
Llega a mis manos el primer disco del talentoso trompista español Adrián Díaz Martínez, desde 2014 trompa grave en la NDR Elbphilharmonie Orchester de Hamburgo, donde también es profesor en la Hochschule für Musik und Theater. Tras ganar en 2017 el Concurso Internacional Città di Porcia junto a la pianista Ikuko Odai, Díaz Martínez decidió plasmar en un disco una selección de repertorio original para trompa y piano compuesto en el siglo XX. Algunas de las obras no han sido registradas hasta el momento o en raras ocasiones.
Comienza el álbum con la Sonata para trompa y piano opus 101 de York Bowen, en la cual muestra todas las posibilidades expresivas del instrumento, especialmente en el segundo movimiento, Poco lento maestoso, con un registro grave impoluto, grueso, de enorme sonoridad y precisión, pero también gran claridad en el registro más agudo, con un fraseo impecable, perfectamente engarzado con el piano.
A continuación, la Elegía FP 168 de Francisc Poulenc, dedicada al trompista Dennis Brain, quien falleció trágicamente en un accidente de tráfico a los 36 años, tras un concierto. Es impresionante la capacidad descriptiva de esta complejísima obra, que repasa todas las dinámicas posibles de la trompa, y conjuga de forma magistral la agitación y los silencios. El trabajo camerístico y la comprensión dramática de la obra por parte de Díaz Martínez son muy sobresalientes.
Le siguen las Variaciones opus 59.3 de Jan Koetsier, compositor dedicado al viento metal, quien en esta pieza se centra en el registro grave de la trompa, al igual que lo hace Hermann Neuling —quien fuera trompa grave en la Staatsoper Unter den Linden de Berlín— en su heroica y compleja Bagatela. La claridad del sonido de Díaz Martínez es abrumadora, y el trabajo de años con Ikuko Odai queda aquí perfectamente refrendado.
Cierra el disco la raramente interpretada Sonata opus 7 de la compositora y pedagoga Jane Vignery. Toda una muestra de expresividad y optimismo a través de la trompa, con un lenguaje camerístico muy cuidado, que trata como iguales a los dos instrumentos y confirma el enorme talento de los intérpretes.
Por: Prado Fernández
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