El desarrollo exponencial de la técnica guitarrística en las últimas décadas ha promovido un movimiento natural de expansión de las posibilidades de la guitarra más allá de su concepción instrumental más primitiva. Sin embargo, esta colección de tres discos pretende devolvernos a la esencia de la guitarra primitiva y hace un recorrido por las sonoridades más significativas de la música española abarcando desde el siglo XVI al XX. Incluye música de dos de los siete vihuelistas, el Barroco de Gaspar Sanz y Santiago de Murcia, pasando por el Romanticismo de Tárrega, Antonio Cano, Julián Arcas, Llobet y Manjón. Voy a detenerme aquí en algo que me ha llamado la atención y es que la presencia de la música de Sor en esta colección se reduce a su Capricho opus 50 ‘La Calme’. Esto afianza más el pensamiento de que la colección busca mostrarnos la guitarra más cercana a lo folklórico. De hecho, incluye obras como Punta y Tacón de Sabicas o las Alegrías de Regino Sainz de la Maza, puramente flamencas. Siguiendo con este recorrido descriptivo y hacia la música del siglo XX, nos encontramos con músicas de Vicente Asencio, Eduardo Sainz de la Maza, Ruiz Pipó y la faceta compositiva del propio Andrés Segovia.
La colección cuenta también con arreglos de músicas que, aunque no fueron escritas para guitarra, parecen concebidas desde la sencillez, la fisionomía, el carácter y la honestidad humana de su sonido, como es el caso de Asturias de Isaac Albéniz. Encontramos música de Falla, Granados, Mompou, Turina, Torroba y Cassadó. Las interpretaciones van a cargo de varios guitarristas de alto nivel como Giulio Tampalini, Salvatore Fortunato y el guitarrista español Javier Somoza.
Es maravilloso ver la capacidad con la que algunos de los intérpretes actuales sortean técnicas imposibles y abstracciones interpretativas de los nuevos repertorios en pro de elevar la guitarra más allá de las posibilidades del propio instrumento. Pero, escuchando este álbum, pienso que a veces es necesario volver a escuchar la sencillez y la imprecisión de nuestro instrumento imperfecto.
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