Por Fabiana Sans
@fabianasans
Denominada en su concepción como Der Venusberg, la ópera Tannhäuser se inserta en ese momento de búsqueda introspectiva en el que Wagner experimentaba con innovaciones en sus composiciones, que posteriormente dieron un vuelco al género creando el drama musical, donde prevalecía ante todo el carácter dramático en la integración musical, teatral y visual.
Argumento
Dividida en tres actos, con música y libreto del autor, Wagner una vez más nos presenta una narración que se gesta entre el ámbito humano y mitológico, donde la lucha entre el amor sagrado y lo profano y la rendición a través del amor son los temas principales en esta ópera -y de gran parte de la producción del compositor-. El dramatismo, la belleza musical y el destacado coro le dan hoy día el título de obra maestra.
El reparto de Tannhäuser puede registrarse dentro de los más difíciles del repertorio wagneriano. Está compuesto principalmente por un tenor que representa al trovador Tannhäuser -aunque siempre se referirán a él como Heinrich-; una soprano para Elisabeth: Herrmann, el bajo Landgrave de Turingia; una mezzosoprano en el rol de Venus; y un barítono lírico para Wolfram. Por su parte, la orquesta es amplia y nutrida, especialmente en los metales, ya que cuenta con cuatro trompas -dos naturales y dos de válvulas, por especificación del mismo Wagner-, tres trombones, tres trompetas y una tuba, completándose en escena con cuatro trombones más, doce trompas de caza y trompetas.
Acto I
Tras la obertura, la primera escena se inicia en el reino de la diosa Venus, la gruta del Venusberg -según la tradición alemana se sitúa en Hörselberg (cerca de Eisenach), Turingia-, con una gran bacanal, donde la sirenas y náyades emiten llamadas de seducción, mientras a través del baile impregnado de erotismo, mujeres y hombres danzan entre la bruma y la niebla.
Venus, recostada sobre una roca, sostiene entre sus rodillas la cabeza durmiente de su caballero cautivo Tannhäuser, el trovador. Al despertar, mira con asombro a su alrededor y le explica a la diosa que soñaba con su tierra natal y siente nostalgia de ella. Venus le pregunta cuáles son sus quejas y le recuerda lo felices que han sido juntos, así le pide que entone con su lira uno de los cantos que conoce al amor carnal, a lo que accede. Durante su interpretación se enfada, arroja su lira y dice que no puede vivir con tanta felicidad, él es un mortal y está hastiado de los gozos y la paz, necesita luchar, sacrificarse, oler el bosque, ver la luz del sol, así le pide que lo libere aunque esto suponga renunciar a la inmortalidad.
La diosa enfurecida lo amenaza y le dice que si renuncia a todo lo que ella le ha dado, no podrá tenerla jamás. Él le responde que su orgullo no le permitirá regresar, a lo que la diosa, atormentada, le ofrece asilo cuando lo necesite y así lo salvará. Tannhäuser responde que solo María, la Virgen, lo salvará. Todo desaparece y el trovador se encuentra solo en el valle de Hörserlberg, detrás el castillo de Wartburg, donde antiguamente residía.
Es primavera, un joven pastor tañe la flauta y canta junto a su rebaño; a lo lejos se oyen las voces de unos peregrinos que se dirigen a Roma para tratar de obtener el perdón de sus pecados. Se acercan y entran a escena; Tannhäuser se arrodilla e implora también el perdón para sus faltas. El trovador se queda solo, se oyen toques de trompa, es un cuerno que anuncia la entrada del landgrave Hermann y los cazadores. Wolfram von Eschenbach, uno de sus antiguos amigos. Reconocen a Tannhäuser y lo invitan a participar en el concurso de canto que se va a celebrar en el castillo. Él se resiste pero, ante la negativa, su amigo le nombra a Elisabeth y le indica que la joven ha estado triste desde su desaparición. Este accede y entre un gran júbilo marchan al castillo.
Acto II
Sala de los caballeros cantores en el castillo de Wartburg. Elisabeth entona un canto alegre, recordando los momentos más destacables de Tannhäuser. En ese momento entra el cantor del brazo de su amigo Wolfram, quien ama a la joven pero lo calla, e incita a su amigo a que la reconquiste. La pareja se observa y, a pesar del rechazo inicial que Elisabeth le profesa, finalmente se declaran su amor.
Entra el landgrave y se muestra contento por la dicha de su sobrina, quien no había pisado la sala desde que su trovador se fue. Anuncian el concurso que presidirá la joven junto a los nobles. El coro de nobles saluda y Hermann propone como celebración por el regreso de Tannhäuser que el tema del concurso poético-musical verse sobre la verdadera naturaleza del amor. El primer turno será para Wolfram, quien define el amor como un sentimiento puro y noble. El joven recibe una calurosa aprobación de la asamblea. Inmediatamente el turno será para Tannhäuser, quien en un arrebato le arranca la lira a Wolfram y deja ver que para él, el amor es más sensual y carnal. El turno es ahora para Biterolf, quien exalta el amor infeliz y sin recompensa, replicando una vez más a Tannhäuser e insistiendo en el amor carnal, confesando ante todos que ha estado en los brazos de Venus. Las damas se escandalizan y se retiran ofendidas de la sala, los caballeros sacan sus espadas amenazándolo y es Elisabeth quien se interpone solicitando no privarle del arrepentimiento y redención de sus pecados.
El joven, conmovido por la actitud de su amada, pide perdón y siguiendo el consejo del landgrave parte hacia Roma con los peregrinos para solicitar el perdón del Santo Padre: si lo consigue puede regresar a Wartburg, si no, la ciudad se cierra para él.
Acto III
Ya entrado el otoño, en el Valle cercano al castillo de Wartburg Elisabeth se encuentra rezándole a la Virgen. Entra sigilosamente Wolfram y solicita que intercedan en sus súplicas para que su pena no continúe. En ese instante escuchan las voces de los peregrinos que regresan de Roma jubilosos por haber obtenido el perdón del Papa. Elisabeth y Wolfram corren hacia ellos y se percatan de la ausencia de Tannhäuser. La chica entristece aún más y ofrece su vida a la Virgen a cambio de la salvación de su amado. Regresa al castillo y Wolfram solo en escena, entona el canto a la estrella.
Harapiento y arrastrándose aparece Tannhäuser. Reconocido por su amigo le revela entre sollozos que el Papa no le ha concedido el perdón. En su desesperación invoca a la diosa Venus y decide regresar a Venusberg. Wolfram trata de impedirlo pronunciando una vez más el nombre de Elisabeth. Conmovido con el recuerdo de su amada, cede, y Venus se ve obligada a regresar sin él al reino.
Se acerca un cortejo fúnebre iluminado por antorchas, son los peregrinos y los cantores trasportando el féretro de Elisabeth; Tannhäuser se acerca quedando de rodillas ante el, rogándole a Dios el socorro de la joven. Finalmente se oye el canto de los peregrinos, sus suplicas han sido escuchadas. Tannhäuser ha florecido, ha sido salvado.
Wagner, un motivo artístico
Si en algo destaca Wagner es en la unificación que hace en general de las artes. Su música habla por sí sola en una relación entre argumento y emociones; por ello, los especialistas lo sitúan como uno de los compositores que instauró el leitmotiv en la ópera. Hoy día esta es una de las características principales del cine: el uso de un motivo recurrente que nos hace reconocer o relacionar diversas acciones.
Pero a pesar que Wagner no conoció el arte del cine y para la época en la que compuso Tannhäuser aún no se había “creado” el drama musical, las melodía de este han sido ampliamente utilizada como recurso de transición en un sin fin de films, siendo uno de los compositores más (sino el más con aproximadamente 500 títulos) utilizado en el séptimo arte.
Uno de los momentos más reconocidos del cine es sin duda la cabalgata de los helicópteros asaltando un poblado vietnamita en la cinta Apocalypse Now del reconocido director Francis Ford Coppola, quien utilizó la referencia musical de “La Cabalgata de las Valquirias” inicio del tercer acto de la tetralogía El anillo del Nibelungo. Otra referencia importante es la inclusión de “Los maestros cantores de Nüremberg” en la cinta Drácula (1931) dirigida por Tod Browning y una de las primeras películas del género de terror con sonido de la historia. En el largometraje se introduce la música cuando los personajes están en la ópera; hoy día esto es definido como música diegética.
Sobre el uso de la ópera que aquí nos atañe, Tannhäuser, podemos ubicarla en diversas películas y casualmente coinciden los motivos principales del drama -diez en total- con algunos de los que se han utilizado en el cine, como por ejemplo la obertura y el coro de los peregrinos.
La obertura de Tannhäuser es considerada como una de las más extensas e importantes musicalmente de la historia de la ópera. Contiene en ella los motivos que se desarrollarán a los largo del drama y una armonía que nos hace partícipes de toda la tragedia: la lucha del amor verdadero y el carnal como el bien y el mal. Las primeras notas dentro de los motivos destacables del preludio será el del coro de los peregrinos, que representan los buenos principios. En contraste, se presenta el de la influencia de la Venusberg, para pasar a la fase de “seducción” de Venus a través de sus bailarines que representan el principio del mal. Se pueden relacionar cuatro motivos o temas durante la bacanal: el primero que abarca cuatro compases; continúa el que podría ser el más representativo: el tema del Venusberg en la que su perciben dos partes diferenciadas, la primera que suena como un tritono y la segunda en una caída descendente hasta el final con un salto ascendente hasta la nota inicial, finalizando con una variación de la segunda parte más lenta y a modo de cadencia. Los otros dos se corresponden al canto de las sirenas.
Una vez se inician los diálogos entre Venus y Tannhäuser se mantiene ese ambiente sensual -a través de la música- que representa el Venusberg. Las semillas motívicas asociadas con Venus en la obertura se escuchan hasta que el trovador recupera su libertad. El contraste vocal entre la segunda escena del primer acto y la primera es donde radica la gran diferencia en esta parte inicial de la historia. Las voces adquieren personalidad dentro de la secuencia escénica contrastándose las voces masculinas -a través del coro de peregrinos- como el principio del bien y las femeninas como la base de la “amoralidad”.
Los personajes se expresan en versos cortos sugerentes y menos explicativos. En la escena del torneo los tres cantores expresan sus sentimientos y en la última participación de Tannhäuser, en la que celebra a Venus y al amor carnal, se puede percibir la repetición de la canción del primer acto.
Por su parte, y como hemos comentado, los acordes y melodía de “El coro de los peregrinos” aparece en la obertura, pero no es sino hasta el primer acto, cuando algunos habitantes se desplazan a Roma, que entra en escena. Vocalmente está escrito para hombres, el tema que presenta la penitencia suena tres veces: la primera en Mi menor, la segunda en Sol menor y finalmente en Si bemol menor, para darle entrada al acompañamiento orquestal ejecutado en base a tresillos y posteriormente al tema que domina: el de la Salvación celestial con cuatro compases iniciales (empezando en anacrusa de negra) y una repetición en la frase pero un tono más agudo; la segunda parte del tema con una melodía sencilla de dos notas (si-do#) que se complementa magistralmente con la armonía, el tercer y último trozo de este tema está basada en elementos rítmicos de la primera frase.
Regresando al cine, la cinta Cita con venus (1991), del director húngaro István Szabó, rinde homenaje a Wagner. En ella el director húngaro quiso reflejar la experiencia que, según el director, se puede vivir al realizar el montaje de un melodrama. En este caso escogió como centro de la idea el montaje de Tannhäuser en París, con las situaciones similares.
Otra referencia wagneriana en el séptimo arte es en el largometraje de Luchino Visconti, Ludwig (1972). Este film narra la vida de Luis II de Baviera, quien fuera uno de los mayores mecenas de Wagner. Aquí no solo se hace referencia al compositor germano representado por el actor Trevor Howard, sino que se insertan momentos motívicos de la ópera Tannhäuser, eso sin hablar que está ambientada en el mismo valle y castillo.
“Todavía debo al mundo el Tannhäuser” (Diarios de Cósima, 23 de enero de 1883)
Richard Wagner esbozó la concepción del melodrama durante su temporada de vacaciones en Toeplitz, al norte de Bohemia, en 1843 y la finaliza en abril de 1845. Meses después, con el compositor como directivo de la Ópera de Dresde, es estrenada su quinta ópera, el 19 de octubre de 1845. El estreno no cumplió las expectativas deseadas, ya que hubo ciertas vicisitudes que no lo permitieron, entre ellas, el poco dramatismo de los cantantes, aunque de buena calidad vocal, especialmente del tenor que no consiguió proyectar la complejidad de su personaje. Tras ocho representaciones se retira de cartelera y es revisada por Wagner, revisiones que darán pie a la versiones de Dresde de 1847 y a la de París en 1861.
La principal diferencia entre la primera versión y las dos siguientes se encuentran en el tercer y primer acto. Para la reposición en Dresde, Wagner amplia la partitura con la aparición real de Venus y el cortejo fúnebre con el féretro de Elisabeth. Decimos real porque en la original lo primero era imaginado por el cantor y lo segundo simplemente narrativo. En la versión de París, desarrolla la escena del Venusberg con la gran bacanal al que se le inserta el ballet y la representación corporal, además de suprimir la canción de Walther von der Vogelweide del segundo acto. A pesar de estas modificaciones, el público parisino no estuvo conforme y Wagner retiró la ópera tras tres funciones. Cabe destacar que la opinión negativa de Tannhäuser en París repercutió directamente en la idea que se tenía de su obra en otras países, entre ellos España, donde la crítica musical se hizo eco de lo dicho en París.
A pesar que Wagner denominó su obra como ópera romántica, realmente Tannhäuser combina las características de esta con la gran ópera. El título contiene pocos recitativos y la orquesta cumple un gran papel, es el presentador del drama, es el conjunto quien marca las transiciones emocionales y la simbología a través de los motivos durante las tres horas de la ópera. A lo largo del drama se observan las cualidades texturales y melódicas que le va dando el autor a los personajes, no solo a los principales, sino a las figuras secundarias y al coro, asociándolos con instrumentos específicos de la orquesta o con su tipo, como por ejemplo Elisabeth corresponde a los instrumentos de viento-madera, y el coro lo relacionamos con los trombones.
La historia se basa en la conjunción de diversas leyendas medievales que tienen lugar en el siglo XIII en los alrededores del castillo de Wartburg. Wagner retoma la cuento del hombre cristiano que se ve tentado entre los placeres carnales y el amor.
Discografía recomendada
“La venus negra”, así sería conocida Grace Bumbry por la crítica tras su debut en el rol de Venus en Tannhäuser en el Festival de Bayreuth de 1961. Una de las mayores representantes de género lírico formaría parte del reparto, que junto a Victoria de los Ángeles -como Elisabeth- y Wolfgang Windgassen -como Tannhäuser- dejarían una de las mejores grabaciones históricas que tiene el Festival. La dirección del coro y orquesta estuvo a cargo de Wolfgang Sawallisch. Esta ópera ha sido reeditada y puesta a disposición por el sello Myto en 2015.