La última de las óperas que conforman la tetralogía de Wagner se estrenó en el Liceu de Barcelona el 16 de noviembre de 1901, bajo la dirección de Franz Fischer. En esta primera ocasión, el Ocaso de los Dioses tuvo un total de ocho representaciones, con las que la crítica fue, cuanto menos, contradictoria.
Por un lado, se reseñó que no obtuvo el mismo éxito que sus dos predecesoras, Las Valquirias y Sigfrido, y se comentó, además, que su poco triunfo pudo haberse suscitado por lo precipitado de ponerla en escena con los pocos elementos con los que contaban.
El tenor encargado de representar a Sigfrido fue Raffaello Grani quien “salió muy airoso en su cometido, sobre todo en la segunda representación, que se hallaba mejor de la indisposición que sufría la noche de estreno” (El Álbum Iberoamericano, 22/11/1901). Grani durante muchos años estuvo dedicado a la interpretación de este personaje.
Por otra parte, se comentó sobre el rol de Brunilda, interpretado por Marguerite Picard, que “carece de cuantas condiciones son necesarias para darnos ni siquiera una idea aproximada de la figura de la protagonista” (La música ilustrada, 11/1901), comentando que su voz podía adaptarse mejor a otros papeles y que esperaban más al tratarse de una artista que pertenecía a la Ópera de París.
En contraste con esta crítica, encontramos en la revista Actualidades una nota que dista de la primera reseñada. Comentan que, “el triunfo conseguido por la compañía del Liceo ha sido inmenso, colosal, si se tiene en cuenta que El ocaso de los dioses, musicalmente hablando, es la obra más importante de la tetralogía wagneriana” (10/12/1901).
Agregan, entre otras cosas, que el éxito se debe a los valiosos elementos con lo que se ha contado. Hacen una descripción de los cantantes que participaron, como el tenor Grani, la soprano Giulia Biondelli interpretando a Gutrune, quien “estuvo admirable e hizo prodigios con su voz tan hermosa como su cara”. Añaden que la decoración fue realizada por Félix Urgellés y Olegario Sunegent.
Finalizan comentando que en las presentaciones siguientes se subsanaron ciertos inconvenientes del día del estreno, pero que Barcelona disfrutó de una enorme primicia.
Sea como fuere, independientemente de la crítica, el Ocaso se ha mantenido incólume en este escenario español, con ochenta y seis representaciones a lo largo de su historia, con directores de la talla de Otto Klemperer, George Sebastian, Arnold Quennet y Pinchas Steinberg, entre otros.
El Ocaso dentro de la tetralogía
Insertada en una gran historia narrada desde el nacimiento de un todo pero escrita a partir del final, se necesitaron cerca de veintiséis años para culminar El ocaso de los dioses, penúltima ópera escrita por Wagner y el gran cierre de su obra magna El anillo del nibelungo. Se estrenó mundialmente en el primer Festival de Bayreuth, el 17 de agosto de 1876, en el cual se representó la jornada completa de El anillo.
El compositor no solo estuvo a cargo del libreto y la música, sino que concibió la puesta en escena junto al escenógrafo Joseph Hoffmann, mientras que la dirección musical estuvo a cargo de Hans Ritchter. El reparto estaba encabezado por el tenor Georg Unger como Sigfrido y Amalie Materna como Brunilda.
Era la primera vez que se representaban las cuatro grandes obras que componen la tetralogía, ya que las dos primeras –El oro del Rin y La Valquiria– ya habían sido estrenadas en Munich, pero Sigfrido y El ocaso fueron la novedad dentro de la novedad. Fue uno de los acontecimientos más grandes en Bayreuth, al que asistieron desde la alta nobleza, hasta grandes compositores como Grieg y Tchaikovsky.
Wagner inició el esbozo de esta obra en 1848, denominándolo La muerte de Sigfrido, pero se percató de que el público tendría que tener conocimiento previo de la historia, de lo contrario se crearía confusión o desconcierto.
Por ello, empezó a escribir El joven Sigfrido, que finalmente se denominó Sigfrido, y posteriormente se embarcaría en la composición de las que serían las primeras -en orden narrativo cronológico- de la tetralogía, La Valquiria y El oro del Rin, que describen la causa que provoca los acontecimientos que se desarrollan al final de toda la obra. El libreto del Ocaso lo finalizó en 1872 y la música dos años más tarde, en 1874.
El Ocaso se divide estructuralmente en un prólogo y tres actos, pero históricamente podemos decir que se estructura en tres partes: en el plan de Hagen contra Sigfrido, que termina con el asesinato de este; la de Brunilda y su relación con los dioses; y la de los enamorados Sigfrido y Brunilda.
Wagner: el maestro del leitmotiv
Los personajes que componen la tetralogía aparecen en las cuatro óperas y, si hay algo que destaca en todos ellos, es su leitmotiv, conceptualizado como la idea musical que se asocia con un personaje, idea, objeto o momento. Wagner no fue el primer compositor en utilizar este recurso, pero podemos decir que desarrolló su uso al más alto nivel dentro de la tetralogía de El anillo del nibelungo, donde se pueden encontrar más de cien motivos en sus aproximadamente dieciséis horas.
Otros aspectos que se establecen con los motivos conductores fueron los cambios en la estructura de la ópera, como evitar el lucimiento del cantante a cambio de una línea melódica sujeta al texto según las ideas que se expresen; la subordinación de la orquesta al drama, con la supresión de los números vocales -arias, duetos y canciones-, sustituidos por los recitativos poéticos, acompañados por la gran orquesta wagneriana. Todo esto dio lugar a otra de sus características compositivas, la de melodía infinita, siendo la tetralogía la mayor obra cíclica de la historia.
Los leitmotiv, designados así a pesar de que al compositor no le agradaba esa denominación, son en su gran mayoría breves y los emplea constantemente dentro de la acción, buscando familiarizar al público con estos “hilos conductores”, ayudando así a reconocer las ideas y emociones de los personajes.
La tetralogía se inicia con un arpegio lento sobre Mi bemol mayor, sobre el que se hace un pedal que no modula, ocupando todo el preludio hasta la aparición de Woglinde; este motivo representa el inicio del mundo, este es el leitmotiv de la naturaleza (Erda), que aparece en El oro del Rin. Este mismo motivo lo ejecuta de forma descendente y será el motivo que profetiza el fin del Ocaso.
Sigfrido, de carácter lírico-dramático en su interpretación, tiene muchos motivos asociados. Uno de los más característicos es la llamada del cuerno que aparece durante el Ocaso tras sus llegadas al palacio o a su reencuentro con Brunilda -como Gunther-. Se nos presenta en distintas ocasiones durante la ópera -y la anterior-, como por ejemplo, en el tema de Sigfrido como héroe: aquí encontramos que la fanfarria está basada en el tema de la llamada del cuerno aunque mucho más lenta y procesional.
Otro de los motivos relevantes es el concerniente a la muerte del héroe: la música fúnebre. Inician los timbales con un “sordo redoble”, cuando Hagen clava su lanza en la espalda de Sigfrido, el tema va creciendo de manera progresiva, hasta llegar a la primera intervención de las cuerdas en un fortissimo, donde se oye la segunda parte del tema en notas ascendentes al caer Sigfrido al suelo, que está vinculado al de los “velsas” que aparece en la segunda jornada del Anillo, de donde procede Sigfrido. Se insertan otros instrumentos y otros motivos que repasan la vida del héroe; gradualmente la orquesta crece, pero la cuerda siempre predomina como guía del tema.
Sigfrido es el personaje central, no conoce el miedo, es joven, ama, está libre de avaricias, es el héroe. Su muerte logra devolver las cosas a su estado natural, el oro regresa a las aguas del Rin y los hombres a vivir en calma. Además de estos motivos, tiene otros temas que dialogan unos con otros, por ejemplo, el del amor entre Brunilda y Sigfrido, el tema del juramento de fraternidad o el de la llamada nupcial.
Brunilda, después de aparecer en La Valquiria y Sigfrido, reaparece en mayor extensión y con un carácter más dramático. Aparece en un fragmento sobre su propio tema, el del amor heroico. Al final del Ocaso, tras la inmolación de Brunilda, el fuego arde y se extinguen los dioses, se escucha entonces el motivo de la redención del mundo por amor, que supone el nacimiento de la era de los hombres.
Los motivos que componen el fragmento son la lanza de Wotan, el fuego mágico, el de Sigfrido, las valkirias, las Hijas del Rin, el Valhalla -motivo del ocaso de los dioses- y, finalmente, el de la redención del amor, que va apareciendo durante toda la parte final junto a los otros leitmotiv.
Argumento
Prólogo
El prólogo narra los acontecimientos que han precedido a esta última jornada. En la roca de las valkirias, las tres Nornas, hijas de Erda, tejen la cuerda de oro del destino, que representan un momento del tiempo: pasado, presente y futuro. Tejen recordando el poder de Wotan, quien un día fue a beber a la fuente de la sabiduría que estaba junto al fresno del mundo.
El dios perdió un ojo y arrancó del fresno una rama que convirtió en una lanza. Con este acto, el fresno quedó herido y se secó junto con la fuente. El dios ordenó llevar su tronco al Valhalla y predijo que, si un día ardía en fuego, hundiría a los dioses al ocaso.
En pleno amanecer, Sigfrido y Brunilda salen de su cueva de amor y se despiden. El héroe se irá a hacer nuevas hazañas. Como muestra de su amor y fidelidad le deja el anillo mágico que tomó del dragón; a cambio, le da su caballo Grane. Se despiden y ella queda protegida por el fuego que rodea la roca que habita.
Acto 1
Gunther -rey de los Gibijungos-, Gutrune -hermana de Gunther- y Hagen -hermanastro de los anteriores e hijo del enano Alberich-, se encuentran reunidos en el pórtico del palacio. Como parte de su conspiración para recuperar el anillo, Hagen les hace ver a sus hermanos que, a pesar de su estatus, los dos siguen siendo solteros, pero él sabe de una mujer (Brunilda) que sería excelente esposa para su hermano, aunque el único hombre capaz de atravesar el fuego que rodea la roca donde ella se encuentra es Sigfrido, que además sería buen marido para Gutrune.
Para lograr el triunfo de su plan, Gutrune debe seducir a Sigfrido haciéndole beber el filtro del olvido que ya Hagen ha preparado. Se oye el sonido del cuerno del héroe, quien se acerca al palacio por el río. Al ver a Gunther le propone ser amigos o pelear, siendo la primera opción la que escoge el rey.
Para celebrarlo, Gutrune le ofrece una bebida de bienvenida; mientras bebe piensa en Brunilda pero, al finalizar, la poción hace efecto y se olvida de todo lo que a ella corresponde. Sucumbe ante la belleza de la princesa y, prendado con su amor, la pide en matrimonio.
A su vez, Sigfrido pregunta si Gunther tiene esposa; este le confiesa que su gran amor vive en una roca rodeada de fuego que no puede atravesar. El héroe se ofrece a pasar la barrera y conquistar a Brunilda, pues con su yelmo mágico puede transformarse en él. Así, los dos hombres celebran y hacen un juramento de hermandad, vierten su sangre en un cuerno lleno de vino y, bebiéndoselo, se aleja Sigfrido. Hagen, que ha estado observando, saborea el éxito de su plan.
Se traslada el escenario a la roca de las valquirias. Brunilda recuerda a su héroe mientras ve su anillo; se acerca su hermana Waltrauta -a pesar del riesgo por contradecir la orden de Wotan de no acercarse a la ex valquiria- y le dice que debe entregar el anillo a las hijas del Rin, de lo contrario el destino de los dioses está sellado.
Pero Brunilda se niega a renunciar a la demostración de amor de su héroe. Al alejarse su hermana, se oye el cuerno de Sigfrido. Brunilda, desconcertada por ver que no es su amor, se defiende con su anillo, pero Sigfrido se lo arrebata tras la lucha y la reclama como su novia –de Gunter-.
Acto 2
Vuelve la imagen al palacio, Hagen con su lanza y escudo hace guardia, parece que duerme sentado. Aparece entonces Alberich, quien trata de mantener a su hijo despierto. Tras una corta conversación, le hace prometer que recuperará el anillo.
Empieza a amanecer y aparece Sigfrido, quien le relata a Hagen y a Gutrune cómo ha conquistado a Brunilda, a merced del yelmo, como si fuera Gunther. Anuncia entonces que los novios se acercan en una barca por el Rin. Hagen hace sonar su trompa y convoca a los vasallos para recibir al rey y a su novia; les ordena sacrificar animales en honor a los dioses. En el ambiente hay alegría, festejo y embriaguez.
Llegan Gunther y Brunilda, y la ex valkiria se percata de que Sigfrido se casará con Gutrune. Esta intenta ser reconocida por el héroe -todavía bajo el hechizo de la poción-, pero no es posible; así, Brunilda le acusa de haberle robado el anillo que ahora tiene en su mano y, aunque el héroe se defiende y lo niega, esta afirma además que se desposó con Sigfrido y que su espada no estuvo en medio del lecho. Este jura sobre la lanza de Hagen que no ha roto el juramento de fraternidad y se marcha sin darle importancia a las acusaciones.
Brunilda, sedienta de venganza, le revela a Hagen y a Gunther que el único punto vulnerable de Sigfrido es su espalda. El hijo de Alberich se ofrece para vengar la traición que será llevada a cabo en una cacería al día siguiente. Aparece el cortejo nupcial y se dirigen a la montaña.
Acto 3
En un valle boscoso y rocoso junto al río, se encuentran las tres hijas del Rin, emergen del agua mientras se lamentan por haber perdido su oro. Aparece entonces Sigfrido, quien perseguía un oso. Las doncellas le ofrecen la presa que se escapó si el héroe les devuelve el anillo; este se niega, y le llaman avaro.
Sigfrido, ofendido, decide regalárselo, pero Woglinde, Wellgunde y Flosshilde le advierten sobre la maldición y este decide “valientemente” quedárselo. Desaparecen las tres mujeres, no sin antes advertirle que ese mismo día morirá.
Aparecen Hagen, Gunther y otros cazadores, y se sientan a descansar mientras Sigfrido narra su hazañas: describe su infancia con Mime, la muerte del dragón Fafner, pero cuando llega a Brunilda no recuerda nada. Así, Hagen, quien ha vaciado el cuerno, hace que beba de nuevo para que desaparezca el hechizo; este continúa el relato y narra su encuentro con Brunilda y su amor por ella.
Finge indignación -aparecen dos cuervos negros- y Hagen le clava la lanza en la espalda. Gunther intenta evitarlo, pero el héroe fallece recordando a Brunilda. Los cazadores levantan a Sigfrido y ascienden por las rocas.
En el atrio del palacio espera Gutrune nerviosa la llegada de su prometido. Hagen informa de que Sigfrido ha sido asesinado por un jabalí. Gunther trata de consolar a su hermana, pero esta le rechaza y le acusa del asesinato de su esposo. Así, su hermano confiesa que el asesino ha sido Hagen, quien admite el delito y reclama el anillo; discuten los hermanos y el rey de los Gibijungos muere a manos del hijo de Alberich.
Este arranca el anillo a Sigfrido quien levanta su mano; todos quedan inmóviles por el miedo. Brunilda se descubre como la única esposa del héroe y manda construir una pira funeraria a las orilla del Rin, donde su cuerpo será consumido por el fuego. Brunilda se condena a los dioses por la culpabilidad de su muerte, toma el anillo y le advierte a las doncellas que lo tomen de sus cenizas, purificado por el fuego. Lanza una antorcha a la pira y cuando el fuego empieza a extenderse, se monta en su caballo y se lanza a las llamas, donde muere junto a su esposo.
El río se desborda y las aguas avanzan sobre las cenizas. Hagen trata de recuperar el anillo, pero dos las hijas del Rin lo toman hasta ahogarlo, mientras que la tercera (Flosshilde) muestra el anillo en su mano. El Rin retoma su cauce y, pasada la maldición, las llamas envuelven el Valhalla, dejando un mundo humano liberado gracias al amor.
Discografía recomendada
A pesar de que nuestro relato se centra en El ocaso de los dioses, es difícilmente concebible separar estas magníficas jornadas para nuestra escucha particular. El anillo del nibelungo debe plantearse como un todo, una historia hilada, con un relato continuo.
Así, la primera recomendación de la tetralogía es una que podríamos considerar de culto, la grabación realizada durante la representación del Anillo en el Festival de Bayreuth de 1958, editada por Golden Melodram y dirigida por Hans Knappertsbuch, con un gran reparto vocal liderado por Hotter y Varnay.
Una grabación de perfil más ilustrativo y didáctico es la dirigida por Georg Solti, con la Orquesta Filarmónica de Viena y el Coro de la Ópera del Estado de Viena, disco remasterizado en 2012, que contiene una guía de los motivos que van apareciendo el la obra, realizadas por el musicólogo Deryck Cooke. Existe una versión en castellano de este disco realizada por el Teatro Real, con lectura de textos en la voz del locutor Luis Ignacio González.
Fabiana Sans Arcílagos