Que la interpretación de la música antigua esté asociada forzosamente a conceptos como ‘fidelidad’ o ‘veracidad’ en aras de una reproducción fidedigna es, naturalmente, un estándar del género. Pero esa convención no debe descartar propuestas que persigan visiones más aventureras. Aunque no es un invento estrictamente nuevo, la unión de folk, jazz, e incluso rock sinfónico, música tradicional y antigua, tiene hoy en día otro gran pulmón henchido de aire fresco e ideas que acercan lo antiguo al oyente moderno.
El reciente trabajo de Taracea, Desvíos a Santiago, pone otro remache a la línea estilística del joven grupo fundado en 2018 por Rainer Seiferth, arreglista y vihuelista alemán afincado en España. Su primer disco Akoé (Alpha Classics,2020)cosechó un buen regusto en la crítica; un disco donde se plasman una gran personalidad y unas recreaciones repletas de creatividad y talento, quizá solo superado por el que nos ocupa aquí. Como entonces, Rainer ha vuelto a contar con la evocadora voz de Isabel Martín y la imaginativa percusión de David Mayoral. El conjunto madrileño ha presentado su último trabajo a finales de año en la capital española y en Londres en el programa In Tune de la BBC y en el LIFEM.
La integración del elenco de instrumentos queda de nuevo respaldada por una sonoridad muy cuidada, infinita en detalles, y por un diseño sonoro acertado del primer al último compás —nótese el contraste entre canto y recitativo en la Cantiga 181—, con buen empaque durante todo el trayecto. Destacan la inventiva, las texturas, la variedad, la calidez vocal, el virtuosismo y, por supuesto, la improvisación. Del Llibre Vermell, los bailes leoneses, los romances del XII hasta las danzas italianas, los de Rainer exploran un terreno donde también cabe la fantasía sin pervertir el material original, en un peregrinaje repleto de sorpresas y desvíos y, donde lo que prima no es el destino, sino el trayecto en sí mismo, que, como todo lo bueno, casi se hace corto. En definitiva, una fantástica aventura sonora que todo viajero empedernido debe llevar consigo en su mochila.
Por Carlos García Reche
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