Revisión crítica de las enseñanzas musicales superiores por un catedrático que decide abandonar la docencia por claras desavenencias con las políticas educativas. Aduce que nos encaminamos hacia un sistema muy dirigido y ferozmente segmentado, que fomenta un rígido funcionamiento, impropio de unos centros de esta categoría (estudios superiores) y condición (enseñanzas artísticas).
Por Carlos Galán, catedrático del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, compositor, escritor, pianista y director del grupo Cosmos 21
Considero que el panorama musical educativo estácambiando para mal. Me gustaría pensar que simplemente estoy desfasado, cansado. Pero parece que mi plural actividad profesional actual (e incluyo la docente) muestra lo contrario. Sin embargo, los planes de estudio y las ordenaciones académicas vienen a reafirmarme en mi sentir. Rodeado de extraordinarios amigos catedráticos, a los que critiqué con dureza por jubilarse anticipadamente, ahora lamento darles la razón, y más oyendo tantas voces disidentes que hablan de un aire irrespirable, una toxicidad muy peligrosa para quienes amamos la enseñanza.
Con 21 abriles me planteé acceder a la única plaza disponible en la Cátedra de Improvisación del considerado, entonces, primer centro superior de enseñanzas musicales de España. Era el año 85 y todo estaba muy centralizado aún. Entré al claustro del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (RCSMM) gracias a obtener el número uno en la oposición (luego ganaría cuatro más, con idéntica posición) para impartir una especialidad que, entendía yo, era la única que aglutinaba todas las prácticas musicales impartidas en un conservatorio de música (interpretativas, compositivas y teóricas).
Tras 38 años de docencia en las enseñanzas superiores, dejo la cátedra que tanto amo.Pero encuentro necesario puntualizar mi marcha. No me jubilo. Dejo la enseñanza, que es muy distinto. Son demasiados los compañeros a los que he oído lamentarse que ¡nos están echando a empujones! Mi júbilo diario ha sido venir a clase y contactar con los estudiantes. Y siempre me jacté de que, por encima de ser compositor (vital en mi ser), escritor o intérprete (pianista y director), situaba el ser profesor del conservatorio madrileño. Como parto de mi profundo credo en la docencia, vaya este empeño postrero por compartir ciertos pensamientos, de cara a que todo aquel que esté interesado por las enseñanzas musicales extraiga el aprendizaje que considere.
Defensa de la enseñanza pública
Creo que el legado más importante que tiene nuestra sociedad es el patrimonio cultural y este se alimenta y preserva con la educación. No hace falta que manifieste, al tiempo, mi incondicional apoyo al sistema educativo y sanitario de nuestro país. Por ello, apuntaré al lector que mi apuesta por la enseñanza pública es tan extrema que a lo largo de mi extendida carrera como docente me he negado a participar en la privada, siquiera a tiempo parcial.
Nuestra sociedad está sufriendo una transformación continua (algo natural y previsible). Pero parece encaminarse en una dirección muy peligrosa en lo concerniente a la cultura y la educación, que alarmantemente se empiezan a (con)fundir con entretenimiento e instrucción. Por lo pronto y ciñéndonos al costado educativo, empezaré por traer a colación una cita que podría extrapolarse al presente: ‘También el centro sufrirá dentro de poco tal daño que durante mucho tiempo será imposible restaurarlo a su antiguo estado. Y fundo mi apelación en la ruina de la dignidad de su oficio, que, según mis provisiones, podría obstaculizar seriamente la tarea de nuestros sucesores’. La demoledora sentencia es de Johann Sebastian Bach.
¿Soy un alarmista o un catastrofista? Algunos catedráticos se han sorprendido del apoyo logístico vertido hacia centros privados, en unos tiempos de tan limitados presupuestos públicos para la enseñanza. Claramente, la administración tiene otras prioridades. Y si no, revísese la estadística del recorte en el gasto a la enseñanza pública (hasta un 20 %) en la crisis del 2007, mientras se incrementaba la ayuda a la privada/concertada (hasta un 12 % favorable). No me detengo en las consecuencias de apoyar a lo privado en detrimento de lo público, ya que alargaría en exceso este capítulo.
Centros regidos desde la administración, no por los docentes, para ser vivero de futuros profesores
El sistema actual, en clara contradicción con la cacareada ‘autonomía de centros’, está cayendo en un funcionamiento absolutamente burocratizado e hiper regulado, fomentado por lo general desde las directivas. Quizá el primer problema resida en la propia dirección de los centros, cuya hoja de ruta (reconocido en privado por muchos directores de conservatorio) se reduce a plegarse a las exigencias o propuestas de la consejería de turno. Ya denuncié en muchos foros que la directiva no podía estar escorada hacia la administración. Debía ser un vehículo eficaz de transmisión, ante esta, de las inquietudes, preocupaciones y propuestas del profesorado y no, como viene siendo, un brazo más de imposición de las ordenanzas superiores. Pero claro, partimos de que la elección de esos directores no goza de un sano espíritu democrático ya que el profesorado apenas tiene poder vinculante.
Los ejemplos negativos de plegarse a las directrices superioresson muchos. Todavía está latente un episodio bochornoso cuando no hace ni una década el RCSMM tuvo que admitir a los estudiantes de una universidad privada (Francisco de Victoria) por imposiciones ‘superiores’, ya que esta cerró sus estudios. Nuevamente otro rescate vergonzoso por medio del dinero público de los desaciertos del sector privado. La creación e implantación de grados como Sonología, Flamenco o Jazz son otros hechos ‘sonados’, en este caso por su dudosa rentabilidad social (el marco educativo europeo articulado en el Tratado de Bolonia recomendaba vivamente dicha premisa). Las movilizaciones en el conservatorio de Madrid por los medios disponibles para la primera titulación son un ejemplo (y el que sale mal parado es el centro y no la administración que la propone).
Y peligroso asunto cuando la educación se convierte en un simple vivero de futuros profesores. El historiador Josep Fontana denunció que ‘La tendencia, tanto en la escuela como en la universidad, apunta en la dirección de limitarse a ofrecer una formación que se dedique a preparar para el ingreso inmediato en la empresa'(es el caso de los flamantes grados de Flamenco o Jazz, que solo ‘producen’ profesores de la especialidad, no profesionales del ramo). Se trata de consolidar el tipo de ‘currículum oculto’ del que habla Henry Giroux, por el que ‘la clase dominante se asegura la hegemonía’. Siempre he implorado a mis alumnos que, aunque la educación sea una de las ramas más hermosas de la música, si no la que más, que solo se dediquen a ella si de verdad es por vocación y no como sostén económico. George Steiner, en Lecciones de los maestros, no pudo ser más categórico y claro: ‘Una mala enseñanza es, casi literalmente, asesina y, metafóricamente, un pecado’. Una enseñanza entregada a metas utilitarias es destructiva.
Existen muchos temas que exigen una revisión absoluta y que, Bach dixit, solo pueden acarrear un grave deterioro de la institución, independientementede su integración o no en la universidad. Pero la administración a lo suyo. Ahora nos encontramos ante nuevas encrucijadas y me temo que siguen en su línea de imponer sus exigencias gracias a unas directivas que no saben o no quieren ponerle freno, renegando de la saludable y enriquecedora autonomía de centros (cada conservatorio precisamente se ‘personaliza’ por las titulaciones que oferta).
Herencia de pertenecer a Enseñanzas Secundarias
Como la enseñanza superior sigue sin estar adscrita a la universidad (cuyo marco estricto tampoco es el adecuado si no contempla la especificidad de nuestra docencia), surgen numerosos temas que conviene atajar sin falta, por tratarse de inaceptables corsés arrastrados de nuestra inclusión en secundaria:
- Implantación de currículos asfixiantes, articulados desde consejerías con propuestas ‘pedagógicas’ academicistas y en absoluto artísticas, repletas de términos hueros e inundadas de tecnicismos ajenos a la práctica musical.
- Burocracia. Nuccio Ordine, en La utilidad de lo inútil, no lo pudo denunciar con mayor claridad: ‘Los profesores se transforman cada vez más en burócratas al servicio de la gestión comercial de las empresas universitarias. Pasan sus jornadas llenando expedientes e interpretando órdenes ministeriales, confusas y contradictorias’.
- Tecnificación. No olvidemos que, pese a sus ventajas, conlleva numerosos peligros y pérdidas irreparables. Y, frente a ella, la única respuesta válida es preservar las enseñanzas humanísticas, ya que son ‘una respuesta ética a un mundo en constante transformación ante el avance de la ciencia y la tecnología’, tal como señalaba Luis García Montero en Prometeo.
- Vigencia de controles externos (inspectores de Secundaria) inadmisibles para nuestros niveles educativos (grados y postgrados).
- Ausencia de la condición de investigador y artista, propias de las enseñanzas universitarias, lo que también incluye la posibilidad de la enseñanza emérita (a tiempo parcial). Ya, en tiempos de Bach, intentaron defenestrar su labor por considerarla propia de un músico de capilla (concertista) y no de un cantor (docente). Si bien es evidente que el ser buen músico no garantiza en absoluto el ser buen profesor, es fácilmente demostrable que las actividades artísticas son un germen de futuras enseñanzas. Tendrán que pasar décadas para que algún iluminado de la administración educativa copie las demandas al profesorado alemán universitario, al que penalizan si no compatibiliza su actividad docente con unas mínimas actividades artísticas paralelas.
Pero hay muchos más temas candentes que exigen una inmediata resolución:
- Número de horas lectivas del profesorado, que no se corresponde con el del rango universitario —y en lo que hemos dado un gravísimo paso atrás por la connivencia de las últimas directivas con las consejerías—.
- Rigidez y saturación de horarios propios y del alumnado, que se manifiestan en la imposibilidad de asistencia, parcial o totalmente, a otras actividades fuera del estricto horario establecido.
- Absoluto protagonismo de las asignaturas troncales (atentando contra la libertad de cátedra).No existe en ninguna carrera universitaria una sola asignatura, por significativa que sea, que tenga prioridad sobre el resto.
- Creación obligada de nuevos másteres para competir con la privada. Camino promovido por la administración y que acaba priorizando los estudios de postgrado. Para quienes hemos defendido siempre la enseñanza pública y su gratuidad, el hecho resulta oprobioso, pues estos caros postgrados nos alejan de la famosa gratuidad de toda la enseñanza.
Una evidencia del problema de fondo: el poco nivel de exigencia con el alumnado
Como hay que prolongar la vida académica (al bachiller Sansón Carrasco ya no le sucede ni el licenciado Vidriera, sino el masterado) la exigencia ha bajado notabilísimamente, pues el alumno no puede detenerse en el grado. Ya hemos denunciado muchísimos docentes (me sumo a las quejas de Pedro Bonet, Nuccio Ordine o Daniel Arias-Aranda) el drástico descenso del nivel de exigencia en las calificaciones.
Entre las prácticas impuestas, por un afán de equipararnos con los estudios universitarios, se encuentran los Trabajos Fin de Estudios.Ante la ausencia de investigación y de reflexión en ellos, decidí realizar una pequeña encuesta para calibrar el verdadero nivel que estamos impartiendo, lejos de los criterios empleados por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad de la Acreditación. Los estudiantes de música, como potenciales comunicadores artísticos, deberían mostrar una manifiesta avidez de conocimientos. Pero no parece ser así.
Encuesta sobre hábitos de consumo cultural de los estudiantes del superior
Veamos un sucinto repaso. Los resultados son muy a tener en cuenta, pues la encuesta ha sido respondida por casi una sexta parte del alumnado perteneciente a todas las especialidades del RCSMM. Realizada en otros conservatorios superiores españoles, los resultados recogidos han mostrado similar tendencia.
Los alarmantes datos tenían un primer aldabonazo al responder a la pregunta que les inquiría por el número de conciertos a los que asistieron en el último año. Los guarismos son escalofriantes: un 18,3 % (casi una quinta parte del alumnado) no llega a tres. Si lo elevamos a menos de diez (que no es ni uno al mes) sale un terrible 61,8 %. La tónica dominante demuestra que el alumnado apenas asiste a conciertos.
Cuando la pregunta versa sobre el número de libros leídos en el año, los datos son igualmente desalentadores y, por supuesto, ponen en entredicho el sentido de los célebres trabajos de investigación que, como muchos tenemos constancia desde hace años, son ejercicios de corta y pega (y sin atisbo de investigación alguna). Un 12,3 % no había leído ninguno. Un 20,1 % solo uno. Y un 41,2 % no alcanzó a leer siquiera tres. Es decir, todos estos conforman un 73,6 %. Terrible.
También se incluían preguntas sobre el número de exposiciones visitadas y de obras de teatro a las que asistieron en el último año. Nada que nos sorprenda: un 40 % y un 54 %, respectivamente, contestó que a ninguna. Cifrasde enorme gravedad,porque muchos de nuestros instrumentistas estarán en los fosos de óperas, zarzuelas y espectáculos musicales. (Los resultados completos se podrán consultar íntegramente, junto a otras preguntas realizadas, en mi nuevo libro Lecturas de la improvisación, EdictOràlia).
Decididamente, algo no se está haciendo bien.
Una propuesta para ponernos de nuevo en Europa: el Grado de Improvisación
Si nunca dudé de mi dedicación pedagógica en exclusiva a la Cátedra de Improvisación fue porque esta especialidad, como indiqué al principio, es el sumun de las prácticas musicales (de ahí su extrema dificultad). Por ello, y hablando desde el conocimiento y el compromiso, mi respuesta siempre se ha focalizado en su defensa. Durante décadas luché con ahínco por reabrir un grado que nunca debió suprimirse. Carrera que era la envidia de Europa y que fue desmantelada justo cuando gozaba de una extraordinaria salud y entró en vigor el Plan Bolonia, que fomentaba, precisamente, la transversalidad e interdisciplinariedad —tan en sintonía con las destrezas que desarrollaba nuestra especialidad—. Para enmendarlo, propuse un Grado de Improvisación que hubiera dado respuesta laboral a muchas salidas profesionales (profesores de piano complementario, de acompañamiento vocal y de danza y de la propia especialidad, además de repertoristas, correpetidores, músicos de estudio, de jazz y de flamenco). No hace falta decir que titulaciones similares (aunque sin el empaque del propuesto) ya se han afianzado por toda Europa. De cabeza de león a cola de ratón. Sí, como está escrito.
Mientras, nuestra sociedad le da la espalda al artista comprometido y al docente y ataca inmisericordemente al funcionario. La administración no se cansa de recordarle ‘sus obligaciones’, pero nunca esos derechos que reclamamos más arriba, de cara a defender íntegramente lo que implican estas dos palabras: Enseñanzas Artísticas.
Por mi parte, ya no sé muy bien cuál es el sistema docente idóneo, pero sí cuál no debe ser. Seguiré luchando por aprender enseñando (docendo discimus), aunque sea con otros medios y en otros foros.
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