Les ofrecemos la segunda parte de la entrevista que Semyon Bychkov ofreció a Félix Ardanaz para nuestra revista. En este enlace podrán disfrutar de la primera parte de la entrevista.
Félix Ardanaz: En la actualidad no es director titular de ninguna orquesta, sino que colabora por todo el mundo con las mejores. ¿Prefiere esta nueva etapa de su vida, o añora el trabajo regular con una única formación, tal y como hizo en París y Colonia?
Semyon Bychkov: Finalmente he sido yo quien ha tomado la decisión de no ser el director titular de ninguna orquesta desde hace cinco años. Mi compromiso con la Orquesta de Colonia se terminó en el año 2010. Es una nueva forma de vida que no conocía y que quería experimentar en primera persona.
Primeramente, este estadio es gratificante para mí porque me permite visitar y trabajar con las orquestas con las que he construido grandes vínculos, en las que encuentro a muchos amigos. En segundo lugar, en los últimos años he deseado mantener un contacto absolutamente directo con la música, sin tener que lidiar con otras cuestiones implícitas en la figura del director titular de una institución. No quiere decir que siempre vaya a ser así, pero por el momento me encuentro muy cómodo en esta etapa.
F. A.: Podríamos hablar durante horas de sus múltiples grabaciones, pero me gustaría centrarnos en un compositor clave en su carrera discográfica: Strauss. Hablemos de dos obras titánicas de Strauss que ha grabado: la Sinfonía Alpina y Elektra. ¿Cómo recuerda estos proyectos? ¿Cómo se posiciona ante el mercado discográfico frente a la música en directo?
S. Bychkov: Son dos formatos tan diferentes que no tengo preferencia por uno en concreto. Cada formato aporta algo mágico. No hay duda de que la música existe para interpretarla en directo. Hay algo incomparable e inexplicable que se produce cuando compartimos la música con la audiencia. Cuando, de vez en cuando, las estrellas se alinean, se produce una sensación indescriptible. Solo los músicos conocen ese sentimiento. Cuando los músicos lo sienten, se contagia al público, como un virus.
Por el contrario, la grabación es algo muy distinto. En este ámbito todos estamos mucho más relajados, y contamos con mucho más material que, al ser combinado, permite obtener un producto final determinado. Solo es eso: un testimonio puntual.
Semyon Bychkov: “He sido yo quien ha tomado la decisión de no ser el director titular de ninguna orquesta desde hace cinco años”
En relación a las grabaciones de Strauss evocadas, he de decir que fueron realizadas en estudio. Sin embargo, el proceso de grabación empleado fue interesante, ya que hoy en día casi no existe.
Gracias a las posibilidades que me ofrecía la Orquesta de Colonia, empezamos a grabar después de una larga gira interpretando dichas obras. Ese período anterior de rodaje nos permitió madurar mucho estas composiciones antes de grabarlas. Cuando una grabación de estudio se realiza de esa manera, algo prácticamente imposible hoy, creo que este formato tiene un valor inmenso.
No obstante, también defiendo las grabaciones en vivo. Los errores minúsculos del directo no me molestan. Propongo un símil interesante: a veces llegamos a un lugar tan impecable que tenemos miedo de sentarnos, porque son estériles. Sin embargo, otros sitios algo menos limpios pueden resultar mucho más acogedores.
F. A.: Usted interpretó Der Rosenkavalier (El caballero de la rosa) de Strauss en el Festival de Salzburgo. Podría afirmarse que dada la importancia de Richard Strauss en su trayectoria, es un verdadero experto en su repertorio. La música de Strauss, al igual que la de Wagner y la de Mahler, es habitual en sus conciertos: composiciones de una estructura hipercompleja. ¿Qué le aporta una música de esta índole?
S. Bychkov: No creo ser en absoluto un experto, solo soy un estudiante —afirma el maestro Bychkov con una risa entrañable—. Por otro lado, encuentro que la noción de complejidad es absolutamente subjetiva, porque hay distintos niveles implícitos.
¿Se puede afirmar que la música de Mozart es simple? En absoluto. Solo la fachada es simple. Pero internamente existe una complejidad enorme. Otro ejemplo: la música de Bach. Entraña una complejidad lingüística que aún hoy no estamos preparados para entenderla. ¿Cómo alguien podía pensar como un ordenador, pero con un corazón humano?
Finalmente, para mí la música es siempre una experiencia existencial. El misterio de la música es que no podemos explicar por qué a alguien le emociona enormemente Stravinski y a otra persona este no le dice nada, pero sin embargo no puede vivir sin Mozart. No tiene nada que ver con el valor objetivo de un compositor o de otro. Tiene que ver con nuestra sensibilidad individual al confrontarnos con la música de un gran compositor: puede obsesionarnos o dejarnos indiferentes. Pero es una vivencia absolutamente individual.
Semyon Bychkov: “Para mí la música es siempre una experiencia existencial”
Cuando menciona a Strauss, Wagner o Mahler, en efecto, han sido y son muy importantes para mí. No imagino mi vida sin ellos, algo que también me sucede con Shostakovich y con Mozart, Bach y tantos otros. Encuentro que en la producción de los grandes compositores hay siempre un componente existencial que refleja su universo interno a la perfección.
F. A.: Cuando un director aborda un drama continuo como Tristán e Isolda, o cualquier otro de la producción wagneriana, desde el punto de vista de la arquitectura de una obra de esas dimensiones, ¿cómo se prepara un director para este gran reto?
S. Bychkov: Cuando uno intenta correr un maratón, normalmente no consigue llegar a la meta la primera vez, porque seguramente no estará en forma. Hay que entrenarse para ser capaz de correr cada vez distancias más largas. Con la experiencia, el corredor aprende a gestionar su respiración de acuerdo a la trayectoria, y el tiempo de la carrera se va haciendo cada vez más corto.
Semyon Bychkov: “La vida entera no me bastará para interpretar todas las grandes obras maestras que me gustaría”
La música de Wagner es fascinante en su constitución, porque la esencia de la misma es eminentemente budista. Es un proceso absolutamente circular en lo que concierne a la evolución de la materia sonora, algo que algunos han teorizado según los métodos de utilización de sus diferentes leitmotiv.
Cuando dirijo obras wagnerianas tengo la sensación de que no hay ni principio ni final. Es algo comparable metafóricamente con la reencarnación.
F. A.: ¿Cómo consigue pasar del repertorio sinfónico al operístico continuamente?
S. Bychkov: Siempre ha sido así, de manera natural. No imagino mi vida sin poder dirigir la música sinfónica y sin poder abordar óperas. No tengo ninguna predilección al respecto. Ambos géneros expresan la existencia humana a través de medios diferentes.
F. A.: ¿Qué le pide al futuro en los próximos años?
S. Bychkov: Nunca he dirigido Las bodas de Figaro, ni La Traviata, ni tantas obras que amo. La vida entera no me bastará para interpretar todas las grandes obras maestras que me gustaría.