Entrevista a Bruno Vlahek con motivo del lanzamiento de su disco dedicado a Rajmáninov:
‘Hoy en día es importante mantener tu propia autenticidad e instinto’
Por Susana Castro
Acaba de estrenarse en plataformas digitales tu disco ‘Rachmaninoff. Etudes-Tableaux Op. 33 & Op. 39‘, que contiene la integral de estos estudios para piano del compositor ruso. ¿Qué te decidió a abordar esta grabación?
Estos estudios me han llamado la atención desde hace mucho tiempo. Recuerdo haber trabajado por primera vez el último estudio del opus 39 durante mi formación en Suiza con el profesor Jean-François Antonioli. Fue un estudio que me encantó y que fue mi fiel compañero durante años, sobre todo en varios concursos.
Poco a poco iba descubriendo otras piezas del ciclo incluyéndolas en mis recitales, como si fueran las partes de un rompecabezas enorme por el cual sentía la pasión y curiosidad de completar.
Tocándolos todos conseguí abarcar por primera vez su verdadera trayectoria y sentido. Además, su complejidad emocional y dificultad técnica fueron un desafío para mí que al final me abrió la puerta de un mundo muy especial. Este disco representa el fruto de todo ese camino y dedicación.
El lanzamiento se ha realizado con el sello PlayClassics, que ofrece un sistema de grabación llamado ‘Truthful Recording Technology’ (TRT), ¿en qué consiste esta tecnología? Como intérprete, ¿has sentido esa fidelidad en la grabación?
Esta tecnología es el resultado de un fantástico proyecto de investigación hecho por Mario Martínez. Gracias a él básicamente el sonido que se escucha en la sala de mezcla corresponde al sonido producido en el piano.
Para mí como intérprete la experiencia fue muy agradable y natural porque en cualquier momento pude ir consultando el resultado de mi interpretación en la sala de mezclas sabiendo que el sonido que escuchaba era el sonido final que iba a salir en el disco.
¿Cuál es tu relación con las obras de Rajmáninov? ¿Es uno de tus compositores predilectos?
Cuando era niño tuve un disco con sus conciertos para piano y orquesta que me atraía mucho. Era una música misteriosa y potente a la vez; como algo que viene de un lugar muy lejano pero toca el alma de forma muy directa y cercana. Luego vino mi formación profesional, por la que en gran parte pertenezco a la escuela rusa. Tanto por este hecho como por mis raíces eslavas, siempre me sentía personalmente vinculado a esa expresión.
En concreto, a través de Dmitri Bashkirov con quien estudié en Madrid, tengo el honor de compartir la misma línea pianística de Rajmáninov. Es la línea que nos une en la figura de Alexander Siloti —profesor de Rajmáninov y mi ‘bisabuelo’ de piano— siendo él mismo alumno de Liszt. Es cierto que Rajmáninov sí que es uno de mis compositores favoritos, no solo dentro de la música para piano, también de la música orquestal y coral.
¿Qué es lo que más te interesa de su pianismo? ¿Qué puedes ofrecer tú como intérprete a estas obras?
Muchas veces se dice que Rajmáninov es el último romántico entre los compositores. No creo que esto sea completamente cierto. Más bien diría que él vive en la prolongación de una época cultural y política que dejó de existir. Pero en su cabeza y en su forma de ser ella todavía existe y se desarrolla activamente. No significa que haya parado y terminado. Y tampoco significa que algo que siga manteniéndose en nuestra mente no existe… Es una realidad donde siguen construyéndose las catedrales con cúpulas coloridas y no los infinitos bloques de apartamentos de color gris.
Viéndolo de esa manera, para mí Rajmáninov es mucho más que un romántico y llega a ser actual. Esto es obvio en sus propias grabaciones: su forma de tocar es muy clara, transparente, con cabeza fría y corazón caliente. Su propio virtuosismo es increíble pero siempre mantenido dentro de los límites del buen gusto y control racional.
Rajmáninov usa toda la gama de colores, técnicas y posibilidades del instrumento; sonando como una gigantesca campanada o como el susurro más íntimo. Entiende perfectamente la mecánica de la mano del pianista. Aunque su actualidad creativa es algo distinta de la que se vivía en aquella etapa del siglo XX, su pianismo es moderno.
Esta yuxtaposición es algo que da un aura muy especial a su lenguaje y yo espero poder, a través de mi interpretación, acercarlo al público. Además, su doble faceta de pianista-compositor es algo en lo que me identifico con él.
Sí, tienes una importante faceta como compositor, ¿cómo definirías tu lenguaje?
Es muy difícil definirme a mí mismo. Ante todo, creo que muchos aspectos de mi vida se reflejan en mis obras porque la música es el espejo de las experiencias recopiladas de la vida real. Hoy en día, cuando todo ya está probado y parece que no existe más espacio creativo para grandes sorpresas o revoluciones en la producción musical, es importante mantener tu propia autenticidad e instinto.
Nunca he intentado rechazar o destruir la tradición, sino construir en su base, darle un toque mío, tener la mente abierta a nuevas tendencias y no ser dogmático. Mis frecuentes viajes, donde conocí distintas culturas y formas de pensamiento, han dejado una huella en mi lenguaje. Además, otras artes como la pintura o la arquitectura, historia y religión, así como el jazz o el mundo actual, juegan su papel imprescindible en mi creación. También está muy presente el aspecto personal, relaciones entre personas que quiero y que me inspiran, como mi esposa.
Cuando se han interpretado tus obras en conciertos en vivo, ya sea en formato orquestal o más reducido, ¿cuál ha sido la recepción del público?
Hasta ahora he tenido la suerte de que mi música haya sido aceptada de forma muy positiva. También me hacen muy feliz y agradecido las frecuentes interpretaciones de mis obras por distintas partes del mundo. Supongo que se lo debo bastante a mi doble faceta de compositor e intérprete, porque desde mi experiencia de tocar las obras de otros compositores sé muy bien qué es lo que un intérprete necesita para transmitir el mensaje de la partitura con éxito.
La música contemporánea tiene la fama de ser inaccesible. Pero gran parte de este problema se encuentra en la falta de la comunicación adecuada entre el ‘triángulo mágico’, como me gusta llamarlo. Es la relación entre compositor, el intérprete y el público. Para que una obra pueda vivir, esta relación tiene que funcionar bien. Yo sobre todo escucho la música, pienso sobre ella y me dejo fantasear con ella. Soy el público también. Luego la toco —me pongo a probarla en el piano— o la canto. La cuestiono y le doy muchas vueltas antes de ponerla en el papel. Esto es un prerrequisito muy importante para que una obra obtenga vida en el escenario.
Sabemos que la situación de conciertos ahora mismo está llena de incertidumbre pero, ¿tienes compromisos pendientes para este 2020?
Todos los músicos hemos sufrido en esta situación tan triste y desagradable. Pero teniendo en cuenta las tragedias personales que muchos hayan sufrido recientemente, y que lamentablemente aún siguen sufriendo, es una suerte mantener la propia salud y la de nuestros seres queridos. Los conciertos vendrán de nuevo y me quedo con el optimismo y esperanzas hacia el futuro. Tenía previsto tocar en el Auditorio Nacional de Música, en Londres, en China y varios otros sitios.
Sin embargo, en este parón concertístico he aprovechado para fijarme más en los trabajos discográficos, en la composición y en la pedagogía. Además, hemos encontrado algunas formas alternativas de compartir la música que son incomparables a un concierto en vivo, pero que han llegado en estos tiempos difíciles como un consuelo a muchas personas.
Me alegra que se estén abriendo compromisos interesantes para el otoño, como el Segundo concierto de Rajmáninov con la Filarmónica de Zagreb, conciertos en Alemania e Inglaterra o el proyecto discográfico de sonatas inéditas de Domenico Scarlatti. La música y el arte son unas de las necesidades más importantes de la humanidad. Por eso, y por el bien de todos, esperemos que todo vuelva a su sitio lo antes posible.
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