De la Dermatología a los escenarios líricos, la soprano María Miró ha forjado una trayectoria marcada por la pasión, el riesgo y la búsqueda de la excelencia. Tras dejar atrás una prometedora carrera médica, se ha convertido en una de las voces más interesantes de la ópera actual, combinando repertorio clásico y creaciones contemporáneas.
Por Ana Nasarre
Cursaste la carrera de medicina, te especializaste en dermatología y apostaste por un cambio radical en tu profesión: dedicarte al difícil arte de la interpretación, concretamente al canto lírico. ¿A qué se debió tu decisión?
Canto desde los 6 años, gracias a la profesora de música de la Escola IPSI de Barcelona, Camila, quien se fijó en que tenía una buena voz y les recomendó a mis padres que entrara en el Cor Vivaldi, bajo la dirección de Óscar Boada. Óscar, además del coro, instauró una escuela de música con exámenes oficiales a través de The Associated Board of the Royal Schools of Music(ABRSM), que venían a examinarnos desde Londres. Empecé a cantar en el coro con 6 años y Óscar me dio mi primer solo con 7 años: ‘Die Forelle’, de Schubert, en alemán. Mi primera ópera como solista la interpreté con solo 9 años, Chip and His Dog, de Menotti, en una producción escenificada y con orquesta. Con 8 años me recomendó estudiar instrumentos; escogí la flauta travesera y el piano, y me examiné hasta el octavo grado de ambos instrumentos por la ABRSM. También estudié un par de años de composición y tocaba la flauta en la orquesta de la escuela. De los 6 a los 17 años fue una época llena de música y canto. Canté como solista en oratorios y óperas infantiles en un coro infantil de gran nivel, que ha ganado muchos premios. Óscar desarrolló ese talento e hizo que amara la música y que buscara siempre la excelencia.
En mi familia no hay ningún músico profesional. Mis padres son médicos. La medicina también me gustaba: era lo que escuchaba cada día en casa. Decidí estudiar la carrera a la vez que seguí con mis estudios de canto en el Conservatori del Liceu con Carmen Bustamante. Iba por la mañana a la facultad y por la tarde al conservatorio. Al acabar la licenciatura pensé que debía hacer una especialidad, porque solo con la licenciatura era difícil trabajar como médico. Saqué muy buena nota en el MIR y escogí la especialidad de Dermatología en el Hospital Clínic de Barcelona. Fueron cuatro años de especialidad intensos, en los que trabajé como médico dermatólogo, y en los que nunca dejé de cantar, aunque con menor intensidad por falta de tiempo. Recibía clases privadas y realicé recitales, sobre todo de canción.
Al acabar la especialidad y tener la posibilidad de ejercer en un futuro como dermatóloga tuve la necesidad vital de seguir formándome como cantante y ver si me podría ganar la vida con ello, ya que sabía que la carrera de solista es inestable y difícil. Me fui a hacer un máster de dos años como cantante solista al Royal Northern College of Music de Manchester, apoyada por mis padres (a quienes les debo muchísimo). Tuve una gran formación en un ambiente internacional. Pude cantar el rol de Vanessa en Vanessa de Samuel Barber en una producción profesional en el teatro del RNCM, además de ganar algunos premios. Esta experiencia me encantó; se me abrió todo un mundo de posibilidades y tuve claro que cantar era mi pasión y que tenía que intentar dedicarme a ello.
¿Cuáles fueron los primeros pasos para iniciarte?
Al acabar el máster en Manchester debuté como Fiordiligi en la Lyric Opera Studio de Weimar. Hice varias audiciones y tuve mis primeros contratos en el Festival de Dorset y en el Wexford Opera Festival de Irlanda. Posteriormente volví a Barcelona y, a través de un contacto, conocí a mi primera agente, Concha Alhambra, a la que agradezco que confiase y creyese en mí sin apenas experiencia. Empecé a hacer audiciones en los grandes teatros de España, como el Gran Teatre del Liceu y el Teatro Real, a los que gusté y me ofrecieron mis primeros contratos operísticos. Me presenté a varios concursos y gané el Primer Premio en el Concurs Mirabent i Magrans de Sitges y el Primer Premio y el Premio de Zarzuela en el Concurso Internacional de Canto de Elda.
Con paciencia y dando los pasos adecuados fui consiguiendo trabajo como solista y ganándome la vida con mi pasión. Desde entonces no he vuelto a trabajar como dermatóloga, aunque a veces me hagan consultas entre bambalinas.
Para tener una carrera brillante, aparte de tener una buena voz y saber interpretar los personajes, a veces la suerte puede influir en el triunfo de un artista. ¿En tu caso ha habido algún acontecimiento determinante que haya marcado un antes y un después en tu carrera?
Fue muy importante el papel de Mariana en Das Liebesverbot de Wagner en el Teatro Real en 2016. Fue mi primer papel relevante en un teatro de primer nivel, al que siguió otro rol precioso, Penélope en Gloriana de Britten en el 2018, también en el Real.
En 2018 me ofrecieron cantar el difícil y exigente rol de Laurencia en la ópera Fuenteovejuna de Jorge Muñiz en la Ópera de Oviedo. Fue mi primer papel protagónico en una ópera contemporánea, y me avisaron con tan solo un mes de antelación, al cancelar una de las dos sopranos que lo tenían que interpretar. Fue un gran reto y un proceso duro que tuvo un final feliz, e implicó mi entrada en el apasionante mundo de la música contemporánea. Estoy agradecida de haber podido dar vida a grandes mujeres de la literatura universal, primero a Laurencia, luego a Cruz en Tránsito de Jesús Torres en 2021 y a La Regenta de Marisa Manchado en 2023, ambas producciones del Teatro Real.
Como dices, has participado en varias óperas contemporáneas. ¿Cuál es el proceso que sigues para prepararte para un nuevo papel operístico en relación con una obra de repertorio que ya conoces y tienes referencia?
El proceso de aprendizaje de un nuevo rol es un proceso similar en las obras contemporáneas de nueva creación y en las de repertorio clásico. Primero leo las fuentes originales en las que se basan, por ejemplo, La Regenta de Clarín, Fuenteovejuna de Lope de Vega, La dama de las camelias de Dumas (Traviata), etc. Al mismo tiempo investigo sobre los personajes y su época. Luego, como toco el piano, estudio musicalmente la partitura yo sola, la voy poniendo en voz, y posteriormente la trabajo con mis vocal coaches y también voy pasando el rol con pianistas repertoristas, para el estilo y memorización. Además, trabajo con coaches de idiomas para la correcta pronunciación en el caso de que la ópera sea en francés, alemán, etc.
En el caso de la ópera contemporánea, el proceso de aprendizaje suele ser más largo, al ser un lenguaje musical más complejo, a veces atonal o modal, y del que no se disponen de grabaciones previas, con lo cual debo pasar la partitura a los pianistas con algo de antelación para que la puedan estudiar. Si conozco al director musical y al escénico, intento hablar con ellos antes de empezar la producción para compartir impresiones y hablar sobre el proceso creativo. Otra diferencia es que en la ópera contemporánea se puede hablar con los compositores y libretistas, si están vivos.
¿Es más ‘fácil’ conseguir roles para interpretar ópera contemporánea?
No lo creo. Lo que sí implica es mucho estudio por su complejidad musical. El hecho de no tener referencias previas, requiere tener una buena base musical para facilitar su preparación. Es mucho trabajo y esfuerzo para que, en algunos casos, se produzcan pocas funciones, aunque en mi caso he tenido mucha suerte porque tanto Fuenteovejuna, Tránsito como La Regenta se han vuelto a representar en otros teatros.
Se requiere un perfil muy creativo, con ganas de arriesgar, y muy teatral, que a mí me parece muy interesante y enriquecedor. Además, es genial poder trabajar junto a los compositores y libretistas. Los teatros tienen cada vez más interés en la nueva creación y programan más obra nueva.
La ópera es un género vivo y es muy importante apoyar a los nuevos creadores. Me gusta la ópera contemporánea, pero también me gusta, y mucho, recrear roles clásicos de repertorio. Mi idea es combinar ambos.
El pasado junio interpreté a Micaela en Carmen de Bizet en el Teatro de la Maestranza de Sevilla y fue una experiencia fantástica. Justo antes interpreté La Regenta en Oviedo, por segunda vez, y la disfruté muchísimo, al ser una segunda lectura en la que siempre se puede profundizar aún más.
¿Qué personaje de los que has interpretado hasta ahora te ha conmovido más?
Han sido dos personajes. Cruz en Tránsito de Jesús Torres, con una escena final desgarradora en la que su hijo Pedro muere en sus brazos. Y Ana Ozores en La Regenta de Marisa Manchado. En esta producción claustrofóbica de Bárbara Lluch, Ana Ozores nunca sale de escena y se encuentra en una prisión donde todos los personajes y el pueblo de Vetusta la manipulan y maltratan. Estoy muy absorta y concentrada en todas las emociones del personaje, que llega a la escena final derrotada, sola, repudiada y con un dolor muy intenso. En ambas escenas me metía tanto en las emociones del personaje que no podía evitar llorar. Cantar llorando no es lo más recomendable, pero en mi caso podía gestionarlo y, además, para Jordi Francés, que fue el director musical de ambas producciones, primaba la verdad a la perfección vocal, y me animaba a buscar esa pureza de sonido desde la emoción.
¿Tienes alguna ilusión especial que quieras compartir, como debutar algún personaje, compartir escenario con algún cantante que admires…?
Mi carrera hasta la fecha se ha afianzado sobre todo en los teatros de España, aunque también he cantado en teatros internacionales como la Ópera Grand Avignon o el Teatro Massimo de Palermo. Me haría ilusión abrir nuevas puertas fuera de España. Me encantaría poder cantar alguna vez en la Royal Opera House de Londres o incluso en el Metropolitan de Nueva York. Cambié de agencia con esa idea hace un par de años. Ahora trabajo con Miriam Grau de la agencia Beate Mennicken. Acabo de debutar en el Festival Eutiner Festspiele de Alemania en un concierto de ópera y zarzuela al aire libre.
En cuanto a roles, me gustaría volver a interpretar Mimi. La canté en pequeño formato en Salisbury hace ya diez años y siento que es el momento de volver a ella. También me gustaría cantar más zarzuela, oratorio y recital de canción, tres géneros con los que disfruto muchísimo. Pero mi deseo principal es poder seguir trabajando en proyectos interesantes e ilusionantes durante muchos años.
¿Has sentido alguna vez pánico escénico antes de empezar una función?
Me encanta estar encima de un escenario y nunca he sentido pánico escénico, ni de niña cuando hice mis primeros solos. Lo que sí siento son nervios sanos, sobre todo minutos antes de salir a escena, que simbolizan ese respeto que tengo por lo que hago y por el público. Los he tenido siempre y me parecen necesarios para estar alerta y dar lo mejor de mí. Una vez estoy en escena, esos nervios desaparecen e intento disfrutar de la actuación y estar concentrada al cien por cien, dejando de ser María para ser el personaje que esté dando vida.
¿Se puede decir que, a día de hoy, tus sueños se han cumplido?
Es la primera vez que me hacen esa pregunta y me emociona pensar en ello. Cuando acabé la especialidad de Dermatología y me lancé a la aventura de ver si podía llegar a ser cantante profesional, no sabía si lo iba a conseguir. Y ahora, mirando hacia atrás, el camino no ha sido nada fácil, he sacrificado muchas cosas, pero siento que ha merecido la pena y lo volvería a transitar de nuevo. Soy inmensamente feliz cantando encima de un escenario y miro los teatros en los que he cantado, los roles que he tenido la suerte de interpretar y la gente que he conocido, y me siento muy feliz y agradecida. Mi sueño de trabajar como cantante lírica se ha cumplido, pero aún me quedan algunos por cumplir, como cantar en teatros nuevos, debutar nuevos roles y seguir creciendo como artista. Me queda mucho camino por delante, y espero seguir cumpliendo sueños con la misma ilusión de siempre.
¿Cuáles serán tus próximas actuaciones?
En este momento estoy ensayando Yerma de Heitor Villa-Lobos en Ópera de Tenerife, una producción de Paco Azorín, que será un estreno a nivel europeo. Interpreto el rol de Yerma, junto a Berna Perles. Se trata de un rol difícil, largo y exigente a nivel vocal y actoral. Las funciones serán a mediados de octubre y os animo a venir, ¡será una gran producción!
En enero y febrero de 2026 volveré al Teatro Real interpretando el rol de Mélisande en Ariane et Barbe-Bleue de Paul Dukas, en una producción de Àlex Ollé. Después cantaré en mi tierra, primero con el rol de Violetta de La traviata con la Fundació Òpera a Catalunya, y seguidamente con el rol de Nannetta de Falstaff en el Gran Teatre del Liceu. Debuto todos los roles: Yerma, Mélisande, Violetta y Nannetta, aunque en el caso de Violetta ya he interpretado la mayor parte del rol en pequeño formato. Estoy muy ilusionada con todos los proyectos de esta temporada.





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