Bocatto di Cardinale
Víctor Jiménez Díaz, contratenor
Ensemble Rigaudon
COLUMNA MÚSICA 1CM0384
Bocatto di Cardinale es el primer trabajo discográfico del contratenor barcelonés Víctor Jiménez Díaz. Acompañado del Ensemble Rigaudon, formado por Maike Burgdorf (cuerda pulsada), Àngel Villagrasa (clavicémbalo) y Dimitri Kindynis (violonchelo), presenta una selección de cantatas barrocas con las que revive el mundo musical de la corte del cardenal veneciano Pietro Ottoboni (1667-1740).
Ottoboni fue un intelectual y mecenas que tuvo bajo su protección a músicos, poetas y artistas primer nivel en general, lo que permitió la creación de obras de gran interés, como L’Andromeda liberata de Antonio Vivaldi.
En este disco encontramos obras de Alessandro Scarlatti, Giovanni Battista Bononcini, Antonio Caldara, Antonio Lucio Vivaldi, Georg Friedrich Haendel y Benedetto Marcello, la mayoría desconocidas hasta la fecha y con grandes dosis de virtuosismo.
La selección de las piezas no es casual, ya que entre estos compositores encontramos a algunos de los más brillantes en el registro de contratenor.
La voz de Jiménez goza de gran potencia y un amplio registro, en el que sus agudos brillan con plenitud y sus graves son anchos y rotundos. Su fraseo y dicción impolutos permiten el seguimiento perfecto del texto, al que confiere todo su significado gracias a su técnica, tremendamente expresiva.
A pesar de las exigencias del repertorio barroco, este disco supone la presentación perfecta. Por su parte, el Ensemble Rigaudon forma un trío impecable, con un trabajo coherente y bien armado, que supone la base perfecta para que Jiménez despliegue todo su lirismo.
En mi opinión, destacan especialmente ‘Vedermi Tradito Cosí’ de Bononcini, con un aire juguetón y desenfadado; ‘Tacio e Tacendo Moro’ de Scarlatti, en la que Jiménez puede mostrar su perfecto manejo del aire; o la sentida ‘Sento Che Mi Rispondi’ de Caldara.
En la segunda parte del álbum, con Vivaldi, Haendel y Marcello me cuesta elegir, pero la difícil ‘Cor Ingrato Dispietato’ de Vivaldi requiere un control vocal que es de verdadera admiración: Jiménez te deja sin aire y sin palabras. Bravissimo!
Por Prado Fernández
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