Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín-Maestro Verbo
Maria Theresia von Paradis fue una virtuosa pianista, cantante, compositora y educadora ciega que consiguió un éxito sin precedentes en toda Europa como intérprete e intelectual. Fue admirada por grandes personalidades de diferente condición, incluyendo mandatarios, como el rey Jorge III, José II, Luis XVI, la emperatriz María Teresa I e incluso María Antonieta; escritores y poetas, como Bürger, Burney y Klopstock; y músicos como Haydn o Mozart, quienes llegaron a dedicarle un concierto.
Maria Theresia von Paradis nació el 15 de mayo de 1759 en Viena, en el seno de una familia de la alta sociedad austriaca. Hija única del secretario imperial de Comercio y consejero de la corte y de Rosalia Maria Levassori della Motta, su padre la nombró así en honor a la Emperatriz María Teresa, para la que trabajaba, y que además actuaría con la niña a modo de madrina (sin serlo oficialmente) y patrona.
Los primeros años de Maria Theresia se desarrollaron con normalidad, pero el 9 de diciembre de 1762, la pequeña despertaría con convulsiones en los ojos que le harían perder la visión. Las causas reales de esta ceguera repentina nunca han sido esclarecidas, aunque sí se ha elucubrado sobre ello. Sus padres intentaron todo tipo de tratamientos para que la niña recuperase la vista, incluyendo una terapia con el controvertido médico y pseudocientífico alemán Anton Mesmer, pero, inevitablemente, terminaría por quedar completamente ciega.
Esta discapacidad no sería obstáculo para que recibiera una educación excelente, y para que desarrollase un gusto por diferentes aficiones, así como la danza, el teatro o las manualidades. Sin embargo, en lo que verdaderamente destacaría precozmente sería en la música, ámbito en el que mostraría desde su más tierna infancia las más grandes dotes posibles. Su familia, reconociendo este talento excepcional, la apoyó desde el principio y le brindó una educación musical sólida y de primera categoría, lo que la llevó a formarse con algunos de los músicos más valorados de su entorno, de la talla de Antonio Salieri (canto y composición), George Joseph Vogler (teoría musical), Leopold Kozeluch (piano) y Vincenzo Righini (canto).
La increíble destreza de Paradis, así como su expresividad y musicalidad, cautivaron a la audiencia, lo que la llevó a comenzar a realizar apariciones públicas periódicamente en los salones aristocráticos. Así, cuando contaba con solo 11 años, Maria Theresia ofreció un concierto en la Iglesia de los Agustinos de Viena, donde cantaba la parte de soprano del Stabat mater de Pergolesi mientras se acompañaba a sí misma con el órgano. Aparentemente, este concierto fue presenciado por la propia emperatriz, que quedó tan impresionada que no dudó en otorgarle un estipendio anual de 200 florines para apoyar su educación, no solo musical sino también en idiomas, historia, geografía y matemáticas.
Su carrera pronto se extendería a otras capitales europeas. Así, en 1783, a la edad de 24 años, emprende una gira que se extendería entre 1783 y 1786, y que pasaría por países como Austria, Alemania, Suiza, Francia, Inglaterra, Bélgica y Checoslovaquia. En el transcurso del viaje, tuvo la oportunidad de conocer (no se sabe bien si en Salzburgo o en Viena) a Mozart, quien no solo quedó impresionado de la destreza de la joven, sino que, presumiblemente, compuso su Concierto para piano núm. 18, K 456, expresamente para ella. Este dato ha sido discutido por los estudiosos de la figura de Paradis, algunos de los cuales achacan la dedicatoria a eventos circunstanciales. No obstante, de lo que no hay duda es de la admiración que ambos profesaron por la artista invidente.
Paradis ofreció varios conciertos en Alemania antes de llegar a París a principios de marzo de 1784. Ya en la capital francesa, Maria Theresia se presentó en el Concert Spirituel, cuya interpretación fue ampliamente elogiada por el Journal de Paris. Además, tendría la oportunidad de tocar en el Palacio de Versalles e, incluso, de llegar a hacer música con María Antonieta.
En esta ciudad, donde llegaría a ofrecer hasta catorce conciertos, tomó contacto con Valentin Haüy, uno de los primeros impulsores de la integración educativa de las personas con discapacidad visual en la historia. Con él, Paradis participaría en la creación de la primera escuela para invidentes en París, un centro educativo pionero que ofrecía oportunidades de aprendizaje y desarrollo para las personas ciegas, lo cual fue un hito importante en el campo de la educación inclusiva. Además de su trabajo en la fundación de la escuela, Paradis también proporcionó apoyo y asesoramiento a Haüy, basado en su propia experiencia y conocimiento en primera persona, y fue citada y tomada como ejemplo en su Essai sur l’éducation des aveugles.
En noviembre de 1784, Paradis llegaría a Londres, donde se presentó en diversos lugares, incluyendo la corte y el palacio del príncipe de Gales (Carlton House), así como en el Professional Concert en los Hanover Square Rooms. La mayoría de los relatos históricos que se conservan sobre sus actuaciones elogian su gira, como el de Charles Burnley sobre su aparición ante la reina de Inglaterra (publicado en 1785), donde escribió que su actuación fue ‘del total agrado y asombro de todos los que la escucharon’.
Maria Theresia regresó a Viena en 1786 y, en los años siguientes, fue reduciendo su número de actuaciones públicas para consagrarse a la composición. Probablemente en octubre de 1797 reactivó su salón de música, donde pudo recibir como invitado, entre otros, a Joseph Haydn, que ensayó su gran obra maestra La creación con ella al piano, sorprendiéndole lo rápido que pudo memorizar su parte.
En la década de 1790 abandonó completamente su carrera concertística para dedicar su energía a escribir óperas y cantatas. Lamentablemente, no hay una sólida constancia histórica de sus composiciones y muchas de sus obras se han perdido. Además, ha habido cierta confusión histórica con dos autores con apellido similar, Domenico Paradisi y Marian Paradiser, y con ello atribuciones cruzadas.
La obra más habitualmente relacionada con Maria Theresia es Sicilienne, para violín, cuyo manuscrito fue ‘descubierto’ en 1920 por Samuel Dushkin. Sin embargo, ni siquiera se puede atribuir con total certeza esta pieza a la autora austriaca. Fuera de toda disputa, lo que sí se sabe con seguridad que es de su mano es la colección de 12 lieder titulada Zwölf Lieder auf ihrer Reise in Musik gesetzt,la mayoría de ellos compuestos durante su mencionado tour por Europa.
Creadora ambiciosa, escribiría obras de gran formato, como cantatas, óperas y conciertos hasta aproximadamente 1811. Paradis se embarcaría en un último viaje a Praga en 1797 para estrenar su última ópera Rinaldo und Alcinde. En esta producción, ella misma dirigiría la obra desde el piano. Sin embargo, la producción sería un fracaso comercial, hasta el punto de que el Allgemeiner Europa Journal publicó ‘…pero la audiencia no era ciega y pudo sentir el hastío’. Tras esta desagradable experiencia, Maria Theresia volvió a Viena, ciudad de la que nunca más volvió a salir y abandonó la composición de creaciones de este calibre.
En torno a 1800, Paradis termina por dedicarse completamente a la educación, y se cree que ayudó a Wilhelm Klein en la creación de la primera escuela para ciegos en Viena en 1804. Ya en 1808, ella misma abrió su propia escuela, que estaría dedicada especialmente a la educación de las niñas. Aunque poco se sabe de este periodo de su vida pues, al dejar de hacer apariciones públicas, la prensa comenzó a desinteresarse por su figura.
Uno de los aportes más destacados de Paradis fue su enfoque en el desarrollo de la educación del oído musical, con el objetivo de desarrollar una audición sólida y bien entrenada, para lo cual diseñó una serie de ejercicios y métodos que incluían la identificación de intervalos y la memoria auditiva. Además, otro de los puntos que caracterizan su pedagogía es el énfasis en la improvisación, permitiendo que los estudiantes se expresaran individualmente, lo que consideraba esencial para su desarrollo como músicos. Ella les instaba a buscar su propia esencia y desarrollar su creatividad a través de la improvisación.
El legado de esta gran artista en la educación musical perdura hasta nuestros días, pues sus métodos pedagógicos han influido en las generaciones posteriores de educadores musicales.
Maria Theresia von Paradis murió el 1 de febrero de 1824 a la edad de 64 años por una enfermedad pulmonar. Es impactante cómo siendo una de las compositoras y pianistas más destacadas de su era, alabada por personalidades como Mozart o Haydn, su figura haya pasado tan desapercibida por la historia y en muchos casos su nombre aparezca más vinculado a los ‘experimentos’ de Mesmer que por sus aportaciones a la música, a la educación musical y a la educación de los invidentes.
A pesar de su discapacidad visual, su dedicación le hizo superar las limitaciones impuestas por la sociedad de la época en cuanto a género y discapacidad, y logró convertirse en una pianista y cantante consumada, una brillante compositora y una docente revolucionaria. Su legado perdura hoy como inspiración para educadores y músicos de todo el mundo.
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