Por Tomás Marco
La relación que los animales puedan tener con la música ha sido comentada desde muy antiguo, especialmente en lo que se refiere a los pájaros, que son los que más han llamado la atención de los humanos y a cuyo sonido se le suele llamar “canto”. El estudio de la música en la zoología ha dado incluso pie a lo que hoy se llama Zoomusicología a la que ya le han surgido hasta algunos especialistas. El término tiene ya sus años pues fue acuñado por el compositor e investigador francés François-Bernard Mâche hacia 1983 y ha hecho fortuna.
Sobre si los animales aprecian la música humana hay creencias muy tópicas que, sin embargo, no son tan verdaderas. Incluso son creencias arraigadas desde la Antigüedad como el mito de Orfeo amansando a las fieras con la música. Para la mayoría de los que poseen perros o gatos hoy día no cabe la menor duda de que sí y, curiosamente, lo que les gusta a sus perros o gatos es lo que les gusta a ellos. Un amante del rock afirmará que a su perro le gusta eso y otro de la ópera que su perro disfruta con las arias verdianas o los coros wagnerianos. En realidad, es una proyección sonora de algo muy común en nuestra sociedad donde a las mascotas no se las trata como a perros o gatos sino como si fueran niños.
La música humana no parece así que sea un arte para animales, ni siquiera si fuera verdad que las vacas dan más leche con Mozart, cosa menos probada de lo que se afirma, pues dar leche no es un deseable efecto estético. ¡Qué sería así de Salzburgo y de su festival! Tampoco es válida la anécdota que se cuenta -seguramente falsa- del criador de canarios que los entrenaba haciéndoles escuchar arias de Lucia di Lammermoor. La función de la ópera no es sin duda esa.
La tercera cuestión sería si se puede hacer música con el sonido animal, sea considerado o no como canto. La respuesta es evidentemente sí pues hoy día cualquier fuente sonora de cualquier tipo puede servir de base a una obra musical. Ya los griegos intentaron hacer música imitando el canto de las aves y uno de sus más antiguos e ilustres ejemplos es el coro de pájaros cantores que Aristófanes introduce en La Aves, más que nada para mofarse de Sócrates.
Entre los modernos, sin duda el compositor que más ha utilizado musicalmente a los pájaros es el francés Olivier Messiaen.
Obras como Pájaros exóticos, El mirlo negro o el amplio y exhaustivo Catálogo de los pájaros, por no hablar de una amplia escena del San Francisco de Asís, revelan su cuidadoso estudio de la materia y lo seriamente que se lo toma. Pero no se limitó a hacer un tratado de ornitología sonora, sino que, a partir de esos datos, compuso y surgió su música propia. También con las ballenas y otros grandes cetáceos, compositores diversos han hecho lo mismo. Ya en 1966 el británico John
En fin, que este es un uso en el que el sonido de los animales si puede finalmente convertirse en música pero no con mayor o menor legitimidad que cualquier otro sonido.