La histórica distancia que ha caracterizado la relación entre conservatorios y universidades en España durante décadas está siendo superada. En la actualidad comienzan a ponerse en marcha convenios mixtos para la realización del doctorado, lo que abre una vía privilegiada para que los músicos puedan realizar tesis más afines a su ámbito artístico y tener la oportunidad de explorar espacios interdisciplinares. Las primeras universidades en dar el paso han sido Complutense y Politécnica de Madrid, La Rioja y Valladolid. Los centros superiores, el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, por partida doble, y el Centro Superior Katarina Gurska. Con el fin de tener una visión más amplia de la situación, comenzaremos por revisar la evolución de las tesis doctorales de música en nuestro país.
Por Antonio Narejos
Hasta no hace mucho, el doctorado estaba vetado a los músicos que no cursaban una doble titulación, una musical y otra universitaria. Pero desde la declaración de equivalencia a todos los efectos de los títulos superiores de música al de licenciado universitario (RD 1542/1994) se hizo por fin posible acceder directamente al tercer ciclo universitario con el título del conservatorio.
Este hecho tuvo una repercusión enorme en el incremento del número de tesis de música defendidas en las universidades españolas desde principios de siglo, lo que también se ha visto impulsado por la entrada en el Espacio Europeo de Educación Superior, con grados y másteres de enseñanzas artísticas en el mismo nivel educativo que los universitarios (MECES 2 y 3).
Para analizar la evolución de las tesis dedicadas a la música en España hay que partir de 1977, cuando se puso en marcha TESEO, el registro oficial de tesis doctorales del Estado. Sin embargo, como herramienta de trabajo, la web de TESEO arrastra numerosas carencias, como son su interfaz anticuada con opciones de búsqueda muy limitadas y los numerosos errores que contiene, además de que faltan muchas de las tesis defendidas. Por esta razón, en el caso de la música, la opción más completa para acceder a la información, e incluso descargar la mayoría de las tesis doctorales, es la base de datos tesisdemusica.es, resultado del cruce de diferentes fuentes oficiales y de donde se extraen las estadísticas de este artículo.
A principios de mayo se contabilizaban un total de 2.494 tesis, que abarcan la práctica totalidad de los ámbitos relacionados con la música. Si observamos la tabla adjunta, vemos que se pasó de algunas unidades anuales en los inicios a superar la decena de tesis en 1990, el centenar en 2011 y los dos centenares el 2015. Sorprende ver el alto volumen de los años 2016 a 2018, en los que se superaron las 300, récord debido a que en 2017 se extinguía el plan de doctorado anterior y muchos doctorandos pisaron el acelerador para no quedarse fuera. Por otra parte, no será necesario comentar la causa que ha condicionado el drástico descenso del pasado año y aún el ritmo lento del actual, con muchas tesis pendientes de concluir y encontrar el momento óptimo para ser defendidas.
Pero lo más significativo es que el 90 % de las tesis se han llevado a cabo en lo que llevamos de siglo, coincidiendo precisamente con el momento en que comienzan a defenderse las primeras tesis de titulados superiores de conservatorios. Algo está cambiando desde entonces en la percepción de los músicos hacia su propia formación, que no finaliza con aprender a tocar un instrumento de forma excelente. La sociedad actual está cambiando continuamente y la demanda de una formación más amplia se está convirtiendo en un imperativo. Además de los requisitos académicos, hoy son necesarias una mayor flexibilidad y diversificación, lo que supone la adquisición de nuevos conocimientos y habilidades. Y la investigación comienza a verse como una opción para el perfeccionamiento artístico y para optar a mayores oportunidades de trabajo.
En cuanto a la distribución de género, la diferencia entre hombres y mujeres se ha venido manteniendo con ligeras variantes en torno a un total del 55,9 % y el 44,1 %, respectivamente. En los años en los que el volumen fue más alto, se alcanzó una igualdad prácticamente total, con una diferencia de apenas siete tesis a favor de los hombres en 2016 y de dos a favor de las mujeres en 2017.
Sin embargo, desde entonces, las diferencias no han dejado de aumentar año a año en contra de ellas y, además, en proporciones inauditas. En 2020 (último año con datos completos) la proporción masculina llegó al 63 %, y en lo que llevamos de 2021 la diferencia se ha incrementado hasta el 80 % en el caso de ellos y el 20 % en el de ellas. Aun siendo preocupantes estos datos, con una producción total tan reducida, la casuística que los provoca es muy variable y no deberían tomarse como indicio de una tendencia real.
En cuanto al idioma empleado, el español es la lengua más frecuente con el 86,3 % del total. Pero también encontramos un buen número de tesis en las diferentes lenguas cooficiales del Estado, además de otros idiomas extranjeros, como alemán, francés, inglés, italiano y portugués. Las cifras más significativas se dan con el catalán y el inglés, ambos con una cuota del 5,5 %.
El número de universidades que acogen las tesis doctorales de música es cada vez mayor, nada menos que 63 del total de 88. En el gráfico se refleja el top ten de universidades que sobrepasan el centenar de tesis, destacando en primer lugar la Complutense con 240.
Ahora bien, en la gran mayoría de los casos, los músicos han tenido que adaptarse a los diferentes programas sin una preparación previa, enfrentándose a situaciones complicadas debidas a las grandes diferencias entre ambos ámbitos académicos. Por una parte, los centros superiores de música y las administraciones educativas que las sustentan han puesto muy difícil la compatibilidad con la docencia y, al mismo tiempo, han cerrado sus puertas a los estudiantes que finalizaban sus estudios. La escasa flexibilidad de horarios, la falta de recursos en los centros y el prácticamente nulo apoyo a la investigación han obligado a los músicos a realizar la tesis doctoral en su tiempo libre, totalmente abandonados a su suerte. Por otra parte, las universidades no han tendido puentes para facilitar el acceso a los programas, en la mayoría de los casos muy alejados de la música y de los dominios en los que los músicos se han forjado.
Es cierto que existen programas de doctorado específicos en el área de la música, pero si analizamos los datos del Registro de Universidades, Centros y Títulos (RUCT) vemos que los organizados por las universidades en solitario se redujeron de los once vigentes antes de la entrada en vigor del RD 99/2011 a los seis de la actualidad, lo que supone un ajuste de la oferta a la demanda real.
Y es precisamente en la opción de los convenios donde las universidades están viendo la oportunidad de dinamizar su oferta, al mismo tiempo que enriquecen su espectro con la introducción de nuevas líneas, como la cada vez más valorada investigación artística. Si a esto unimos la necesidad por parte de los conservatorios de desarrollar vías adecuadas para los músicos que deseen doctorarse, la ocasión se presenta con un potencial muy interesante.
En el ámbito de los másteres ya se cuenta con alguna experiencia de colaboración universidad-conservatorio, como es el caso de los convenios entre la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC) con las universidades de Barcelona y la Rovira i Virgili, y también el de la Universidad de Murcia y el Conservatorio Superior de Música ‘Manuel Massotti Littel’ de Murcia, donde se comparten programación, profesorado e instalaciones. Ahora les llega el turno a los programas de doctorado, con proyectos ya en marcha como los que conoceremos a continuación.
Elena Torres Clemente, profesora de musicología y coordinadora del programa de Doctorado en Musicología de la Universidad Complutense de Madrid
La línea de investigación artística en música aprobada por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (RCSMM) es fruto del convenio firmado en noviembre de 2019, cuya puesta en marcha tendrá lugar el próximo curso (2021-22), con el fin prioritario de favorecer la realización de tesis doctorales centradas en la práctica musical como objeto de estudio.
Un creciente número de organizaciones, artistas, estudiantes y profesionales de la investigación dirigen sus miradas cada vez con mayor interés hacia este campo y, por ello, ambas instituciones hemos considerado la necesidad de unirnos para potenciar la investigación ‘en’ las artes musicales. Al aunar esfuerzos, recursos humanos y materiales, pretendemos superar las dificultades derivadas de la especificidad de un proyecto como este, que implica una continua interacción entre la teoría y la práctica. La trayectoria consolidada de ambos centros superiores, así como el prestigio de los programas educativos impartidos por el Departamento de Musicología de la UCM y por el RCSMM, nos sitúan —pienso— en un muy buen punto de partida para convertirnos en referencia en estos estudios, en los que pretendemos apostar por el rigor y la calidad.
Es importante señalar además que este convenio se enmarca dentro del Programa de Doctorado Interuniversitario en Musicología al que se adscriben la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Valladolid y la Universidad de La Rioja, y que, más allá del acuerdo alcanzado con el RCSMM, las tres universidades —y la Complutense de forma particular— queremos contribuir activamente a integrar las inquietudes del mundo artístico en el marco universitario.
Actualmente, los estudios de postgrado centrados en investigación artística en música que se realizan en España empiezan a suscitar interés. Por ello, y gracias a contadas iniciativas públicas y privadas, se comienza a transitar por este terreno, que desde hace veinte años acapara un lugar indiscutible en el debate académico internacional.
Como toda nueva área de conocimiento, carente de una larga trayectoria y de suficiente masa crítica, las investigaciones que se llevan a cabo en ella son muy desiguales en calidad. En este sentido es conveniente recordar aquí que una investigación doctoral implica un avance en el conocimiento artístico y que también debe ser una aportación científica documentada reflexivamente y presentada y transmitida con criterios académicos. Por tanto, no sería válido reducir la investigación a una mera verbalización del trabajo realizado por el intérprete, es decir, a la explicación por escrito de las decisiones tomadas acerca de cómo tocar; pero sí, en cambio, recuperar determinadas técnicas interpretativas, o formular un proyecto artístico propio tras un proceso de autorreflexión crítica.
En mi opinión, hay varias medidas que contribuirían a desarrollar de manera satisfactoria esta línea en los próximos años. Entre ellas, estimularía la colaboración entre profesores doctores procedentes de conservatorios y universidades, tanto para la codirección de tesis como para la organización de actividades formativas conjuntas. Es este el sistema que tenemos previsto implementar en el convenio establecido por la UCM y el RCSMM, como medio para dinamizar el diálogo entre la práctica musical y la reflexión científica.
Además, sería conveniente incrementar las infraestructuras —revistas, reuniones científicas, asociaciones profesionales—, de manera que los esfuerzos individuales dejen de ser tales, y se articulen en escenas activas. Considero igualmente importante crear redes transnacionales que posibiliten el intercambio de experiencias y la retroalimentación, fundamentalmente con Europa y Latinoamérica. Finalmente, una medida que para la Complutense resulta crucial es contar con asesores externos, elegidos entre los mejores especialistas internacionales en el tema, que nos guíen a la hora de diseñar los proyectos y ver con claridad los desafíos abiertos en el ámbito español.
Jorge Grundman Isla, compositor, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y secretario del programa de Doctorado en Música y su Ciencia y Tecnología
Pertenezco a una generación en la que un hijo que quisiera estudiar música en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (RCSMM) para luego dedicarse a ella, no entraba mucho en la cabeza de sus progenitores. Y, como tal, querían que hiciera una ingeniería. Por ese motivo me decidí a estudiar la Ingeniería Técnica de Sonido e Imagen en la que hoy es la Escuela Superior de Ingeniería y Sistemas de Telecomunicación de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Después, uní tanto la Licenciatura en Historia y Ciencias de la Música como el doctorado que tuve que buscar en otras universidades para finalizar mi ciclo académico de formación.
Y no he sido el único con esa trayectoria, sino que hay muchos estudiantes del RCSMM entre mis alumnos de Grado en Ingeniería de Sonido e Imagen. Unir la ingeniería con la música es un proceso tan natural que, además y como ejemplo, nuestro rector también estudió en el RCSMM. Así que el proceso de complementar la formación académica del denominado tercer ciclo con la música entre la UPM y el RCSMM era algo que tarde o temprano tenía que ocurrir. Y he tenido el honor de formar parte de la Comisión Académica del Programa de Doctorado en Música y su Ciencia y Tecnología que ayudamos a crear o fundar conjuntamente entre la UPM y el RCSMM.
Hemos dado en este tercer ciclo académico, un abanico total en torno al mundo de la música. Ciertamente la primera idea en el ámbito de la UPM era todo lo que tenía que ver con la ciencia y la tecnología de la música, pero fuimos muy coherentes al abordar todo lo que tenía que ver con la música. En este sentido, hemos abierto tres grandes líneas de investigación para abarcar todo lo que tiene que ver con ella.
La primera línea de investigación es la de la Interpretación y Creación Artística, que cubre todo lo que tiene que ver con la composición y la instrumentación; el análisis puramente musical; la interpretación y dirección musical; el estudio de las artes escénicas, performativas, o del arte sonoro, de los nuevos medios y otras artes en conjunción con la música; y, finalmente, el análisis e historia de la música grabada.
La segunda línea de investigación es puramente tecnológica y es la que denominamos Ciencia y Tecnología de la Música. Esta línea comprende todo lo relacionado con la investigación de la música y las matemáticas; la inteligencia artificial aplicada a la música; la cognición musical; la organología; la acústica; los espacios sonoros; la producción musical; la informática musical; la grabación y la posproducción; las tecnologías de audio; la música y la arquitectura; y, por último, la música y la medicina.
La rama de Educación y Acción Social en música comprende la investigación en la historia, documentación, análisis, crítica y legislación; la conservación, restauración y gestión del patrimonio musical; la pedagogía, el sistema educativo y los proyectos sociales; la sociología: redes sociales, encuestas, medios de comunicación; y, para finalizar, la industria cultural, gestión empresarial de la actividad musical y la producción ejecutiva.
Obviamente, el perfil de ingreso de los doctorandos es diverso y no todos proceden únicamente del ámbito tecnológico. No tendría sentido. Por ello, damos cabida a cualquier procedencia siempre que se cumplan los requisitos de acceso a los estudios de doctorado. Las ópticas interdisciplinar, multidisciplinar y transdisciplinar están presentes en el programa a través de la codirección de tesis doctorales. No todos los doctores tenemos formación en todos los campos, por ello nos complementamos en la dirección de tesis doctorales. Así tenemos tesis dirigidas por profesores doctores del RCSMM y de la UPM e, incluso, de otras instituciones universitarias.
Creo que el camino que han iniciado la UPM y el RCSMM es necesario, apasionante y de un largo recorrido que hace justicia a una larga y antigua reivindicación que era incomprensible que no existiese en nuestro país.
Inés Monreal Guerrero, doctora en pedagogía y profesora de la Universidad de Valladolid. Directora del programa DART de Investigaciones Artísticas en programas de doctorado
Dentro de las apuestas para impulsar la investigación artística en nuestro país, emerge una iniciativa impulsada desde el Instituto Katarina Gurska de Investigaciones Artísticas: el Programa DART. Se trata de un programa que, en palabras de su presidenta, ‘es necesario para forjar las nuevas generaciones de artistas-pensadores con iniciativa y liderazgo para afrontar los retos del siglo XXI, y que han de marcar las directrices del futuro musical’.
La Fundación Katarina Gurska empleó seis años de análisis comparativo y asesoramiento internacional para crear el DART, que ofrece una cobertura formativa internacional con la música como eje transversal e interdisciplinar: arte, espacio, percepción, performance, salud, educación o sociedad entre otras, posibilitando la incorporación de sus alumnos a distintos programas de doctorado. Músicos de toda índole, pero también otros perfiles multidisciplinares o tecnológicos, son los candidatos al DART.
La formación impartida durante tres años incluye actividades de alta especialización y laboratorios artísticos dirigidos por ponentes internacionales como Robert Wechsler, Gerriet K. Sharma, Klaus Obermaier, Trond Lossius, Reinhold Friedl, Paulo de Assis o Pamela Burnard, entre otros. Anualmente, se incorporan al programa nuevos nombres, como Marina Gall, Ana Lucía Frega, Elena Ungeheuer o Malgorzata Kubala ya para el próximo curso.
El programa se desarrolla en la sede del IKG en el Real Sitio de San Ildefonso, equipado con espacios multifuncionales, además de un teatro que dispone de la tecnología de vanguardia necesaria para llevar a cabo la investigación artística a su más alto nivel. También cuenta con su propio campus virtual, diseñado para la interacción artística.
La Universidad de Valladolid actúa como organismo oficial dentro de la formación del tercer ciclo. Los alumnos DART optan a matrícula en uno de los 29 programas de la EsDUVa. La UVa aporta rigor académico y científico, gracias a un amplio elenco de profesores e investigadores de sus programas de doctorado que suma fuerzas junto con los asesores artísticos del IKG.
En España, la investigación artística se postula como emergente, no sin dificultades de implementación en el ámbito universitario dentro de los estudios del tercer ciclo. El distanciamiento de la teoría a la práctica musical ha sido durante años una máxima en nuestro país, a lo que se une la necesidad de un cambio en el paradigma que viabilice distintas perspectivas y aportaciones del músico creativo con perfil investigador. La problemática frente a la que nos encontramos es la incursión real de la investigación artística en los estudios académicos y artísticos.
En junio de 2020 la Declaración de Viena arrojó luz para viabilizar la investigación artística con identidad propia: en su introducción, aparece de manera explícita la necesidad de ‘garantizar e incorporar en la educación artística superior, en todos los países de Europa, estudios de tercer ciclo basados en la práctica, con el fin de seguir desarrollando la investigación artística…’.
Desde las administraciones educativas se requiere de una apuesta decidida para revisar guías docentes y abordar la necesidad de implementar asignaturas que desarrollen las competencias investigadoras dentro del ámbito artístico posibilitando, a su vez, una formación inicial dentro del campo de la investigación artística.
La formación en investigación artística está presente durante las últimas etapas de estudios superiores. Permite al artista acceder a una nueva dimensión desconocida y creativamente ilimitada, al tiempo que sienta las bases metodológicas del futuro investigador. Su introducción es necesaria durante los estudios superiores y en el ámbito universitario.
Tanto los centros de enseñanzas artísticas superiores como las universidades han de actuar como catalizadores de este proceso, favoreciendo su desarrollo y dotando a sus programas —tal y como aborda el DART— de una formación específica, avanzada y ligada a la experimentación.
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