Habitualmente, las enseñanzas musicales comienzan en un aula, pero ¿qué hay después? La vida cultural, social y económica que nos envuelve se ve constantemente alimentada por quienes un día fueron estudiantes de un instrumento musical y que, años después, dan vida a las actividades que forman parte de nuestro día a día: desde representaciones teatrales hasta la música que suena en la radio.
Por Eulàlia Febrer Coll
Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)
En una escuela de música, un alumno toca el violín siguiendo la partitura, atento a las indicaciones de su profesor. Recuerda la clase teórica del día anterior, donde aprendieron a distinguir intervalos de tercera mayor y menor, y reconoce su sonoridad particular. Años después, como docente en un conservatorio superior, explicará a un alumnado ya versado en el funcionamiento de la música académica occidental cómo el uso de estos intervalos se sistematizaba durante el Renacimiento, sustituyendo la predominancia de cuartas, quintas y octavas, más frecuentes en el periodo histórico precedente.
Aunque estos son generalmente los contextos a los que asociamos las enseñanzas musicales, dentro de una institucionalización protocolizada, es menos habitual que las conversaciones cotidianas aborden las aplicaciones prácticas de los conocimientos adquiridos. Muchas veces, la enseñanza y la práctica musical del alumnado de escuelas de música, conservatorios, e incluso universidades coexisten casi de forma separada respecto a la realidad musical que consumimos activa y pasivamente. Sin embargo, al prestar atención a lo que realmente esconden las enseñanzas musicales, podemos percibir su inexorable conexión con el entorno.
Las escenificaciones tras la recuperación de una obra, la apuesta de un docente por incluir un repertorio poco conocido en la práctica de su estudiantado o la puesta en marcha de un proyecto de investigación a nivel universitario ofrecen ejemplos de cómo el conocimiento generado tras puertas cerradas se traslada a nuestra realidad inmediata. Esto no se limita al ámbito de la música clásica, sino que alcanza multitud de sectores profesionales —de la musicoterapia al copywriting— y géneros musicales de consumo habitual —del jazz al reguetón—, cuyos equipos de trabajo incluyen a personas que, alguna vez, también fueron ese alumno de violín.
Si centramos la atención en el nivel más práctico de la enseñanza musical, en distintos ámbitos y niveles, descubrimos una realidad que va más allá del complemento formativo o la adquisición de lo que Bordieu denombiana ‘capital cultural’, y nos damos cuenta rápidamente de su peso social. Lo que esconden las enseñanzas musicales está a plena vista: una dinamización constante e incesante de nuestro entorno, tanto intelectual como lúdico, estético y funcional, que, aunque muchas veces comienza detrás de un atril, se proyecta hasta una integración social plena.

Los caminos de la enseñanza musical
Una de las bondades del saber musical es, precisamente, que puede llevarse hacia y hasta donde se quiera. Al fin y al cabo, no toda práctica debe tener una finalidad mayor que sí misma, como plantea el discurso del arte por el arte. No obstante, para quienes deseen integrarla en su vida personal y profesional, ofrece muchos más caminos que los marcados por la docencia o la interpretación.
No me refiero únicamente a las posibles carreras a seguir —lo que nos devolvería, en parte, a una enseñanza encapsulada en lo institucional—, sino también a aquello que nos mueve a nivel social, ético o profesional. Al preguntarnos qué quiero hacer con la música y por qué es importante, se abre un horizonte de opciones que supera lo imaginable. Sin ir más lejos, campos que concebimos como eminentemente teóricos, como la musicología, son y siguen siendo promotores de cambio.
Pensemos en estudios centrados en la recuperación de autores y repertorios que nos permiten entender mejor nuestro pasado, más allá del canon. Por ejemplo, la reciente tesis de Isabel Fèlix sobre la compositora menorquina Margalida Orfila, o la dedicada al compositor castellano-manchego Tomás Barrera Saavedra, defendida por Octavio J. Peidró en 2023. Aunque su impacto inmediato pueda parecer limitado, el descubrimiento y revalorización de estos compositores permiten una comprensión más profunda del pasado de sus respectivas comunidades autónomas, lo que influye directamente sobre cómo nos pensamos a nosotros mismos y nos proyectamos socialmente.
También abundan estudios centrados en cuestiones sociales y éticas actuales, en los constantes cambios de la industria musical o en las aplicaciones terapéuticas de la música. ¿Pasos pequeños? Sí, pero así avanza la producción del conocimiento y, por extensión, su traspaso a la enseñanza musical. ¿Acaso nos atreveríamos a cuestionar la repercusión de obras como el aclamado Feminine Endings, de Susan McClary, sobre la realidad que hemos construido más de treinta años después?
En este sentido, es fundamental poner el foco en la transferencia fuera del ámbito teórico y el retorno que ofrecen muchas de estas iniciativas, con impacto en términos sociales, culturales y económicos. Por supuesto, si nos referimos al caso del trabajo en musicología feminista de McClary, vemos un largo camino trazado desde los años 90, pero es solo ahora cuando aparecen programadas y representadas en medios de comunicación compositoras que, no hace tanto, eran prácticamente invisibles. Es ahora cuando, gracias a los interrogantes lanzados desde el conocimiento musical, se pone en valor el trabajo de estrellas del pop más allá del juicio estético, por ejemplo, en volúmenes como Bitch, She’s Madonna, editado por Eduardo Viñuela en 2018.
La pedagogía musical es, igualmente, un punto de partida idóneo para trasladar conceptos teóricos sobre un plano aplicado, no solamente en recitales o iniciativas de intervenciones de aula, sino también más allá de su ámbito de acción inmediato. Solo hace falta ver cómo alumnado de esta disciplina se pone en marcha para articular propuestas que involucren a comunidades educativas amplias. Ejemplo de ello son los conciertos didácticos diseñados, producidos y analizados por Aurian Botella Arbona o Cèlia Gómez Llòpis en el Conservatori Superior de Música de les Illes Balears en los últimos años, enfocados a la concienciación del alumnado de distintos centros mallorquines sobre temas como la crisis ambiental o el acoso escolar, respectivamente. Una vez más, son pequeños bloques que sirven para edificar una enseñanza de calidad y sólida, que se enfoca a un constante progreso social iniciado, muy habitualmente, sobre el aprendizaje de un instrumento musical. Aquí, por supuesto, hablamos de una enseñanza mediada musicalmente y directa que nos permite ampliar el concepto que tenemos de lo que ocurre en las aulas de solfeo, coro o instrumento.
Por si estos casos no fueran persuasivos, podemos movernos también a un ámbito de especialización que tenga que ver directamente sobre el progreso económico, la generación de empleo, o la producción en un sentido más estrictamente capitalista. En contextos como el de la gestión de la industria musical, que incluye desde productores musicales hasta ingenieros de sonido, agentes de marketing y fabricantes de distintos productos enfocados al consumo, se encuentra un sustento clave en conocimientos multidisciplinares enraizados sobre enseñanzas musicales, fundamentales para el desempeño profesional del sector o, sin ir más lejos, para posibilitar la puesta en escena de festivales de renombre. Es difícil contemplar un sistema de audio funcional que no haya recibido la colaboración de personas conocedoras del medio, o el acceso a nuevos artistas, canciones y géneros completos sin el trabajo incesante de toda una industria dedicada a ello.
Dentro de un terreno incluso más inmediato y cercano a nuestro día a día, muchos de los artistas de primera línea a nivel internacional y que consumimos asiduamente, sus productores, discográficas y distribuidores, se sustentan sobre unos conocimientos surgidos de un aprendizaje básico e iniciático en lenguaje musical, historia e interpretación. Entre ellos se encuentran nombres de la música pop como Freddy Mercury, Lady Gaga, Alicia Keys o Regina Spektor, raperos como Nicki Minaj, e incluso nombres destacados del reguetón como Don Omar. Por supuesto, si añadimos a esta lista profesionales que han bebido de las enseñanzas musicales no regladas, encontraríamos pocos huecos rellenados por personas que no hayan recibido un input educativo en algún punto de su carrera (¿acaso se puede ser autodidacta sin acudir a fuentes de enseñanza de forma independiente?).
Por tanto, cuando nos preguntamos qué hay realmente detrás de las enseñanzas musicales, solo debemos observar lo que tenemos delante: múltiples realidades profesionales que son motor para el progreso y que pueden gestarse desde distintos contextos.
La transferencia del conocimiento desde el plano universitario
En el ámbito universitario y de las enseñanzas superiores, la educación musical sigue su desarrollo por vertientes tanto teóricas como prácticas que, a menudo, encuentran repercusión en actividades que son una clara ventana al trabajo que hay detrás de ellas. En el caso de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), el trabajo realizado por investigadores individuales y grupos de trabajo como FOR MUSIC o TEIMUS muestran cómo la actividad iniciada en el contexto educativo se traslada a una realidad práctica muy a menudo con fines, precisamente, ligados a la enseñanza. Esto incluye, además, actividades dirigidas al propio personal docente e investigador de la institución para su continua formación, a través de las que se incentiva la transferencia del conocimiento a ámbitos prácticos.
Algunos proyectos recientes que han seguido la vertiente de transferencia incluyen, entre otros, trabajos dedicados a la recuperación, reorquestación y puesta en escena de una zarzuela en colaboración con distintos centros escolares de la Comunidad de Madrid; la confección de un sistema de análisis para la detección de patrones musicales en músicas tradicionales españolas, enfocado a su aplicación (etno)musicológica; la aplicación de proyectos musicoterapéuticos en contextos clínicos y educativos; o el recientemente estrenado pódcast del Máster Universitario de Gestión Empresarial de la Industria Musical, Conversaciones Sonoras, que pone en contacto directo al alumnado con el mundo empresarial que, en un futuro, lo acogerá. Estas iniciativas cuentan con la colaboración de docentes propios y externos a la universidad quienes, desde su propio conocimiento y continuo aprendizaje, hacen posible que se mantenga en marcha y rodando el motor al que anteriormente nos referíamos.
En línea con lo expuesto hasta este punto, las iniciativas mencionadas muestran las repercusiones de la propia enseñanza musical a nivel superior, el retorno social que ofrecen en distintos ámbitos de acción, y cómo estas pueden englobar campos distantes con una fuente ignición común.
Para poner un ejemplo concreto, los pasados días 9 y 10 de mayo de 2025 tuvo lugar en Tres Cantos (Madrid) la puesta en escena de un proyecto de largo recorrido que iniciaba de la mano del Grupo de Investigación FOR MUSIC, propio de UNIR: la zarzuela infantil Un mundo más (1911), con música de Joaquín Taboada Steger y libreto de Juan Redondo y Menduiña. El evento culminaba un largo proceso de trabajo teórico-práctico, en el que se vieron involucrados investigadores de UNIR, alumnado y docentes del Centro Integrado de Enseñanzas Artísticas de Música Padre Antonio Soler, alumnado y docentes del Colegio de Nuestra Señora del Recuerdo, ambos pertenecientes a la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de Tres Cantos y tantos otros profesionales.
El proyecto, concedido al Grupo en 2023 por UNIR, partió de la recuperación de la zarzuela y su re-musicalización, pero derivó en múltiples actividades de retorno social y cultural, como la propia representación de la zarzuela, la organización de talleres enfocados al trabajo de la escucha activa, o dos publicaciones específicas: el e-book pedagógico Un mundo más en el aula de Educación Primaria, que será publicado por Octaedro en las próximas semanas, y la monografía académica Culturas de la escucha, en proceso de edición y con futura publicación en 2026 a través de la editorial Tirant lo Blanch. El evento fue adicionalmente retransmitido por Telemadrid y ha tenido un impacto directo a nivel divulgativo y científico, por lo que lo se ha visto inserido más allá del entorno inmediato que lo gestaba originalmente.
Aunque pueda verse como un caso aislado dentro de la multiplicidad de actividades educativas y de transferencia que nos mueven a nivel académico, nos ofrece un claro ejemplo de los posibles recorridos que una sola iniciativa puede desencadenar. Gran parte de las actividades que ha incluido este proyecto dependen, en este sentido, de la participación de alumnado en proceso de aprendizaje y de profesionales ya consolidados en áreas musicales tan amplias como la pedagogía musical, la musicología, la musicoterapia o el periodismo musical. Detrás de cada proyecto, de cada propuesta mediada y socializada por la música, se encuentran equipos amplios de personas que, alguna vez, estuvieron en un aula de música aprendiendo a leer una partitura.
Algunas reflexiones finales
Las enseñanzas musicales, aunque sirven en sí mismas para enriquecer nuestro bagaje cultural y desarrollar nuestro córtex prefrontal (como sugieren autores como Robert Zatorre o Gottfried Schlaug), también cumplen una función estratégica. En el contexto de la escolarización obligatoria, la música es a menudo tratada con poco interés por las propias instituciones y las familias, lo que podemos inferir deriva de una falta de percepción de su transferibilidad a sus ámbitos prácticos del día a día. Igual que con la plástica o la educación física, nos rige una tradición que premia la producción y la metodología empírica asociada a disciplinas como las matemáticas o la lengua. Pero, ¿realmente dista tanto el potencial de unas y otras asignaturas en su traslación a la realidad profesional, una vez finalizados los estudios?
En un momento de especial necesidad de desarrollo de las humanidades, derivado de las tensiones sociales y la creciente individualización promovida por los modelos de consumo, la música emerge como una vía que va más allá del entretenimiento. Los principios a los que se atiende dentro del marco de las enseñanzas musicales se destinan a establecer unas bases sólidas que permitan su traslación a realidades profesionales amplias. Si no, ¿cómo podría trabajar un productor musical con artistas de gran calibre, sin comprender las notas musicales o los principios básicos de la armonía? ¿Cómo renovaríamos los repertorios, los programas, las actividades que articulan nuestra vida social, sin una investigación musicológica activa? ¿Quién estaría detrás de los micrófonos de tantas radios que nos acompañan en nuestros trayectos cada día?
A riesgo de resultar reiterativos, podemos afirmar que lo que esconden realmente las enseñanzas musicales es, efectivamente, la llave a profesiones, aficiones, posibilidades de socialización y, por supuesto, muchos más conocimientos por adquirir. Solo hace falta prestar atención y abrir bien los oídos para darnos cuenta de la presencia constante de la música a nuestro alrededor y reflexionar, aunque sea un instante, sobre cómo llegó ahí.
Por ello, animo al lector a que, cuando desde su ventana escuche a un niño practicando el violín o la flauta, o a un adolescente poniendo a prueba su nuevo set de mezclas, no se centre solo en el sonido que le llega y el esfuerzo puesto en su producción, o el enriquecimiento que supone para el intérprete esta actividad. Está siendo partícipe de un avance potencial mucho mayor, fundamentado en la constancia y la paciencia, que se inicia con enseñanzas musicales elementales y finaliza (si es que alguna vez lo hace) en las contribuciones y avances que nos definen como sociedad.





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