Con tan solo 26 años, Pablo García-López es una de las voces españolas con mayor proyección internacional. Pese a su juventud, el tenor cordobés ha trabajado ya con maestros de la talla de Zubin Mehta, Riccardo Chailly, Jesús López-Cobos o Corrado Rovaris, y ha compartido escenario con cantantes de la envergadura de Plácido Domingo, Lise Lindstrom o, más recientemente, Olga Peretyatko.Solo en el mes de marzo, le veremos en Bilbao haciendo Haendel, y junto a la Filarmónica de Málaga en el Réquiem de Mozart. Entregado por partes iguales a la ópera, el oratorio y el recital, el cantante sabe que solo con esfuerzo y dedicación puede lograrse un buen trabajo. Préstenle atención, este chico sabe lo que hace.
Por Alejo Palau
Eres muy joven y ya tienes una agenda más que importante tanto en España como en el extranjero. De hecho, ya desde niño te fuiste encaminando al mundo del canto. ¿De dónde nació tu vocación?
Desde pequeño tuve una gran inquietud por todo lo artístico. Primero estuve asistiendo a clases de teatro en el colegio, pero poco después mi hermano comenzó a estudiar piano en el conservatorio, y este hecho despertó en mí una gran curiosidad por la música, así que insistí a mis padres en que yo también quería asistir al conservatorio y tocar el violín.
En aquellos primeros años me descubrieron una gran facilidad para el solfeo entonado y, cuando ya en tercer curso llegué a la clase de coro, el profesor me dijo que tenía que comenzar a estudiar canto, ya que poseía unas cualidades bastante óptimas. Este mismo profesor, además, se encontraba seleccionando niños para la escolanía de la ópera Carmen de Bizet, para la temporada de ópera del Gran Teatro de Córdoba. Me seleccionó y a partir de ahí comenzó mi pasión por el canto.
Estudiaste la carrera de canto en Córdoba y después te perfeccionaste en Salzburgo y Valencia. ¿Qué destacarías de cada uno de los tres centros en los que te has formado?
En Córdoba fue donde comencé mis estudios y, aunque a lo largo de la carrera pasé por varios profesores, no fue hasta que conocí a Juan Luque cuando verdaderamente empecé a sentar las bases de mi técnica vocal. Juan es un tenor que hizo una gran carrera en Europa, sobre todo con el repertorio rossiniano, y esto le ha hecho poseer un enorme conocimiento técnico, especialmente de la voz del tenor. Con él termine mi carrera de canto, y sigo trabajando con él cuando la agenda me lo permite.
Mi estancia en Salzburgo fue muy especial. Aunque suene muy exagerado, creo que me cambió la mentalidad por completo, y no solo a nivel vocal, sino a nivel musical y humano. Recuerdo que el primer día que llegué escuché en concierto a Pierre Boulez dirigiendo la Filarmónica de Viena con Barenboim al piano. ¡Tardé en recuperarme varios días de aquella experiencia! En el Mozarteum todo fue magnífico, trabaje con Helena Lazarska, una señora polaca muy mayor y con muy mal genio, pero que me enseñó a conocer los mecanismos que mi cuerpo utilizaba a la hora de cantar. Ella me dio mucha confianza en mí mismo y también me recomendó que comenzara a practicar la técnica Alexander. En el plano vocal, trabajé mucha ópera de Mozart, como Don Giovanni o El Rapto en el Serrallo, la dicción alemana y, en especial, el recitativo mozartiano, algo que, según mi opinión, merece una asignatura propia.
El final de mi etapa de perfeccionamiento fue en el Centre de Perfeccionament “Plácido Domingo” de Valencia, por recomendación de Emilio Sagi. Ahí completé mi formación en el escenario y esta experiencia ha sido una de las mejores épocas de mi vida por muchos motivos. Primero, porque se me dio la oportunidad de participar en algunos montajes emblemáticos que recordaré toda la vida, como La Bohème con el maestro Riccardo Chailly (que grabamos en DVD) o I Due Foscari de Verdi junto a Plácido Domingo. Después, porque recibí clases magistrales de maestros de la talla de Roger Vignoles, Ernesto Palacio o el propio Plácido. Y, por último, me facilitó algunas audiciones y una visión de mi carrera que posteriormente se convirtió en ofertas de trabajo por parte de algunos teatros y festivales importantes. Actualmente mi formación mira más hacia Alemania, concretamente Berlín, donde he encontrado un team perfecto para preparar mis próximos compromisos.
Tú que trabajas tanto en España como en el extranjero, ¿cómo ves nuestro panorama vocal en comparación al de otros países?
Personalmente veo que en España hay unas voces increíbles, aunque muchas veces se las deja un poco de lado y tienen que salir al extranjero para buscar trabajo. Por ejemplo, este pasado mes de diciembre he cantado Doña Francisquita en el Teatro Capitolio de Toulouse con un cast enteramente español, y el éxito ha sido enorme. Sin embargo, en España ha pasado casi desapercibido. Tenemos que cuidar a nuestras voces, y no solo lo digo por las voces jóvenes, sino por todos esos cantantes en edad más madura que tienen a su espalda una gran carrera llena de sacrificio y que en ocasiones no se les tiene en cuenta por el simple hecho de ser españoles.
Cosechas varios repertorios, pero sin duda una de tus especialidades es Mozart. ¿Qué tiene este compositor que te atraiga tanto?
¡Esta pregunta es tan difícil que no sabría expresar con palabras mi amor por Mozart! Para mí es el mejor compositor que ha dado la historia de la música. En el terreno vocal Mozart es muy complejo y yo lo observo, principalmente, cuando lo afrontan otros compañeros, pero yo entendí desde muy joven su lenguaje y su escritura vocal, que por otro lado se adapta de manera muy cómoda a mi vocalidad. Esto no quiere decir que para mí no sea complejo y difícil, pero me gustan esos retos que nos propone a los cantantes: esas largas frases sin coger fiato, o esos saltos tremendos de cambio de registro. Todo tiene un porqué en Mozart, y no se puede interpretar su música de manera acertada si no descifras su lenguaje.
Hoy en día se tiende mucho a la especialización. Uno es o cantante barroco o mozartiano o wagneriano. ¿Crees que se ha perdido la figura de los tenores que cantaban de todo?
Es cierto que últimamente parece que todos tenemos que estar especializados pero yo, personalmente, estoy abierto a mucho más repertorio que el mozartiano. Cuando estaba en el conservatorio me decían que estudiara Don Pasquale y El Barbero de Sevilla, porque son dos óperas que se hacen muchísimo. ¡No he cantado ninguna de la dos! Es más, curiosamente me han ofrecido óperas que están fuera del repertorio normal, como La Vera Costanza de Haydn que hice con el maestro López-Cobos en Madrid, Treviso y Liege o Falstaff de Verdi, que canté en el Teatro Villamarta de Jerez y que, aunque es muy conocida, en España se hace poquísimo.
Además de hacer ópera, desde tus inicios vienes cultivando el género del recital. ¿Qué exigencias tiene que no encuentres en la ópera?
El recital es parte esencial de mi vida como músico, pero es mucho más trabajoso y difícil que una ópera, porque supone un gran esfuerzo vocal y de concentración. En el recital la cabeza y el cuerpo tienen que estar muy activos y atentos a lo que sucede.
Desde que comencé mi carrera siempre guardo unas fechas al año para dar alguno. Este año he cantado varios en Madrid y Barcelona junto Aurelio Viribay y Pablo Amorós, que son dos estupendos pianistas. Hemos hecho un repertorio precioso centrado en lieder de Mozart, Schubert, Montsalvatge y Mompou. Espero intensificar este género la próxima temporada y unirlo a mi amor por el oratorio, un campo en el que esta temporada estoy muy presente, sobre todo con ese maravilloso Réquiem de Mozart que cantaré en Málaga.
Hace poco has estado en Lausanne cantando el papel de Gastone en La Traviata. ¿Cómo ha sido esta experiencia?
Pues ha sido una experiencia muy enriquecedora en todos los aspectos. Primero, por lo que suponer debutar en un Teatro como este y en una producción tan carismática. Además, he descubierto a dos maravillosos directores, el maestro Corrado Rovaris y el regista Jean Louis Grinda, directores de las Óperas de Filadelfia y Montecarlo.
Además, compartiste reparto con una de las jóvenes estrellas del panorama actual, la soprano Olga Peretyatko. ¿Qué crees que aportan las nuevas divas del siglo XXI al mundo de la ópera?
Aportan un soplo de aire fresco que era muy necesario. Creo que la ópera tiene que cambiar y evolucionar con los tiempos, y tener divas y divos del siglo XXI, personas que estén integradas en las redes sociales, que vayan acorde a la moda actual, y que se acerquen a la realidad que vivimos. En el caso de Olga para mí ha sido todo un hallazgo, es una estupenda colega y amiga. Hacía tiempo que no veía cantar una Traviata con esa elegancia y naturalidad. ¡Será una de las divas del siglo y yo podré decir que el debut lo hizo conmigo!
Aparte de interpretar repertorio clásico, también estás comprometido con la nueva creación: acabas de realizar el estreno mundial de la Sinfonía Córdoba de Lorenzo Palomo. Háblanos de esta nueva pieza.
Mi relación con Lorenzo Palomo se remonta a hace muchos años. Hace un tiempo me informó de que estaba trabajando en la creación de una sinfonía dedicada a la ciudad de Córdoba y en la que me había compuesto tres pequeñas arietas. Lorenzo compone de manera magistral para la voz, y estas piezas tienen un sabor muy del sur, casi un toque flamenco diría yo. Es una obra deliciosa que espero que próximamente podamos llevar al disco.
El año pasado te vimos rescatando en la Fundación Juan March y en el Festival de Santander la ópera de cámara Cendrillon de Pauline Viardot. ¿Crees que hay mucho repertorio que debería hacerse más?
Claro que sí, hay muchísimas obras que se quedan perdidas en los cajones y no se interpretan y tienen un gran valor musical. Ahora que mencionas a Viardot, actualmente me encuentro junto al pianista Aurelio Viribay investigando el legado musical de su padre, el gran Manuel García, para un programa en torno a esta familia. También me interesan músicos como Traetta o Hasse, ya que sus óperas tienen un gran valor y no están tan presentes como deberían.
Yo estoy muy comprometido con la recuperación histórica, hace dos años grabé un disco junto a la Orquesta de Córdoba con algunas obras de compositores catalanes como Jaime Balius, los cuales dejaron en el siglo XVIII sus partituras en el archivo de la Mezquita Catedral de Córdoba.
En esta línea, en breve iniciarás una colaboración con los hermanos Zapico y te lanzarás a la interpretación barroca. ¿Qué proyecto tenéis entre manos?
Este es uno de los proyectos que más ilusión me hacen de toda la temporada, ya que me encanta el Barroco y soy un gran seguidor del trabajo de los hermanos Zapico. Tenemos abiertos varios frentes, pero el primero en el que hemos podido concretar fechas ha sido la Johannes Passion de Haendel, un oratorio casi desconocido que rescataremos dentro del Festival Musika-Música de Bilbao. Y sí, aunque he interpretado varias veces el Mesías o el Magnificat de Bach, será mi entrada de lleno en la interpretación barroca, ya que después de este proyecto se han abierto una serie de opciones en ópera y oratorio barroco que me interesan mucho.
Hace poco has podido trabajar con Zubin Mehta en la nueva grabación de la ópera Turandot en la que ha participado Andrea Bocelli. ¿Qué se siente al trabajar con una de las batutas más destacadas de la historia reciente?
Si de algo me alegro en todos estos años que llevo cantando, es el de haber podido trabajar junto al maestro Zubin Mehta. Curiosamente él estuvo presente en mi primera audición para el Palau de les Arts junto a Helga Smith, y dos años después me llamaron de este teatro para interpretar el rol de Pong en la producción de Turandot de Kaige dentro del Festival del Mediterráneo.
La verdad es que el trabajo junto a Mehta ha sido impresionante. Es uno de esos maestros con los que surge la magia en el escenario, se aprende cada segundo que estás a su lado y hay una comunión total entre el foso y el escenario. Una vez que empezamos los ensayos de escena me invitó a que participara en la grabación de este CD, que sería posterior a la producción para la discográfica Decca, y no puedo estar más contento por haber dejado plasmado en disco toda la magia resultante de ese trabajo.
¿Qué papeles te gustaría abordar a medio plazo?
Siempre digo que me encantaría debutar el Nemorino de L’elisir d’amore, y parece que llegará pronto. También tengo en mente a Tamino, que es uno de los tenores mozartianos que me faltan por debutar. En el campo del Barroco me gustaría mucho hacer el Oronte de Alcina o el Grimoaldo de Rodelinda que tiene una música maravillosa. Más a largo plazo tengo en mente Rinuccio de Gianni Schicci.
¿Y qué veremos cantar a Pablo García-López próximamente?
Entre mis próximos compromisos está el Réquiem de Mozart junto a la Orquesta Filarmónica de Málaga. Con ellos interpreté hace unos meses las Canciones Negras de Montsalvatge en el Teatro Falla de Cádiz y, durante los ensayos y el concierto, surgió un feeling muy especial. Además, dirigido por Manuel Hernández Silva, al que yo considero mi “padre musical”, he logrado aprender mucho acerca de cómo abordar la música de Mozart. Más tarde volveré a Puccini y debutaré el papel de Spoletta en Tosca en el Gran Teatro de Córdoba, un papel que, aunque vocalmente no es tan interesante, me gusta mucho desde el punto de vista dramático. Además, será con un cast de primera línea que contará con Carlos Álvarez y Norma Fantini, entre otros.
También regresaré esta temporada al Teatro Campoamor de Oviedo con una ópera mozartiana que me falta y que es mi preferida, Las Bodas de Fígaro. Interpretaré también junto a la Orquesta de Córdoba la Oda a Santa Cecilia de Haendel y el Magnificat de Bach. Y también estoy cotejando algunas propuestas rossinianas y algunos proyectos más que aún no puedo desvelar.