Katharina Kammerloher, Anke Herrmann, Robert Lee, Furio Zanasi
Academia Montis Regalis
Alessandro De Marchi
OPUS 111 OP 30319
2CD
L’isola disabitata, con un libreto de Pietro Metastasio que había sido musicado con anterioridad por varios compositores, se estrenó en la versión de Haydn en el Castillo de Esterhaza el 6 de diciembre de 1779 y no volvió a la escena, al margen tal vez de algunas representaciones más en su tiempo, hasta una revisión en un acto y en alemán presentada en Viena en 1909.
Se trata de una ópera “sosegada”, en la que todo se desenvuelve entre la gracia de la línea melódica, la expresividad de arias y dúos, como base musical en la mayoría de las escenas, y un equilibrio plenamente logrado en los acompañamientos del recitativo y de la orquesta. Este es el trazado principal que persiguen muy acertadamente solistas y orquesta, en un cuidado planteamiento del director Alessandro de Marchi. Y la brillantez, que la hay de forma continuada, fundamenta, también con sosiego, una versión que ha querido respetarlo, serena para subrayar la expresión de la anécdota ligera que conduce a un final feliz. Robert Lee, tenor, en el personaje de Gernando, resulta especialmente envolvente en sus dúos con la mezzosoprano Katharina Kammerloher, Costanza, con sus hermosos agudos, redondeados, en los que sus dos voces se ajustan con la ligereza que aporta el punto de vista de la idea de conjunto del director.
La otra pareja, integrada por la soprano Anke Herrmann, en el papel de Silvia, hermana de Costanza, y el barítono Furio Zanasi, en el de Enrico, compañero de Gernando, secunda la tendencia y no es posible renunciar a la idea de que es la mano del director la que presta la unidad al paralelismo entre ellas. La tensión no alcanza nunca los niveles de la tragedia y la desesperación de la protagonista no tarda en recuperar la felicidad apuntada al comienzo, y, por ello, Haydn no pasa de apuntar los momentos de lo trágico para recrearse en las expresiones de dulzura y serenidad, en la pasión amorosa de la primera parte, que retoma su línea con el encuentro de la segunda pareja y con la renovación del amor que no había detenido el tiempo. Se trata de un Haydn que nos es familiar, suave, seguro, con imaginación, que nos lleva sin desmayos de principio a fin como si fuera una de sus sinfonías más amables. Alessandro de Marchi y todos los intérpretes lo han entendido así y así nos lo dicen, con una muy lograda calidad técnica