Por Fabiana Sans Arcílagos y Lucía Martín-Maestro Verbo
El nombre de Marianne von Martinez podría haberse encontrado entre los más brillantes autores del Clasicismo de no ser porque ella nunca tuvo la necesidad de componer para vivir, siempre lo hizo por el mero placer de expresarse artísticamente. Su posición socioeconómica hizo que se la considerara, más que una profesional en su área, una talentosa diletante, una amateur de alto nivel, aunque terminaría por ganarse el favor y reconocimiento de algunos de los más grandes de su tiempo.
Los documentos que recogen los detalles sobre la vida de Marianne von Martinez son escasos y dispersos, por lo que es necesario hacer un estudio periférico del personaje. De hecho, la mayor fuente de información autobiográfica se halla en la carta que ella envió en 1772 al padre Giovanni Battista Martini, quien fuera su gran soporte desde Bolonia. En esa misiva cuenta que su padre, Niccolo Martinez, nació en Nápoles. Hijo de un militar español, siguiendo sus pasos, viajó a Viena movido por la Guerra de Sucesión Austriaca. Allí se casó con una mujer ‘de respetable familia’ y cambió su vida militar por el puesto de Maestro di Camera en la Nunziatura Apostolica. No es fácil clasificar a Marianne: en su ciudad natal, ella era vista como italiana; en Italia, su apellido la delataba como española. Sin embargo, esta riqueza en su genealogía sería en parte responsable de que Marianne leyera, escribiera y hablara al menos cuatro lenguas.
En 1730, cuando Metastasio, que era amigo de Niccolo, fue llamado a la corte de Viena para servir como poeta imperial, el italiano se instaló en el mismo edificio de los Martinez y se integró en la familia hasta tal punto que, a la muerte de su amigo, él asumió la tutela de sus hijos, incluyendo, por supuesto, la de Marianne. Metastasio se encargó personalmente de la educación de la niña y, cuando mostró sus dotes musicales, eligió a un joven profesor que residía en el ático de la familia a cambio de poder sentarse en la mesa con ellos. Se trataba de Franz Joseph Haydn. Cuando Marianne comenzó a mostrar también habilidades para el canto, comenzó a recibir clases de otro amigo de la familia, Nicola Porpora, que también vivió en el mismo edificio por un tiempo. En sus clases de canto, ella llevaría como pianista acompañante al joven Haydn, siendo ella la causante directa de esta semitormentosa unión profesional que más tarde se desarrollaría entre Porpora y Haydn. Cuando su madurez musical comenzó a ser más sólida, el que fuera compositor de la corte, Giuseppe Bonno, se convirtió en su profesor de contrapunto y composición. A juzgar por la escritura tan virtuosa de la joven, podemos entender que fue una cantante y pianista muy dotada.
Marianne fue la favorita de la emperatriz María Teresa, quien frecuentemente la solicitaba para que tocara y cantara en la corte, probablemente su propia música. Las composiciones más tempranas de Marianne las firma con 16 años, pero no tenemos la certeza de cuál fue su primera obra. Contamos con una Misa en Sol, datada en 1760 y marcada como ‘Seconda Messa‘, y una ‘Terza Messa‘ en Do que culminó en 1761 con 17 años, junto con otras obras. Metastasio, en las numerosas cartas donde la nombra, se refiere a ella como ‘nuestra compositora infatigable’, y es que en el periodo comprendido entre 1760 y 1786 contamos más de cincuenta obras de su mano.
Von Martinez tuvo una vida bastante asentada debido a su estatus social. No existen evidencias de que saliera de su nativa Viena. Sin embargo, su trabajo sí que fue conocido y elogiado fuera de las fronteras austriacas. En 1773 consiguió uno de los mayores honores que se podían obtener en la época: fue la primera mujer aceptada en la Academia Filarmónica de Bolonia, lo que reforzó su reputación como compositora. Con motivo de su ingreso escribió la que hoy en día se considera su obra maestra: el gran motete para coro, solistas y orquesta Dixit Dominus,aunque en realidad no hay ninguna evidencia de que la obra llegara a interpretarse.
Todos los sábados por la tarde, en su casa, Marianne acogía veladas musicales, Akademien, donde ella y sus invitados tocaban. Posiblemente, escribió sus sonatas para piano para estas reuniones, donde eran habituales artistas de la talla de los Mozart (padre e hijo). Sabemos por diferentes fuentes que von Martinez estuvo musicalmente activa al menos hasta 1796, si no hasta su muerte en 1812. Su última composición datada es la cantata de cámara O goglioso fiumicello.Es complicado aceptar la idea de que Marianne, que era una virtuosa intérprete y compositora, dejara de escribir música a la edad de 42 años. No solo porque existen testimonios de su continua y energética participación en la vida musical vienesa, además de en sus semanales Akademien, sino porque además fundó una escuela de canto de la que egresaron cantantes de excelencia, y no lo hizo por razones económicas, sino para entrenar a cantantes que pudieran interpretar su exigente repertorio.
El 13 de diciembre de 1812, tan solo dos días después que su hermana pequeña, Marianne fallecía, presumiblemente de tuberculosis. Hasta la fecha, contamos con sesenta y cinco de sus obras, la mayoría de ellas autografiadas, y que se encuentran en cincuenta fuentes diferentes. Sin embargo, su biógrafo Joseph Sonnleithner llega a listar un total de 159. Mientras que hasta nuestros días han llegado tres conciertos para piano y tres sonatas, él cuenta doce y treinta y una, respectivamente. Además, menciona ‘varias} oberturas (lo que podemos entender por sinfonías), mientras que solo nos ha llegado una. En el caso de que la cuenta del biógrafo no sea errónea, las obras a las que se refiere podrían haber sido escritas en sus últimos años.
Es cierto que Martinez fue una compositora conservadora, tanto en lo artístico como en lo político, que no necesitó adaptarse a los gustos cambiantes de su época, pues no tenía la necesidad de hacer de su música su sustento. Este caldo de cultivo provocó que su nombre fuera poco a poco abandonado tras su muerte hasta, prácticamente, caer en el olvido.
Deja una respuesta