El debate sobre el anteproyecto de Ley de Enseñanzas Artísticas vuelve a poner el foco en la calidad de la enseñanza en España, confrontando la formación profesional con la enseñanza universitaria, lejos de la riqueza social y cultural que su equiparación genera.
Por Alberto González Pulido
Coordinador general de la UNIÓN de Artistas Contemporáneos de España
El Gobierno aprobó hace unas semanas el controvertido anteproyecto de la nueva Ley de Enseñanzas Artísticas. Claro está que existe un conflicto entre el mundo académico y la formación profesional, que afecta directamente a la consideración como creadores de gran parte del profesorado, limitando la producción artística de los docentes y su impacto en la industria cultural.
El anteproyecto está dirigido a unificar los cuerpos docentes, impulsar la investigación artística del profesorado y la compatibilidad de la docencia con la creación artística libre e independiente. La norma crea además una nueva rama independiente en Artes Audiovisuales, muy necesaria dada la precariedad docente en este ámbito.
La mencionada unificación de los cuerpos docentes (cuerpo de profesores de Enseñanzas Artísticas Superiores y el cuerpo de catedráticos de Enseñanzas Artísticas Superiores tanto para enseñanza profesional como universitaria) es el principal foco de debate. Tanto es así que el Consejo de Universidades rechaza el plan para las Enseñanzas Artísticas, asegurando que las titulaciones de los conservatorios y los centros superiores de arte no van a tener ‘las garantías que se contemplan en el sistema universitario’.
El anteproyecto trata de asegurar la equiparación real y a todos los efectos de las Enseñanzas Artísticas Superiores con las universitarias, así como de establecer procedimientos específicos para impulsar el modelo de adscripción de los centros de EEAA superiores a una universidad, en el marco de la legislación universitaria europea.
El ámbito universitario ve en este aspecto varios problemas: intrusismo, duplicidad de titulaciones y pérdida de calidad de la enseñanza. La raíz de este rechazo se basa en la falta exigencia, en la equiparación de las Enseñanzas Artísticas Superiores, de las garantías que se contemplan para el sistema universitario.
Además, hablar de la excelencia universitaria como un concepto inamovible es bastante osado, dado el nivel de competencia y empleabilidad de la formación profesional. La norma incluso prevé periodos transitorios para la integración en los nuevos cuerpos a figuras docentes especiales, por lo que la arbitrariedad no será tal.
Las estrictas evaluaciones de la agencia nacional ANECA son un proceso de verificación muy exigente, y gran parte del profesorado universitario considera que en el anteproyecto ‘no se recogen las exigencias en cuanto al nivel de profesorado (porcentaje de doctores, investigación, etcétera) que se dan en el sistema universitario’. El texto hace referencia a esta cuestión, que tratándose de una ‘ley de mínimos’, debe desarrollarse para contemplar estos aspectos.
Los críticos de este anteproyecto obvian que se contempla una mejora sustancial criterios para ser profesor de Enseñanzas Artísticas en el marco del Espacio Europeo de Educación Superior. Se dispondrá una llamada ‘formación inicial’, centrada en lo pedagógico, para convertirse en profesor de Enseñanzas Artísticas Superiores, y se definirán las competencias que se deban obtener.
Por otro lado, la Conferencia General de Política Universitaria considera que las Enseñanzas Artísticas Superiores no deberían dar acceso a los estudios de doctorado como sí dan las Enseñanzas Artísticas Universitarias. A nivel personal, considero que las Enseñanzas Artísticas Superiores tienen el mismo valor, y en muchas ocasiones incluso mayor valor, que la enseñanza universitaria, a falta incluso de los mencionados criterios de excelencia. Además, el anteproyecto de ley también prevé unas pruebas homogéneas en todos los centros, a modo de selectividad.
Si analizamos el texto, el anteproyecto habla de ‘Crear marcos para la implantación de programas de doctorado propios de las EE Artísticas, siempre en colaboración con la universidad, respetando su ámbito competencial’. Por tanto, no es una realidad excluyente, y puede ser además un gran impulso para las Enseñanzas Artísticas Superiores.
Por ejemplo, permitirá que parte de la formación de estas titulaciones sea dual, es decir, que pueda impartirse ‘de forma combinada en centros educativos y en empresas estudios, talleres, museos o patronatos’. Así se podrán generar convenios de colaboraciones con las universidades, quedar adscritos a las mismas o unificarse esta nueva figura llamada ‘campus de las artes’.
Así, este anteproyecto sienta las bases de los estudios, diseño de los planes de estudio, y el funcionamiento de los centros de Enseñanzas Superiores de Música, Danza, Arte dramático, Conservación y restauración de bienes culturales, Artes plásticas, Diseño y Artes audiovisuales. No los integra en la universidad, si bien es cierto que los acerca más al mundo académico que a la secundaria; siendo este un reclamo histórico de la formación profesional y una adecuación a la realidad profesional y académica del entorno europeo.
La conferencia de decanos (CRUE) ha suavizado su posición desde el principio de este caluroso debate, y está abierta al diálogo. Pero es cierto que, desde un primer momento, el rechazo fue frontal, basándose en opiniones en ocasiones carentes de rigor y que incluso tienen tintes clasistas.
La universidad no ha tenido en cuenta la situación por ejemplo las escuelas de arte y sus profesionales, desamparadas en un limbo de dudosa legalidad. Al tratar esta delicada situación, el anteproyecto cuenta con el apoyo de entidades como la Asociación Española de Centros Superiores de Enseñanzas Artísticas (ACESEA) y la Confederación de Escuelas y Artes Plásticas y Diseño (CEA).
Es claro e inevitable el empuje de la Formación Profesional Superior por su alta empleabilidad, que, con esta equiparación con las enseñanzas de artes universitarias, adquieren otra categoría y reconocimiento. Considero que debemos entender la contemporaneidad desde lo constructivo y funcional, y adaptarnos al reconocimiento comunitario de la formación profesional, que ha sido, hasta la fecha, una de nuestras grandes carencias educativas como país.
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