Manon Lescaut será la gran apuesta de la nueva temporada de la Associació Amics de l´Òpera de Sabadell.
Por José Ramón Tapia
Manon Lescaut fue el primer gran éxito de Giacomo Puccini, algo tardío ya que se estrenó cuando contaba con 35 años de edad. Se trata de una ópera de gran riqueza sensual y emocional, patética en esencia, un choque entre la ambición y el amor incondicional, en la que se desarrolla la escandalosa historia de amor de dos jóvenes que se enfrentan a las convenciones sociales y deciden vivir a su manera, libremente, guiados por el corazón.
Manon Lescaut es un drama lírico en cuatro actos con música de Giacomo Puccini y libreto en italiano de Marco Praga, Domenico Oliva, Luigi Illica, Giuseppe Giacosa y Giulio Ricordi. Fue estrenada en el Teatro Regio de Turín, el 1 de febrero de 1893. El libreto está basado en la novela del mismo título de Antoine François Prévost d’Exiles (1697-1763, conocido como el Abate Prévost), originalmente titulada L’Histoire du chevalier des Grieux et de Manon Lescaut par Monsieur D. (Historia del Caballero Des Grieux y de Manon Lescaut por el señor D). El relato formaba parte de Mémoires et aventures d’un homme de qualité (Memorias y Aventuras de un hombre de calidad), colección de siete volúmenes publicada entre 1728 y 1731.
La novela narra las turbulentas relaciones entre Manon, una hermosa joven deseosa de lujos y placeres, mujer fatal que a través de la atracción sensual lleva la desgracia a los que la rodean y a sí misma, y el chévalier Des Grieux, un estudiante de filosofía. Manon es la feminidad del siglo XIX, no sólo el pecado o el capricho, sino la seducción, la belleza, la maldad, el instinto, la inconstancia. Es el prototipo del que nacerán las grandes heroínas de la literatura del ochocientos: Marguerite Gautier, de Dumas hijo, Emma Bovary, de Flaubert, la condesa Sanseverine, de Stendhal o Ana Karenina, de Tolstoi.
Prévost, Massenet y Puccini
La acción de Manon Lescaut ocurre en la primera mitad del siglo XVIII. Manon, una muchacha de quince años, es enviada como novicia a un convento de clausura en Amiens en contra de su voluntad. Des Grieux es un joven de diecisiete años, procedente de buena familia, que debe ingresar en la Orden de los Caballeros de Malta. Los dos jóvenes se conocen en una posada, se enamoran y huyen a París, intentando comenzar allí su nueva vida, en la que debe reinar el amor y nada ha de verse corrompido por intereses materiales. Sus aventuras llevarán a Manon a prostituirse y a ser deportada finalmente a Nueva Orleans. El enamorado Des Grieux la acompañará hasta allí, pero los amantes no van a encontrar el anhelado reposo en ningún momento. En el Nuevo Mundo, Manon morirá en brazos de su amado tras una agotadora fuga.
Las pasiones humanas reflejadas en Manon Lescaut sedujeron inmediatamente al público y la lanzaron a la fama. Al tratarse uno de los más grandes relatos de amor de la literatura dieciochesca distintos compositores iban a prestarle atención. En 1830, Jacques Fromental Halévy se inspiró en ella para componer su ballet Manon. Daniel-François Auber escribió Manon Lescaut, una opéra comique en tres actos sobre el libreto de Scribe estrenada en 1856 en París. En 1884, Jules Massenet estrenaría en París Manon, ópera en cinco actos y seis escenas con libreto de Henri Meilhac y Philippe Gille, basado asimismo en la novela del Abate Prévost.
Puccini leyó la novela de Prévost a comienzos de 1890 y se decidió rápidamente a ponerle música. Trabajó en ella durante más de dos años, en Vacallo (una aldea suiza cerca de Chiasso), en Milán, en Lucca, y finalmente en Torre del Lago. En la Manon pucciniana el relato iba a quedar convertido en una gran historia de amor que combinada con una música de excepción daría lugar a un intenso drama repleto de emoción. Sus protagonistas, la voluble Manon y el caballero Des Grieux, son personajes de psicología extremadamente compleja. En esta ópera aparece ya con toda su fuerza la melodía suave, sensual, capaz de conmover el corazón, tan característica en Puccini.
Los inicios de Puccini y el éxito de Manon Lescaut
Giacomo Puccini (1858-1924) nació en Lucca (Italia) en el seno de una gran familia con cinco generaciones de músicos desde principios del siglo XVIII. Su primer empleo, a los catorce años, fue como organista de las dos iglesias de Lucca, pero enseguida se interesaría por la ópera. En 1876, una representación de Aida de Verdi en Pisa le causó un gran impacto, por lo que decidió seguir los dictados de su corazón y dedicarse a la composición operística. Con el apoyo financiero de un tío rico, ingresó en el Conservatorio de Milán en 1880. Allí fue alumno de Ponchielli, el autor de La Gioconda, y entró en contacto con un grupo de artistas conocido como los Scapigliati que se dedicaba a la vida bohemia.
Su primera ópera, Le Villi (1884), fue una leyenda dramática en un acto acerca de las míticas criaturas, vampiros en la mitología italiana. El estreno tuvo un moderado éxito, aunque al año siguiente Le Villi abrió la temporada de La Scala de Milán. La segunda, Edgar (1889), tuvo menor repercusión debido a un libreto con una estructura dramática deficiente. Pero la tercera, Manon Lescaut (1893), lo iba a establecer definitivamente como la figura principal del teatro lírico italiano. Al fin se había encontrado al anhelado sucesor de Giuseppe Verdi. Con Manon Lescaut, Puccini ponía en pie una nueva forma de entender el melodrama que puede considerarse un símbolo explícito del relevo que tomaba del viejo Verdi, quien sólo ocho días más tarde iba a estrenar su última obra maestra, Falstaff, en el Teatro de La Scala de Milán.
La elección del tema fue bastante arriesgada. Desde 1884, la Manon de Massenet triunfaba en los escenarios operísticos europeos en una adaptación que se ajustaba bastante al argumento de la novela de Prévost, lo que atraía mucho a los lectores de la obra. Aunque no fue presentada en Italia hasta 1893, Puccini debía conocer la partitura para canto y piano de Manon. No es tan probable que estuviera al tanto de otras versiones, como la de Auber, bastante similar en el argumento a la de Massenet.
Los amigos de Puccini, entre ellos su editor Giulio Ricordi, le advirtieron desde el primer momento de la dificultad del empeño, en el que ya había hecho algún intento fallido Ruggero Leoncavallo. Sin embargo, Puccini defendía su iniciativa con convicción en una carta a Ricordi: “Massenet, como francés que era, sentía a Manon con minués y polvos de tocador; yo la siento como italiano, víctima de una pasión desesperada”. Puccini mostraba así una curiosa actitud: la defensa acérrima de un tema a partir del momento en que éste ya ha interesado a otros compositores. Más adelante, se repetiría el caso con La Bohème o Tosca, previamente puestas en música por Leoncavallo y Franchetti, respectivamente.
Puccini quería disponer de un libreto eficaz, que prescindiera de todo elemento superfluo de la novela y se concentrara en las escenas en las que están involucrados los dos amantes. A raíz del fracaso experimentado con Edgar, Puccini temía que la rigidez de la estructura dramática del libreto impidiera el reflejo musical de las pasiones de los personajes. El éxito, a su juicio, sólo podría lograrse a través de situaciones sencillas, aún a expensas de una menor ortodoxia en la dramaturgia.
La recomendación de Ricordi para que Giuseppe Giacosa escribiera el libreto no dio resultado. Ricordi propuso entonces al comediógrafo milanés Marco Praga, que trabajaba junto con el poeta Domenico Oliva. Ambos elaboraron un libreto en tres actos cuya estructura iba a ser básicamente la de la versión final. Tras agrias y constantes discusiones con Puccini, Praga y Oliva se retiraron del proyecto. Para salvar la situación, Ricordi convenció a Giacosa a fin de que intercediera entre Praga, Oliva y un nuevo colaborador, Luigi Illica.
Una vez revisado el texto entre todos ellos, se resolvió añadir un tercer acto completamente nuevo (“escena del embarque”) muy eficaz en lo dramático, pero algo discutible en cuanto a lo narrativo. Finalmente, en 1892, Puccini dio su aprobación a esta última versión en cuatro actos, en la que destaca como particularmente efectiva la escena final, la muerte de la protagonista en un desierto del Nuevo Mundo. En este punto el libreto se aparta claramente de Massenet, en el que la protagonista muere en el camino del puerto de Le Havre.
Contra viento y marea, después de tres años de fatigosa labor, Puccini pudo por fin terminar su ópera. La partitura manuscrita tiene el habitual aspecto de campo de batalla: grafía confusa, manchas de tinta, tiras de papel pegadas, anotaciones indescifrables… Entre el manuscrito y la edición impresa hay diferencias, algunas de las cuales son fruto de las propias modificaciones que Puccini fue introduciendo entre 1908 y 1922, tanto en las partes vocales como en las instrumentales.
El estreno en el Teatro Regio de Turín fue preparado por Ricordi con un gran despliegue publicitario y estuvo precedido de comentarios e indiscreciones cuidadosamente filtrados a la prensa. La velada del 1 de febrero de 1893 ha pasado a la historia como una de las más gloriosas de la ópera italiana, con el público rendido y entregado por completo. Al día siguiente, las críticas periodísticas, no menos entusiastas, proyectaron el nombre de Giacomo Puccini al firmamento internacional.
El más meticuloso fue Giovanni Pozza, de Il Corriere della Sera, que exaltaba la capacidad del autor para aprovechar al máximo las características propias del vocalismo italiano sin por ello caer en “triviales concesiones melodramáticas”. Otro elemento que le pareció destacable era el papel primordial asignado a la orquesta, porque “así lo quiere el arte moderno”, aunque según Pozza “el compositor había exagerado, empleando los metales de modo excesivamente descriptivo”, entiéndase, a lo Wagner. Lo curioso es que nadie se dio cuenta de que Manon Lescaut estaba impregnada a fondo de “wagnerismo”, sólo que oculto en las bases armónicas y formales del melodrama.
La Manon Lescaut de Puccini
En ninguna otra obra de Puccini se percibe tanto la influencia de Wagner como en Manon Lescaut. Puccini comprendía que Wagner había cambiado el concepto del teatro musical e Italia no podía quedar al margen. La “música del porvenir”, como era conocida la moda wagneriana, había llegado a Italia en la década de los setenta. Puccini asistió al Festival de Bayreuth, pues había acudido a las representaciones de finales de los años ochenta y principios de los noventa como delegado de la Editorial Ricordi. Lo allí vivido, en especial, la música intensamente cromática de Tristán e Isolda le impactó considerablemente, como evidencia la partitura de Manon Lescaut, cuya dramaturgia también guarda parecido con la de Tristán. En ambas óperas, los aspectos secundarios del argumento sólo sirven como telón de fondo de la verdadera acción, que tiene lugar en el interior de los corazones de los amantes, si bien los protagonistas en Puccini están más polarizados hacia lo erótico.
A pesar de la comentada influencia wagneriana sobre Manon Lescaut, existen sustanciales diferencias en lo relativo al papel de la orquesta. Mientras Wagner concede un gran protagonismo al conjunto instrumental tanto en el planteamiento como en el desarrollo de los aspectos dramáticos, Puccini, a fin de cuentas autor italiano, sigue manteniendo la voz como vehículo principal de las emociones de sus personajes. Aunque emplea eficazmente la técnica del leitmotiv (caracterización de los personajes o las situaciones por medio de temas musicales), Puccini no llega a conferirle un papel tan esencial como en los dramas musicales del compositor de Leipzig. En el plano orquestal, Manon Lescaut es rica en sutilezas armónicas e inéditas combinaciones instrumentales. Una obra intensamente romántica y seductora, como puede observarse en el famoso Intermezzo que describe el triste viaje de los protagonistas hasta el puerto de Le Havre y sirve para separar el segundo del tercer acto.
En Manon Lescaut, Puccini alcanza su madurez, sin poder sustraerse tampoco a la influencia francesa. Por ejemplo, la representación musical de la escena de la plaza del mercado de Amiens, en el primer acto, o la de la mansión parisina de Manon, en el segundo, no están basadas en espectaculares arias, sino sencillamente en breves pasajes cantados (a veces de carácter estrófico, como en los couplets de Des Grieux del primer acto) o pequeños números melódicos que surgen a partir de los recitativos.
A diferencia de Massenet, Puccini no quería poner en pie una Manon frívola y frágil: la retrató provocativa, muy ligada al lujo y al amor. En la descripción musical del tocador de Manon (segundo acto), Puccini se acerca, de hecho, a su criticada atmósfera de los “minués y los polvos de tocador”. Con una refinada música de danza a la francesa, Puccini evoca la fragancia perfumada que reina en el salón. A pesar de ser breve, la imponente aria In quelle trine morbide describe en toda su intensidad el sentir de Manon y, en cierto modo, su peculiar personalidad. Cuando Lescaut, su interesado e hipócrita hermano, le recuerda a Des Grieux, ella rememora la felicidad que sentía junto al joven en aquella humilde morada, a diferencia del lujo que le ofrece Geronte, el viejo y rico tesorero que, en el primer acto, quedó prendado de ella en el carruaje que les llevaba a Amiens, a ese hostal desde el cual, Manon y Des Grieux huyen para mantener su amor.
Manon, con el tiempo, abandona al joven caballero, seducida por el oro de Geronte y su lujoso palacio en París. Por un lado, quiere disfrutar el lujo; por otro, anhela el amor… Manon no dice demasiado acerca de sí misma hasta que llega su trágica escena final. Al encontrarse agotada y sola en el desierto (“Sola, perduta, abbandonata”), expresa su arrepentimiento. El origen de toda su aflicción es la beltà funesta (belleza mortal) que ha causado a los hombres las disputas entre sí para poseerla. Ahora ve su carrera de cortesana como el orribile passato (terrible pasado) de una víctima.
En Manon Lescaut, Puccini da un paso decisivo que va a tener repercusiones en toda su obra posterior, ya que dibuja en escena un nuevo modelo de protagonista femenina: el prototipo de la piccola donna inamorata o mujercilla enamorada como la denominaba el propio autor. En este aspecto, Manon se asemeja a Mimí (La Bohème), Cio-Cio San (Madama Butterfly) o Liù (Turandot): sus trágicas equivocaciones siempre son consecuencia del amor, motivo por el que deben aceptar su triste destino.
Excepto en algún caso (por ejemplo Minnie, en La Fanciulla del West, o Turandot), las heroínas puccinianas habían de morir al final de la ópera. Estas desdichas, que no tendrían explicación desde una perspectiva romántica, suelen suceder más o menos bruscamente en medio de una situación de desesperación total. Con ello Puccini sufría de forma extraordinaria, pues compartía con excepcional intensidad el dramático destino de sus protagonistas.
Algunas versiones fonográficas y videográficas de Manon Lescaut
CD
- DECCA (1954) Orchestra e Coro dell’Accademia Nationale de Santa Cecilia. Francesco Molinari-Pradelli. Renata Tebaldi, Mario Del Monaco, Mario Borriello, Fernando Corena, Piero De Palma.
- EMI (1971). Ambrosian Opera Chorus / New Philharmonia Orchestra. Bruno Bartoletti. Montserrat Caballé, Plácido Domingo, Vicente Sardinero, Robert Tear, Noël Mangin.
- DGG (1984). Chorus of the Royal Opera House, Covent Garden / Philharmonia Orchestra. Giuseppe Sinopoli. Mirella Freni, Plácido Domingo, Renato Bruson, Robert Gambill, Kurt Rydl.
- DECCA (1992). Metropolitan Opera Orchestra & Chorus. James Levine. Mirella Freni, Luciano Pavarotti, Dwayne Croft, Ramón Vargas, Giuseppe Taddei.
DVD
- WARNER CLASSICS (2003). Chorus & Orchestra of the Royal Opera House, Covent Garden. Giuseppe Sinopoli, Götz Friedrich. Kiri Te Kanawa, Plácido Domingo, Thomas Allen, Forbes Robinson, Robin Leggate.
BLU-RAY
- SONY (2015) Chorus & Orchestra of the Royal Opera House, Covent Garden. Antonio Pappano, Jonathan Kent. Kristīne Opolais, Jonas Kaufmann, Christopher Maltman, Maurizio Muraro, Benjamin Hulett.