Por Diego Manuel García
Flórez está en posesión de una voz lírico-ligera, de gran belleza, que se expande hacia arriba, emitiendo con pasmosa facilidad notas como el re-bemol, unido ello a un centro de cierta entidad. Su importante formación musical, así como la técnica que ha aprendido de su mentor y compatriota el tenor Ernesto Palacio, hacen presagiar -dada la madurez mental de este artista- una larga carrera.
Sus últimas actuaciones en España, con recitales en Madrid, La Coruña, Perelada y San Sebastián, han levantado el delirante entusiasmo del público, bien sea escuchando arias de ópera, napolitanas o canciones del folklore peruano, cerrando sus recitales con la terrorífica aria de La Fille du Regiment de Donizetti «A mes amis…», con los correspondientes nueve do4. Su interpretación de esta aria nos recordaba a grandes voces del pasado como Kraus y Pavarotti, con los que el tenor peruano tiene más de un punto en común. La joven soprano Mariola Cantarero, quien ha cantado con Juan Diego Flórez Le Comte Ory de Rossini, en una entrevista aparecida en Melómano, hacía el siguiente comentario sobre Flórez: «es una voz fantástica, puro terciopelo y está en posesión de una gran técnica vocal.»
En los últimos años, ha surgido una importante generación de cantantes de América del Sur, entre los que podrían citarse, entre otros, Aquiles Machado, José Cura, Marcelo Álvarez, Cristina Gallardo-Dômas, Verónica Villarroel, Bernarda Fink y, por supuesto, Juan Diego Flórez. A esta lista podría añadirse la bella voz tenoril del mexicano Ramón Vargas. ¡Parece que existe un autentico «boom» de voces sudamericanas!
Siempre ha habido voces en Sudamérica. En mi país hemos tenido a Luigi Alva, posteriormente a Ernesto Palacio. En los años veinte y treinta del pasado siglo brilló con gran fulgor en todos los grandes teatros del mundo otro cantante peruano, Alejandro Granda. Fue uno de los tenores favoritos del compositor Pietro Mascagni, quien le dirigió en varias de sus óperas, y trabajo también, frecuentemente, con Arturo Toscanini. Hace poco tiempo se ha reeditado una grabación de La Gioconda, realizada en estudio en 1931, donde Granda cantaba con Giannina Arangi-Lombardi y una joven Ebe Stignani. Al escuchar esta grabación, el público actual puede percatarse de la calidad vocal y de la modernidad de este gran tenor.
Argentina está produciendo en los últimos años importantes voces: los tenores José Cura y Marcelo Álvarez o la mezzo Bernarda Fink. El tango argentino se canta con impostación, de ahí se pasa fácilmente a la ópera. En Sudamérica la gente habla muy alto, casi todos somos tenores de naturaleza, cantando boleros, tangos o música peruana; por tanto, poseemos cualidades innatas para, en cualquier momento, comenzar a estudiar música en un conservatorio. Sin embargo, ya existe una base fundamental para cantar, y si a ello se une el gusto por la música clásica y ciertas dosis de talento, un cantante surgido del folklore -como es mi caso- puede llegar a cantar ópera.
Ud. comienza a estudiar en Lima y posteriormente marcha a Norteamérica, donde estudia en The Curtis Institute of Music de Philadelphia. Hábleme de aquella etapa de formación.
Resultó muy importante mi formación en Estados Unidos, ya que, además de recibir clases, en el Curtis Institute se montaban óperas con escenografía y vestuario, por lo que, aparte de cantar, adquiríamos experiencia teatral. En Philadelphia di clase con diferentes profesores, sobre todo con Marlena Lalas. Sin embargo, había algo en mi voz que no cuadraba: estaba cantando con mucha cavidad y hacia atrás, como un tenor lírico. Fue en 1994 cuando conocí a Ernesto Palacio, quien, después de oírme cantar, comenzó a corregirme, y en vez de cantar hacia atrás, me enseñó a cantar, con voz clara, hacia delante. Los agudos y sobreagudos comenzaron a fluir, fáciles y con «squillo». Ya en 1994 me invitó a cantar junto a él en una grabación de Il Tutore Burlato de Vicente Martín y Soler; al año siguiente volvimos a cantar juntos Le Tre Ore dell’Agonia de Gesu Cristo de Niccolò Zingarelli.
Además de poseer cualidades musicales y una buena voz, es preciso tener suerte y saber aprovecharla. Su suerte fue la cancelación de Bruce Ford en Matilde di Shabran de Rossini en el Festival de Pésaro de 1996. ¿Qué circunstancias rodearon su inesperado debut, cuando solo tenía veintitrés años?
Había acudido aquel año a Pésaro con intención de continuar mi formación musical. Me ofrecieron un pequeño papel, en una de las óperas que iban a representarse en el transcurso del Festival. Circulaban rumores de todo tipo sobre la indisposición de Bruce Ford para cantar Matilde di Shabran. Yo conocía esta partitura y sobre todo una endiablada aria, donde había que ascender al do4 y al re-bemol. La gente me decía que podía cantar esta ópera. Cuando, finalmente, se confirmó la cancelación de Bruce Ford, el responsable máximo del Festival, Luigi Ferrari, me llamó para decirme que estaba abrumado ante la posibilidad de tener que suspender la ópera y, finalmente, me pregunto si yo podría cantarla. Le contesté que me lo pensaría. A las pocas horas acepté. La verdad es que tuve mucho valor para afrontar semejante reto. La valentía da -en ocasiones- buenos resultados, ya que tuve un gran éxito con Matilde di Shabran y aquello fue el arranque de mi carrera. A los pocos meses me llamó Riccardo Muti para participar en Armide de Gluck, en la inauguración de la temporada 1996-97, en el Teatro alla Scala de Milán. En principio estaba incluido en el segundo reparto, pero Muti insistió en que estuviese en el primero. De esta manera concluyó ese año 1996, verdaderamente crucial en mi carrera.
Ud. trabaja, frecuentemente, con Riccardo Muti. ¿Cómo resulta su experiencia con este gran maestro?
Trabajar con Riccardo Muti resulta una experiencia extraordinaria. Me ha protegido, considerándome, prácticamente, un hijo suyo. Casi inmediatamente después de Armide, me invitó a participar en un recital durante las Navidades de 1996.
Dirigido por él, he cantado Fenton de Falstaff en diferentes ocasiones. Recientemente se ha editado en DVD una producción de esta ópera en el pequeño Teatro Verdi de Bussetto, en el transcurso del año Verdi. Aquello fue una experiencia fantástica, pues, dado el pequeño espacio del foso, la orquesta del Teatro alla Scala tuvo que ser reducida a unas dimensiones casi camerísticas. A pesar de esta circunstancia, Riccardo Muti, extrajo todos los matices musicales de esta extraordinaria partitura. El reparto era también magnífico: Ambrosio Maestri, Barbara Frittoli, Roberto Frontali, Bernardette Manca di Nissa e Inva Mula, como mi enamorada Nanetta.
Otros trabajos que he hecho con el maestro Muti son Nina ossia la pazza per amore de Giovanni Pasiello, que también grabamos en disco, varios Stabat Mater de Rossini… El maestro Riccardo Muti ha dejado y sigue dejando una profunda huella en mi vida.
Ud. también ha trabajado en diferentes ocasiones con Riccardo Chailly…
He grabado con él varios discos: Cantatas de Rossini, Vol 2 junto a Cecilia Bartoli y a Daniela Barcellona; también el disco de arias de Rossini. Riccardo Chailly, me ha dirigido en una de mis óperas favoritas, El Barbero de Sevilla, donde siempre canto el aria «Cessa di più resistere», que Rossini incluyó para Manuel García en el estreno de la ópera y que posteriormente fue siempre omitida, restándole importancia al personaje del Conde de Almaviva. La inclusión de esta aria da mucho más importancia a este personaje que, durante muchos años, sólo tenía como momento más relevante la serenata «Ecco ridente». Por tanto, la importancia de Almaviva se va equiparando a la de Rosina, quien monopolizaba el protagonismo en esta ópera.
¿Qué nuevos papeles tiene en proyecto incluir en su repertorio?
Incluiré en próximas temporadas I Puritani de Bellini y también L’Elisir d’amore de Donizetti, ambas óperas las estrenaré en Las Palmas de Gran Canaria. Allí el público siempre me ha recibido con mucho cariño; me siento muy cómodo cantando en Las Palmas.
Soy un admirador del gran maestro Alfredo Kraus, quien realizó durante los años 60 y 70 del pasado siglo auténticas creaciones del Arturo Talbo de I Puritani, con esa extraordinaria grabación discográfica dirigida por Riccardo Muti. Kraus, por tanto, es un modelo a seguir en esta ópera, de tremendo compromiso vocal. Se trata de una partitura para tenor lírico, con algún momento heroico al final del acto I y cuya gran dificultad se presenta en los agudos y sobreagudos, que en mi caso no representan mayor problema.
Además de Fenton en Falstaff. ¿Tiene en proyecto, abordar algún otro papel verdiano?
Los dos papeles verdianos que pueden adaptarse a mi voz son el Duque de Mantua de Rigoletto y, en menor medida, Alfredo Germont de La Traviata, ya que se trata de un personaje que se mueve en una tesitura demasiado central para mi voz. El Duque de Mantua me gusta muchísimo; se trata de un personaje de suma elegancia que canta baladas, como en el caso de «Questa o quella», o canciones como «La donna è mobile». Posiblemente -en mi caso- la máxima dificultad de esta ópera, puede estar en el cuarteto «Bella figlia dell’amore», escrita en un registro más central.
Ud. tiene una voz idónea para cantar Mozart. ¿Tiene proyectos futuros en este repertorio?
He grabado en disco Mitidrate re di Ponto, con dirección de Christophe Rousset y dos extraordinarias compañeras: Nathalie Dessay y Cecilia Bartoli. Ferrando de Così fan tutte, es el papel que más me gusta de Mozart. Tiene considerable longitud y permite verdadero lucimiento a un tenor. El repertorio mozartiano es bastante más sencillo de cantar que el rossiniano. El problema reside en que los teatros están más interesados en contratarme para cantar óperas de Rossini.
¿Qué ha significado para su carrera el Festival de Pésaro?
El Festival de Pésaro es mi auténtica casa. Allí he cantado quince óperas de Rossini y a él he ido prácticamente todos los años desde mi debut. El renacimiento del repertorio rossiniano le debe mucho a este Festival. Mis relaciones, con sus máximos dirigentes, son excelentes, con Alberto Zedda, en la actualidad, y, sobre todo, con el antiguo director Luigi Ferrari, quien me dio la gran oportunidad de mi vida, cuando canté Matilde de Shabran.
Sus inicios como cantante están íntimamente ligados al folklore de su país. Ud. incluye en sus recitales canciones peruanas, explicando previamente al público el argumento de las mismas…
Lógicamente me siento muy ligado con el folklore de mi país. Me gusta incluir en mis recitales canciones peruanas, ya que considero que al público le gusta recordarlas, y que son patrimonio de muchas generaciones y, sobre todo, porque la gente más mayor las conoce perfectamente y los más jóvenes tienen oportunidad de conocerlas. En 1997 grabé junto a Ernesto Palacio un disco que llevaba por título Canto al Perú. En él se incluían las más famosas canciones peruanas, incluida La flor de la canela.
¿Quienes son sus cantantes favoritos?
Sin duda Alfredo Kraus y Luciano Pavarotti; con ellos me siento bastante ligado. Franco Corelli y Jussi Björling son otros dos tenores que admiro. Este cuarteto podría considerarse el más importante de su cuerda en el siglo XX. También me gusta Plácido Domingo, por su calidad vocal y extensísimo repertorio, no igualado por ningún tenor en la historia. Entre las sopranos me gusta Montserrat Caballé. Entre los cantantes actuales tengo que citar a Nathalie Dessay, extraordinaria soprano con quien canté La Sonnambula de Bellini. La mezzo Daniela Barcellona es otra de las grandes cantantes actuales, junto a quien he debutado en el Festival de Salzburgo cantando La Donna del Lago.
¿Cuándo vuelve a cantar en España?
Precisamente, tengo previsto cantar la próxima temporada en el Teatro del Liceo de Barcelona La Donna del Lago; será mi reencuentro con este teatro donde ya canté el Stabat Mater de Rossini, que, además, también he cantado en abril en el marco de la Semana de Música Religiosa de Cuenca, con Daniela Barcellona e Isabel Rey, dirigidos por Alberto Zedda.
Me gusta cantar en España, ya le he comentado lo bien que me siento en las Palmas, ello es también extensible a ciudades como Madrid, La Coruña o el Festival de Perelada, donde obtuve un gran éxito el pasado 2002.