Por Eric Ericson
Voy a referirme a la vida coral de mi país, ya que es la que mejor conozco. Como se trata de un país periférico, la tradición coral de Suecia no es muy larga, tan sólo de seis siglos, si la comparamos con centroeuropa. Pero, aunque corta, pienso que es muy intensa.
Ya durante el siglo XVIII teníamos inquietudes por el canto bastante sofisticadas. Durante el reinado de Gustavo III aparecieron los primeros cánticos en torno a la corte. A finales del XVIII, Gustavo III fundó la Real Academia de Música además de ser precursor de la tradición operística en nuestro país; también invitó a venir a compositores de centroeuropa, por lo que, en esta época, hubo una gran influencia francesa.
En el siglo XIX podemos empezar a hablar de «melodías suecas». Encontramos muchos patrones de oratorio, además de una tradición coral masculina, todo ello originado en las dos universidades de Suecia. Algunos músicos comenzaron a componer folklore en idioma sueco. Una gran parte de esta música fue compuesta durante aquella época.
A comienzos de nuestro siglo empezó un verdadero movimiento coral, dentro de un ámbito muy popular. Pienso, por ejemplo, en nuestras Iglesias libres, en los movimientos obreros y en los movimientos culturales de ámbito nacional, que estaban envueltos en cánticos. Yo mismo soy un típico ejemplo de esto, pues mi padre era pastor en una Iglesia libre, así que estuve envuelto en el canto coral desde mi juventud.
Actualmente el número de personas dedicadas al canto en Suecia, de una manera organizada, asciende a 6.000 aproximadamente y, teniendo en cuenta que la población sueca es de 8 millones, podemos decir que es un número muy elevado. Esto se debe a que, en su base, los coros tienen un gran arraigo popular. Entre 1910 y 1925 se formaron numerosísimas asociaciones corales.
Por otro lado, con respecto a las influencias populares en el canto, añadiría la gran importancia que tienen los numerosos festivales en los que se ofrecen habitualmente cantos patrióticos o himnos de los países nórdicos. También yo estuve influido por ellos, a través de mis profesores de música, durante mi periodo de estudios en la adolescencia, antes de comenzar en el conservatorio.
Mis primeros años
En mi adolescencia no sólo estuve rodeado por el canto en la Iglesia, sino que tuve la suerte de tener un magnífico profesor que, además, era un gran entusiasta del canto coral. Él era, a su vez, uno de los directivos de la «Asociación de Coros Sueca». Así es que mi interés fue originado por muchos y diversos incentivos.
Cuando comencé mis estudios en el Conservatorio de Música de Estocolmo (1938-1943), tuve un magnífico profesor de canto coral y dirección de coro. Él había estudiado en Alemania, motivo por el cual nos transmitió bastantes de sus influencias de Leipzig. He de señalar que durante mis estudios me centré en la música de Bach y Schütz, además de los compositores suecos.
Al finalizar mi carrera en el conservatorio, comenzó la singular década de los 40, en la que se produjo un gran cambio en la evaluación de la música: se pierde interés por la música folklórica en favor de la música antigua del Renacimiento; este nuevo interés no sólo brota en los países nórdicos, sino también en centroeuropa, y se basa fundamentalmente en la música de los siglos dorados, el XVI y el XVII. En este momento, y como consecuencia, nacen muchas orquestas y coros de cámara. En 1945 creé en Estocolmo mi propio coro de cámara, que fue muy característico de aquel periodo. En vez de las típicas masas de cantantes, éste era un grupo pequeño que disfrutaba de las curiosidades de los antiguos y alentaba, a su vez, el interés por la música de nuestro tiempo. Así, recuerdo que el programa de nuestro primer concierto constaba de piezas de Morley y Gesualdo, madrigales de Schütz y, por último, cánones de Hindemith.
El «sonido nórdico»
También cambió la forma habitual de cantar por entonces: menos vibrato, un ritmo más vital y un mayor uso de voces más transparentes y ligeras. Tan solo teníamos doce coralistas o, tal vez, dieciséis. Así nació un nuevo tipo de sonido, al que a mí me gusta calificar como «sonido nórdico», pues tiene que ver mucho con nuestra lengua.
Desde el comienzo, entramos en estrecho contacto con jóvenes compositores. Para nosotros era muy importante combinar su música con los madrigales. Estas dos líneas siempre han ido paralelas en mi «coro de cámara». Un joven grupo de estudiantes se trasladó a Suiza porque en aquel momento había allí una escuela de canto muy interesante, donde se podía estudiar la música antigua de los siglos XV y XVI. También allí se aplicaba un gran paralelismo con la música contemporánea. Europa estaba en guerra, Alemania casi destruida y muchos compositores se refugiaron durante largo tiempo en la escuela de Suiza, estudiando ambas músicas: antigua y contemporánea.
A finales de los 40, estuve viajando bastante; estudié en Inglaterra y, a comienzo de los 50, tuve la gran suerte de conseguir trabajo como Director del Coro de la Radio Sueca y, al mismo tiempo, como profesor de Dirección y Canto Coral en la Real Academia de Música. Durante treinta años he podido compatibilizar el trabajo en ambas instituciones lo cual ha sido para mí una extraordinaria y creativa combinación. El departamento de música de la Radio era muy progresista y pronto se dio cuenta de que Suecia había estado muy aislada durante la Guerra, por lo que pronto tendría que tomar contacto con los más interesantes compositores de Europa del momento. De este modo, todos fueron invitados a venir a Estocolmo y a menudo tuve que montar sus obras con el Coro de la Radio, lo que me brindó una oportunidad maravillosa de tomar contacto con la nueva música de entonces; vino Stravinsky, vino Bartók, vino Hindemith varias veces… Y esto se convirtió en una línea habitual de trabajo en la Radio Sueca.
También tuve ocasión de llevar no uno sino dos coros en la Radio Sueca: el oficial y mi propio coro de cámara; ambos llegaron a cantar juntos en algunas ocasiones.
Respecto a la composición de los coros y su disposición en los escenarios quiero decir que hay muchos tipos de formaciones, dependiendo del repertorio que se quiera abordar. Así, es importante disponer de coros reducidos sobre todo para interpretar música «a capella». Mis dos coros juntos disponen de 32 voces, aproximadamente, por lo que podemos cantar mejor «a capella», y esto forma parte ya de la tradición nórdica.
A mediados de los 80, después de mi retiro, tuve muchas oportunidades de viajar y comparar los diferentes tipos de coros. Observé que aproximadamente el 80% de las actividades corales de la Radio Sueca eran «a capella» mientras que el 20% eran con orquesta. Ésta es la razón por la que en los países nórdicos cantar «a capella» viene siendo una tradición muy arraigada. Estoy convencido de que el alto nivel que existe en el canto «a capella» en estos países, tiene gran fundamento en la equilibrada entonación de su lengua, en su rica resonancia, con pocos diptongos, y en sus consonantes débiles.
Por todas estas cualidades nuestros coros han sido invitados a menudo a cantar con orquestas como la Filarmónica de Berlín y directores de la importancia de Claudio Abbado, por ejemplo.
La importancia de la enseñanza
He de decir, por otro lado, que el Coro de la Radio y mi propio coro no viven de la música. Ellos cantan como «free-lance» viniendo a ensayar de dos a tres veces por semana. Sin embargo, son cantantes muy preparados, con largos estudios de música y años de experiencia. Por ello puedo decir que se trata, casi siempre y en cualquier caso, de músicos profesionales aunque no vivan del dinero que cobran por cantar.
Me gusta utilizar una metáfora para comparar el espectro coral en Suecia con un paisaje ecológico. Y digo esto porque, aunque existen coros de élite y coros «amateur», podemos establecer una pirámide jerárquica en la que, entre la cima y los coros «amateur», existen múltiples niveles de calidad que dibujan un mapa ecológico muy interesante; así podemos hablar de múltiples coros de iglesia de gran calidad y de muchos coros de cámara muy ambiciosos; y, dentro de todos estos niveles, los jóvenes van ascendiendo a puestos donde se realizan y se sienten bien.
Es primordial el hecho de que, en los conservatorios de música y en las academias musicales, tengan un buen programa coral en el que, al menos durante dos años, se estudia dirección y canto coral. Y debo decir que éste es el corazón, la razón de ser de nuestra calidad «standard» coral, porque de la enseñanza en el conservatorio surgen diferentes expectativas: incrementar los estudios, recibir otro tipo de enseñanzas o sacar a la luz nuevos coros realmente buenos. Todo esto hace que el edificio del canto coral sea sólido y esté bien construido.
Otro punto a destacar es la calidad de los programas corales en la Radio Sueca, comparativamente con otros países, ya que no hay un día en el que no incluya un programa coral.
Con respecto a la situación en los colegios normales, Suecia no es muy sobresaliente en lo que a la enseñanza de la música se refiere. Pero, de los catorce a los dieciocho años, tenemos unas escuelas especiales de música donde, para ingresar, hay que pasar unas pruebas, y cuando ya estás en ellas tienes al menos una hora diaria dedicada a la música; allí se emplean muchas horas en el canto coral. Esto significa que gran parte del interés por la música brota en este tipo de escuelas para gente joven además de ser un motivo más para la existencia de un porcentaje tan alto de aficionados al canto coral en Suecia.
Cómo se construye un buen coro depende sobre todo del nivel en el que se esté trabajando. No es lo mismo pensar en el grupo de profesionales a los que estoy dirigiendo en la Radio, formado por unas 30 voces muy preparadas, con larga formación de escuela, que en un coro no profesional.
Pero me gustaría volver a una idea central sobre el secreto de una buena cultura de coro: un buen programa coral en los conservatorios. Pienso que, si hay un buen coro de cámara cuyo nivel es alto, esto es debido a que sus miembros han tenido una formación musical realmente buena. La preparación en las academias no es sólo para cantar en coro; tienes que poder leer música, comprender estructuras musicales, estilos musicales, aprender a seguir a un director, hacer solos, etc. Podemos establecer una relación con la formación de un instrumentista, para quien es importante tener una educación como solista, como miembro de una orquesta de cámara, como profesor de una orquesta sinfónica, etc. Exactamente lo mismo sucede desde el punto de vista vocal: es necesario estar preparado para hacer solos, cantar en coros de cámara, en grandes masas corales y hacer música «a capella». Por todo esto es tan importante un buen programa de estudios en nuestras academias de música: porque enseña a las voces a cantar y a los directores a dirigir.
He disfrutado mucho dirigiendo el Coro de la Radio, mi propio coro de cámara y siendo profesor. Sin embargo, si alguna vez el médico me hubiera obligado a elegir entre todas mis dedicaciones, no hubiera tenido ninguna duda: hubiera escogido ser profesor por lo gratificante de ver cómo el mundo que gira en torno a la música y el coro da a luz a nuevos directores, nuevas voces y nuevos profesores.