Por Diego Manuel García
Al hablar de Mirella Freni, se evoca el último gran período lírico del siglo XX. Su muy larga carrera se extiende durante casi cincuenta años, desde su debut en 1955, con apenas veinte años, cuando aún estaban en activo, agotando sus últimos años de carrera cantantes como Giacomo Lauri Volpi y Beniamino Gigli; y, también, voces en plena gloria como Jussi Björling, Richard Tucker, Wolfgang Windgassen, Leonard Warren, Mario Del Monaco, Giulietta Simionato, Magda Olivero o Elisabeth Schwarzkopf. Estamos hablando respectivamente de tres y dos generaciones de cantantes anteriores a Mirella Freni, quien si coincide, plenamente, con esa égida de grandes voces nacidas en los años veinte del pasado siglo, y me refiero a los Giuseppe Di Stefano, Franco Corelli, Nicolaï Gedda, Alfredo Kraus, Gianni Raimondi, Ettore Bastianini, Cesare Siepi, María Callas, Renata Tebaldi, Victoria de Los Angeles, Fedora Barbieri o su segundo marido, el extraordinario bajo Nicolai Ghiaurov, con quienes compartió brillantes jornadas operísticas, grabaciones discográficas o vidas líricas paralelas. Sin embargo, su más brillante etapa está asociada, esencialmente, a Luciano Pavarotti y Herbert von Karajan, verdadero mentor de la soprano modenesa.
El director Salzburgués, se percató rápidamente de las cualidades vocales de Freni: belleza tímbrica, con gran riqueza de armónicos y homogeneidad en todos los registros, con unos graves bien colocados y el centro ancho, aterciopelado y acariciante. Voz plena de squillo, que se hace palpable en el registro agudo con un do5 redondo y bien proyectado. Y, además, un verdadero dominio de la coloratura, que le permitió adentrarse con verdadera fortuna en diferentes roles belcantistas. Su forma de cantar siempre se ha sustentado sobre los principios clásicos del “Bel Canto”, que aprendió con sus maestros Arrigo Pola y Ettore Campogalliani: respiración, proyección hacia adelante, perfecta apoyatura en las notas de paso, regulación dinámica de los volúmenes e incisivo fraseo.
Una extensa trayectoria artística y vital
A la edad de diez años, Mirella hizo su debut en un concierto infantil que tuvo lugar en Módena y en él cantó el “Sempre libera” de La Traviata. Poco tiempo después ganó el primer premio en un concurso nacional de canto gracias a su interpretación de “Un bel di vedremo” de Madama Buterfly, papel que con el paso de los años se convertiría en una de sus mejores creaciones. Sus estudios de canto los finalizó en Bolonia cuando contaba diecinueve años.
El debut profesional de Mirella Freni se produjo en el Teatro Comunale de Módena, cantando la Micaela de Carmen. El crítico musical inglés Richard Osborne considera que Micaela es una de sus grandes creaciones; y, por supuesto, la mejor en disco, donde ha llegado a legarnos hasta cuatro versiones a lo largo de treinta años.
Freni contrajo matrimonio el mismo año de su debut con el pianista y director de orquesta Leone Magiera, interrumpiendo su carrera por el nacimiento de su hija. En 1958 decidió volver a cantar, obteniendo el triunfo en el importante Concurso Viotti en Vercelli. Poco a poco, se le fueron abriendo las puertas de importantes teatros italianos: Comunale de Bolonia, Verdi de Trieste, Carlo Felice de Génova, San Carlo de Nápoles, Massimo de Palermo y Ópera de Roma. En 1961 debutó en el Festival de Glyndebourne y allí canto durantes dos temporadas consecutivas papeles mozartianos como Zerlina de Don Giovanni y Susanna de La nozze di Fígaro. Ese mismo año se produjo su debut en el Covent Garden, cantando la Zerlina y, poco más tarde, Nanetta de Falstaff, Violetta Valery de La Traviata, Margarita de Fausto y la Susanna.
En 1963 se produce su actuación en el milanés Teatro alla Scala, en su más emblemático papel: Mimi de La Bohème, con producción de Franco Zefirelli, dirigida musicalmente por Herbert von Karajan, quien se convertirá en su guía-mentor, marcando decisivamente toda su carrera posterior.
En 1964 se producirá su debut en tierras norteamericanas, primero en las óperas de Chicago y San Francisco y, finalmente, en el Metropolitan neoyorkino, con su ya emblemática Mimi. Al año siguiente volvió a triunfar en el Met, con una de sus grandes creaciones belcantistas: Adina de L’elisir d’amore. Ya en 1966 debutó en el Festival de Salzburgo, siempre dirigida por Karajan, con la Micaela de Carmen, que ya había grabado en disco tres años antes junto a Franco Corelli y Leontine Price, con dirección de Karajan al frente de la Filarmónica de Viena.
En 1969 incorporó a su repertorio otra de sus grandes creaciones belcantistas, la Elvira de I Puritani junto a Luciano Pavarotti y Sesto Bruscantini, con Riccardo Muti al frente de la Orquesta de la RAI de Roma, cuya toma en directo ha preservado una de las mejores grabaciones de esta ópera belliniana. También ese mismo año, cantó la Marie de La fille du regiment (versión en italiano) en el Teatro alla Scala, junto al inigualable Tonio de Luciano Pavarotti, dirigidos Por Nino Sanzogno, existiendo una referencial toma en directo.
A partir de 1970 Mirella Freni incorporó a su repertorio papeles más dramáticos, como la Elisabetta del verdiano Don Carlo, que en 1975 y 1976 volvió a cantar el Festival de Salzburgo siempre con dirección de Karajan y en compañía de otro protegido del director salzburgués: el gran tenor español Josep Carreras, cuya voz empastaba de maravilla con la de Freni. María-Amelia de Simón Boccanegra será otro de sus grandes roles verdianos así como la Desdemona del Otello verdiano, que debutará en la famosa película sobre esta ópera, dirigida artística y musicalmente por Karajan. Mirella Freni participará junto a Placido Domingo en la serie de funciones scalígeras conmemorativas del centenario del estreno de Otello, que tuvieron lugar en el Teatro milanés en 1987. Y, a partir de entonces, otros quince años de gloriosa carrera.
Extraordinaria intérprete pucciniana
Otro de sus grandes papeles puccinianos es la Butterfly, sobre todo asociado a la joven Mirella Freni, cuya bello rostro, un tanto aniñado, y presencia menuda correspondían muy bien a la expresión y el carácter de la desafortunada japonesita. Algunos críticos acusaban a Freni de que, al afrontar este personaje, tenía ciertas carencias de amplitud dramática. A tal acusación responde el siempre reticente musicólogo y gran especialista en voces Rodolfo Calletti, en estos términos: ”si algo de trágico hay en Butterfly, es su heroica compostura frente al desengaño, a la traición y a la desventura. De ahí que su sufrimiento, a través de casi toda la ópera, esté hecho más de alusiones sutiles que de estallidos clamorosos, y su desconsuelo es más susurrado que gritado. La Freni ha alcanzado esta perspectiva con una gama excepcional de acentos y de inflexiones”.
Freni es la Butterfly italiana por antonomasia, tanto por su adecuación al personaje como por la calidez vocal que le otorga, además de la espontaneidad de su canto y por los acentos que hacen totalmente creíble su caracterización. También la soprano modenesa logra mostrar los cambiantes estados anímicos de la enamorada Butterfly, con una vocalidad que se mueve muy bien en todos los registros.
Al año siguiente de esa extraordinaria La Bohème, Karajan reúne de nuevo a Freni y Pavarotti, dirigiendo a la Filarmónica de Viena, en otra grabación DECCA referencial de Madama Butterfly, alabada también por Celletti en su famoso libro Il Teatro d’opera in disco. El precioso y extenso dúo de amor con que finaliza el Acto I se convierte en las voces de Freni y Pavarotti en un auténtico festival canoro. Ese mismo año 1974, Freni interviene en una película de esta ópera filmada por Jean Pierre Ponnelle, y dirigida musicalmente por Karajan, editado hace unos años en DVD, donde aún podemos constatar, más si cabe, a través de la imagen, la creación dramático-vocal de Mirella Freni, esta vez acompañada por un magnífico y juvenil Plácido Domingo, ofreciendo su precioso timbre y una convincente presencia escénica.
Otro papel pucciniano afrontado con gran éxito por la soprano modenesa es el de Floria Tosca, también grabado por DECCA en 1977 junto a Pavarotti y Sherrill Milnes con resultados más discretos que en La Bohème y Madama Butterfly. Muchos años después, en 1990, con la voz más ancha y dramática, grabó otra espléndida Tosca –muy superior a su versión anterior, dirigida por Giuseppe Sinópoli y el excelente Cavaradossi de Plácido Domingo. La patética Liù de Turandot es otra de sus magníficas creaciones puccinianas, y sirva como ejemplo ilustrativo la toma en directo del Metropolitan en 1966, donde compartía reparto con la mítica pareja Birgit Nillson y Franco Corelli, dirigidos magníficamente por un joven Zubin Metha, con solo treinta años, pero ya gran dominador de esta obra maestra pucciniana.
Con el paso de los años, la voz de Freni adquirió tintes más dramáticos que le permitieron encarar la Manon Lescaut, que debutó en la Ópera de San Francisco en 1983 y al año siguiente grabó para DEUTSCHE GRAMMOPHON, con un excelente Plácido Domingo como Des Grieux, dirigidos por el malogrado Giuseppe Sinópoli. En 1992 Freni, volvió a grabar Manon Lescaut para DECCA, con dirección de James Levine, interpretando, de un modo aún más dramático, los dos últimos actos, que en su grabación anterior, junto al Des Grieux de un Pavarotti que mostraba cierto agostamiento vocal. Finalmente, destacar su gran versatilidad, con sus creaciones de Giorgetta en Il Tabarro, Sour Angelica y Lauretta en Gianni Schicchi, en la grabación DECCA del Trittico pucciniano, realizada en 1991, con dirección de Bruno Bartoletti, donde Freni daba la alternativa en el papel de Rinuccio a Roberto Alagna, casi treinta años más joven que ella, quien, a partir de entonces, comenzó a desarrollar una importante carrera.
Notables creaciones verdianas
Hablar de repertorio verdiano y un papel verdaderamente paradigmático para una soprano es, sin duda, hablar de Violetta Valery de La Traviata. Freni afrontó este personaje en los años sesenta del pasado siglo, en diferentes teatros, hasta cantarlo en la Scala milanesa en unas representaciones dirigidas por Karajan, donde los nostálgicos de Callas increparon a nuestra soprano, estando al quite para acompañarla rápidamente al camerino su gran amigo Luciano Pavarotti.
Freni también realizó magníficas creaciones de la Elisabetta de Don Carlo y Alice Ford de Falstaff, este último rol hasta tiempos muy avanzados de su carrera como, por ejemplo, en el Met neoyorkino en 1991 con dirección de James Levine, en edición reciente en DVD, comentado en nuestra revista hace unos meses, y donde Freni da un verdadero recital interpretativo. Más discutibles son sus interpretaciones de Elvira en Ernani, y las Leonoras de Il Trovatore; y, sobre todo, de La forza del destino, que grabó para EMI en 1986, con la magnífica dirección de Riccardo Muti y la presencia de Plácido Domingo como Don Álvaro, en un papel que al gran tenor madrileño siempre le ha ido como anillo al dedo, junto a la importante prestación del barítono Giorgio Zancanaro como Don Carlos de Vargas.
Se ha hablado más arriba de su gran creación de María-Amelia de Simón Boccanegra, que debutó en el Teatro alla Scala en 1972, con la famosa producción de Giorgio Strehler, dirigida musicalmente por Claudio Abbado, y de la que existe una toma en directo. Freni compartió reparto en aquellas funciones scalígeras con Piero Capuccilli como Simone, Nicolaï Ghiaurov en el rol de Fiesco y Gianni Raimondi como Gabrielle Adorno. Años después, en 1977, la DEUTSCHE GRAMMOPHON, realizó una grabación de Simon Boccanegra que ha pasado a los anales del sello amarillo como una de las mejores de su historia; también dirigida por Claudio Abbado, al frente de la Orquesta del Teatro alla Scala, con idéntico reparto que en la funciones milanesas y el cambio de Gianni Raimondi por Josep Carreras, exhibiendo un timbre de ensueño, en su más grande interpretación verdiana; y compenetrado totalmente con la Freni en unos extraordinarios y arrebatadores dúos.
Sus incursiones en el verismo y otros repertorios.
Cabe señalar que Freni realizó brillantes interpretaciones de el “Repertorio Francés” destacando sus creaciones de Margarita del Fausto de Charles Gounod, que cantó con Alfredo Kraus en una toma en directo desde el Teatro alla Scala, dirigida por Georges Prêtre y, también, una grabación de estudio EMI con el propio Prêtre y el Fausto de Plácido Domingo. Altamente recomendable es el visionado en DVD de una función parisina de esta ópera en 1975, donde Freni comparte reparto con otro excepcional Fausto: el tenor sueco Nicolaï Gedda, con dirección musical de Sir Charles Mackerras. Mirella Freni también cantó con gran éxito la Julietta del Romeo et Juliette de Charles Gounod, que cantó en teatro y en una grabación discográfica EMI en 1967 con un Romeo de excepción: Franco Corelli.
Ya se ha apuntado más arriba las felices incursiones de Freni en el repertorio belcantista y mozartiano. Todo lo comentado convierte a Mirella Freni en una de las grandes sopranos del Siglo XX.
Ya retirada de los escenarios, en la actualidad dedica su tiempo a labores docentes. Junto a su marido Nicolaï Ghiagurov fundó el Centro Universal del Bel Canto en Vignola. Iniciaron clases maestras en 2002. Después de la muerte de Ghiaurov en 2004, Freni continuó esas clases no solo en ese centro sino por todo el mundo.