El Teatro Real cumple 200 años. Además, dentro de unos pocos meses, celebraremos la llegada del año 2017, vigésimo aniversario de su reapertura. Desde el mes de diciembre del año 2015 tiene lugar una programación especial que finalizará en 2018. Ésta girará alrededor de dos grandes ejes: la ampliación del repertorio operístico con nuevas y grandes producciones de títulos de los siglos XVIII, XIX, XX y XXI; y, por otra parte, el desarrollo y programación de diferentes actos e iniciativas de difusión social y popularización de la ópera.
Los orígenes monárquicos del Teatro Real
El Teatro Real fue un proyecto que tardó 32 años en ver la luz, por el que pasaron hasta cuatro arquitectos distintos y que costó 42 millones de reales de vellón. La demora de sus obras fue debida a las distintas contradicciones políticas, sociales y económicas por las que atravesó nuestro país durante los primeros años del siglo XIX, durante la finalización del reinado de Fernando VII y el reinado de Isabel II. Dicho periodo se caracterizó por una lucha revolucionaria entre los absolutistas y liberales que dio lugar al Sexenio Democrático.
La idea de crear en Madrid un teatro dedicado a la ópera, a imagen de los teatros europeos, vino de la mano de Fernando VII, quien pretendía urbanizar la zona y conectar el Palacio Real con el resto de la ciudad. Gran influencia tuvo en la construcción su cuarta esposa, María Cristina de Borbón, quien al llegar a Madrid mantuvo su ferviente afición hacia la música vocal del bel canto, género seguido por los operistas parisinos y por su compositor favorito, Rossini. Así lo describe el musicólogo José Subirá: “doña María Cristina extendió su manto protector sobre los más esclarecidos cantantes italianos; por eso, mientras que el cónyuge a quien ella habría de sobrevivir largos años creaba en Sevilla una escuela de Tauromaquia, ella instituyó en Madrid un Conservatorio de Música y Declamación”. En este ambiente musical fue educada Isabel II, cuyos esfuerzos son la principal razón de que dispongamos de esta institución.
La construcción del coliseo del Teatro Real
Antes de la creación del Teatro Real los espectáculos líricos tenían cabida en los teatros del Príncipe y de la Cruz. Con el reinado de Felipe V, se construyó el Teatro de los Caños por parte de Francisco Bartoli, director de una compañía italiana que arraigó en el país. Se construyó encima de los abandonados lavaderos de los Caños del Peral, ubicación que también sería elegida para crear el Teatro Real.
La obra comenzó en abril de 1818 y fue encargada al arquitecto López Aguado, quien planteó la construcción de un teatro moderno propio de los siglos XVIII y XIX, siguiendo las ideas recogidas por Blondel en su Cours d’Architecture de 1771, que abogaba por las creaciones de edificaciones aisladas con arcadas exteriores para tomar el aire y de fácil acceso para coches y caballos.
Sin embargo, la obra fue paralizada debido a distintas crisis económicas y la muerte del arquitecto. Este último motivo obligó a buscar un sustituto, poniéndose entonces al mando del proyecto Custodio Teodoro Moreno, quien siguió con las ideas de su antecesor. Se da entonces un gran impulso al proyecto que inyecta una gran esperanza entre los melómanos. Esta fue descrita por Mesonero Romanos, quien hablaba así del teatro: “únicamente puede decirse que es grandioso en su conjunto, y que su resultado ofrecerá a la capital un teatro comparable en extensión al de la gran ópera de París”. En 1837 se produce un nuevo parón, a partir del cual atravesó una etapa de distintos usos: como salón de baile, almacén de pólvora, cuartel de la Guardia Civil y Congreso de los Diputados.
En 1842 se reanudó la construcción de forma muy distinta por Juan Merlo, Fernández Gutiérrez y Juan de Ribera, aunque dos años después fue encargado al arquitecto mayor de Palacio Narciso Pascual y Colomer. La solución definitiva ante los problemas económicos llegó con la creación de una junta interventora formada por las tres partes interesadas en el Teatro: el Estado, la Casa Real y el Ayuntamiento.
La afición de la reina Isabel II a la ópera y la colaboración del conde de San Luis fueron indispensables para hacer que el coliseo abriera sus puertas el 19 de noviembre de 1850. La inauguración, a la que asistieron todas las personalidades incluida la reina, se realizó con la interpretación de La Favorita de Donizetti, que se cantaba desde 1843 en el Teatro del Circo. La dirección fue encargada al marqués de Salamanca.
Incendios y reformas
Desde el comienzo, la construcción del Teatro presentó problemas estructurales y funcionales, a lo que se sumaron distintos incendios que hicieron que se llevasen a cabo diferentes reformas. Diecisiete años después de su apertura, el Teatro sufre su primer incendio, originado en el teatrillo del Conservatorio. Afortunadamente, este estaba separado del escenario por un patio, lo que evitó males mayores. La cornisa de la plaza de Isabel II quedó calcinada y se perdieron los telones del escenario y los decorados del Palacio Real.
Con la finalización del reinado de Isabel II, en 1868, pasó a llamarse Teatro Nacional de la Ópera hasta que en 1874 Alfonso XII le devolvió el título de Real. Trascurridos diez años se realizó la primera reforma. En la sala se suprimió la linterna central para posibilitar la visión desde el paraíso, se realizaron mejoras en el vestíbulo y las dependencias, y se repararon las cubiertas y fachadas. En 1888 se realizó la instalación eléctrica del edificio a cargo de la Compañía Matritense, aunque los cortes de luz eran constantes. Como solución, Isaac Peral propuso utilizar una gran batería, pero la idea no fue aceptada.
Los éxitos del Teatro Real
Aun con todos estos inconvenientes arquitectónicos, el Teatro Real pasó por una época de esplendor, llegando a ser visitado por grandes personalidades de la lírica europea como Marietta Alboni, Giulia Gressi, Ana de Lagrange, Gaetano Fraschini, Guiseppe Mario, Mattia Battistini o Enrico Tamberlick, entre muchos otros. De la misma manera, también fueron destacados los directores que se pusieron al frente de la orquesta del Teatro, como Franco Faccio, Juan Daniel Skoczdopole, Oudrid o Barbieri. Se realizaron grandes producciones como La forza del destino, estrenada el 21 de febrero de 1863 por el propio Verdi, o como la actuación del 23 de diciembre de 1880 de Lucia di Lammermor de Donizetti, cantada por Patti y Gayarre.
Los gustos de la corte hicieron que la ópera italiana dominara la escena a lo largo de gran parte del siglo. Durante la primera mitad del siglo XIX la predilección se encontraba en Giacomo Rossini, pero hacia la segunda mitad nos encontramos con una evolución que hizo que esta pasara desde una mayor influencia de Donizetti a una desviación hacia la ópera francesa, pasando por la aparición de cierto wagnerismo y, para terminar el siglo, una favorable aceptación de la escuela verista. También llegó en esta segunda mitad del siglo XIX la oportunidad de los nuevos compositores españoles. Emilio Arrieta, Tomás Bretón, Roberto Chapí o Emilio Serrano pudieron ver sus obras sobre el escenario de este Teatro, en un intento por crear la ópera nacional.
La llegada del siglo XX
En 1925 se declara el edificio en peligro de ruina inminente por las aguas subterráneas y la creación de la línea de metro de Príncipe Pío. Esto ya había sido advertido con anterioridad por el constructor Antonio Flórez, a quien se le encargó la reforma. Se realizó la sustitución de la estructura de madera por hormigón, se transformó el escenario según los principios escenográficos modernos y se aumentó el volumen de la caja escénica. La Guerra Civil y las dificultades de la posguerra obstaculizaron aún más las obras, que quedaron paralizadas. En 1966 se produjo una rehabilitación como sala de conciertos, Conservatorio y Escuela de Arte Dramático, estado en el que se mantendrá hasta 1988, cuando comenzaron las obras para restaurarlo como teatro de ópera.
La reapertura del Teatro Real
Desde la rehabilitación del Teatro Real como sala de conciertos, el mundo musical pedía un lugar propio para la representación de la ópera. La Fundación Juan March tuvo la idea de crear un nuevo Palacio de la Ópera a las afueras de Madrid, pero el proyecto no salió adelante. Fue a partir de 1985 cuando en la conmemoración del Año Europeo de la Música el Ministerio de Cultura comenzó a hablar por primera vez de la recuperación del Teatro Real.
Para poder llevar a cabo la reforma fue primeramente necesaria la creación de nuevas sedes permanentes de los que eran en ese momento sus inquilinos. Por ello se creó el Auditorio Nacional de Música, el Real Conservatorio Superior de Música, la sede del Ballet Nacional y la Escuela Superior de Arte Dramático.
En 1991 comenzaron las obras de remodelación. Inicialmente se hizo cargo de ellas el arquitecto José Manuel González Valcárcel, que se encontró con distintas dificultades con las que lidió hasta su muerte. Le sustituyó Francisco Rodríguez de Partearroyo, quien realizó un estudio alternativo por encargo del Ministerio de Cultura. Se trató de una reforma dirigida a poner al día el Teatro, sin menospreciar sus características propias. La sala mantuvo su estructura original y recuperó la decoración inicial de 1880. El foyer de la entrada se decoró con una columnata elíptica forrada de madera tropical.
En el segundo piso, destinado antiguamente a los reyes y la corte, las obras fueron dirigidas a permitir su accesibilidad a todo el público, comunicando el vestíbulo con el restaurante situado en el antiguo salón real de baile, en la fachada posterior. Un vestíbulo superior que se abre con grandes ventanales a la parte superior de la fachada sobre la plaza de Oriente completa las zonas públicas del Teatro. En 2007 se inauguró la Sala Gayarre, que se utiliza para diversas actividades complementarias como conciertos y representaciones de ópera de cámara, recitales, actividades pedagógicas, conferencias, coloquios, cursos y proyecciones. Pero lo que realmente acercó el Teatro a la modernidad fueron las modificaciones en la caja escénica. A través de uno de los sistemas más avanzados de Europa, basado en la superposición de nueve plataformas, es posible trabajar varias escenografías e intercambiarlas en tiempo récord.
Todos estos avances fueron inaugurados el 11 de octubre de 1997 por sus majestades los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía. El Real volvió a abrir como teatro de ópera con la actuación de las obras de Falla La vida breve y el ballet y El sombrero de los tres picos. Una semana después, tuvo lugar el estreno absoluto de la ópera Divinas palabras de Antón García Abril.
Desde su reapertura el Teatro ha acogido otros diez estrenos mundiales de ópera: Don Quijote de Cristóbal Halffter (2000), La Señorita Cristina de Luis de Pablo (2001), Dulcinea de Mauricio Sotelo (2006), El viaje a Simorgh de José Mª Sánchez Verdú (2007), Faust-Bal de Leonardo Balada (2009), La página en blanco de Pilar Jurado (2011), Poppea e Nerone de Monteverdi-Boesmans (2012), The Perfect American de Philip Glass (2013), Brokeback Mountain de Charles Wuorinen (2014) y El Público de Mauricio Sotelo (2015).
La Fundación
El Teatro Real es una institución presidida por los reyes de España y cuenta con la participación del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y la Comunidad de Madrid como administraciones públicas fundadoras. Su principal órgano de gobierno es un Patronato formado por 23 miembros. El presidente del Patronato y de la Comisión Ejecutiva son elegidos por el Patronato a propuesta del Ministro de Educación, Cultura y Deporte. Es una Fundación pública con una relevante participación de la sociedad civil en sus órganos de gobierno y en su financiación.
Uno de los objetivos de esta Fundación es prestar especial atención a los nuevos públicos y también a la difusión de la ópera entre los más jóvenes. Para ello, ha creado un proyecto pedagógico en el que se realizan óperas adaptadas para los más pequeños, así como talleres dominicales de introducción a la música para toda la familia. Además, ha creado junto a Acción Social por la Música el Aula Social, que vinculado al mundo de la infancia, pretende utilizar la música como un vehículo integrador y terapéutico. Entre sus acciones cabe destacar la creación de un coro y una agrupación orquestal además de un banco de instrumentos.
Para una mayor difusión de sus contenidos, el Teatro Real está cada día más cerca de las nuevas tecnologías de la información. Por ello, en el año 2011 creó Palco Digital, un portal audiovisual que a través de internet ofrece las producciones del coliseo a través del formato live-streaming en alta calidad. También es posible disfrutar de obras grabadas bajo demanda.
Del mismo modo, a través de un acuerdo firmado con el operador de satélites Hispasat, las óperas del coliseo llegarán a centros culturales, ayuntamientos, hospitales y otras instituciones de toda España, y también fuera de nuestras fronteras, con especial atención en América Latina.
El Teatro Real también ha sido incorporado al Google Cultural Institute, donde se puede visitar distintas plantas del coliseo para mostrar espacios inaccesibles al público como el escenario, la torre escénica o los talleres de sastrería y caracterización. Cuenta también con un recorrido fotográfico en dos exposiciones que muestran las 18 temporadas del Teatro Real, y una exposición en la que se incluyen 14 fragmentos de vídeo que ofrecen un vistazo a algunos de los grandes momentos de la historia reciente del Teatro.
Laura Rodríguez