En el ocaso del Romanticismo tardío, el compositor alemán Richard Strauss, que ya gozaba de un estatus privilegiado en el mundo musical vienés, concibió su Don Quijote, una de las obras orquestales más magistrales compuestas hasta ese momento.
Por Félix Ardanaz
Don Quijote: el magistral poema sinfónico
Esta célebre obra de Richard Strauss tiene una duración de, aproximadamente, 38 minutos, y continúa la línea de evolución del poema sinfónico iniciada por Liszt y Smetana. Sin embargo, en Don Quijote cohabitan un sinfín de elementos que revolucionaron precisamente este género: una orquestación extremadamente refinada, una mezcla de elementos sarcásticos y serios que capta perfectamente la esencia del estilo de Cervantes, y un tratamiento formal del tema con variaciones de una perfección arquitectónica insuperable.
Como casi todas las grandes obras sinfónicas (pensemos en La Consagración de la primavera de Stravinski), su estreno suscitó una gran controversia en la audiencia.
Don Quijote de Strauss es todo un elogio a la música programática o descriptiva, en la cual los instrumentos pintan literalmente con sonidos la acción dramática de los personajes de la novela cervantina. Por ello, para captar la esencia de este poema sinfónico, se impone la necesidad de comentar el tema y cada una de las variaciones, estudiando someramente los efectos orquestales más evidentes y su correlación con los pasajes de la novela seleccionados por el propio compositor.
Estreno y recepción
La primera idea de una obra basada en la figura de don Quijote se le ocurrió a Richard Strauss en octubre de 1896, durante una estancia en Florencia. Pero Strauss no acabó esta partitura hasta finales de diciembre de 1897. El estreno se realizó el 8 de marzo de 1898 en Colonia, con la orquesta del Gürzenich dirigida por Franz Wüllner, con Friedrich Grützmacher como solista. El 18 de marzo siguiente fue dada en Frankfurt bajo la dirección del propio Strauss. Las reacciones fueron más bien favorables, pero la acogida en la primera audición de París, en 1900, en los Conciertos Lamoureux, fue diferente: “Se percibió la indignación de una parte del público. Ese buen público francés que se siente portador del buen gusto musical, no tolera una broma y cree que se burlan de él y que le faltan al respeto. Al final, aplausos y silbidos: ¡Bravo! y ¡Es intolerable! (Romain Rolland).
El sarcasmo y la forma
Es verdad que Don Quijote es una obra que emana un espíritu un tanto lúdico y sarcástico, y debemos admitir que después del discurso enfático y serio de Así hablaba Zaratrustra, Strauss, que tenía 34 años y gozaba de un prestigioso renombre en este momento, volvió a encontrar aquí la feliz expresión que le dio el éxito con Till Eulenspiegel.
Efectivamente, esta es la obra straussiana más próxima a Don Quijote, no en la forma, sino en el espíritu, el de la fantasía y de lo burlesco, del humor frío temperado de grave sentimentalismo.
El título completo de la obra es: Introducción. Tema con variaciones y final. Variaciones fantásticas sobre un tema de carácter caballeresco.
La forma es en este poema sinfónico la del tema con variaciones, eminentemente propicia al despliegue de mil virtuosismos orquestales al mismo tiempo que una profundización del carácter y del comportamiento del héroe que este nuevo poema sinfónico pone en escena. En primer plano, en efecto, se describe magistralmente con sonidos la personalidad del Caballero de la Triste Figura, al que encarna esencialmente el sonido del violonchelo solo. Por otro lado, se describe igualmente a su escudero Sancho Panza, que se identifica esencialmente con la viola en esta obra. En el subtítulo de cada variación, Strauss ha señalado un capítulo de la novela de Cervantes, en la que se ha inspirado su música, así como los temas que definen a los protagonistas. Estas indicaciones son parcialmente repetidas en el análisis que sigue.
Estructura musical: introducción, tema y variaciones
Introducción: “Don Quijote pierde la razón al leer novelas de caballería y decide partir él mismo en campaña”
Es una especie de preliminar a la narración épica en la que Strauss esboza un retrato de su héroe. Se desarrolla en un tiempo moderado con la indicación de “caballeresco y galante”, en Re mayor. El tema principal se presenta por fragmentos sucesivos, primero grazioso, después espressivo. Hay que señalar que en el último hay un doble pasaje descendente del clarinete, con deslizamientos armónicos que sugieren la extraña locura del personaje. Después de este corto preámbulo, se suceden diferentes motivos que reflejan los acontecimientos cuya lectura inflama la imaginación del caballero y terminan provocando su delirio. Pero aparece una dulce melodía que canta lánguidamente un oboe sobre los arpegios del arpa: es la primera evocación de la exquisita Dulcinea que, cuando la frase se hace más apasionada, nos sugiere que sin duda don Quijote toma la defensa de la elegida de su corazón. Señal, efectivamente, del combate contra los gigantes (trompetas, tuba tenor y baja), y la consecuente victoria.
Después, la música retorna al tiempo anterior, mientras que las trompas en diminuendo sugieren nuevas fantasías en la cabeza de don Quijote. Hasta el final de esta introducción los motivos se entrecruzan aún, se combinan en una textura polifónica cada vez más densa, en una especie de pesadilla. Finalmente, un calderón de las dos trompetas y los trombones acontece al unísono: don Quijote decide pasar él mismo a la acción.
Tema: “Don Quijote, el Caballero de la Triste Figura y su escudero Sancho Panza”
La música se inicia con la entrada del violonchelo solo, en un tiempo moderado, al que responden una sucesión de motivos que, en una veintena de compases, esbozan al personaje Sancho Panza (clarinete bajo y tuba tenor, seguidos después por la viola sola en un caudal precipitado de semicorcheas que simulan los comentarios groseros del escudero). Ahora ya están distribuidos los papeles de la tragicomedia que va a desarrollarse en diez episodios (variaciones).
Hay que señalar que el violonchelo solo de don Quijote cederá a veces el sitio al primer violín o a un grupo de cuerdas solistas, y que la tuba y el clarinete bajo se unirán a veces a la viola solista para señalar las intervenciones de Sancho. Ningún instrumento, pues, puede pretender la exclusividad de la caracterización, lo cual marca la voluntad del compositor de asegurar una continuidad sinfónica, colocando sin duda a don Quijote entre sus poemas orquestales y no en el rango de una obra concertante.
Primera variación: “Salida a caballo de la extraña pareja bajo la bandera de Dulcinea del Toboso y aventura con los molinos de viento”
Se trata de una combinación de los temas de don Quijote y Sancho, seguida de un emocionado pensamiento para Dulcinea, dando lugar más tarde al primer combate, librado contra los molinos de viento (Quijote, libro I, capítulo VIII).
Los trinos en el agudo de las flautas y los violines sobre una inmutable nota “re” antes de llegar a un glissando de las arpas sobre seis octavas, unidos a un violento golpe de timbal, pintan la brutal caída del héroe que, sin embargo, se levantará con un doloroso pensamiento para Dulcinea y se preparará para una nueva hazaña. El motivo cadencial del clarinete vuelve y se encadena con la variación siguiente.
Segunda variación: “Victorioso combate contra los ejércitos del emperador Alifanfarón” (combate contra un rebaño de corderos)
El episodio está tomado del libro I, capítulo XVIII, de Cervantes. Indicado por Strauss como “belicoso”. Al inicio acontecen afirmaciones de conquista con el matiz fortissimo (tres violonchelos al unísono y después toda la orquesta). Don Quijote atraviesa a estocadas y pisotea a un apacible rebaño de corderos que avanza sobre el camino.
El oyente se sorprende por los extraordinarios ruidos de guerra, con trémolos de las violas divididas sobre un intervalo de segunda (representando los gritos enloquecidos de la infantería), clamores disonantes de las trompas (describiendo el furor de los desgraciados pastores), mientras se eleva una sencilla melodía de pastor en un bello Re mayor, sostenida por las maderas. El repentino final introduce la siguiente variación.
Tercera variación: “Diálogo entre el caballero y su escudero; reivindicaciones, preguntas y refranes de Sancho: consejos, apaciguamientos y promesas de Don Quijote”
Esta variación está construida más ampliamente, distendiéndose en el tiempo. En ella se establece un sabroso diálogo entre el voluble Sancho y su sentencioso señor. Los motivos se buscan, se responden, se encabalgan; después se instaura un clima de retórica apasionada en la que el caballero enumera complacientemente las hazañas que piensa cumplir todavía: se pasa de la tonalidad de Re menor a la de Fa sostenido mayor, mientras se afirma el tema que puede llamarse “visión de un mundo ideal”, que en realidad se trata de una ampliación del primer motivo de la obra.
Posteriormente intervienen dos trompas, el corno inglés, las violas y los violonchelos; los demás pupitres se apoderan sucesivamente de la frase desarrollada cada vez con un lirismo más amplio y luminoso, desembocando en el Appassionato de notas tenidas de la cuerda: don Quijote concluye la descripción del país de sus sueños, pero Sancho osa lanzar una réplica impertinente (clarinete bajo) y don Quijote le reprende furiosamente, en fortissimo, en los compases siguientes.
Cuarta variación: “Desventura de una procesión de penitentes”
Esta variación toma como pretexto el último episodio del libro I de Cervantes, capítulo LII, en el que se describe a los penitentes que llevan una blanca imagen de la virgen con el fin de obtener la lluvia después de un período de sequía. En su movimiento, indicado “más largo”, se aproxima la procesión, entonando un canto litúrgico, que va en crescendo (solemnes acordes de los instrumentos de metal, mientras que una pequeña figura melódica desgrana un avemaría).
El caballero confunde a los penitentes con una banda de bandoleros; hay un breve asalto y la inmediata respuesta de los asaltados. Don Quijote y Sancho caen de sus monturas, lo que se representa con la caída cromática de la cuerda. Don Quijote queda postrado en tierra, mientras se aleja la procesión sobre un diminuendo de los instrumentos de madera, pero se reanima enérgicamente. Sancho, inquieto pero después tranquilizado, se duerme sobre dos glissandi de la tuba, después del contrafagot.
Quinta variación: “Don Quijote vela las armas; dulces expansiones ante el pensamiento de la lejana Dulcinea”
Se inicia con un momento de reposo nocturno bajo la forma de un gran recitativo confiado al violonchelo, sin acción pero con una intensa poesía. El tiempo está indicado “muy lento” y la ejecución del solista “libremente declamada, sentimental”. El motivo de Dulcinea aparece “calurosamente expresivo” en las cuatro trompas y es repetido amorosamente, en pianissimo, por el violonchelo. Entonces se eleva una ligera brisa que viene a acariciar a don Quijote, representada por un glissando de las arpas y los seisillos de los violines. Rápidamente se termina esta variación-interludio que se cierra sobre un calderón en pianissimo.
Sexta variación: “Encuentro de una campesina que Sancho describe a su señor como una metamorfosis de Dulcinea”
Esta variación se indica como “rápida” y contrasta enormemente con la anterior. Está inspirada en un episodio del libro II, capítulo X, de la obra de Cervantes. Aparece pues la falsa Dulcinea, horrorosa campesina que evocan con maldad dos oboes saltando de un compás de 2/4 a otro de 3/4. Esta grotesca dislocación rítmica va primero en crescendo y después en diminuendo. Don Quijote rinde inmediatamente homenaje a la doncella y Sancho hace lo mismo.
Acontece después la repetición del motivo de la falsa Dulcinea, que se desvanece, abandonando a don Quijote despechado (representado por su cadencia en el clarinete). A ello le sigue un episodio de una acentuada comicidad, pero sin insistir. Un crescendo de la cuerda nos lleva a la siguiente variación.
Séptima variación: “Cabalgada por los aires”
Se trata del célebre viaje imaginario por los aires, durante el cual don Quijote y Sancho, con los ojos vendados, montan a Clavileño, el caballo de madera, en persecución del malvado gigante (capítulo XLI del libro II de Cervantes).
Esta asombrosa variación está magníficamente lograda por su concisión y sus efectos sonoros. El discurso musical se desarrolla en los pasajes cromáticos de las flautas, los inmensos glissandi de las arpas, a través de las escalas en ráfagas de la cuerda. El curioso caballo se lanza a su aérea carrera. Pero rápidamente se sospecha que no ha abandonado la tierra: un largo pedal de los contrabajos en trémolo sobre la nota “re” lo expresa claramente.
Octava variación: “Desgraciada travesía sobre la barca encantada” (ritmo de barcarola)
Se trata de una nueva locura gestada en la cabeza del caballero. Don Quijote y su escudero son embarcados en su endeble barquichuela, que se lanza en la corriente de un río e inmediatamente es volcada por los turbulentos remolinos del agua (episodio de la barca encantada del capítulo XXIX, libro II). El elemento líquido es sugerido por la acumulación de semicorcheas en todos los pupitres y los torbellinos cromáticos ascendentes de las flautas. El naufragio acontece.
Don Quijote y Sancho escapan, pero heridos: ello se representa por los pizzicati de los violonchelos en piano y los secos acordes de toda la cuerda en diminuendo antes de llegar a un brusco fortissimo. La conclusión tiene lugar sobre un breve himno religioso de reconocimiento (dos flautas, dos clarinetes y dos trompas).
Novena variación: “Combate contra los pretendidos magos, dos monjes benedictinos que van montados sobre sus mulas”
En este breve episodio, el caballero pone en fuga a dos monjes cobardes (el mismo capítulo, en Cervantes, que el de los molinos de viento). El movimiento indicado es “rápido y tempestuoso”: los dos religiosos son representados por el dúo de fagotes sin acompañamiento. Don Quijote llega entonces: ello se pinta a través del pizzicati de la cuerda grave en crescendo. La sola visión del caballero aterroriza a los dos monjes y provoca su derrota: los fagotes, en terceras descendentes, cantan en diminuendo. La cuerda, en fortissimo, concluye en triunfantes acordes. La variación es tratada con sencillez y con una notable economía de medios.
Décima variación: “Gran y singular combate contra el Caballero de la Blanca Luna. Don Quijote, abatido, se despide de las armas, decidiendo convertirse en un pastor y volver a casa”
La última variación describe la aventura de don Quijote al medirse en una grandiosa batalla contra el Caballero de la Blanca Luna (personaje que en Cervantes no es otro que Sansón Carrasco, primero disfrazado de Caballero de los Espejos y esta vez con un nuevo disfraz).
Indicando “mucho más largo” y después “mucho más rápido”, esta variación se encadena sin transición con la variación anterior: es un combate estruendoso en el que participa toda la orquesta y del que emerge con dificultad la voz del violonchelo solo. Seguidamente, viene la derrota y la retirada definitiva: sobre una secuencia regular de los timbales, las maderas más claras cantan al unísono un molto espressivo que es la renuncia a la acción.
La retirada del caballero tiene un tono remarcablemente fúnebre hasta que llega la acción del pastor que ya habíamos escuchado en la segunda variación: el corno inglés resuena aquí como un eco débilmente paródico. Poco a poco, el espíritu de don Quijote se aclara: tienen lugar largos acordes de las maderas y la cuerda en diminuendo y un calderón calmado en las arpas y los violines.
Finale: “Vuelto a la cordura, Don Quijote vive sus últimos días dedicado a la contemplación; su muerte”
En el final se indica “muy tranquilo”. Decepcionado, idealista, don Quijote medita en su pueblo sobre las pasadas acciones: acontece la nueva configuración del tema principal del violonchelo, al cual se asocia enseguida el resto de la cuerda. Resurgen los motivos del heroísmo y de la efusión amorosa, y el violonchelo canta una vez más el tema en toda su plenitud. Tiene lugar el último solo, el único verdaderamente melódico, en mi Mayor, que subsiste a continuación en jirones. El motivo cadencial se escucha con una cadencia perfecta en los clarinetes, y el violonchelo encadena una emocionante frase que acaba en un pasaje descendente (morendo) en matiz pianissimo: don Quijote ha rendido el alma en un estado de completa renuncia. La orquesta concluye sobre el motivo cadencial (tratado por aumentación), resuelto en un dulce acorde de Re mayor.
Conclusión
Don Quijote no es un simple divertimento musical, como muchos creen aún, sino una partitura llena de humanidad, tierna y divertida, pero también de una profundidad trágica. Desprendiéndose de las influencias de sus anteriores obras, Strauss concibe una obra maestra de una total originalidad y de una perfección formal casi sin igual en la historia del poema sinfónico. Quizás se pueda considerar la composición más lograda del autor, aquella en la que el virtuosismo instrumental no aparece nunca como gratuito. Eso sin contar con las bellas invenciones melódicas, como ocurre con el tema de Dulcinea, a cuyo encanto ningún oyente puede resistirse.