María Eugenia Luc. Solo & Chamber Music
Mario Caroli, flauta
Guillermo Pastrana, violonchelo
Ensemble Kuraia
Ensemble du Bout du Monde
Trío Zukan
Orpheus Classical
★★★★
Desde que existe el concepto de compositor, en Occidente, la creación como acto individual ha necesitado asentar cada poética sobre una técnica que fuera definitoria de la primera. Es decir, una forma de construir que tuviera sentido en un plano más allá de lo puramente estructural o constructivo. El siglo XIX y, por supuesto, el XX, es definitorio en este sentido y, a partir de entonces, la idea de método propio fue algo a alcanzar, ya fuera como adaptación de otras experiencias o como vía particular y totalmente original, ya consciente o como materia intuitiva. En cualquier caso, lo personal recaía en esa simbiosis entre ‘lo que se pretende decir’ y ‘cómo decirlo’, qué estructuras maneja el autor para llevar una intención a buen puerto. Evidentemente, con esto no hablo de establecer una diferencia entre forma y contenido (algo ya muy antiguo), sino de un contexto muy abierto y complejo donde el autor transita, generalmente en difícil equilibrio para no caerse. Y quizá en ese tránsito es donde nace su poética.
Actualmente, este tipo de definiciones abordan directamente el camino hacia lo personal, hacia cómo elaboramos —desde nuestra concepción del mundo sonoro— una visión propia de lo que estamos intentando decir (el decir musical y sonoro, se entiende). Y aquí quizá esté la clave: donde se percibe una voz (como ocurre con la voz poética), encontramos al compositor. Si no, no se produce ese hallazgo ni se da una mirada intencional.
María Eugenia Luc ha trabajado —indagando y generando distintas búsquedas— a través de diferentes caminos, aunque podríamos ver en su poética una cierta línea vertebral, sin duda coherente, que transita desde dos influencias fundamentales: las de Francisco Kröpfl y las de Franco Donatoni, quienes fueron sus maestros en distintos momentos. Además, la influencia francesa, extendida hacia el espectralismo, nos invita a manejar con cuidado eso que hemos llamado ‘línea vertebral’, ya que es siempre puesta en juego desde una visión personal que va pasando por diferentes estadios, depurando líneas y eliminando aquello que no se adapta a la necesidad de sentido que la compositora busca.
No me detendré en el análisis del método que Luc utiliza, fruto de décadas de experiencia. Mikel Chamizo lo sintetiza muy bien en el libreto del disco. Ni tampoco sobre cómo aplica su concepción técnica y formal en cada una de las obras del disco (además, cada pieza es muy diferente y este espacio no daría para ello). Señalaré algo que ya se evidenció en una anterior entrevista que le hice hace algunos años en torno a otro disco, De aire y luz, y donde la autora dejaba visible esa poética que rodea su producción. Muchas veces se produce el error —por otro lado nada infrecuente sobre algunos compositores, como Scelsi, Cage o Feldman— de considerar que ciertas ideas orientales, fruto de experiencias vitales en el caso de María Eugenia Luc, conforman su propuesta compositiva: en los casos mencionados, incluido el de Luc, esa interpretación solo roza la superficie, llevando lo oriental a un plano casi meramente exótico. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Por ejemplo, según Luc, la respiración —en un concepto muy amplio— forma parte indisoluble de su concepción poético-musical, aspecto que sí es tomado de la experiencia oriental, y que —por ejemplo— en la primera obra del disco, Forest, se muestra como la ‘naturaleza expandiéndose y respirando en la lentitud de su devenir’. Es este un ejemplo claro de cómo maneja la compositora ese concepto profundo y que nada tiene que ver con las fórmulas estereotipadas de lo oriental.
El disco agrupa siete obras de cámara de muy diversas formaciones, interpretadas por músicos muy reconocidos: ensemble, cuarteto de saxofones, flauta alto sola, flauta, arpa y bandoneón, o violonchelo solo. Y, sobrevolando esa poética que lo envuelve todo, hay una pieza que —sin transgredirla o virar hacia tópicos ya muy trillados— parecería alterar esa forma de hacer que hemos tratado: Un retazo del olvido, obra inscrita en un ciclo creado a partir de materiales sonoros extraídos del tango. Sin embargo, la personalidad de la autora no permite que la obra bascule hacia los tópicos, sino que abraza miras diferentes para integrarlas en una forma coherente y lúcida. Es un ejemplo más de que la personalidad siempre envuelve la forma (como alguien dijo, ‘yendo al fondo encontré la forma’), independientemente de que el concepto formal sea más o menos contradictoria a la primera. Y así se establece el diálogo.
Por Sergio Blardony
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