Continuando nuestro viaje por Sudamérica, nos trasladamos a Argentina, sin duda uno de los países latinos que más nombres femeninos ha aportado a la música. Sin embargo, como es imposible citarlos a todos en este espacio, vamos a dedicarlo a las pioneras en el campo de la composición, pues son figuras indispensables para las generaciones venideras.
Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín Maestro
Iniciamos nuestro recorrido con Corina del Parral, una figura polifacética donde las haya. Nacida en Bahía Blanca en 1905, vivió su vida adulta entre Argentina y Ecuador, alcanzando fama internacional por llegar a ser cuatro veces primera dama de este último, a causa de su matrimonio con José María Velasco Ibarra. Pero ‘Corita’, como la llamaban en su círculo más cercano, tenía mucho más que ofrecer al mundo y aprovechó su posición en la política para trabajar en pro de la cultura y de la asistencia social a la mujer con la fundación del Club Femenino de Cultura, entre otros. Además, inició programas de protección a la infancia y a los discapacitados, siempre en beneficio de los más vulnerables de la sociedad.
Procedente de una familia acomodada, tuvo la oportunidad de formarse en una escuela francesa y de asistir al conservatorio hasta finalizar sus estudios superiores de música, que serían, sin duda, el sustento principal de su producción artística. Pianista de formación, no solo escribió para este instrumento, sino que también su gran talento como literata la llevó a centrarse en componer (texto y música) canciones de corte popular como Sombra azul, El sombrero negro o Vals antiguo.
Además, Corina destacó como poeta y publicó una buena colección de obras bajo el seudónimo de Alma Elios, que posteriormente serían publicados en su totalidad por la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Aunque es cierto que sus publicaciones musicales no fueron tan voluminosas como las literarias, no podemos dejar de destacar su papel como una de las pioneras en el panorama argentino.
Un año más tarde, en 1906, nacería en Buenos Aires Lía Cimaglia, una de las compositoras argentinas para piano más destacadas del siglo XX. Cimaglia se formaría como pianista en su país natal con Celestino Piaggio y Jorge de Lalewicz, ofreciendo su primer recital en 1920, con tan solo 14 años, que incluiría obras tan completas como la Fantasía cromática y Fuga de Bach.
Años después, en 1938, conseguiría una beca a través de la Comisión Nacional de Cultura para estudiar en París con personajes de la talla de Alfred Cortot, entre otros. Pero el gran talento musical de Cimaglia no se frenaría en la interpretación pianística, sino que daría rienda suelta a su creatividad en su producción compositiva. De nuevo nos encontramos ante una autora cuya mayor parte de su opus estaba centrada en las canciones para voz y piano, de las que compuso un total de cuarenta, muchas de ellas con poemas de Juan Oscar Ponferrada quien, además, era su cuñado. Pero Cimaglia también compuso para piano solo, como es el caso de la Suite argentina, Recuerdos de mi tierra o sus Tres preludios en homenaje a Debussy, así como para dúo con violín y con violonchelo. Los que la conocían aseguraron que su música reflejaba con total transparencia la esencia de su persona.
Contemporánea de las anteriores era María Luisa Anido. Nacida en 1907 en Morón, ha pasado a la historia por ser una de las guitarristas más célebres del país latinoamericano. Con una obra y una trayectoria intachables, fue la mejor embajadora cultural de su tierra en toda América, Europa y Asia. Anido se consagró como guitarrista ofreciendo recitales en las salas más importantes del mundo. Intérpretes de la talla de Andrés Segovia, Paco de Lucía y Atahualpa Yupanqui alabaron y admiraron su maestría con el instrumento. Dmitri Kabalevski llegó a decir de ella que ‘su guitarra sonaba como una orquesta entera’ tras el concierto que ofreció en el Teatro Chaikovski de Moscú en 1956.
Como no podía ser de otra manera, Anido se desarrolló, asimismo, en el mundo de la composición. Su obra consiste básicamente en miniaturas para guitarra, casi todas de ellas de inspiración popular, y fueron publicadas tanto en Argentina como en Italia.
De una generación posterior cabe mencionar a Magdalena García Robson, nacida en 1916 en Buenos Aires. Fue una laureada pianista y compositora, y llegó a ser la primera directora del Conservatorio Nacional de Argentina.
Su obra comprende composiciones desde piano solo y música de cámara hasta grandes agrupaciones como coro y orquesta. Son sobre todo célebres sus Canciones criollas, por las que ganó el Premio de la Comisión Nacional de Cultura en 1942; las Canciones argentinas, por las que ganó el Premio de la Municipalidad de Buenos Aires dos años más tarde; o sus Tres bocetos sinfónicos, que recibieron el premio de la Comisión Nacional de Música en 1951.
Pero no podemos hablar de autoras argentinas sin hacer mención a la gran Pía Sebastiani, pianista, compositora, docente y diplomática nacida en 1925. Sebastiani se formó tanto en su país natal como en el extranjero, con artistas de la talla de Aaron Copland en Estados Unidos, y Darius Milhaud y Olivier Messiaen en París. Desarrolló una carrera internacional de tal nivel que la llevaría a ocupar una cátedra en la Universidad de Ball State (Indiana, EE. UU.) durante veintitrés años, retirándose después para ocupar la dirección del Conservatorio Beethoven de Buenos Aires, fundado por su padre, puesto que compaginaría con el cargo de presidenta de la Fundación Beethoven.
Sebastiani actuó de forma casi permanente en las salas más representativas de América, Europa y Asia, tocando habitualmente como solista con las orquestas más prestigiosas del mundo.
Su actividad compositiva dio inicio a muy temprana edad, cuando en el año 1941 estrenó nada menos que con 16 años su primer concierto para piano y orquesta. Lo cierto es que su obra, aunque no fue especialmente extensa, fue muy valorada e interpretada por los más destacados directores del momento.
Puede que estas compositoras no fueran las más prolíficas de la historia argentina pero, sin ellas, las demás no hubiesen sido posibles.
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