Por Karmelo Errekatxo
En toda la ópera, especialmente en el tercer acto, existe un colorido exótico sabiamente creado, sin exceso. Esto no solo ocurre en las partes de ballet. También es notabilísimo en los momentos de carácter religioso o en los cantos de nostalgia por Etiopía de Aida y su padre Amonasro. No se trata de pintura apastelada, sino de evocación sutilmente reflejada en el entramado melódico y armónico. Es magnífico el tercer acto, como se ha señalado, en escenas como en la que Aida lucha entre el amor por un general egipcio y la nostalgia por su patria y el respeto hacia admirado padre cuando canta «O, patria mia», con los recuerdos de un cielo azul, verdes colinas y perfumadas riberas de su Etiopía que ya nunca volverá a ver.
En la caracterización musical de sus personajes Verdi encuentra la definición intensa tan propia de su portentoso talante dramático. Radamés es un héroe joven, viril, valiente, que tiene que luchar entre el amor por la esclava de su país enemigo y el sentido patriótico hacia su Egipto en el cual es un heroico guerrero. Aida, dulce, es una personalidad fuerte que a pesar de sus dudas entre el amor a los suyos, admiración hacia su padre y nostalgia de su país, es más fuerte en ella el amor hacia el hombre-heroe. Amneris, el personaje que mejor está reflejado en cuanto a evolución dramática, es una heroína perdedora, pero, a su vez, poseedora de una gran entereza, aunque al final no le sirva para salvar de la muerte a su amado guerrero.
En esta saga de amor y guerra en época de faraones, adaptación de Camille du Locle de un cuento del egiptólogo Auguste Muriette, encontramos también coros importantísimos a lo largo de la partitura en los que el maestro de Roncole muestra su admiración por los grandes polifonistas italianos, especialmente Palestrina, músico que no parece estar ausente en las escenas corales de carácter religioso.
La ópera se sitúa en el antiguo Egipto amenazado por las tropas de Etiopía. Los personajes principales son Aida, la bella esclava etíope, Amneris, hija del Faraón; ambas están enamoradas de Radamés; éste ama a la primera y por ello se ve envuelto en luchas humanas y patrióticas que motivan la condena a ser emparedado, suerte en la que es acompañado de su amada por decisión de ella misma.
Esta ópera verdiana, máxima partitura antes de Otello y Falstaff, en cuatro actos, sobre libreto de Antonio Ghislanzoni, se estrenó en la Ópera de El Cairo el 24 de diciembre de 1871. Verdi, que había rehusado componer un himno para la inauguración del Canal de Suez, aceptó el ofrecimiento de escribir una ópera para la inauguración del coliseo lírico, aunque tampoco Aida inauguró el teatro de la ópera, sino que se estrenó un tiempo más tarde.
El orden seguido de los intérpretes en las versiones reseñadas es el siguiente: Aida, soprano; Amneris, mezzo-soprano; Radamés, tenor; y Amonasro, barítono.