Título: In Dreams
Director: Neil Jordan
Música: Elliot Goldenthal
Música REM
La fase por excelencia. Es en esa singular etapa del sueño caracterizada por una alta actividad cerebral, tan desconocida como fascinante, donde el sueño deja de ser sueño para ser otra cosa muy distinta. Apenas dura unos cuantos minutos ’10, si no recuerdo mal’, pero son suficientes para comprobar que es en ese espacio finito donde aparecen los sueños. Con esta idea sobre la mesa el realizador irlandés Neil Jordan elabora la trama de In Dreams, un relato psicológico y policiaco que gira alrededor del sueño como denominador común de una historia que acaba por perderse en la nebulosa onírica del propio director. Con un espectacular reparto encabezado por la actriz Annette Bening y la original aportación musical del incomprendido Elliot Goldenthal, la película jugaba a caballo ganador, pero la inconsistencia de un guion demasiado previsible ‘típico y tópico a partes iguales’ y la poca originalidad de su puesta en escena hicieron que la película fuera un sonado fracaso de crítica y público. Vista con la perspectiva del tiempo, lo único aprovechable de la cinta es la compleja partitura de uno de los compositores más interesantes y originales del Hollywood de las últimas décadas.
Por tanto, caminar por este estrecho sendero es una actividad que tan solo unos cuantos pueden llevar a cabo sin perder el juicio. El espacio (finito), tan temido por el músico de trazo largo, se convierte por mor de la necesidad en el mejor aliado de aquel que con muy poco es capaz de decir mucho. En esas lides se mueve el compositor neoyorkino Elliot Goldenthal, músico que, de vez en cuando y en buena lid, prueba suerte en las procelosas aguas del relato psicológico. Agitar los pentagramas, por escasos que sean, es algo que la acrisolada caligrafía de Goldenthal hace a través de este vértigo del sueño que es In dreams. Esta sugerente colección de ideas, ficticias, y no tanto ‘su música es muy real’, tienen al sueño como gran maestro de ceremonias. El sueño, denominador común de sus leitmotiv, juega con habilidad con la percepción del espectador, inocente tahúr que junto al músico sueña con esas melodías que hurgan más allá de la percepción sensible de los protagonistas. El amor, la angustia, el destino implacable, el misterio, o lo sobrenatural (demasiado realpara ser soñado…) se dan cita en este Vértigo sonoro del desasosiego que a buen seguro despertará la curiosidad del oyente.
Por eso, los espacios finitos, por pequeños que sean, dejan de serlo cuando las melodías se sueñan a través de la música que produce la ‘atormentada’ mente del compositor Elliot Goldenthal.
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