Por Benjamín Núñez
Hay obras en los conciertos sinfónicos que son más interesantes que otras para las trompas, ¿de qué depende?
En general los trompistas somos bastante afortunados en cuanto al papel que jugamos en el repertorio sinfónico. Creo que la gran mayoría de los grandes compositores han admirado y valorado nuestro instrumento y han sabido sacarle el mejor provecho en sus obras. Schumann decía que la trompa era el alma de la orquesta. La verdad es que es un instrumento que tímbricamente está a caballo entre los instrumentos de viento madera y metal y empasta especialmente bien con violas y violonchelos. Tanto su rango dinámico como su tesitura son muy amplios y su paleta de colores es tan rica que puede representar emociones muy diferentes, como la dulzura y la nostalgia, y a la vez ser poderosamente dramática y brillante. Es verdad que hay compositores que nos han regalado solos y pasajes maravillosos, el propio Brahms, Strauss, Mahler, Chaikovski, etc., pero a veces también es un verdadero disfrute simplemente formar parte de la textura armónica de un pasaje cuando está muy bien escrito.
Vamos a hablar de las sinfonías de Brahms que vais a interpretar con la Orquesta Sinfónica RTVE en enero. ¿Qué sinfonías vais a tocar? ¿Qué particularidad tiene cada una de ellas desde el punto de vista de las trompas?
Vamos a tocar las dos primeras sinfonías de Brahms en enero y la Tercera y Cuarta en febrero y marzo, respectivamente. Probablemente sea el repertorio favorito para cualquier trompista de orquesta. Para mí, el tratamiento que hace Brahms de la trompa es maravilloso. Primero porque, en general, escribe en el registro en el que mejor suena la trompa; segundo, porque crea una alternancia en cuanto a las intervenciones de los dos pares de trompas que utiliza, lo que enriquece mucho a la sección; y, tercero, y más importante, porque Brahms conoció muy bien la trompa desde joven (en concreto la trompa natural, la cual su padre parece que llegó a tocar) y eso le llevó a sacar el mejor provecho del instrumento.
En la época en la que Brahms escribió su música existían dos tipos de instrumentos que convivieron durante varias décadas y que tuvieron admiradores y detractores a partes iguales: la trompa natural y la trompa de válvulas. La trompa natural era el instrumento sin válvulas. Para obtener los diferentes sonidos de la escala se usaba una técnica en la que se obturaba parcial o totalmente la salida del sonido por la campana con la mano derecha. La trompa de válvulas, simplificando un poco, era básicamente el instrumento como lo conocemos hoy en día. Aunque nos parezca increíble, el invento de las válvulas, hacia 1814, no se instauró rápidamente. Para muchos músicos y compositores estos efectos en el color de la trompa natural por la variación producida por la mano en la campana era lo que le proporcionaba al instrumento su auténtico color y personalidad. Parece que Brahms apreciaba esto especialmente y, prueba de ello, es el trío que escribió para violín, trompa y piano opus 40, una de las mejores obras de cámara para nuestro instrumento. Brahms pedía a los músicos que lo interpretaran con trompa natural, y para mí, en esta obra sentó las bases del tipo de escritura que usaría en su música sinfónica.
Esta manera de escribir aporta algo muy especial que probablemente solo los trompistas podemos apreciar, pero viene a ser algo así como que las partes de trompa de Brahms son ‘muy trompísticas’: la trompa natural, y, por ende, la trompa en Brahms, tiene algo de nostálgico, evocador y heroico. Brahms siempre deja espacio a las trompas para que se escuchen sin que haya que forzar y, sobre todo, usa la trompa melódicamente en momentos importantes desde el punto de vista formal, ya sea en comienzos y finales de sección, codas, transiciones. Esto hace que ese pasaje cobre especial importancia. Un ejemplo claro de esto es el solo del primer trompa al final del primer movimiento de la Segunda sinfonía, justo antes de la coda.
¿Cómo es el proceso de preparación de la sección de trompas para estas obras?
Al tratarse de un repertorio que hemos interpretado mucho, no necesitamos hacer un trabajo específico diferente del que haríamos con otro repertorio. Es música que conocemos muy bien, como cualquier sección de trompas de una orquesta sinfónica. Hay una parte muy importante de trabajo individual de cada músico previo a los ensayos, en la que uno trabaja los pasajes y busca el tipo de sonido que quiere para Brahms, con las cualidades que antes describíamos.
Luego, hay cuestiones que siempre se tienen que ir concretando en los ensayos. Por ejemplo, los niveles dinámicos: en estos tiempos en los que por cuestiones de protocolos de salud estamos menos músicos en el escenario, tenemos que adecuar los pasajes forte al nivel general de la orquesta. A veces, tenemos que ponernos de acuerdo en cuestiones como la colocación de alguna respiración o tomar decisiones sobre el tipo de articulación o repasar algún acorde en cuanto a balance o afinación, detalles que van surgiendo sobre la marcha. En este sentido, me siento muy afortunado de trabajar en una sección con tan excelentes profesionales que hacen que todo fluya de una manera muy sencilla y natural, es todo un honor y un verdadero disfrute.
Brahms fue el primer compositor romántico capaz de seguir la estela de Beethoven en el campo del sinfonismo. ¿Crees que esta lógica evolución se nota especialmente en el empleo de las trompas?
Creo que en el uso de la trompa Brahms fue conservador, ya que quería preservar las sonoridades que se obtenían en la trompa natural, aún a sabiendas de que incluso los instrumentistas de la época ya usarían la trompa de válvulas. Por otro lado, por esa misma razón escribió para la trompa de una manera inigualable, quizá asentando las bases de uno de los mejores estilos de escritura para la trompa, en lo que se refiere a registros, roles, colores, capacidad expresiva, etc. En cuanto a su relación con la escritura de Beethoven, creo que hay una clara influencia, porque Beethoven usaba también la trompa natural y muestra cada vez más interés por los registros medios y graves producidos por la técnica de los sonidos tapados a lo largo de sus sinfonías y creo que, en general, Brahms toma el testigo y explota aún más todas las posibilidades expresivas del instrumento.
Las sinfonías de Brahms, ¿son técnicamente muy complicadas para un trompista?
No creo que sean especialmente complicadas desde el punto de vista técnico, sino que son un reto para el trompista en el sentido de desarrollar el sonido y el carácter ideal para este tipo de música. Creo que tocar Brahms es una estupenda oportunidad para descubrir colores en el instrumento y ponerlos al servicio de la emoción y el discurso.
¿De qué partes se componen? ¿Tienen momentos de especial lucimiento para los trompistas?
Para mí el rol de la trompa en las sinfonías de Brahms alterna principalmente entre una parte en la que cumplimos una función armónica, dando empaque y peso dramático a los acordes del viento, y una función melódica, en la que a veces mostramos un rol más poderoso y dramático y otras dolce y melancólico.
¿Qué es lo que más te gusta de las sinfonías de Brahms?
Como cualquier trompista, cada vez que tenemos la oportunidad de tocar Brahms estamos especialmente motivados, pero creo que es algo que puedo ver y sentir en cada músico de la orquesta y eso es algo que me encanta. Es un privilegio volver a afrontar este repertorio y eso se palpa en el ambiente, no solo en los conciertos, sino también en cada ensayo.
Para los trompistas como tú, ¿cuáles son los compositores favoritos, que más juego os dan?
La verdad es que los trompistas somos muy afortunados en general con buena parte de los grandes compositores: Beethoven, Brahms, Bruckner, Mahler, Strauss, Chaikovski, Shostakóvich, Ravel, Stravinski, y un largo etcétera.
Deja una respuesta