
El nuevo disco de la pianista malagueña Paula Coronas es un homenaje a la mujer española vista, principalmente, a través de la idealización sonora de compositores enraizados en la escuela nacionalista de corte andaluz. Como de manera acertada recuerda la musicóloga Eva Sandoval: ‘Mujeres trabajadoras, mujeres guardianas de la tradición, mujeres mestizas, mujeres religiosas o mujeres madres configuraron un amplio imaginario artístico’.
Mucho hay de grato descubrimiento para el aficionado al piano español, así como de justa reivindicación por parte de Coronas en la elección del repertorio aquí presente. A los nombres consagrados de nuestra música en el pasado siglo XX —Manuel de Falla, Joaquín Turina (su serie Mujeres Españolas opus 17 da nombre al disco) y Ernesto Halffter— se unen los de otros compositores no menos interesantes, pero poco interpretados en la actualidad u olvidados por completo. Este último es el caso de José Muñoz Molleda (1905-1988), Emilio Lehmberg (1905-1959) y Ángel Barrios (1882-1964). De Molleda, Premio Nacional de Música en 1951, selecciona Coronas Farruca, pieza que al decir de la pianista es ‘paradigma del piano con alma flamenca’; de Lehmberg, malagueño de ascendencia germana, violinista y violista, discípulo en Madrid de Conrado del Campo, elige el enérgico y al tiempo soñador Fandango de Málaga; de Barrios, la DanzaAlbaycinera, cuyas páginas no ocultan la admiración por la música de Falla, en concreto por la Danza ritual del fuego de El amor brujo. Del poco programado Eduardo Ocón y Rivas (1833-1901), compositor heredero del piano romántico que encuentra en Chopin y Liszt los principales exponentes, se incluyen en el álbum tres piezas: el apasionado Amor inmortal, el Estudio Capricho para la mano izquierda opus 10, obra de expresivo lirismo, y el Gran Vals Brillante, compuesto en la senda impuesta al género por genio polaco.
Las interpretaciones de Paula Coronas son vehementes, con brío; virtuosas allí donde el virtuosismo es requerido; propias, en definitiva, de una pianista exigente. Lástima que la grabación desmerezca, para el gusto del que esto firma, al estar recogido quizá con excesiva proximidad, y gravedad, el sonido del piano.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
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