Por Tomás Marco
La anterior afirmación podría parecer chocante si nos quedamos en el número de conciertos pues la música de cámara es más fácil de hacer y resulta relativamente más barata. En ese sentido no deja de cultivarse y de crecer. Pero no mediríamos la buena salud orquestal por el número de orquestas extranjeras que hacen aquí su agosto sino por las que residen en el país y en ese sentido la música de cámara arrastra una situación que debería haber sido superada hace tiempo.
De hecho , el siglo XIX ,que sigue describiéndose como la trabajosa ascensión de la música sinfónica frente a la teatral, tampoco mostró una especial proclividad a la música de cámara , que no hay que confundir con el recital, y se tardó en conocer los cuartetos de Beethoven, por ejemplo, tanto como sus sinfonías. De hecho, el mismísimo Pablo Sarasate, a quien injustamente se le tiene por un menospreciador de Brahms (simplemente por no tocar un concierto dedicado a su competidor Joachim que hacía lo propio con otros) fue el principal impulsor de la música de cámara de Brahms sufragando con su dinero, además de con su arte, sesiones de música de cámara durante sus estancias en Madrid.
En la actualidad, la situación viene a ser la misma. Hay, por supuesto, cuartetos, tríos y quintetos que realizan una encomiable labor pero siempre a salto de mata entre otras obligaciones y con una cierta indiferencia del entorno social y musical. En los últimos años quizá la única agrupación que ha intentado vivir sólo con su actividad de cámara sea el Cuarteto Casal que ha podido engancharse a ciertos circuitos internacionales. No es que haya sido un ejemplo desde el punto de vista del repertorio español pero sí ha alcanzado una independencia y una calidad que se desearía para otros muchos pero que no acaba de llegar.
Hay, por supuesto, otros cuartetos meritorios en la España actual. Desde los largos años de servicio del Arcana, el Hispánico Numen u otros ya en retirada hasta los modernos Saravasti, Picasso, Bretón etc. hay vocación y dedicación. En el trío, la dilatada dedicación de agrupaciones como el Mompou han sido continuados por el Arbós y en todos estos casos la incidencia sobre el repertorio español, moderno o histórico, ha sido muy importante .Pero el problema de base es el mismo: hay que hacerlo como una actividad secundaria lo que limita el tiempo y la posibilidad de actuaciones y más aún el competir con las innumerables agrupaciones extranjeras que nos visitan y de las que a veces hay que echar mano en festivales, ciclos etc. hasta para afrontar el repertorio español.
Y ¿por qué no? Porque culturalmente el país sigue en manos de clases directivas y políticos paletos que están dispuestos a gastarse millones en traer a los Tres Tenores (aunque preferentemente se decantan por Oasis o U2) que en gastarse bastante menos en una labor de base. Y las demás instituciones culturales y crediticias acaban dependiendo de esos políticos. Al final, la encrucijada de la música de cámara acaba en una encrucijada de política cultural. O sea, política a secas.