de la Orquesta Ciudad de Granada, y en julio de ese mismo año recibió, de manos de Gennady Rozhdetsvensky, el Primer Premio del Concurso Internacional de Directores de Orquesta de Cadaqués.
El pasado verano dirigió en el Festival de Perelada una nueva producción de «El Barbero de Sevilla»de Rossini, abalada por una crítica excelente.
Futuro inmediato
Entre sus próximos proyectos, además de la titularidad de la Orquesta de Córdoba desde septiembre de 2001, se encuentran conciertos con la Wiener Kammerorchester, la Orquesta de la Fundación Gubelkian de Lisboa, la Orquesta Sinfónica de Lucerna, la Orquesta «Giuseppe Verdi» de Milán, la Orquesta de RTVE y la Real Filharmonía (en el marco del Festival Internacional de Música de Galicia).