Aunque pueda parecer pretencioso, y a fe que lo parece, este curioso y gráfico apelativo -el otro- bien podría definir la compleja realidad que rodea al músico británico Mike Oldfield. Por muy extraño que pueda parecer -no se me vayan a enfadar los académicos de turno-, este apelativo también lo recibieron aquellos músicos que a lo largo de la historia fueron comparados con la figura del genio salzburgués.
Estos genios, por mor de la precocidad o la genialidad, ¡vaya usted a saber!, recibieron el cariñoso apelativo de el otro Mozart, idea que los situaba en el mismo plano que al pequeño genio alemán. Hubo, por tanto, un ‘Mozart inglés’ llamado Samuel Wesley, o uno negro, mujeriego y pendenciero, llamado Joseph Boulogne, Chevalier de Saint-George, también conocido como el ‘Mozart negro’; incluso las gélidas tierras del norte de Europa tuvieron su propio Mozart, Joseph Martin Kraus, o el ‘Mozart sueco’, por citar solo unos cuantos; pero es en la actualidad que esta etiqueta ha vuelto a tener presencia sobre las tubulares ideas del músico más original de las últimas décadas.
En cierta ocasión, allá por los años 80 creo recordar, cuando se intentaba definir a Mike Oldfield, algunos lo hacían refiriéndose a él como el ‘Mozart del rock’, estableciendo una comparación que muchos consideraron exagerada. Pienso que ni lo uno ni lo otro, pero sí responde a la dificultad que algunos críticos tuvieron para encontrar una etiqueta que definiera la inclasificable genialidad del creador de Tubular Bells. Más allá de etiquetas, apelativos o cualquier otra forma de definir a Oldfield, lo cierto es que la de Mozart del rock es la que más se ajusta a la realidad.
La primera y la última de Mike Olfield
Título: The Killing Fields
Director: Roland Joffé
Música: Mike Oldfield
Género: Drama
Duración: 142 minutos
Año: 1984. Reino Unido
Rodada por Roland Joffé, The Killing Fields narra la historia que unió a Sydney, un periodista de The New York Times enviado a Camboya en 1972 como corresponsal de guerra, y a Dith Pran, un nativo que le sirvió de guía e intérprete. En 1975, al caer el régimen camboyano, los EE UU se retiran del país y toda la familia de Pran emigra a Norteamérica excepto él, que decide quedarse con Sydney para seguir ayudándole en su trabajo. Ambos sobreviven refugiados en la embajada francesa, pero cuando deciden abandonar Camboya el ejército revolucionario, el Jemer Rojo, prohíbe salir del país a Pran, que queda recluido en un campo de concentración.
Tras un complicado proceso de postproducción -hasta tres veces tuvo que reescribir el score-, The Killing Fields fue la primera y la última banda sonora –The Exorcist (1973), no cuenta como tal- que escribió Oldfield, quien salió, como se suele decir en estos casos, escaldado de un medio que no era el suyo. Aun así, realizó un buen trabajo que el director/productor no supo entender limitando su presencia a momentos muy puntuales de la historia.
Mike Oldfield, reinterpretando a Tárrega
Aunque la pieza más conocida de la partitura sea la reinterpretación que Oldfield hace de la obra de Francisco Tárrega Recuerdos de la Alhambra, en una interesante versión para percusión y guitarra eléctrica –Etude– a la que el de Reading sacó un extraordinario partido comercial, lo cierto es que la obra tiene más enjundia de lo que puede parecer a priori, máxime si tenemos en cuenta que esta fue la primera banda sonora que escribió el maestro.
Articulada en derredor de un bello y emotivo tema –Pran´s Theme– que Mike Oldfield asocia a Dith Pran, la partitura revisita una y otra vez este leitmotiv mostrando la compleja evolución del personaje principal. Delicada y sencilla –Pran´s Theme 2-, con la flauta y el violín como testigos, o dramática y desgarradora –Pran´s Departure-, con toda la fuerza de la orquesta, esta melancólica idea demuestra que Oldfield podía emocionar al espectador más allá de sus guitarras.
Aun así, Mike Oldfield quiso dejar plasmadas algunas ideas que llevaban su sello personal, como Evacuation, melodía que emula el movimiento de las palas de un helicóptero, o Good News, donde el teclado describe una divertida melodía de inspiración oriental; o quizás Bad News, la más oldfiana de la obra, donde la guitarra aparece en la lejanía, todas formando un heterogéneo collage musical que tuvo a David Bedford como gran maestro de ceremonias. La excesiva presión de la producción y la falta de experiencia de Mike Oldfield en estas lides provocaron que el genio de Reading decidiera, y con razón, no volver a componer música para una película.
Bandas Sonoras Originales
Star Wars, The Force Awakens
Dirección: J. J. Abrams
Música: John Williams
Género: Ciencia ficción
Duración: 135 minutos
Año: 2015. Estados Unidos
Star End… La música evidencia dos cosas bien distintas; la primera de ellas es que el maestro sigue teniendo un gran oficio a la hora de afrontar sus proyectos, una cuidada y espectacular orquestación que define su sello más allá de la originalidad de sus ideas. La segunda, que los años no pasan en balde ni tan siquiera para uno de los músicos más importantes e influyentes de la historia de la música.
La partitura de esta primera entrega gira en derredor de un leitmotiv –Rey´s Theme-, definido y melódico, que define al personaje de Rey, la joven chatarrera de la historia. Con diversas variaciones -espectacular en los End Credits– esta melodía se convierte por mor del guión en el gran leitmotiv de la nueva entrega, hecho que nos brinda la oportunidad de disfrutar del mejor Williams.
El tema de las galaxias, el de la fuerza o el de Han y Leia, sutilmente esbozado, juegan con la música de acción para aderezar una partitura que sin ser demasiado original resulta, a todas luces, efectiva. Quizás sea la música dedicada al reverso tenebroso –Kylo Ren arrives at the Battle- la que más adolece de presencia y originalidad sucumbiendo ante la gran belleza del leitmotiv principal. Con todo, es una partitura correcta que tiene algunos destellos de calidad que siempre acompañan al maestro.
In the heart of the sea
Dirección: Ron Howard
Música: Roque Baños
Género: Aventuras
Duración: 121 minutos
Año: 2015. Estados Unidos
“Llamadme emoción…”. Puede que la frase inicial del narrador, “Llamadme Ismael”, sea uno de los inicios más conocidos de la literatura universal. De esta original forma inicia su aventura Moby Dick, la obra de Herman Melville que tiene al capitán Ahab y a la ballena blanca como principales protagonistas.
Llevada a la gran pantalla en numerosas ocasiones con resultados muy dispares, Moby Dick ha reunido en esta ocasión al director Ron Howard y al músico Roque Baños, dos maestros de la emoción que unen esfuerzos para llevar a buen puerto esta costumbrista radiografía de las artes marinas del siglo XIX. La partitura de Baños se adapta a las exigencias de Howard que de un modo deliberado ha buscado en el músico aquello que Zimmer le ofrecía tiempo atrás.
Más allá de parecidos razonables, que los hay –Essex Leaving harbor-, donde la intensidad es la tónica dominante, la partitura del murciano trabaja con oficio sobre clichés e ideas que proporcionan a la historia lo que necesita. Ahora bien, si hay una característica que define la obra de Baños, esa es la emoción, un sentimiento que en las hábiles manos de Roque acaba seduciendo al espectador a través de un suave y onírico canto –The White Whale Chant– que inunda la pantalla de un perdón jamás visto.
En mai, fais ce qu’il te plaît
Dirección: Christian Carion
Música: Ennio Morricone
Género: drama
Duración: 114 minutos
Año: 2015. Francia
87 años y como nuevo… Nadie lo diría, ¡qué barbaridad!, 87 primaveras y su música sigue sonando como el primer día. Ennio Morricone vuelve a lo grande con su última obra, En mai, fais ce qu’il te plaît, un drama ambientado en la Segunda Guerra Mundial que narra la odisea de un soldado alemán que busca a su hijo en medio del conflicto.
Una vez más, Morricone escribe una partitura para el recuerdo que el romano articula sobre un bello y emotivo leitmotiv –Ils resteront trois– utilizado para describir el drama en el que están sumidos los protagonistas. Como es habitual en su personal caligrafía, la música se circunscribe a una pequeña formación orquestal donde el clarinete, el oboe o el violín –Respirations– juegan con las emociones del espectador que sin posibilidad de escapar queda atrapado entre las melodías de la obra.
Con alguna concesión al lugar donde se desarrolla la acción –Tout laisser-, vestidas con el afrancesado sonido de la armónica y el acordeón, la partitura desemboca en uno de esos finales marca de la casa –A la recherche de la paix– que vuelve a contar, una vez más, con la voz solista como gran protagonista. Es el colofón perfecto a la creación de este maravilloso octogenario.
Antonio Pardo Larrosa