Por Alfonso Carraté
En tan sólo unos años te has convertido en una de las sopranos favoritas de tu generación. ¿Qué opinas de las carreras meteóricas? ¿Son peligrosas?
No sé si lo mío está siendo una carrera meteórica. Creo que he tenido suerte. Me he presentado a todo y me ha salido bien. Desde luego que es peligroso porque cuando empiezas a ser conocida te ofrecen papeles que a veces no te van bien; el riesgo consiste en aceptar ese tipo de ofertas. También existe el peligro de aceptar demasiados contratos, aunque sean adecuados para tu voz. Y se dan casos de cantantes jóvenes que tienen una gran voz pero no están suficientemente preparados, desde el punto de vista técnico, para empezar a trabajar, y se malogran. Yo he tenido siempre una cosa muy clara: el dinero es lo que menos me importa. Me alegra poder vivir de esto, pero el dinero no puede convertirse en el objetivo. Prefiero hacer una larga carrera aunque tenga que rechazar algunos trabajos, que ganar mucho aceptando lo que no me conviene.
La elección del repertorio adecuado es una de las cosas más difíciles que se le plantean a un cantante. Sobre todo siendo joven, la influencia de empresarios, agentes y maestros debe de ser muy grande y puede que no siempre te aconsejen lo mejor.
Mi voz es muy fácil a la hora de saber qué repertorio le conviene. Soy una lírico ligera y el repertorio para este tipo de voz está muy bien definido. La cuestión está en no salirme de ahí. Además, tengo la suerte de que mi maestro, Ramón Regidor, sabe muchísimo de repertorio. Cada vez que me ofrecen un papel, lo primero que hago, antes incluso de mirar la partitura, es pedirle consejo a él. Después veo y oigo la música y enseguida me doy cuenta de si puedo cantarlo o no. Dentro del repertorio para lírico ligera, me encuentro especialmente cómoda en el ‘bel canto’.
El carácter del personaje a encarnar, ¿influye también en tu decisión?
El auténtico mérito de la interpretación en escena es hacer un personaje que no se parece a ti en nada, ¿no? De otra forma corres el riesgo de interpretarte siempre a ti misma.
Seguramente es como dices. Yo, desde luego, siempre intento meterme en el personaje. Como te decía, hay ocasiones en las que, de entrada, me parece horrible, pero al final siempre encuentro algo que me atrae. Así, al principio el ‘Oscar’ no me gustaba nada, y luego estuvo muy bien. La Hija del Regimiento tampoco me gustaba y ahora me encanta hacerla y lo paso estupendamente. Hasta ahora todos mis trabajos me han gustado mucho y en varias ocasiones he tenido que hacer un gran esfuerzo para meterme en personajes que no se parecían a mí en lo más mínimo.
Tu formación dramática, ¿se debe también a la Escuela Superior de Canto de Madrid?
En realidad, he aprendido a base de trabajar, en el escenario, observando a otros en los ensayos, estudiando sus movimientos. Me gustaría estudiar Arte Dramático, sobre todo para aprender a expresar con el cuerpo, con los gestos más que con la palabra. Creo que tengo mucho que aprender en este terreno.
Tu nombre está sonando como cantante de ópera. ¿Siempre habías soñado con esta rama del canto, o te gusta también el oratorio, el ‘lied’, o el concierto?
En realidad, hasta que cumplí veinticinco años ni siquiera se me había ocurrido cantar. Entonces me fui una temporada a vivir a París, para aprender francés. Allí había una gran oferta musical; se podía asistir a muchos conciertos gratuitos en iglesias y centros culturales. Así descubrí la música clásica y mi gusto por el canto; entré en un coro de contralto (no andaba muy bien encaminada, como puedes ver). Cuando regresé a España ya tenía decidido estudiar canto, aunque no sabía si tenía o no condiciones para dedicarme a ello. Me enteré de que existía la Escuela de Canto y los requisitos y pruebas que había que superar para entrar en ella. Pasé las pruebas de acceso pero ni siquiera me planteaba dedicarme a esto profesionalmente. Tenía otro trabajo que no guardaba ninguna relación con la música. Dos años después empecé a cantar en coros de ópera semiprofesionales y cada vez que lo hacía me iba gustando más. Me di cuenta de que prefería ganarme mal la vida con ese tipo de actividades que seguir en una oficina. Todavía no me planteaba ser solista. Los compañeros me animaban y empecé a hacer audiciones y a tener trabajo. Casi siempre ha sido dentro del mundo de la ópera, aunque también me gustan otros géneros.
Tal como lo cuentas no parece que la técnica vocal haya supuesto un problema grave para ti y al escucharte queda claro que la naturalidad es una característica fundamental en tu voz ¿Cuándo entraste en la Escuela, tenías ya la voz impostada por naturaleza?
Sí, la tenía ‘de natura’. En mi casa nunca se escuchaba música clásica, pero todo el mundo cantaba muy bien y con la voz impostada; yo no sabía lo que era desafinar hasta que una vez, con trece años, escuché a una amiga cantar desafinando; no sabía que eso fuera posible Siempre estaba dando gritos, cantando canciones, sin saber nada de canto, pero sin problemas en la zona aguda ni nada de eso. Para entrar en la Escuela canté el aria de ‘Mimi’, del segundo acto de «La Bohème» y me resultaba fácil. La tesitura nunca ha sido un problema para mí. Claro que la voz era más blanca y no estaba hecha; mi trabajo ha consistido más en eso que en cuestiones de impostación o de agudos.
Muchos alumnos intentan imitar a sus maestros y a los grandes divos o, al menos, utilizan su voz como referencia. ¿No es una desventaja para ti estudiar con un tenor en vez de una soprano? ¿Cuál de las grandes de tu cuerda te he servido de ejemplo?
Escuchando a los grandes siempre se aprende mucho. Me gusta oír a Mariella Devia que tiene un repertorio muy parecido al mío; tiene un gran dominio del ‘fiato’. También escucho a Gruberova, aunque canta de una forma muy diferente; su forma de hacer las agilidades es envidiable. Me gusta mucho Callas pero me perjudica porque canta cosas muy bonitas que yo no puedo cantar. En realidad se puede aprender de cualquiera que cante bien.
Elige, pues, entre voz, técnica y musicalidad. ¿Qué es lo principal para ti?
La musicalidad, sin duda. Lo que intentamos hacer es música, al fin y al cabo. Un cantante con una gran voz y una gran perfección técnica que luego no te dice nada es mejor que se quede en su casa; como mucho puedes escucharle durante diez minutos. Luego te aburre. Prefiero alguien que exprese y que emocione. También es cierto que tener resueltos los problemas técnicos y poseer una bonita voz, te ayuda a expresar mejor, a estar menos pendiente de esos temas y disfrutar más con lo que haces. De otro modo sales al escenario demasiado preocupado y eso también lo percibe el público. En cualquier caso prefiero la belleza de una frase bien hecha a los alardes vocales.
En 1997 ganaste el ‘Viñas’. ¿Qué opinión tienes de los concursos?
Creo que son importantes porque cuando no eres nadie, ni nadie famoso te protege, sirven para darte a conocer y que te escuchen. Hay quien dice que todos los concursos están amañados, pero a mí en el Viñas no me conocía absolutamente nadie; nos presentábamos más de doscientos cantantes de todo el mundo. Había voces maravillosas pero creo que lo gané porque la gente no sabe lo que tiene que cantar. Una soprano lírico ligera cantaba un día «Sonámbula» y al día siguiente cantaba «Il Trovatore». Empezar es muy difícil y este puede ser un camino para tener la primera oportunidad. Yo insisto en que he tenido mucha suerte y me han ido saliendo las cosas con cierta facilidad. De forma directa, el Viñas no me proporcionó ningún contrato, pero seguramente el haberlo ganado reforzó de alguna manera mi imagen. Por otro lado, pienso que no es agradable concursar. A nadie le gusta que le juzguen por cantar tres canciones y con eso ya decidan si vale o no. Pero bueno, la cosa funciona así, y ya está. Además el dinero del premio siempre viene bien (se ríe).
Tu primer contrato después del Viñas fue en el Teatro de la Zarzuela con «La fille du Règiment». La crítica destacó muy especialmente tu trabajo también entonces.
Sí. Antes había empezado en el Teatro Calderón de Madrid. Allí no hacía falta ser nadie; bastaba con gustar en la audición, y yo había gustado. En la Zarzuela había audicionado para «La fille» antes del Viñas y me seleccionaron junto a otra soprano. Ensayamos las dos y al final me eligieron a mí, aunque se trataba del reparto de ‘jóvenes cantantes’.
¿Qué opinas del «género chico» y de lo que este Teatro está haciendo por su recuperación?
Me parece muy bien que se apoye el género; a mí me encanta. Es divertido y a veces muy bonito. Lo paso muy bien hablando en escena; tienes que sacar más tu faceta de actor. Me gusta el teatro y la zarzuela está a medio camino entre el teatro y la ópera. No me resulta fácil en absoluto; cantar sólo es mucho más fácil. Pero me encanta. Me parece fatal que en este género se pague menos a los artistas que en la ópera y no entiendo por qué es así. Quizás sea porque, al ser un género más popular, las entradas son más baratas, pero creo que no es justo y contribuye al desprestigio de la zarzuela.
Vayamos ahora al mundo de la ópera. Tu pasado éxito en el «Ballo» encarnando a ‘Oscar’ en el Teatro Real fue también considerable. ¿Cómo es tu relación con este Teatro?
Yo audicioné en la época de Lissner como muchos otros. De allí no salió nada en concreto. Cuando estaba haciendo «La fille du Règiment» en la Zarzuela, me propusieron hacer el ‘Oscar’. Por lo visto iba a hacerlo Ángeles Blancas, pero después le ofrecieron la ‘Adina’. Prepararon una audición en la que estuvieron presentes García Navarro y Juan Cambreleng para escucharme; canté arias de «Rigoletto» y algo más… El maestro García Navarro me dijo que le gustaría escucharme el ‘Oscar’. Como no lo conocía quedamos para la semana siguiente; incluso lo canté con partitura. Vamos, que no me lo dieron porque sí. Pero sí he tenido la suerte de que se han ido enlazando las cosas y me han ido saliendo bien. Supongo que es porque nací de pie.
Es necesario destacar de verdad, incluso con un papel secundario, como hiciste tú con ‘Oscar’ en el Real, donde se te aplaudió más que a algún personaje principal.
Bueno, eso es un poco exagerado; no tiene mucho sentido. El público va a la ópera a ver a los protagonistas.
Muchas sopranos podrían haberlo hecho bien, pero conseguir sobresalir de este modo, no me parece tan fácil.
Bueno, ‘Oscar’ no es un papel nada fácil. Ya lo decía García Navarro. Parece que lo que tiene que cantar es simple, pero no lo es en absoluto. Tal vez por eso, muchas veces, lo hacen voces de segunda categoría, por decirlo de algún modo. Tiene una tesitura muy central; requiere una voz con cuerpo. Es más difícil de lo que parece.
Aparte de las temporadas de los grandes teatros, como el Real o el Liceo, cantas en Oviedo, Palma de Mallorca, San Sebastián, etc… y apareces en personajes protagonistas. ¿Qué opinas de la labor que están llevando a cabo los teatros y festivales de provincias, cada vez más abundantes? ¿Suponen para los cantantes jóvenes un incremento de las posibilidades de trabajar?
Siempre es bueno poder cantar las obras. Casi nunca tienes ocasión de cantar en un teatro importante si no has hecho antes la obra que te ofrecen en concreto. Por mi parte, no le doy más importancia a unos teatros que a otros. Aunque fuera por amor propio y por respeto a la obra que interpretas, siempre hay que hacerlo con el máximo interés. Pero además está el respeto al público, que es igual en un pueblo pequeño que en una gran ciudad o en una capital.