La directora de orquesta Lara Diloy lleva quince años subida al podio en proyectos sinfónicos y líricos de distinta naturaleza. Su vinculación con la música comenzó a través de la trompa, pero la dirección de orquesta fue conquistándola poco a poco hasta darse cuenta de que en ella se unían varias dos de sus motivaciones: trabajar en equipo y comunicar. Esta temporada, entre otros proyectos, continúa como asistente en la Ópera de Oviedo y realiza su debut al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias y en el Teatro Real, al frente de la JORCAM, en El Real Junior.
Por Susana Castro
¿Cómo llega una trompista a ser directora de orquesta?
Sé que hay mucha gente que sueña desde pequeña con la dirección de orquesta, pero en mi caso no fue así. Lo que más me ha motivado siempre ha sido hacer música en grupo. Cuando terminé los estudios superiores de trompa era bastante joven —entré con 16 años al conservatorio superior—, así que no había mirado dónde realizar un máster. Pensé: ‘quiero ser un músico más completo’, y decidí estudiar algo con lo que poder profundizar más en la música y que estuviera vinculado con lo que a mí más me gustaba, que era tocar en orquesta. Lo que encajaba era dirección de orquesta, así que estudié la carrera, pero sin visualizar que podría dedicarme a ello. Al terminar, empecé a dirigir más y fui como joven directora a la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE); esas experiencias me hicieron pensar por qué no iba a apostar por ello, ya que es algo que me apasiona y con lo que disfruto un montón.
¿Qué es lo que te sedujo del podio para decidir que querías dedicarte a la dirección de orquesta?
Hay tres razones fundamentales que me llevaron a tomar la decisión. Por una parte, la posibilidad de hacer mi propia interpretación: cuando eres trompista en una orquesta dependes de otros aunque pongas tu granito de arena, poder profundizar más en la música e interpretarla por mí misma es importante para mí; por otro lado, el trabajo en equipo va mucho con mi carácter, me apasiona; por último, el proceso de comunicación que conlleva hacer música desde el podio me interesa mucho.
¿Cuáles creen que deben ser los pilares en los que se sustente la figura del director o directora de orquesta?
Es complejo, son muchas pequeñas cosas, y creo que a día de hoy es imposible tenerlas todas. Va mucho en la línea de lo que comentábamos antes. Hay una parte de la que no nos podemos desligar, que es el profundo conocimiento de la música que uno está estudiando para poder comunicarla. Pero, si te la estudias muy bien y no eres capaz de comunicarla, no puedes ser un buen director. Estos dos procesos tienen que estar en línea. Hay muchas maneras de liderar y creo que cada uno ponemos en ello nuestra impronta y nuestra personalidad. En el siglo XXI vamos hacia un liderazgo desde el respeto, algo que es primordial. La autoridad no se consigue porque te impongas ante los demás, sino porque tengas respeto por las personas con las que estás trabajando. No hay secretos para esto, lo importante es encontrarse a uno mismo y desde ahí poder comunicar.
Como bien dices, es importante tener tu propia personalidad, aunque imagino que tienes tus referentes, no únicamente en la dirección de orquesta, ¿cuáles son esos espejos musicales?
Fundamentalmente son directores, porque es en lo que más me fijo y, aunque siempre estás en constante contacto con buenos músicos, el proceso de dirigir supone estar siempre liderando a mucha gente, de ahí que me fije en eso. En el caso de grandes figuras, puedo nombrar a Carlos Kleiber o Leonard Bernstein, que solo con sus gestos eran capaces de comunicar; a todos nos gusta beber de ellos para aprender.
Mi mentor es Oliver Díaz, de quien aprendo siempre. Para mí conjuga dos partes que me parecen importantes de la dirección de orquesta: a nivel artístico y musical, conoce muy bien el instrumento con el que trabaja y conoce muy bien la música; y su calidad humana, que no es menos importante.
Hablabas del gesto, de cómo su rotundidad puede ser el mayor elemento de comunicación. ¿Cómo te definirías tú como directora? Si te vieses desde fuera, ¿cómo describirías tu gesto y cómo quieres comunicar?
Cuando estoy estudiando no estoy pensando en cómo comunico a nivel gestual, sino que una vez que he aprendido la técnica y la voy integrando, llego al proceso de comunicación. Creo que es la música la que te da las respuestas una vez que tienes el conocimiento técnico que hace de elemento integrador.
En cuanto a mi personalidad como directora y mis cualidades, creo que mi capacidad de comunicación está tanto al servicio de la música como del grupo de personas que tengo delante. Diría que mi ‘secreto’ es el valor del trabajo en equipo y que lo que traslado a los músicos tiene que lograr que puedan brillar.
El trabajo del director del orquesta a veces resulta un poco misterioso para el melómano, ¿cómo son tus sesiones de estudio?
La parte más importante es el análisis desde todos los prismas posibles para conocer al máximo la partitura y asociarlo a referentes que ya conoces, si es una obra nueva. Hay una primera lectura en la que vas acercándote a la partitura a grandes rasgos y posteriormente vas haciendo otras lecturas con las que, poco a poco, vas profundizando cada vez más.
En el caso de una obra de la que ya existan múltiples versiones, ¿utilizas grabaciones o prefieres trabajar aislada para poder llegar a tu versión?
Suelo escuchar alguna versión antes de empezar a estudiar para ver de qué va, pero solo una o dos veces, para tener una mínima referencia. Después, hago el estudio y tomo decisiones en función de mi propio criterio. Una vez realizado ese proceso profundo, sí escucho más versiones para reafirmar mis decisiones o para cuestionarme otras en función de lo que escuche. Intento no estar contaminada, ya que eso influye inevitablemente en las decisiones.
En cuanto al repertorio, ¿cuáles son tus intereses? ¿Te gustaría ser una directora total, poder abordar todos los estilos?
Creo que no hay que ponerse límites, pero es inevitable que haya estilos o compositores con los que te sientas más afín y más cómoda, así como estilos que todavía no conozca bien o en los que todavía no haya podido profundizar. Cada estilo tiene su momento y no sé hasta dónde podré llegar, pero sí que tengo la mente abierta para seguir aprendiendo. Es como con las comidas: no necesariamente te tiene que gustar todo, a tu cuerpo no tiene por qué sentarle todo bien, pero está bien estar abierto a probar y ver qué pasa.
Hasta la fecha, ¿te sientes más cómoda en el repertorio sinfónico o en el repertoriolírico?
Me he nutrido del repertorio sinfónico, como trompista vengo de la orquesta y es donde más repertorio he hecho. Desde hace cinco años se me está abriendo un gran abanico con el repertorio lírico, algo que jamás habría pensado. Ha sido un proceso para poder entender qué es lo que sucedía con todos los elementos; en una ópera o en una zarzuela hay muchos elementos y hasta que todo te encaja, pasa un tiempo. Ahora me siento muy cómoda y creo que las dos opciones van a ir creciendo a la par y me gustaría poder llevarlas en equilibrio.
¿Cómo es el trabajo con cantantes?
Para mí es muy gratificante. Hay que comprender que están muy expuestos, en el escenario se está más pendiente de lo que ellos están haciendo, y la voz es un instrumento muy delicado. Creo que entiendo esas singularidades y me gusta ayudarles a sentirse bien y seguros en el escenario, así que lo llevo muy bien.
Comentabas que uno de tus primeros proyectos fue con la JONDE, en 2015. No es habitual que alguien tan joven pueda dirigir una orquesta de jóvenes músicos de semejante nivel, ¿cómo fue esa experiencia?
Estuve algo más de un año, a través de la bolsa de jóvenes directores. Hicimos un curso con Cristóbal Soler y después participamos en los diferentes encuentros de la orquesta. La experiencia fue buenísima. Ya había tenido una experiencia anterior con ellos dirigiendo un grupo de cámara, con el Octeto de Stravinski, en 2012. Todos los que hemos pasado por la JONDE le tenemos ese cariño especial y reconocemos como propia su energía. Además, también formé parte de ella como trompista. Creo que la experiencia es diferente para alguien que, como en mi caso, ya ha pertenecido a orquestas jóvenes, y lo sigue viviendo un poco desde dentro, y para alguien que está más ajeno a ese proceso. La JONDE es un patrimonio cultural que tenemos en España que es una maravilla que se refleja en grandes orquestas europeas como la EUYO o la Mahler Orchestra, donde un gran porcentaje de músicos son españoles. Cuando estás al frente y no tienes mucha experiencia estás como flotando, lo disfrutas muchísimo. Como son compañeros, sientes el apoyo, y eso es muy bonito.
Has dirigido algunas de las orquestas españolas más importantes, cuya media de edad no tiene nada que ver con la JONDE. ¿Cómo es esa primera vez en la que alguien joven se sube al podio para trabajar con una formación y se encuentra delante a un grupo de músicos que lleva tantos años trabajando en común? Además, no tienes tantos días para trasladarles tu propuesta…
Ya he tenido varias experiencias, así que ahora me planteo el trabajo de forma diferente. Las primeras veces es duro, es un reto, ya que pensamos en poder estar a la altura, en que hay que hacerlo muy bien, y en realidad esos son elementos que están fuera de lo que es el propio trabajo y te ponen más presión encima. Llevo cinco años dirigiendo orquestas profesionales, todavía estoy entrando en este mundo, pero me lo planteo de otra forma, priorizando el trabajo del día a día con la humildad de llevarlo todo preparado lo mejor que puedo en cada momento, lo mejor que sé, y tratando de favorecer que tanto los ensayos como el concierto vayan lo mejor posible. Debo reconocer que las primeras oportunidades son difíciles, sobre todo porque esos elementos te pueden distraer un poco del foco, y no debes perderlo. Cuando partes del trabajo y lo naturalizas, todo fluye mucho más fácil.
Adentrándonos en la presente temporada 2022-23, hablemos sobre tus compromisos. Estás de nuevo como directora asistente en la Ópera de Oviedo, ¿cómo es tu trabajo allí?
El equipo de trabajo de Ópera de Oviedo es muy familiar, enseguida me sentí como en casa y que formaba parte del equipo, todo el mundo es muy colaborador. En cuanto a la parte artística, me ha servido para aprender muchísimo, el trabajo es muy intento, en seis meses hacemos cinco óperas que, además, se solapan. Por allí han pasado directores de la más alta calidad y cantantes increíbles, como Ermonela Jaho, y muchos de los grandes españoles. Estoy muy a gusto en Oviedo y creo que estoy aportando cosas a la casa. Acabo de dirigir a la Oviedo Filarmonía en la gala de entrega de la Medalla de Oro de Oviedo a Ópera de Oviedo y también dirigiré el 1 de octubre la Noche Blanca y una Gala Lírica con jóvenes cantantes el 14 de enero, todo ello al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), formación con la que debuto.
Esta temporada estarás dirigiendo en el Teatro Real, ¿en qué consistirá este proyecto?
Será parte de El Real Junior, el concierto de final de temporada. El responsable del proyecto es Fernando Palacios, que será quien guíe todo el concierto, y tendremos tanto a la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid como a sus Pequeños Cantores, y a jóvenes cantantes del programa Crescendo de la Fundación Amigos del Teatro Real. Será en la Sala Principal, así que es una oportunidad magnífica. Ya trabajé en el Real la temporada pasada como asistente y esto supone un paso más.
Tienes mucha experiencia en el mundo coral, diriges el coro de voces blancas Sinan Kay que no para, ¿de dónde surge esta iniciativa?
Sinan Kay viene de otro proyecto anterior. Era profesora en la Escuela Municipal y Conservatorio Profesional de Música ‘Manuel de Falla’ de Alcorcón y surgió la idea de crear un taller para niños con la idea de mantener el coro infantil dentro de la institución. Se mantuvo durante unos años, pero después desapareció del programa y los padres quisieron continuar, buscaron un lugar para hacerlo y continuamos en el Colegio Santísima Trinidad de Alcorcón; son ya seis años de actividad.
Desde hace tiempo colaboramos con el Teatro de la Zarzuela y con la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE. Son proyectos que preparamos con mucho ahínco, ya que son compromisos profesionales. Lo último que hemos hecho con RTVE ha sido Carmen de Bizet, para el cierre de la temporada pasada, y ahora estaremos con la Tercera sinfonía de Mahler en octubre. Estas colaboraciones hacen crecer mucho al grupo, los niños se sienten muy motivados. En enero de 2023 estaremos en la Zarzuela con La Dolores de Bretón.
También participamos en concursos, de hecho, hemos obtenido varios premios. Son otro aliciente para los chicos. Cuando se afrontan proyectos de este tipo, con ensayos tan intensos y mucho trabajo duro, ir de viaje todos juntos y mostrar lo que hacemos es una recompensa muy grande.
Toda esta actividad con cantantes tan jóvenes te habrá facilitado el trabajo en el Teatro de la Zarzuela, donde has realizado múltiples asistencias, e incluso tuviste la oportunidad de dirigir en la temporada pasada tres funciones de Don Gil de Alcalá. ¿Qué proyectos tienes con ellos para 2022-23?
Tenemos un concierto sinfónico en marzo 2023 con música española, además del proyecto que te contaba de La Dolores. Estoy muy contenta de volver a dirigir la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM) ya que Don Gil de Alcalá fue una experiencia maravillosa. Trabajar con Emilio Sagi también fue muy satisfactorio, está siempre a favor de la música.
El éxito entre el público fue abrumador, los espectadores de la Zarzuela siempre son muy entregados. ¿Cuáles son para ti las claves de lo que se debería hacer tanto musicalmente como a nivel de gestión para conseguir que haya más público diferente que acuda a las salas de conciertos?
Es la pregunta que nos estamos haciendo todos y es difícil encontrar la respuesta. Lo que sí que hay que hacer es desarrollar acciones para que los jóvenes vengan a los conciertos, no es suficiente con que las entradas sean más económicas, la gente se tiene que enterar de que eso es así. En los conservatorios y en las escuelas de música, que es un público más vinculado a nosotros, hay que implicar a los equipos docentes para que se de el paso de asistir a los conciertos. Todos hemos pasado por el proceso de estar estudiando en el conservatorio y no tener tiempo para nada, solo para estudiar, pero creo que hay que combinar ambas cosas.
Por otro lado, creo que como intérpretes debemos estar abiertos a probar cosas nuevas. Estamos en una época en la que triunfan los formatos de consumo muy rápido y la música clásica no responde a eso. Esto no significa que no debamos mantener lo que estamos haciendo, a la gente le gusta, pero para que determinada gente llegue ahí, necesitamos atraerlos, hay que tener la mente un poco más abierta.
A veces tengo la sensación de que tanto a los programas familiares como a los programas didácticos no se les da el empaque que sí tiene la temporada. No ocurre con todas las instituciones, pero parece que a veces estos proyectos están porque tienen que estar, por cumplir el expediente. Ese va a ser el público de mañana, así que cuanto mayor calidad tengan estos proyectos, mejor será para el objetivo final. Por otra parte, muchas veces se piensa más en los niños que en los adolescentes o universitarios, y ellos pueden ser nuestro público de mañana. Si les ofrecemos un producto que tenga mucha calidad, será más fácil que vuelvan que si pasamos de puntillas por lo que estamos haciendo.
Ahora que ya hemos desgranado tus próximos compromisos musicales, ¿podrías contarnos qué te gusta hacer cuando no estás haciendo música?
Hago mucho consumo cultural, me gusta ir al cine, al teatro, leer… Intento hacer deporte, aunque no lo consigo tanto como me gustaría (risas), pero juego al pádel, me gusta mucho hacer senderismo, el contacto con la naturaleza me sirve para desconectar, y es algo que en Asturias es muy accesible. Una de las cosas que me encanta hacer es viajar, aunque esta profesión no me permite viajar por placer todo lo que me gustaría. Eso sí, cuando voy a una ciudad por trabajo intento buscar un hueco para visitar lo más importante. También me encanta estar con los amigos y con la familia, disfrutar de la comida y de estos tiempos juntos.
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