‘Si alguien descubre que todo lo que estoy tratando de expresar con mi música es un poco de nostalgia y mucho humor y optimismo, deberá saber que es exactamente como me gustaría ser recordado’ (Nino Rota)
Poco después, en la década de los cuarenta del pasado siglo, llegó su consagración como autor de bandas sonoras para el cine. Compuso, en diez años, más de treinta, y esta cifra supuso solo el inicio de una extensísima carrera de música para el cine en la que sobresalen las bandas sonoras que hizo para las películas de Fellini. El binomio Fellini-Rota es casi inseparable, mítico, y gracias a él el séptimo arte cuenta con algunas de las bandas sonoras más memorables de todos los tiempos. La suya fue una colaboración más perecida a una historia de amor eterno basada en el respeto profundo que Rota profesó por Fellini y por la confianza que éste último depositó en su compositor fetiche. Algunas curiosidades en este sentido: cuando trabajaba con Fellini el compositor utilizaba un método de trabajo muy sencillo. El músico se sentaba al piano y el director iba contándole la película “a su manera”. Así, Rota inventaba sus melodías a partir no de las escenas filmadas o el guión, sino de las sensaciones que recibía del director. Juntos colaboraron en dieciséis películas creando un sonido propio y reconocible. En justa correspondencia, Rota renunciaba a dirigir la orquesta en sendas grabaciones de la música escrita para los largometrajes de Fellini con el único objetivo de estar más cerca del director y captar mejor sus reacciones a medida que se iban grabando los diversos bloques de la banda sonora. Esta colaboración tête à tête les permitía hacer los ajustes necesarios de manera precisa e inmediata.
Y es que Nino Rota, lejos de permanecer olvidado, es objeto de periódicas revisiones discográficas y ocupa un lugar destacado en las programaciones musicales de sendas orquestas sinfónicas y conjuntos de cámara. Permítanme hacer referencia, a raíz precisamente del centenario que conmemoramos y que festeja el nacimiento del músico milanés, al ejemplo protagonizado por la Orquesta Sinfónica de Galicia, agrupación que el pasado mes de septiembre vertebró una gala lírica en el marco del 59 Festival de Ópera de A Coruña destinada a refrescar la memoria de los aficionados con algunos de los temas principales compuestos por Rota, con la siempre agradable voz de la mezzo italiana Daniela Barcellona y de la soprano irlandesa Majellah Cullagh, bajo la batuta del también italiano Marcello Panni. Aún así, no fue éste el único apunte de la programación gallega de este 2011 que hizo referencia al aniversario que nos ocupa: el pasado mes de febrero el maestro Ros Marbá y su Real Filharmonía interpretaron el Concierto soirée compuesto por Rota en 1962 y que en palabras de José María Latorre “lejos de ir a la búsqueda de una absoluta originalidad, juega espléndidamente con el decadentismo romántico fin-de-siècle”. Son pequeños ejemplos (hallaríamos muchos más, sin lugar a dudas) de cómo este centenario ahonda en lo evidente: que la figura y obra de Nino Rota forman parte imborrable del imaginario sonoro colectivo de más de una generación.
Comparto, en este sentido, la tesis que apuntaba hace unos pocos años (en mayo de 2008) David Rodríguez Cerdán con motivo de la reseña publicada por Diverdi del CD Improvviso, a cargo del Albatros Ensemble. Sostiene Rodríguez Cerdán que Nino Rota, junto a figuras como las de Rózsa o Korngold, “ha tenido que bregar tanto con los prejuicios asociados a la ocupación cinematográfica como con las obtusas intransigencias de quienes argumentaron que su arte era retrógrado u obsoleto y le negaran los caminos de la subjetividad”. Con la perspectiva que nos da el paso del tiempo, resulta hasta cierto punto fácil de argumentar el porqué Nino Rota, que creció en una familia de músicos y trató con familiaridad durante su adolescencia en su casa milanesa a Ígor Stravinski y Arturo Toscanini, pudo haber sido el gran compositor italiano del siglo XX.
Sin embargo, su labor en el cine eclipsó en gran medida su faceta de creador de excelente música de cámara, sinfonías y óperas para convertirlo en el más importante autor de bandas sonoras del cine europeo. Sus trabajos para Fellini y Visconti, pero también Vidor, Coppola o Dmytryk, alcanzaron una difusión que casi haría olvidar su excelente catálogo orquestal.
Nino Rota cultivó todos los géneros musicales, evitando la sensiblería y haciendo gala de un notable sentido del humor: sus obras sinfónicas bebían de la fuente romántica al más puro estilo Dvořák, imitando con buen gusto los mayores estilos musicales. Por el contrario, sus composiciones de música de cámara contienen ciertos toques de parodia como contrapeso a su declarado gusto por las formas neoclásicas. Trabajó siempre con una perspicacia y una maestría técnica que le hicieron ganar el respeto de los críticos, incluso de aquellos que lo consideraban pasado de moda. Rota consiguió un particular éxito con sus óperas Il cappello di paglia di Firenze de 1955 y La visita meravigliosa de 1970, considerada como una alegoría de su filosofía, y con sus sonetos Mysterium Catholicum (1962) y La vita de Maria de 1970, de una delicada y penetrante elegancia.
Destacamos también sus ballets: La rappresentazione di Adamo ed Eva (Perugia, 1957), La Strada (La Scala, 1965), Aci e Galatea (Roma 1971), Le Molière Imaginaire (París y Bruselas, 1976) y Amor di poeta (Bruselas, 1978) para Maurice Bejart.
Todas estas composiciones, sumadas a sus cerca de 150 bandas sonoras, se completan con una gran variedad de arreglos que van desde el piano solo hasta la orquesta sinfónica, sin olvidar la magnífica música de cámara que encuentra en piezas como la Sonata para viola y piano (1970) o el Trío para clarinete, violonchelo y piano (1973), sus obras más remarcables.
En 1973, Rota recibió tanto un premio Grammy como un Globo de Oro por su música para la película de Coppola, esta gran joya cinematográfica del siglo XX que es El padrino, mientras que en 1975 vería recompensada con un Óscar su labor compositiva para la segunda parte de la magistral trilogía (escrita en 1974).