
Misteris del Corpus
Capella de Ministrers
Carles Magraner, dirección
CdM 2559
★★★★★
La primera descripción completa de la procesión del Corpus Christi valenciano data de 1677. Los textos religiosos, acotaciones escénicas y músicas de la procesión habían sido consignados algún tiempo antes por Antoni Caix, ministril municipal, y, poco después de la muerte de este, fueron reproducidas en el Llibre de les representacions dels misteris que es representen en València lo dia del Corpus Christi (BSM, Ms. 6.518), fechado en 1672, que sirvió de consueta hasta comienzos del siglo XIX.
Las conocidas como Les roques (Las rocas) del Corpus son los escenarios móviles donde, con figuras o con actores, se representaban diversos pasajes, misterios, de las Sagradas Escrituras. En la Roca de la Santíssima Trinitat se representaba el Misteri d’Adam i Eva; en la Roca de la Diablera o de Plutó, la Danza de la Moma (Danza de la Virtud) en lucha contra los Pecados Capitales; en la Roca de la Puríssima Concepció, los músicos, ‘vestidos como ángeles, tocaban y cantaban rodeados de un nutrido grupo de ángeles niños, todos los cuales conformaban una espectacular escena viviente de la Gloria de la Virgen’ (Francesc Villanueva Serrano). En este misterio una melodía popular tocada por chirimías introduce la polifonía profana a 5 del siglo XVII (acaso una letrilla) El lauro duplicado se conserve, a la que acompañan instrumentos de cuerdas.
Con la monumental y anónima Marxa de la Ciutat, encomendada a las poderosas trompetas, sacabuche y timbales de la Capella de Ministriles, comenzaba la segunda sección procesional del Corpus, ‘integrada por los miembros de los gremios artesanales de ciudad, que desfilaban portando grandes cirios tras las respectivas banderas de sus oficios’. Integran esta sección dos monodias, la vistosa Dansa valenciana de Diego Fernández de Huete, para guitarra barroca, crótalos y violín, y la rutilante Morisca, de nuevo para metales y percusión.
Las piezas más hermosas de la presente reconstrucción del Misteri del Corpus valenciano, son, en mi opinión, el Passacalles de Fernández de Huete, y el emotivo y doliente, auténtica belleza, Pasacalles de Francisco Gerau, perteneciente a su Poema Harmónico de 1694.





Deja una respuesta