A partir del próximo 29 de febrero dirigirá Il viaggio a Reims de Rossini en el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia, ¿cuál es, desde el punto de vista musical, el mayor desafío a la hora de enfrentarse a esta obra?
Posiblemente, el mayor desafío está en buscar esa ligereza que permite a esta partitura discurrir de manera fluida a través de todos los números musicales; la longitud de los números cerrados, la dificultad vocal y el virtuosismo tienen que ser abordados con espontaneidad y siempre tratando de sacar a la luz las peculiaridades ‘ocultas’. Es decir, es necesario ‘leer’ más allá de las notas escritas para acercarse lo más posible al pensamiento rossiniano.
¿Cuáles son las mayores dificultades a la hora de enfrentarse a Rossini en general?
Hay dos dificultades distintas: una ligada al aspecto vocal y otra al aspecto instrumental. A los cantantes les pido siempre que exploten el ritmo de la palabra y que usen el texto como medio expresivo; no hay que focalizarse solo en el sonido, sino entender dónde se tiene que ‘descargar’ el peso musical, a través de los acentos fuertes y débiles de la palabra. En la lengua italiana, todas las palabras con dos sílabas tienen el acento principal en la primera y las palabras con tres sílabas, en la segunda; cuando, en algunos casos, el acento va en la primera, se llaman ‘esdrújulas’. Por lo tanto, siguiendo la acentuación natural de las palabras, se puede fácilmente entender cómo explotar el peso.
Con la parte orquestal es importante definir los puntos en los que la frase descarga y aligerar inmediatamente lo que sigue. A menudo, nos encontramos en frente de una verticalidad realizada por la orquesta en pleno con indicaciones de fortissimo; eso no significa que todas las notas tengan que ser tocadas del mismo modo, sino que, una vez definida la armonía, la repetición de la misma tiene que ser aligerada.
Recientemente, dirigió Il viaggio a Reims, con dirección escénica de Laura Scozzi, en la Semperoper de Dresde, ¿qué diferencias más significativas encuentra entre la producción de Damiano Michieletto y la de Laura Scozzi? ¿Qué tal se lleva con los directores de escena?
Son dos ideas totalmente diferentes. En primer lugar, la ambientación cambia radicalmente, así como el desarrollo de los personajes. La producción de Michieletto es, sin duda, genial… está llena de sutil ironía, de poesía y de elegancia. El humor nunca es exagerado, siempre es refinado y eso le hace una gran justicia al compositor. No hay que dejar nunca que Rossini termine convirtiéndose en una serie de inútiles gags.
Me encantan los directores de escena que tienen imaginación y coraje, que tienen las ideas claras y saben trabajar con los cantantes. Me gusta dialogar con ellos y ponerme a disposición si entiendo que lo que me piden ayuda a mejorar la producción. Cuanto más hago este trabajo, más me convenzo de que la ópera necesita un equipo bien cohesionado y unido, capaz de creer en una idea y llevarla a cabo sin miedos. Sin embargo, es necesario que las ideas sean claras porque de lo contrario yo soy el primero que me pongo nervioso.
¿Siempre soñó con ser director de orquesta?
Siempre soñé con ser compositor y director. No podría vivir sin escribir música, así como no podría estar un mes sin coger la batuta. Son dos mundos muy diferentes entre ellos pero igualmente fascinantes. La composición me completa como ser humano… el acto creativo es una exigencia imprescindible. No eliges escribir, simplemente es necesario hacerlo, como respirar. Y la dirección, me permite vivir en primera persona esa fuerza de la música que primero te inunda y te penetra a continuación.
¿Quién es su director de orquesta favorito?
Daniele Gatti, sin duda. Es un director que va más allá de las notas escritas, buscando la verdad a través de un estudio constante y específico. Para hacer eso hace falta un gran coraje, y cuestionar las propias certezas con el fin de encontrar otras más sólidas.
También estudió composición, ¿qué compositores le inspiran más a la hora de dirigir?
Me encanta la profundidad en los compositores. No soy capaz de dirigir, por ejemplo, música burguesa, música superficial… Necesito trabajar para explorar significados que están aparentemente ocultos. Podría decir realmente muchísimos nombres de compositores que amo. Pero no podría jamás limitarme a un período histórico sino que, más bien, lo que amo es explorar todo lo que la historia nos ha legado.
¿Le gusta más dirigir ópera o música sinfónica?
No tengo una preferencia. Dirigir música sinfónica mejora el enfoque ‘especialista’ de un determinado periodo histórico, pero, sobre todo, siento la necesidad de conocer y dirigir cuanta más música me sea posible.
¿Qué obra le gustaría dirigir que todavía no ha dirigido?
Me gustaría mucho dirigir Mass de Bernstein.
¿Cuáles son sus próximos compromisos?
Después de Valencia, estaré en Budapest, Múnich, Hamburgo y Macerata, para la inauguración del Macerata Opera Festival. Después, en septiembre, estaré en Sídney durante dos meses.
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