Por Diego Manuel García
(Traducción de Carmen María García Cuevas)
El maestro nos recibió en su camerino y estuvimos conversando con él por espacio de treinta minutos; daba muestras, después de dos horas de concierto, de estar sereno, relajado y muy contento por la respuesta del público. Su conversación era muy pausada. Sin duda, estábamos tratando con un americano tranquilo.
Usted ha trabajado con compositores como Pierre Boulez, Leonard Bernstein, Aaron Copland, Stockhausen y el gran Igor Stravinsky. ¿Qué ha significado en su carrera el contacto con estas grandes figuras?
Tuve mucha suerte por haber podido trabajar junto a estos grandes compositores cuando yo era muy joven. Alguna vez pude escucharles, cantar su música para mí. Aún está muy fresco en mi memoria el sonido de Stravinsky cantando su música. Es una sensación que recordaré mientras viva.
Parece que la crítica en los últimos veinte años ha potenciado mucho la obra de Sergei Prokofiev, colocándole a la misma altura que ese ruso, tan mimado en vida, que fue Igor Stravinsky. ¿En la actualidad, puede decirse que Prokofiev es un compositor tan grande como Stravinsky?
Ambos son muy importantes. Considero que Prokofiev es un compositor más lírico y menos revolucionario que Stravinsky. Por tanto, resulta complicado establecer comparaciones entre ambos. En la música de Prokofiev también hay una parte sumamente vanguardista, sobre todo en los años veinte, cuando él se encuentra fuera de Rusia, pero al volver a su país, en los años treinta, en pleno período stalinista, tiene que plegarse a las consignas oficialistas, poco dadas a veleidades vanguardistas. De cualquier forma, pienso que lo más importante de la música de Prokofiev es su lirismo. Él es un músico muy italiano como lo era Tchaikovsky. En la música de Prokofiev hay un acento latino. Ello explica el enorme éxito de su Quinta Sinfonía y de su ballet «Romeo y Julieta», que viene a ser como una continuación de los grandes ballets de Tchaikovsky, combinando el clasicismo de este autor, con elementos vanguardistas (sobre todo en la instrumentación y en la orquestación). Este ballet es, sin duda, una de las composiciones más fascinantes del presente siglo. Hace cinco años realicé una suite, de casi ochenta minutos de duración, de «Romeo y Julieta», apareciendo posteriormente una grabación en disco, con la Orquesta Sinfónica de San Francisco, que tuvo mucho éxito, llegando a recibir un premio «Grammy».
¿Usted piensa que hay algún tipo de influencia de Mahler, en la Quinta Sinfonía de Prokofiev?
Su pregunta me parece muy interesante. Por supuesto, pienso que la «Sinfonía nº5» de Malher y la quinta de Prokofiev tienen ciertos paralelismos. El primer movimiento de la sinfonía malheriana podría solaparse, con el tercer movimiento de la «Sinfonía nº5» de Prokofiev, existe entre ellos una notable similitud, pues ambos evocan el sonido de una banda de instrumentos de viento, que acompañan un cortejo fúnebre.
Usted es, sin duda alguna, un músico de gran versatilidad, capaz de afrontar repertorios muy diferentes, con fuerte compromiso con la música de autores norteamericanos y en general con la música del siglo XX. Hábleme de ese gusto suyo por los autores del siglo XX.
Realmente uno de mis compositores preferidos es Claudio Monteverdi. Cuando era joven, el núcleo de mi formación y de mi concepción musical era Bach. También es cierto que una parte de mi vida la ha constituido el hecho de poder interpretar piezas del siglo XX con auténtica emoción. Esta música, para otras personas, era complicada de interpretar. Para mí resultaba tan natural, como ejecutar obras de los siglos XVIII y XIX.
Usted ha desarrollado una importante labor pedagógica, primero como sucesor de Leonard Bernstein en los años setenta, en aquellos conciertos para la televisión con la Filarmónica de Nueva York, dedicados a la gente joven y en los últimos años con la creación en 1988 de la New World Symphony, orquesta dedicada a la formación de los estudiantes con mayores dotes musicales entre todos los Conservatorios de América. Háblenos de su labor pedagógica.
Mi mejor respuesta a su pregunta, sería el hecho de que, como músico que soy, mi responsabilidad, digamos mi vida, es conectar pasado, presente y futuro. Esa es la razón por la que se crea The New World Symphony, como auténtica cantera de nuevos valores para las diferentes orquestas americanas y europeas.
Hábleme de su experiencia en Tanglewood.
Tanglewood significó una importante experiencia en mi vida. Siento que soy una parte de este maravilloso enclave musical, en donde recibí gran parte de mi formación. Es una tradición. Es para mí, casi, casi… una inspiración. En la actualidad sigo trabajando con el festival, a través de The New World Symphony, en la formación de jóvenes músicos, que interpretan el repertorio de los tres últimos siglos. Tanglewood representa la tradición de las personas que aman esta música, y el hecho de consagrarse a ella en cuerpo y alma, ofreciendo todo su instinto e inteligencia.
Usted también es compositor. Obras suyas como: «From the Diary of Anne Frank» o «Showa/Shoah» han tenido mucho éxito. Hábleme de esta faceta suya.
La música llega a mi mente cuando suena muy fuerte en mi cabeza, tanto, que no puedo pararla y es entonces cuando decido escribirla.
Usted obtuvo un gran éxito con una grabación, que lleva por título Alma Brasileira, donde interpretaba música del compositor brasileño Heitor Villa-Lobos, con la New World Symphony, y en la que también interviene la gran soprano norteamericana Renee Fleming. ¿Cómo es trabajar con esta importante cantante?
Lo que más me gusta de Renee Fleming es su gran espíritu aventurero a la hora de interpretar músicas novedosas, en especial música norteamericana, y es muy importante, el hecho de que una diva de su talla interprete música poco usual y bastante vanguardista.
¿Cuál es su relación con la ópera?
Tengo que decirle que la ópera me gusta mucho, sobre todo trabajar con los cantantes. El problema, en el mundo operístico, es el poco tiempo que te queda para crear fantasía escribiendo música, porque es muchísimo el tiempo que pasas preocupándote por aspectos de la producción. No me gusta nada sentarme preocupado por labores de producción, cuando podría estar haciendo música. Por esta razón, me gusta más la ópera en forma de concierto.
Los últimos años han supuesto la aparición fulgurante del director ruso Valery Gergiev. ¿Qué opinión le merece este colega suyo, que también está triunfando en Estados Unidos?
Está desarrollando una importante carrera en todo el mundo. Su presencia en Estados Unidos (sobre todo en el Metropolitan) es muy frecuente. Con frecuencia es invitado, por la Orquesta Sinfónica de San Francisco. Hay una buena relación entre nosotros.